Chris Hedges, The Chris Hedges Report, 2 diciembre 2023
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Chris Hedges es un periodista ganador del Premio Pulitzer que fue corresponsal en el extranjero durante quince años para The New York Times, donde ejerció como jefe de la Oficina de Oriente Medio y de la Oficina de los Balcanes del periódico. Entre sus libros figuran: American Fascists: The Christian Right and the War on America, Death of the Liberal Class, War is a Force That Gives Us Meaning y Days of Destruction, Days of Revolt, una colaboración con el dibujante de cómics y periodista Joe Sacco. Anteriormente trabajó en el extranjero para The Dallas Morning News, The Christian Science Monitor y NPR. Fue, hasta 2022, el presentador del programa On Contact, nominado en 2017 a los premios Emmy.
Tras siete días de tregua, el cielo de Gaza se ha llenado de mortíferos proyectiles. Aviones de guerra. Helicópteros de ataque. Drones. Proyectiles de artillería. Proyectiles de tanque. Morteros. Bombas. Misiles. Gaza es una cacofonía de explosiones y gritos desolados y de petición de auxilio bajo los edificios derrumbados. El miedo, una vez más, se enrosca en cada corazón del campo de concentración gazatí.
Hasta el viernes por la noche, 184 palestinos -entre ellos tres periodistas y dos médicos- habían muerto asesinados por los ataques aéreos israelíes en el norte, sur y centro de Gaza, y al menos 589 habían resultado heridos, según el Ministerio de Sanidad de Gaza. La mayoría son mujeres y niños. Israel no se amilanará. Planea acabar el trabajo, destruir lo que queda en el norte de Gaza y diezmar lo que queda en el sur, hacer que Gaza sea inhabitable, expulsar a sus 2,3 millones de habitantes en una campaña masiva de limpieza étnica mediante el hambre, el terror, la matanza y las enfermedades infecciosas.
Los convoyes de ayuda, que traían cantidades simbólicas de alimentos y medicinas -el primer lote eran mortajas y pruebas de coronavirus, según el director del hospital de al-Najjar-, se han detenido. Nadie, y mucho menos el presidente Joe Biden, tiene previsto intervenir para detener el genocidio. El secretario de Estado Antony Blinken visitó Israel esta semana y, aunque pidió a Israel que protegiera a los civiles, se negó a establecer condiciones que interrumpieran los 3.800 millones de dólares que Israel recibe anualmente en ayuda militar o el paquete de ayuda suplementaria de 14.300 millones de dólares. El mundo observará pasivamente, murmurando clichés inútiles sobre más ataques quirúrgicos, mientras Israel hace girar su ruleta de la muerte. Para cuando Israel haya terminado, la Nakba de 1948, en la que los palestinos fueron masacrados en docenas de pueblos y 750.000 fueron objeto de una limpieza étnica por parte de las milicias sionistas, parecerá una pintoresca reliquia de una era más civilizada.
No hay nada prohibido. Hospitales. Mezquitas. Iglesias. Casas. Bloques de apartamentos. Campos de refugiados. Colegios. Universidades. Medios de comunicación. Bancos. Sistemas de alcantarillado. Infraestructuras de telecomunicaciones. Plantas de tratamiento de aguas. Bibliotecas. Molinos de trigo. Panaderías. Mercados. Barrios enteros. La intención de Israel es destruir la infraestructura de Gaza y matar o herir diariamente a cientos de palestinos. Gaza se convertirá en un páramo, una zona muerta incapaz de sustentar la vida.
Israel comenzó a bombardear Jan Yunis el viernes tras lanzar octavillas advirtiendo a los civiles que se marcharan más al sur, hacia Rafah, situada en el paso fronterizo con Egipto. Cientos de miles de palestinos desplazados habían buscado refugio en Jan Yunis. Una vez que los palestinos son empujados a Rafah, sólo les queda un lugar al que huir: Egipto. El Ministerio de Inteligencia israelí, en un informe filtrado, pide el traslado forzoso de la población de Gaza a la península egipcia del Sinaí. Un plan detallado para desplazar intencionadamente a los palestinos de Gaza y empujarlos hacia Egipto lleva incrustado cinco décadas en la doctrina israelí. Ya se ha expulsado de sus hogares a 1,8 millones de palestinos de Gaza. Una vez que los palestinos crucen la frontera con Egipto -cosa que el gobierno egipcio y los dirigentes árabes tratan de impedir a pesar de la presión de Estados Unidos-, los palestinos no volverán jamás.
Esta no es una guerra contra Hamás. Es una guerra contra los palestinos.
Los ataques israelíes se generan a un ritmo vertiginoso, muchos de ellos desde un sistema llamado «Habsora» -El Evangelio- que está construido sobre inteligencia artificial que selecciona 100 objetivos al día. En un artículo de Yuval Abraham en las páginas israelíes +972 Magazine y Local Call, siete funcionarios y exfuncionarios de los servicios de inteligencia israelíes describen este sistema de inteligencia artificial como una «fábrica de asesinatos masivos». Israel, una vez que localiza lo que supone que es un operativo de Hamás a partir de un teléfono móvil, por ejemplo, bombardea y bombardea una amplia zona alrededor del objetivo, matando e hiriendo a decenas, y a veces a cientos de palestinos, afirma el artículo.
«Según fuentes de inteligencia», se lee en la noticia, «Habsora genera, entre otras cosas, recomendaciones automáticas para atacar residencias privadas donde viven personas sospechosas de ser operativos de Hamás o de la Yihad Islámica. A continuación, Israel lleva a cabo operaciones de asesinato a gran escala mediante el bombardeo intensivo de estas viviendas residenciales”.
Unos 15.000 palestinos, entre ellos 6.000 niños y 4.000 mujeres, han sido asesinados desde el 7 de octubre. Unos 30.000 han resultado heridos. Más de 6.000 están desaparecidos, muchos enterrados bajo los escombros. Más de 300 familias han perdido a diez o más de sus miembros. Más de 250 palestinos han muerto en Cisjordania desde el 7 de octubre y más de 3.000 han resultado heridos, aunque la zona no está controlada por Hamás. El ejército israelí afirma haber matado entre 1.000 y 3.000 de alrededor de 30.000 combatientes de Hamás, un número relativamente pequeño dada la magnitud del asalto. La mayoría de los combatientes de la resistencia se refugian en su vasto sistema de túneles.
El libro de jugadas de Israel es la «Doctrina Dahiya«. La doctrina fue formulada por el exjefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Israel Gadi Eizenkot, miembro del gabinete de guerra, tras la guerra de 2006 entre Israel y Hizbolá en el Líbano. Dahiya es un suburbio del sur de Beirut y bastión de Hizbolá. Fue bombardeado por aviones israelíes tras el apresamiento de dos soldados israelíes. La doctrina postula que Israel debe emplear una fuerza masiva y desproporcionada, destruyendo infraestructuras y residencias civiles, para garantizar la disuasión.
Daniel Hagari, portavoz del ejército israelí, admitió al comienzo del ataque más reciente de Israel contra Gaza que el «énfasis» se pondría «en el daño y no en la precisión».
Israel ha abandonado su táctica de «tocar en los tejados«, por la que un cohete sin ojiva aterrizaba en un tejado para advertir a quienes estuvieran dentro de que evacuaran. Israel también ha puesto fin a sus llamadas telefónicas advirtiendo de un ataque inminente. Ahora decenas de familias de un bloque de apartamentos o de un barrio son asesinadas sin previo aviso.
Las imágenes de destrucción masiva alimentan la sed de venganza dentro de Israel tras la humillante incursión de los combatientes de Hamás el 7 de octubre y el asesinato de 1.200 israelíes, entre ellos 395 soldados y 59 policías. Muchos israelíes expresan un placer sádico por el genocidio y una oleada de llamamientos al asesinato o la expulsión de los palestinos, incluidos los de Cisjordania ocupada y los que tienen ciudadanía israelí.
La barbarie de los ataques aéreos e indiscriminados, el corte de alimentos, agua y medicinas, la retórica genocida del gobierno israelí, hacen de ésta una guerra cuyo único objetivo es la venganza. Esto no será bueno ni para Israel ni para los palestinos. Alimentará una conflagración en todo Oriente Medio.
El ataque de Israel es la última medida desesperada de un proyecto colonial de asentamientos que cree estúpidamente, como muchos de esos proyectos coloniales en el pasado, que puede aplastar la resistencia de una población indígena con el genocidio. Pero ni siquiera Israel se saldrá con la suya matando a esta escala. Una generación de palestinos, muchos de los cuales han visto a la mayoría, cuando no a todos, de sus familiares asesinados y sus hogares y barrios destruidos, llevarán dentro de sí una sed de justicia y retribución de por vida.
Esta guerra no ha terminado. Ni siquiera ha empezado.
Imagen de portada: El matarife (por Mr. Fish).