Ramzy Baroud, CounterPunch, 4 julio 2023
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Ramzy Baroud es periodista y director de The Palestine Chronicle. Es autor de cinco libros; el último de ellos es «These Chains Will Be Broken: Palestinian Stories of Struggle and Defiance in Israeli Prisons» (Clarity Press, Atlanta). El Dr. Baroud es investigador principal no residente en el Centro para el Islam y los Asuntos Mundiales (CIGA) de la Universidad Zaim de Estambul (IZU). Su sitio web es www.ramzybaroud.net
El 19 de junio, una gran fuerza militar israelí asaltó la ciudad y el campo de refugiados de Yenín, en el norte de Palestina, desde múltiples direcciones. La incursión no sólo fracasó, sino que fue contraproducente, y además creó un precedente en la guerra que Israel mantiene desde hace décadas contra la siempre rebelde región palestina.
Israel mató a ocho palestinos e hirió a 91 más, tras horas de enfrentamientos entre soldados israelíes, por un lado, y grupos unificados de la Resistencia palestina, por otro.
Israel sólo admitió que ocho de sus soldados habían resultado heridos; algunos medios de comunicación israelíes hablaron de heridas críticas entre las tropas invasoras y otros sólo de heridas moderadas.
Sin embargo, la realidad sobre el terreno sugería que se había producido una batalla extraordinaria. Vídeos de producción local mostraron vehículos militares israelíes volados por los aires, envueltos en nubes de fuego y humo, entre ellos el vehículo de transporte de tropas Panther -conocido como Nimr-, un vehículo monstruoso y bien fortificado utilizado en combates de carácter moderado a intenso.
Un total de siete vehículos, junto con un helicóptero militar, volaron por los aires o resultaron dañados en lo que pretendía ser una incursión rutinaria israelí en Yenín, que a menudo se ha saldado con la muerte de varios palestinos denominados «buscados» -en referencia a los combatientes que se resisten a la ocupación militar israelí-.
Las alas militares de Hamás y la Yihad Islámica -las principales fuerzas de resistencia en Yenín, además de las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa- emitieron declaraciones en las que detallaban el valor de sus combatientes y celebraban el legado de los que habían muerto en los combates.
Pero no todos los palestinos muertos eran combatientes. Israel ataca a civiles, incluidos niños, mujeres, médicos y periodistas, de forma habitual. Una de las víctimas de Yenín fue un chico de 15 años llamado Ahmed Saqr. Otra fue una niña de 14 años llamada Sadil Ghassan Turkman. También resultó herido un periodista, Hazem Emad Nasser.
Uno de los muertos, Amjad Aref Abu Jaas, es el padre de un joven palestino, Wasim, asesinado por el ejército israelí durante una invasión anterior de Yenín, el 25 de enero.
El hecho de que Israel matara a un hijo y a un padre con pocos meses de diferencia es indicativo de la relación de Israel con Yenín. Israel considera que Yenín es el corazón palpitante de la resistencia -armada o no- en la Cisjordania ocupada. Por lo tanto, Yenín ha sido el principal objetivo de Israel durante décadas, simplemente para rebajar -nunca aplastar- la intensidad de la Resistencia allí.
Israel sabe que no es posible aplastar a la Resistencia en Yenín. Aunque los ministros de extrema derecha del gobierno derechista de Benjamín Netanyahu plantean constantemente tal exigencia, los militares israelíes comprenden la dificultad -de hecho, la imposibilidad- de tal tarea.
Resistencia generacional
El campo de refugiados de Yenín fue creado en 1953 por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés). Los habitantes del campo son refugiados que fueron expulsados por las milicias y bandas sionistas israelíes durante la Nakba, la limpieza étnica de la Palestina histórica en 1947-48.
El campamento ha crecido en tamaño y población a lo largo de los años, aunque la pobreza y el abandono han seguido siendo sus principales características. La historia del campo y de sus habitantes ha sido el principal motor de su permanente resistencia.
En mi libro de 2003, Searching Jenin, detallé los relatos de muchos de los residentes del campo cuando describían la legendaria batalla y la posterior masacre de abril de 2002.
El orgullo y la fortaleza de los residentes de Yenín me impresionaron, aunque estoy bastante familiarizado con la tenacidad de la resistencia de los palestinos en general. A pesar del asesinato de docenas de sus habitantes, de los cientos de heridos, de las detenciones de muchos y de la destrucción de barrios enteros, los residentes de Yenín insistieron en que la resistencia no ha terminado y que la próxima generación pronto continuará lo que ellos han empezado.
Al escribir sobre Yenín en los últimos meses, me doy cuenta de que muchos de los nombres de familias y clanes se repiten, ya sea en el apellido de combatientes y mártires, pero también se menciona a periodistas, médicos y víctimas civiles. De algún modo, Yenín, a pesar de su aislamiento casi total, su continua represión y su total abandono, ha resurgido de las cenizas del pasado.
Me pregunto si los jóvenes soldados israelíes que siguen invadiendo Yenín, matando a unos cuantos palestinos a la vez en cada invasión, saben algo de esa historia, de dónde vinieron estos refugiados, y que, por muy violentas y bien armadas que puedan ser sus sangrientas persecuciones, Yenín nunca se rendirá.
En otras palabras, para Israel, la batalla de Yenín ya está perdida.
Nada ha concluído
Yenín aterroriza a Israel, porque es una representación de una lucha mucho mayor emprendida por los palestinos en la asediada Gaza y en toda la Cisjordania ocupada. Saben que todos los palestinos están pendientes de lo que ocurre en Yenín, pero también en Nablus y sus alrededores, Al-Jalil (Hebrón), Jericó y otros lugares. Cuando Yenín resiste, la resistencia palestina se levanta al unísono.
En abril de 2002, durante la invasión de las principales ciudades palestinas de Cisjordania, la destrucción de Yenín debía ser el trágico final de una historia palestina igualmente trágica. Los supervivientes acabaron volviendo al campo, recogieron y enterraron los cadáveres, a menudo en fosas comunes, cuidaron de los heridos y empezaron a reconstruir lentamente sus vidas destrozadas.
Entonces, toda Palestina sangraba; Nablús, Ramala, Belén y Gaza se tambaleaban bajo el insoportable peso de los tanques israelíes, que dejaban a su paso una destrucción masiva y un elevado número de muertos. Israel salió magullado pero triunfante. La fuerza policial de la Autoridad Palestina fue reestructurada en torno a las prioridades israelíes y con formación y fondos estadounidenses. Se pensaba que Palestina había sido derrotada.
Pero la profecía de aquellos a los que entrevisté hace dos décadas ha resultado ser cierta: la resistencia no ha terminado, y la próxima generación pronto continuará lo que nosotros hemos empezado.
Desde entonces, muchos de mis testigos presenciales han muerto: vejez, corazones rotos, balas israelíes, etcétera. Algunos están actualmente en prisión. Pero otros siguen vivos para recordarnos que la libertad es preciosa y que el deseo de justicia nunca puede ser asesinado o derrotado, sin importar la potencia de fuego del enemigo o los sacrificios. Porque es innato y un don de Dios, y porque Yenín conoce demasiado bien su historia.
Foto de portada: Sohaib Al Jarsa.