Chris Hedges, The Chris Hedges Report, 12 agosto 2023
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Chris Hedges es un periodista ganador del Premio Pulitzer que fue corresponsal en el extranjero durante quince años para The New York Times, donde ejerció como jefe de la Oficina de Oriente Medio y de la Oficina de los Balcanes del periódico. Entre sus libros figuran: American Fascists: The Christian Right and the War on America, Death of the Liberal Class, War is a Force That Gives Us Meaningy Days of Destruction, Days of Revolt, una colaboración con el dibujante de cómics y periodista Joe Sacco. Anteriormente trabajó en el extranjero para The Dallas Morning News, The Christian Science Monitor y NPR. Es el presentador del programa On Contact, nominado a los premios Emmy.
La larga pesadilla de la opresión de los palestinos no es una cuestión tangencial. Es una cuestión en blanco y negro de un Estado colonial de colonos que impone una ocupación militar, una violencia espantosa y apartheid, respaldado por miles de millones de dólares estadounidenses, a la población indígena de Palestina. Es el todo poderoso contra el todo indefenso.
Israel utiliza su armamento moderno contra una población cautiva que no tiene ejército, ni marina, ni fuerza aérea, ni unidades militares mecanizadas, ni mando y control, ni artillería pesada, mientras finge que los actos intermitentes de matanza al por mayor son guerras. Los toscos cohetes lanzados contra Israel por Hamás y otras organizaciones de resistencia palestinas -un crimen de guerra porque se dirigen contra civiles- no son ni remotamente comparables a las bombas Mark-84 de 2.000 libras «rompebúnkeres» con un «radio mortal» de casi 30 metros que «crean una onda supersónica de presión cuando explotan» y que han sido lanzadas por Israel sobre barrios palestinos abarrotados, los miles de palestinos muertos y heridos y la destrucción selectiva de infraestructuras básicas, incluidas redes eléctricas y plantas de purificación de agua.
Los palestinos de Gaza viven en una prisión al aire libre que es uno de los lugares más densamente poblados del planeta. Se les niegan el pasaporte y los documentos de viaje.
La desnutrición es endémica en los Territorios Ocupados. «Altas proporciones» de la población palestina son «deficientes en vitaminas A, D y E, que desempeñan papeles clave en la visión, la salud ósea y la función inmunitaria», según un informe del Banco Mundial de 2022. El informe también señala que más del 50% de las personas de entre 6 y 23 años en Gaza y más de la mitad de sus mujeres embarazadas están anémicas y que «más de una cuarta parte de las mujeres embarazadas y más de una cuarta parte de los niños de entre 6 y 23 meses en Cisjordania están anémicos».
El 88% de los niños de Gaza sufren depresión, tras 15 años de bloqueo israelí, según un informe de 2022 de Save the Children, y más del 51% de los niños fueron diagnosticados con trastorno de estrés postraumático tras la tercera gran guerra contra Gaza en 2014. Sólo el 4,3 por ciento del agua de Gaza se considera apta para el consumo humano. Los palestinos de Gaza se hacinan en casuchas insalubres y superpobladas. A menudo carecen de atención médica básica. Las tasas de desempleo se encuentran entre las más altas del mundo, con un 46,6%.
El objetivo del sionismo, desde antes de la creación de Israel, ha sido desplazar a los palestinos de sus tierras y reducir a los que se quedan a una lucha por la subsistencia básica, como señala el historiador israelí Ilan Pappe:
El 10 de marzo de 1948, un grupo de once hombres, veteranos dirigentes sionistas junto con jóvenes oficiales judíos militares, dieron los toques finales a un plan para la limpieza étnica de Palestina. Esa misma noche se enviaron órdenes militares a las unidades sobre el terreno para que se prepararan para la expulsión sistemática de los palestinos de vastas zonas del país. Las órdenes venían acompañadas de una descripción detallada de los métodos que se utilizarían para desalojar a la población por la fuerza: intimidación a gran escala; asedio y bombardeo de aldeas y centros de población; incendio de viviendas, propiedades y bienes; expulsión de los residentes; demolición de viviendas; y, por último, colocación de minas entre los escombros para impedir el regreso de los habitantes expulsados. Cada unidad recibió su propia lista de pueblos y barrios que debían atacar de acuerdo con el plan maestro. Llamado en clave Plan D (Dalet en hebreo)…
Una vez finalizado el plan, se tardó seis meses en completar la misión. Cuando terminó, más de la mitad de la población nativa de Palestina, más de 750.000 personas, habían sido desarraigadas, 531 pueblos habían sido destruidos y 11 barrios urbanos habían sido vaciados de sus habitantes.
Estos hechos políticos e históricos, sobre los que informé como araboparlante durante siete años, cuatro de ellos como jefe de la Oficina de Oriente Medio de The New York Times, son difíciles de ignorar. Incluso desde la distancia.
Vi a soldados israelíes burlarse de unos niños en árabe por los altavoces de su jeep blindado en el campo de refugiados de Jan Yunis, en Gaza. Los niños, de unos 10 años, lanzaron piedras contra un vehículo israelí. Los soldados abrieron fuego, matando a algunos e hiriendo a otros. En el léxico israelí esto se convierte en niños atrapados en fuego cruzado. Yo estaba en Gaza cuando los aviones de ataque F-16 lanzaron bombas de fragmentación de hierro de 1.000 libras sobre barrios densamente poblados. Vi los cadáveres de las víctimas, incluidos niños, alineados en hileras ordenadas. Esto se convirtió en un ataque quirúrgico contra una fábrica de bombas. Vi cómo Israel demolía casas y bloques de apartamentos para crear zonas tampón entre los palestinos y las tropas israelíes. Entrevisté a familias indigentes acampadas entre los escombros de sus casas. La destrucción se convierte en la demolición de las casas de los terroristas. Estuve entre los restos bombardeados de escuelas, clínicas médicas y mezquitas. Escuché a Israel afirmar que cohetes errantes o fuego de mortero de los palestinos causaron estas y otras muertes, o que los lugares atacados estaban siendo utilizados como depósitos de armas o lugares de lanzamiento. Yo, junto con todos los demás reporteros que conozco que han trabajado en Gaza, nunca he visto ninguna prueba de que Hamás utilice a civiles como «escudos humanos». Irónicamente, hay pruebas de que el ejército israelí utiliza a palestinos como escudos humanos, lo que el Tribunal Supremo de Israel consideró ilegal en 2005.
Hay una lógica pervertida en el uso que hace Israel de la Gran Mentira – Große Lüge. La Gran Mentira alimenta las dos reacciones que Israel pretende provocar: el racismo entre sus partidarios y el terror entre sus víctimas.
Hay que pagar un alto precio político por desafiar a Israel, cuya interferencia manifiesta en nuestro proceso político convierte las protestas más tibias contra la política israelí en un deseo de muerte política. Los palestinos son pobres, están olvidados y solos. Y por eso el desafío al trato que Israel dispensa a los palestinos es la cuestión central a la que se enfrenta cualquier político que pretenda hablar en nombre de los vulnerables y los marginados. Enfrentarse a Israel tiene un coste político que pocos, incluido Robert F. Kennedy Jr. están dispuestos a pagar. Pero si lo haces, te distingue como alguien que antepone los principios a la conveniencia, que está dispuesto a luchar por los desdichados de la tierra y, si es necesario, sacrificar tu futuro político para mantener tu integridad. Kennedy no supera esta prueba crucial de coraje político y moral.
Kennedy, en cambio, regurgita cada mentira, cada tropo racista, cada distorsión de la historia y cada comentario denigrante sobre el atraso del pueblo palestino difundido por los elementos más retrógrados y de extrema derecha de la sociedad israelí. Pregona el mito de lo que Pappe llama el «Israel de fantasía». Esto por sí solo le desacredita como candidato progresista. Pone en duda su juicio y su sinceridad. Lo convierte en otro pirata del Partido Demócrata que baila al son de la macabra melodía que toca el gobierno israelí.
Kennedy se ha comprometido a defender «el caso moral de Israel», que es el equivalente de defender el caso moral del apartheid de Sudáfrica. Repite, casi al pie de la letra, los puntos de discusión del libro de jugadas de la propaganda israelí elaborado por el encuestador y estratega político republicano Frank Luntz. El estudio de 112 páginas, marcado «no para distribución o publicación», que se filtró a Newsweek, fue encargado por The Israel Project. Se redactó tras la Operación Plomo Fundido de diciembre de 2008 y enero de 2009, en la que murieron 1.387 palestinos y nueve israelíes.
El documento estratégico es el modelo de cómo los políticos israelíes y los grupos de presión venden Israel. Expone la gran brecha existente entre lo que dicen los políticos israelíes y lo que saben que es la verdad. Está hecho a medida para decir al mundo exterior, especialmente a los estadounidenses, lo que quieren oír. El informe es de lectura obligatoria para cualquiera que intente enfrentarse a la maquinaria de propaganda israelí.
El documento, por ejemplo, sugiere decir al mundo exterior que Israel «tiene derecho a unas fronteras defendibles», pero aconseja a los israelíes que se nieguen a definir cuáles deben ser esas fronteras. Aconseja a los políticos israelíes que justifiquen la negativa de Israel a permitir que 750.000 palestinos y sus descendientes, que fueron expulsados de su país durante la guerra de 1948, regresen a casa, a pesar de que el derecho al retorno está garantizado por la legislación internacional, refiriéndose a este derecho como una «demanda». También recomienda argumentar que los palestinos buscan migraciones masivas para apoderarse de tierras dentro de Israel. Sugiere mencionar a los cientos de miles de refugiados judíos de Iraq, Siria y Egipto, que huyeron del antisemitismo y la violencia en el mundo árabe tras la creación del Estado judío. El documento recomienda decir que estos refugiados también «dejaron propiedades atrás», en esencia justificando el pogromo israelí por el pogromo que los Estados árabes llevaron a cabo después de 1948. Recomienda culpar de la pobreza entre los palestinos a las «naciones árabes» que no han proporcionado «una vida mejor a los palestinos.»
Lo más cínico del informe es la táctica de expresar una falsa simpatía por los palestinos, a quienes se culpa de su propia opresión.
«¡Muestra empatía por AMBAS partes!», según reza el documento. «El objetivo de las comunicaciones pro-Israel no es simplemente hacer que las personas que ya aman a Israel se sientan bien con esa decisión. El objetivo es ganar nuevos corazones y mentes para Israel sin perder el apoyo que Israel ya tiene». Dice que esta táctica «desarmará» al público.
Dudo que Kennedy haya leído u oído hablar del informe de Luntz. Pero ha sido alimentado con sus puntos de discusión y los escupe ingenuamente. Israel sólo quiere la paz. Israel no practica la tortura. Israel no es un Estado de apartheid. Israel concede a los árabes israelíes derechos políticos y cívicos que no tienen en otras partes de Oriente Medio. Las Fuerzas de Defensa Israelíes no atacan deliberadamente a los palestinos. Israel respeta las libertades civiles y los derechos de género y matrimonio. Israel tiene «el mejor poder judicial del mundo».
Kennedy hace otras afirmaciones, como su extraña declaración de que la Autoridad Palestina paga a palestinos para que maten judíos en cualquier parte del mundo, junto con falsificaciones de la historia elemental de Oriente Medio, que son tan absurdas que las ignoraré. Pero enumero a continuación ejemplos de los volúmenes de pruebas que implosionan los temas de conversación inspirados en Luntz que Kennedy repite en nombre del lobby israelí, no es que cualquier prueba pueda probablemente perforar su apego interesado al «Israel de fantasía».
Apartheid
El informe de la ONU de 2017: «Prácticas israelíes respecto al pueblo palestino y la cuestión del apartheid» concluye que Israel ha establecido un régimen de apartheid que domina al pueblo palestino en su conjunto. Desde 1967, los palestinos, como pueblo, han vivido en lo que el informe denomina cuatro «dominios», en los que los fragmentos de la población palestina son tratados ostensiblemente de forma diferente, pero comparten en común la opresión racial que resulta del régimen de apartheid.
Esos dominios son:
1. El derecho civil, con restricciones especiales, que rige a los palestinos que viven como ciudadanos de Israel;
2. La ley de residencia permanente que rige a los palestinos que viven en la ciudad de Jerusalén;
3. La ley militar que rige a los palestinos, incluidos los que viven en campos de refugiados, que se hallan desde 1967 bajo condiciones de ocupación beligerante en Cisjordania y la Franja de Gaza;
4. Política para impedir el retorno de los palestinos, ya sean refugiados o exiliados, que viven fuera del territorio bajo control de Israel.
El 19 de julio de 2018, la Knesset israelí votó «para aprobar la Ley Básica del Estado-nación judío, que consagra constitucionalmente la supremacía judía y la identidad del Estado de Israel como Estado-nación del pueblo judío», explicó el grupo por las libertades civiles Adalah, con sede en Haifa. Es la ley suprema en Israel, «capaz de anular cualquier legislación ordinaria».
En 2021, el grupo israelí de derechos humanos B’Tselem publicó su informe «Un régimen de supremacía judía desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo: Esto es el apartheid».
El informe dice así:
En toda la zona comprendida entre el mar Mediterráneo y el río Jordán, el régimen israelí aplica leyes, prácticas y violencia de Estado concebidas para cimentar la supremacía de un grupo -los judíos- sobre otro -los palestinos-. Un método clave para lograr este objetivo es diseñar el espacio de forma diferente para cada grupo.
Los ciudadanos judíos viven como si toda la zona fuera un único espacio (excluida la Franja de Gaza). La Línea Verde no significa casi nada para ellos: que vivan al oeste de ella, dentro del territorio soberano de Israel, o al este, en asentamientos no anexionados formalmente a Israel, es irrelevante para sus derechos o estatus.
En cambio, dónde vivan los palestinos es crucial. El régimen israelí ha dividido la zona en varias unidades que define y gobierna de forma diferente, concediendo a los palestinos distintos derechos en cada una de ellas. Esta división sólo es relevante para los palestinos… Israel concede a los palestinos un paquete diferente de derechos en cada una de estas unidades – todos ellos inferiores en comparación con los derechos concedidos a los ciudadanos judíos.
«Desde 1948», continúa el informe, «Israel ha tomado más del 90% de la tierra dentro de su territorio soberano y ha construido cientos de comunidades judías, pero ni una sola para los palestinos (con la excepción de varias comunidades construidas para concentrar a la población beduina, después de desposeerlos de la mayoría de sus derechos de propiedad)», se lee en el informe.
«Desde 1967, Israel también ha aplicado esta política en los Territorios Ocupados, desposeyendo a los palestinos de más de 2.000 km2 con diversos pretextos. En violación del derecho internacional, ha construido más de 280 asentamientos en Cisjordania (incluido Jerusalén Este) para más de 600.000 ciudadanos judíos. Ha ideado un sistema de planificación independiente para los palestinos, destinado principalmente a impedir la construcción y el desarrollo, y no ha establecido ni una sola comunidad palestina nueva.»
Ataques contra civiles
Contrariamente a las afirmaciones de Kennedy de que «la política del ejército israelí es atacar siempre sólo objetivos militares», el ataque deliberado contra civiles e infraestructuras civiles por parte del ejército israelí, y otras ramas del aparato de seguridad israelí, ha sido ampliamente documentado por organizaciones israelíes e internacionales.
El informe Goldstone de 2010, de más de 500 páginas, investigó el asalto aéreo y terrestre de 22 días de Israel contra Gaza, que tuvo lugar entre el 27 de diciembre de 2008 y el 18 de enero de 2009. El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y el Parlamento Europeo respaldaron el informe.
El ataque israelí mató a 1.434 personas, entre ellas 960 civiles, según el Centro Palestino de Derechos Humanos. Más de 6.000 viviendas quedaron destruidas o dañadas, dejando tras de sí unos 3.000 millones de dólares en destrucción en una de las zonas más pobres del planeta. Tres civiles israelíes murieron por el lanzamiento de cohetes contra Israel durante el asalto.
Entre las principales conclusiones del informe figuran las siguientes:
– Numerosos casos de ataques letales israelíes contra civiles y bienes de carácter civil fueron intencionados, incluso con el objetivo de sembrar el terror, que las fuerzas israelíes utilizaron a civiles palestinos como escudos humanos y que tales tácticas no tenían ningún objetivo militar justificable.
– Las fuerzas israelíes mataron deliberadamente, torturaron y sometieron a otros tratos inhumanos a civiles y causaron deliberadamente grandes destrozos materiales, al margen de cualquier necesidad militar, de forma gratuita e ilegítima.
– Israel violó su deber de respetar el derecho de la población de Gaza a un nivel de vida adecuado, incluido el acceso a alimentos, agua y vivienda adecuados.
El 14 de junio de este año, B’Tselem informó de que «altos funcionarios israelíes» son «penalmente responsables de ordenar a sabiendas» ataques aéreos que «se esperaba dañaran a civiles, incluidos niños, en la Franja de Gaza».
Contrariamente al mito propagado por Kennedy, los informes e investigaciones, tanto de la ONU como de grupos de derechos, nacionales e internacionales, cubren habitualmente las violaciones sospechosas o conocidas de militantes palestinos cuando investigan presuntos crímenes de guerra. Como señaló B’Tselem en el mismo informe de 2019, en total murieron cuatro israelíes y 123 resultaron heridos.
El mes pasado, la experta de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967, la abogada internacional y académica italiana Francesca Albanese, presentó su informe al Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Su lectura es muy desalentadora:
La privación de libertad ha sido un elemento central de la ocupación israelí desde sus inicios. Entre 1967 y 2006, Israel ha encarcelado a más de 800.000 palestinos en los territorios ocupados. Aunque aumenta durante los levantamientos palestinos, el encarcelamiento se ha convertido en una realidad cotidiana. Más de 100.000 palestinos fueron detenidos durante la Primera Intifada (1987-1993), 70.000 durante la Segunda Intifada (2000-2006) y más de 6.000 durante la «Intifada de la Unidad» (2021). Aproximadamente 7.000 palestinos, entre ellos 882 niños, fueron detenidos en 2022. Actualmente, casi 5.000 palestinos, entre ellos 155 niños, están detenidos por Israel, 1.014 de ellos sin cargos ni juicio.
Tortura
Alrededor de 1.200 denuncias «alegando violencia en los interrogatorios del Shin Bet [La Agencia de Seguridad israelí]» fueron presentadas entre 2001 y 2019, según el Comité Público contra la Tortura en Israel.
«Se han presentado cero acusaciones», denuncia el comité. «Esta es una ilustración más de la completa impunidad sistémica de la que gozan los interrogadores del Shin Bet».
Los métodos coercitivos incluyen acoso y humillación sexual, palizas, posturas de tensión impuestas durante horas e interrogatorios que llegaron a durar 19 horas, así como amenazas de violencia contra familiares.
«Dijeron que matarían a mi mujer y a mis hijos. Dijeron que cancelarían los permisos de mi madre y mi hermana para recibir tratamientos médicos», declaró un superviviente en 2016. «No podía dormir porque, incluso cuando estaba en mi celda, me despertaban cada 15 minutos… No podía distinguir entre el día y la noche… Todavía grito mientras duermo», dijo otro en 2017.
El relator especial de la ONU sobre la tortura, Nils Melzer, expresó «su máxima preocupación» tras una sentencia de diciembre de 2017 del Tribunal Supremo de Israel que eximía a los agentes de seguridad de una investigación penal a pesar de su indiscutible uso de «técnicas de presión» coercitivas contra un detenido palestino, Asad Abu Gosh. Melzer calificó la sentencia de «licencia para torturar».
Según los informes, Abu Gosh «fue sometido a malos tratos, como palizas, golpes contra la pared, flexión y atadura del cuerpo y los dedos en posturas dolorosas y privación del sueño, así como amenazas, insultos y humillaciones. Los exámenes médicos confirman que el Sr. Abu Gosh sufre diversas lesiones neurológicas derivadas de las torturas sufridas.»
Libertades civiles
En las elecciones de noviembre de 2022 en Israel, una coalición teocrática, nacionalista y abiertamente racista de extrema derecha se hizo con el poder. Itamar Ben-Gvir, del partido ultranacionalista Otzma Yehudit, «Poder Judío», es el ministro de Seguridad Nacional. Otzma Yehudit está poblado por antiguos miembros del partido Kach del rabino Meir Kahane, al que se prohibió presentarse a las elecciones a la Knesset en 1988 por propugnar una «ideología de tipo nazi» que incluía la defensa de la limpieza étnica de todos los ciudadanos palestinos de Israel, así como de todos los palestinos que viven bajo la ocupación militar israelí. Su nombramiento, junto con el de otros ideólogos de extrema derecha, como Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas, echa por la borda los viejos tópicos que los sionistas liberales utilizaban para defender a Israel: que es la única democracia de Oriente Próximo, que busca un acuerdo pacífico con los palestinos en una solución de dos Estados, que el extremismo y el racismo no tienen cabida en la sociedad israelí y que Israel debe imponer formas draconianas de control a los palestinos para evitar el terrorismo.
Al parecer, el nuevo gobierno de coalición está preparando legislación que se utilizaría para inhabilitar a casi todos los miembros palestinos/árabes de la Knesset para desempeñar cargos en el parlamento israelí, así como para prohibir a sus partidos presentarse a las elecciones. Las recientes «reformas» judiciales destruyen la independencia y la supervisión de los tribunales israelíes. El gobierno también ha propuesto cerrar Kan, la red pública de radiodifusión, aunque se ha modificado para arreglar sus «defectos». Smotrich, que se opone a los derechos LGBTQ y se define a sí mismo como un «homófobo fascista», dijo el martes que congelaría todos los fondos destinados a las comunidades palestinas de Israel y Jerusalén Este.
Israel ha promulgado una serie de leyes para recortar las libertades públicas, calificar de terrorismo todas las formas de resistencia palestina y tachar de antisemitas a quienes apoyan los derechos de los palestinos, aunque sean judíos. La enmienda de una de las principales leyes de apartheid de Israel, la «Ley de Comités de Aldeas» de 2010, concede a los barrios con un máximo de 700 hogares el derecho a rechazar la entrada de personas para «preservar el tejido» de la comunidad. Israel tiene más de 65 leyes que se utilizan para discriminar directa o indirectamente a los ciudadanos palestinos de Israel y de los Territorios Ocupados.
La Ley de Ciudadanía y Entrada en Israel impide a los ciudadanos palestinos de Israel casarse con palestinos de Cisjordania y Gaza.
El matrimonio interreligioso en Israel también está prohibido.
Como explicó Jacob N. Simon, que fue presidente de la Jewish Legal Society de la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Michigan:
La combinación de los requisitos relacionados con la línea de sangre para ser considerado judío por el Tribunal Rabínico Ortodoxo y la restricción del matrimonio que requiere ceremonias religiosas muestra una intención de mantener la pureza de la raza. En el fondo, esto no difiere del deseo de arios de sangre pura en la Alemania nazi o de blancos de sangre pura en el sur de Estados Unidos de las leyes Jim Crow.
Quienes apoyan estas leyes discriminatorias y abrazan el apartheid israelí están cegados por la ignorancia voluntaria, el racismo o el cinismo. Su objetivo es deshumanizar a los palestinos, defender un chovinismo judío intolerante y seducir a los ingenuos y crédulos para que justifiquen lo injustificable. Kennedy, desprovisto de una brújula moral y de un sistema de creencias basado en hechos verificables, no sólo ha fallado a los palestinos, nos ha fallado también a nosotros.
Ilustración de portada: La promesa de Kennedy (Mr. Fish).