Cuando el torturador es el «salvador», ¿pueden los BRICS y el Sur Global ayudarnos a escapar de la hegemonía occidental?

Dr. Ramzy Baroud y Romana Rubeo, Middle East Monitor, 29 agosto 2023

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Ramzy Baroud es periodista y director de The Palestine Chronicle. Es autor de cinco libros; el último de ellos es «These Chains Will Be Broken: Palestinian Stories of Struggle and Defiance in Israeli Prisons» (Clarity Press, Atlanta). El Dr. Baroud es investigador principal no residente en el Centro para el Islam y los Asuntos Mundiales (CIGA) de la Universidad Zaim de Estambul (IZU). Su sitio web es www.ramzybaroud.net

Romana Rubeo es una escritora afincada en Italia y redactora en PalestineChronicle.com. Rubeo tiene un máster en Lenguas y Literaturas Extranjeras, y está especializada en traducción audiovisual y periodística.

En el cenit de las protestas masivas en Egipto el 25 de enero de 2011, Twitter, Facebook y otras plataformas de medios sociales con sede en Occidente parecían ser las herramientas más esenciales para la Revolución egipcia. Aunque algunos observadores rebatieron posteriormente los calificativos de «Revolución de Twitter» o «Revolución de las redes sociales», no se puede negar la centralidad de estas plataformas en el debate en torno a los acontecimientos que intentaron redefinir las estructuras de poder de Egipto.

Por ello, no fue de extrañar que, el 26 de enero de 2011, el régimen egipcio decidiera bloquear el acceso a las redes sociales en un intento desesperado por impedir la propagación de las protestas. Twitter, Google y otras plataformas, informó France24, respondieron rápidamente estableciendo un sistema que permitía a los usuarios seguir publicando tuits de 140 caracteres a pesar del cierre de Internet en Egipto.

Parecía que las empresas tecnológicas con sede en Estados Unidos estaban deseando ver la destitución de Hosni Mubarak y su régimen. De hecho, su actuación fue bastante elaborada y bien coordinada: «La solución propuesta por los dos gigantes de Internet se llama ‘speak-to-tweet’ y permite a la gente publicar actualizaciones en el famoso sitio de microblogging dejando un mensaje en un buzón de voz. El servicio es gratuito y Google pone a disposición de los usuarios tres números de teléfono internacionales», explica France24, que publica los números reales en Estados Unidos, Italia y Bahréin.

Dicotomía evidente

La ironía es ineludible. ¿Cómo es posible que estas supuestas «plataformas revolucionarias de medios sociales» formen parte de la misma estructura occidental que se dedica a atacar y censurar a los enemigos de Washington, al tiempo que eleva a los a menudo corruptos aliados de Estados Unidos? Aunque algunos optan por pasar por alto la dicotomía obvia, no todos podemos ser tan crédulos.

Esto se vuelve aún más intrigante cuando consideramos la guerra contra las opiniones palestinas y propalestinas en las mismas plataformas de medios sociales. Mientras que a los activistas propalestinos se les prohíbe, bloquea y censura con frecuencia por rechazar la ocupación militar israelí y el apartheid en la tierra ocupada, a la propaganda israelí se le permite florecer en las redes sociales sin apenas interferencias. No se trata sólo de un fenómeno de las redes sociales.

El hecho es que la actitud de las empresas de medios sociales hacia la agitación en el mundo árabe fue coherente con el zeitgeist general de los EE. UU.; de hecho, de las sociedades occidentales, los gobiernos, los principales medios de comunicación e incluso las encuestas de opinión pública.

Aunque puede que algunas personas -en realidad muchas- quisieran realmente apoyar el impulso popular a favor de la democracia en Oriente Medio, los gobiernos y sus aliados mediáticos sabían que si aparentaban estar en el «lado correcto de la historia» conseguirían los espacios geopolíticos para influir en las agendas y, en última instancia, en los resultados de las revoluciones árabes. Libia pagó el precio más alto de esa cruzada occidental interesada.

Sin embargo, cuando las revoluciones fracasaron en gran medida a la hora de crear el gran cambio de paradigma que las masas árabes ansiaban, los gobiernos occidentales fueron los primeros en reincorporar a los regímenes árabes posteriores a las revueltas al abrazo de la llamada comunidad internacional.

Los verdaderos objetivos de Occidente

Para Washington y sus aliados occidentales, todo el ejercicio tenía poco que ver con la democracia, los derechos humanos y la representación, y todo que ver con las nuevas oportunidades, la geopolítica y la relevancia regional. Al apoyar las revueltas, Occidente quería asegurarse de que el discurso político resultante en Oriente Próximo simplemente no fuera antioccidental. Y, lamentablemente, en parte lo consiguieron, al menos en lo que respecta a crear una separación entre los regímenes corruptos y las potencias coloniales que habían sostenido su corrupción.

Aunque algunos se esforzaron por articular un discurso que relacionara a quienes llevaban a cabo la opresión -Mubarak, por ejemplo- y a quienes la hicieron posible en primer lugar -sus aliados occidentales-, estos intentos recibieron poca tracción en comparación con el discurso dominante impulsado por Occidente. De hecho, no se permitió que el discurso anticolonial empañara lo que Occidente quería pintar como una retórica puramente «prodemocrática» sin contexto político o histórico más allá de la versión simplificada de la «Primavera Árabe».

Esta es precisamente la razón por la que el New York Times, Twitter y la Casa Blanca -y otras muchas partes occidentales- acabaron repitiendo como loros la misma línea política y acentuando el mismo lenguaje, al tiempo que suprimían todas las demás interpretaciones posibles.

Desde entonces, el discurso político en Oriente Medio ha estado plagado de contradicciones. Por ejemplo, algunos de los que rechazaron la guerra y el genocidio de Estados Unidos en Iraq en 2003 se unieron más tarde al coro de los intervencionistas en Siria en el levantamiento posterior a 2011 convertido en guerra civil. Además, no pasa un día sin que un grupo árabe de derechos humanos o una organización de derechos civiles pidan a Estados Unidos y a otros gobiernos occidentales que presionen a tal o cual régimen para que libere a los presos políticos, o que les pidan que retengan la ayuda, etcétera.

Extrañamente, Washington se convirtió en el garante de la guerra y la paz, del caos y la estabilidad en Oriente Medio. El violador impenitente de nuestros derechos humanos es, al menos para algunos de nosotros, nuestro defensor de los derechos humanos. Esto es más que un simple caso de contradicciones desafortunadas. Se ha hecho a propósito.

Lamentablemente, las revueltas árabes fueron reprimidas en gran medida. Los antiguos regímenes se reinventaron y ahora están de nuevo en el negocio. Una vez más, cuentan con el apoyo directo y la financiación de los gobiernos occidentales.

Nuestras propias contradicciones

¿Es posible un camino diferente? ¿O simplemente estamos atrapados para siempre en este enigma? Reflexionamos sobre todo ello durante la conferencia de los BRICS celebrada en Johannesburgo del 22 al 24 de agosto.

Sin restar importancia a las contradicciones internas entre los principales países que crearon el grupo BRICS -Brasil, Rusia, India, China y, más tarde, Sudáfrica- o los recién llegados -Irán, Arabia Saudí, Egipto, Argentina, Emiratos Árabes Unidos y Etiopía-, uno no puede dejar de reflexionar sobre un mundo sin el dominio de Estados Unidos y Occidente.

Por primera vez desde el colapso de la Unión Soviética y el desmantelamiento del Pacto de Varsovia, parece existir un verdadero impulso político mundial de valor real que no emana de Occidente y sus lacayos y representantes regionales. Sin una alternativa viable para el cambio, llevamos décadas atrapados en estas contradicciones aparentemente ineludibles, criticando el colonialismo occidental, el neocolonialismo y el imperialismo, al tiempo que apelamos a los valores morales de Occidente. Seguimos pidiendo que se respete el derecho internacional, aunque somos plenamente conscientes de por qué y cómo se diseñaron las «leyes internacionales» y cómo se interpretan y aplican.

En resumen, queremos que Occidente nos deje en paz, mientras suplicamos a Occidente que venga a rescatarnos. Sufrimos las consecuencias de las guerras occidentales y, sin embargo, huimos a Occidente como refugiados desesperados. Hemos experimentado esta dicotomía en numerosas ocasiones en Iraq, Siria, Afganistán y en todas partes de Oriente Próximo; de hecho, en todo el Sur Global.

En realidad, la contradicción apenas es occidental, es enteramente nuestra. Occidente rara vez ha intentado presentarse como otra cosa que una masa política motivada únicamente por intereses económicos, geopolíticos y estratégicos. Su uso de los derechos humanos, la democracia, etc. no es más que la continuación de un viejo legado colonial que le ha servido durante cientos de años. El público objetivo de este doble lenguaje nunca han sido las masas colonizadas, sino las propias entidades coloniales.

Es más, en realidad no hay base histórica ni pruebas para afirmar que Occidente ha cambiado, está cambiando o es capaz de cambiar.

El caso de Palestina

El caso de Palestina sigue siendo el ejemplo más poderoso de la hipocresía occidental y de nuestra propia credulidad. Sin Occidente, Israel nunca se habría creado. Y sin el apoyo y la protección de Occidente, Israel no seguiría existiendo como potencia militar y régimen de apartheid.

Más de cien años después de que los británicos prometieran Palestina a los sionistas; después de 75 años de conquista y violencia israelíes; y después de más de cincuenta años de ocupación militar israelí de Jerusalén Este, Cisjordania y Gaza, Occidente sigue siendo el mayor apoyo y benefactor de Israel. Estos titulares tan recientes deberían ilustrar nuestro punto de vista:

– «Un tribunal holandés concede inmunidad a dirigentes israelíes frente a acusaciones de crímenes de guerra».

– «Critica al Reino Unido por oponerse al fallo de la CIJ [Corte Internacional de Justicia] sobre la ocupación israelí de Palestina».

– «Biden envía a su principal asesor para mantener conversaciones con el príncipe heredero saudí sobre la normalización de las relaciones con Israel»

Todo esto tiene lugar cuando Israel se ha convertido en un régimen de apartheid en toda regla, y cuando los crímenes de guerra israelíes en Cisjordania están en su peor momento, al menos desde 2005, y no hay signos de que las cosas mejoren para los palestinos en modo alguno. Israel está gobernado ahora por una coalición cuyos ministros niegan abiertamente la existencia misma de los palestinos y llaman repetidamente al genocidio y a la guerra religiosa contra ellos.

Mientras tanto, Occidente sigue financiando, protegiendo y defendiendo a la entidad racista y de apartheid frente a la mera posibilidad de exigir responsabilidades legales. Y los principales medios de comunicación occidentales y la mayoría de las plataformas de redes sociales siguen censurando las voces palestinas, como si la búsqueda palestina de justicia fuera indigna y, de hecho, ofensiva para la sensibilidad occidental.

El camino a seguir

En última instancia, ni los BRICS por sí solos, ni ningún otro organismo económico o político, nos salvarán de nuestras propias contradicciones. Sin embargo, las nuevas formaciones políticas del Sur Global deberían servir como punto de partida para enfrentarnos a nuestra dicotomía, al menos mediante la constatación de que todo un mundo lleno de aliados potenciales y nuevas ideas se extiende más allá de los confines de Washington y Bruselas.

En el Sur Global debemos explorar estos nuevos márgenes y posibilidades, y avanzar hacia un cambio real, sustantivo y sostenible. Implorar a Occidente para que nos ayude no puede ser nuestra estrategia, porque la historia nos ha enseñado, una y otra vez, que nuestros verdugos no pueden ser también nuestros salvadores.

Foto de portada: Los líderes de los países BRICS posan en una foto de familia en el Centro de Convenciones de Sandton durante la 15ª Cumbre de los BRICS celebrada en Johannesburgo, Sudáfrica, el 24 de agosto de 2023. [Presidencia iraní/Agencia Anadolu]

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