Joe Lauria, ConsortiumNews.com, 3 septiembre 2023
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Joe Lauria es redactor jefe de Consortium News y excorresponsal en la ONU de The Wall Street Journal, Boston Globe y numerosos periódicos, entre ellos The Montreal Gazette, London Daily Mail y The Star of Johannesburg. Fue reportero de investigación para el Sunday Times de Londres, reportero financiero para Bloomberg News y comenzó su labor profesional como colaborador de 19 años para The New York Times. Es autor de dos libros, A Political Odyssey, con el senador Mike Gravel, prologado por Daniel Ellsberg; y How I Lost by Hillary Clinton, prologado por Julian Assange. Se le puede localizar en joelauria@consortiumnews.com y seguir en Twitter @unjoe
Resultó algo más que desconcertante. El secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, en suelo australiano, no dejó lugar a dudas sobre lo que piensa su gobierno de uno de los ciudadanos más prominentes de Australia.
«Comprendo las preocupaciones y opiniones de los australianos», dijo Blinken en Brisbane el 31 de julio con el ministro de Asuntos Exteriores australiano a su lado. «Creo que es muy importante que nuestros amigos de aquí entiendan nuestra preocupación por este asunto». Y prosiguió:
“Lo que nuestro Departamento de Justicia ya ha dicho en repetidas ocasiones, públicamente, es esto: El Sr. Assange fue acusado de conducta criminal muy grave en los Estados Unidos en relación con su presunto papel en uno de los mayores compromisos de información clasificada en la historia de nuestro país. Así que lo digo sólo porque igual que entendemos las sensibilidades de aquí, es importante que nuestros amigos entiendan las sensibilidades en Estados Unidos«.
En otras palabras, cuando se trata de Julian Assange, a la élite estadounidense le importa poco lo que los australianos tengan que decir. Hay formas más descorteses de describir la respuesta de Blinken. Más del 88 por ciento de los australianos y ambos partidos en el gobierno australiano han dicho a Washington que libere a Julián. Y Blinken básicamente les dijo que se callaran. Que Estados Unidos no desistirá en su demanda.
Pocos días antes de que Blinken hablara, Caroline Kennedy, embajadora de Estados Unidos en Australia e hija del asesinado presidente John F. Kennedy, también se desentendió de las preocupaciones de los australianos, declarando a la Australian Broadcasting Corporation Radio:
«Me he reunido con parlamentarios que apoyan a Julian Assange y he escuchado sus preocupaciones y entiendo que esto se ha planteado en los niveles más altos de nuestro gobierno, pero es un caso legal en curso, por lo que el Departamento de Justicia está realmente a cargo, aunque estoy segura de que para Julian Assange significa mucho que tenga este tipo de apoyo, pero vamos a esperar a ver qué pasa«.
Ante la pregunta de por qué se reunió con los parlamentarios, respondió: «Bueno, es un tema importante, como he dicho, se ha planteado en los niveles más altos y quería escuchar directamente de ellos sus preocupaciones para asegurarnos de que todos entendemos de dónde viene cada uno; pensé que era una conversación muy útil».
A la pregunta de si su reunión con los parlamentarios había cambiado su forma de pensar sobre el caso Assange, Kennedy dijo sin rodeos: «En realidad, no»: «La verdad es que no». Añadió que su «pensamiento personal no es realmente relevante aquí».
Revancha

Caroline Kennedy, embajadora de Estados Unidos en Australia. (Gage Skidmore/Flickr)
Australia se ha comportado con demasiada frecuencia como un felpudo ante Estados Unidos, hasta el punto de poner en peligro su propia seguridad al secundar una política agresiva de Estados Unidos hacia China, que no supone ninguna amenaza para Australia.
Pero esta vez, Blinken se llevó una bronca. El primer ministro Anthony Albanese reiteró que quería que se abandonara el caso Assange. Algunos miembros del Parlamento se lo devolvieron bruscamente a Blinken.
Assange «no era el villano… y si Estados Unidos no estuviera obsesionado con la venganza retiraría la acusación de extradición lo antes posible», declaró el diputado independiente Andrew Wilkie a la edición australiana de The Guardian.
«La acusación de Antony Blinken de que Julian Assange se arriesgó a causar un daño muy grave a la seguridad nacional de EE. UU. es una tontería patente», dijo Wilkie.
«El Sr. Blinken debe ser muy consciente de las investigaciones llevadas a cabo tanto en Estados Unidos como en Australia, según las cuales las revelaciones de WikiLeaks no perjudicaron a nadie», afirmó el diputado. «El único comportamiento mortífero fue el de las fuerzas estadounidenses […] expuesto por WikiLeaks, como la tripulación del Apache que abatió a tiros a civiles iraquíes y a periodistas de Reuters» en el infame vídeo Collateral Murder (Asesinato colateral).
Como demostraron de forma concluyente los testigos de la defensa en su vista de extradición de septiembre de 2020 en Londres, Assange trabajó asiduamente para redactar nombres de informantes estadounidenses antes de las publicaciones de WikiLeaks sobre Iraq y Afganistán en 2010. El general estadounidense Robert Carr testificó en el consejo de guerra de la fuente de WikiLeaks, Chelsea Manning, que nadie resultó perjudicado por la publicación del material.
En cambio, Assange se enfrenta a 175 años en una mazmorra estadounidense acusado de violar la Ley de Espionaje, no por robar material clasificado estadounidense, sino por la publicación del mismo, protegida por la Primera Enmienda.
El diputado laborista Julian Hill, que también forma parte del Grupo Parlamentario Bring Julian Assange Home, declaró a The Guardian que tenía «una visión fundamentalmente diferente del fondo del asunto de la que expresó el secretario Blinken. Pero aprecio que al menos sus comentarios son francos y directos».
«En la misma línea, yo le diría a Estados Unidos: como mínimo, tómense en serio los problemas de salud de Julian Assange y acudan a los tribunales del Reino Unido y sáquenlo de una prisión de máxima seguridad donde corre el riesgo de morir sin atención médica si sufre otro derrame cerebral», dijo Hill.
Control de daños

De izquierda a derecha: El ministro de Defensa australiano, Richard Marles, la ministra de Asuntos Exteriores, Penny Wong, el secretario de Estado, Antony Blinken, y el secretario de Defensa, Lloyd Austin, el 31 de julio en Brisbane. (Senadora Penny Wong/X)
La feroz reacción australiana a las declaraciones tanto de Blinken como de Kennedy parece haber cogido por sorpresa a Washington, dado lo acostumbrado que está Estados Unidos al comportamiento supino de Canberra. Apenas dos semanas después de las declaraciones de Blinken, Kennedy intentó suavizar el golpe enturbiando las claras aguas de Blinken.
En una entrevista publicada en primera página el 14 de agosto, declaró a The Sydney Morning Herald que, a pesar de las inequívocas palabras de Blinken, Estados Unidos estaba ahora repentinamente abierto a un acuerdo de culpabilidad negociada que podría liberar a Assange, permitiéndole cumplir una condena reducida por un delito menor en su país de origen.
El periódico dijo que podría haber un «acuerdo de culpabilidad al estilo de David Hicks», un llamado Alegato Alford, en el que Assange continuaría declarando su inocencia al tiempo que aceptaría un cargo menor que le permitiría cumplir un tiempo adicional en Australia. Tal vez podrían tenerse en cuenta los cuatro años que Assange ya ha cumplido en prisión preventiva en la cárcel londinense de máxima seguridad de Belmarsh.
Kennedy dijo que la decisión sobre un acuerdo de este tipo dependía del Departamento de Justicia de Estados Unidos. «Así que no es realmente una cuestión diplomática, pero creo que podría haber una resolución», declaró al periódico.
Kennedy reconoció los duros comentarios de Blinken. «Pero hay una forma de resolverlo», dijo. «Pueden leer los periódicos igual que yo». No está muy claro qué leyó en los periódicos.
Blinken es el jefe de Kennedy. Hay pocas posibilidades de que haya hablado fuera de lugar. Blinken le permitió publicar la historia de que EE. UU. está interesado en un acuerdo con Assange. Pero ¿por qué?
En primer lugar, la dura reacción en Australia a las palabras de Blinken probablemente tuvo algo que ver. Si correspondía únicamente al Departamento de Justicia de EE.UU. ocuparse del procesamiento de Assange, como dice Kennedy, ¿por qué el secretario de Estado decía algo al respecto? Blinken parece haber hablado fuera de lugar él mismo y envió a Kennedy para que le diera la vuelta.
Dada la creciente oposición a la alianza AUKUS en Australia, incluso dentro del gobernante Partido Laborista, quizás Blinken y el resto del establishment de seguridad estadounidense ya no dan por sentado el apoyo de Australia. Blinken se metió en el ajo e hizo que Kennedy intentara arreglar el desaguisado.
En segundo lugar, como sospechan muchos partidarios de Assange en las redes sociales, las palabras de Kennedy pueden haber tenido la intención de ser una especie de estratagema, tal vez para atraer a Assange a Estados Unidos y que renuncie a su lucha contra la extradición a cambio de clemencia.
En su artículo basado en la entrevista de Kennedy, The Sydney Morning Herald sólo habló con un experto en derecho internacional, un tal Don Rothwell, de la Universidad Nacional Australiana en Canberra, que dijo que Assange tendría que ir a Estados Unidos para negociar un acuerdo. En una segunda entrevista en la televisión australiana, Rothwell dijo que Assange también tendría que abandonar su lucha por la extradición.
Por supuesto, ninguna de las dos cosas es cierta. «Normalmente, los tribunales estadounidenses no actúan a menos que el acusado esté dentro de ese distrito y se presente ante el tribunal», dijo el abogado constitucionalista estadounidense Bruce Afran a Consortium News. «Sin embargo, tampoco hay nada que lo prohíba estrictamente. Y en un caso dado, se podría hacer una declaración internacional. No creo que haya nada malo en ello. Ninguna ley lo prohíbe. Si todas las partes lo consienten, entonces el tribunal tiene jurisdicción». Pero ¿daría EE. UU. su consentimiento a la misma?
Si Assange renunciara a su batalla legal y se fuera voluntariamente a EE. UU. conseguiría dos cosas para Washington: 1) Eliminar la posibilidad de que una orden judicial del Tribunal Europeo de Derechos Humanos detuviera su extradición en caso de que el Tribunal Superior de Londres rechazara su última apelación; y 2) Daría a EE. UU. la oportunidad de «cambiar de opinión» una vez que Assange estuviera en sus garras dentro del tribunal federal de Virginia.
«EE. UU. a veces encuentra maneras de eludir estos acuerdos», dijo Afran. «El mejor enfoque sería que se declare mientras está en el Reino Unido, resolvemos la sentencia ya sea con una sentencia adicional de siete meses, como la que tuvo David Hicks o un año a cumplir en el Reino Unido o en Australia o tiempo cumplido».
El hermano de Assange, Gabriel Shipton, dijo al Herald que el hecho de que su hermano fuera a EE. UU. era «imposible». Dijo: «Julian no puede ir a EE. UU. bajo ninguna circunstancia». El padre de Assange, John Shipton, dijo lo mismo a Glenn Greenwald la semana pasada.
Así que los EE. UU. no va a conseguir Assange en su suelo voluntariamente, y tal vez no muy pronto tampoco. Y tal vez lo quiera así. Gabriel Shipton añadió: «Caroline Kennedy no estaría diciendo estas cosas si no quisieran una salida. Los estadounidenses quieren quitarse esto de encima».

Palacio de Justicia del Distrito Federal Albert V Bryan, Alexandria, Virginia, 2012. (Tim Evanson, Flickr)
En tercer lugar, es posible que Estados Unidos esté intentando prolongar el calvario de Assange al menos otros 14 meses después de las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2024. Como dijo Greenwald a John Shipton, lo último que querría el presidente Joe Biden en plena campaña de reelección el año que viene sería un juicio penal de alto perfil en el que se le viera intentando encerrar de por vida a un editor por publicar secretos de Estado estadounidenses embarazosos.
Pero más que una salida, como la llamó Gabriel Shipton, Estados Unidos puede tener en mente algo más parecido a un Gran Aplazamiento.
El aplazamiento podría producirse si el Tribunal Superior de Inglaterra y Gales sigue tomándose su tiempo para conceder a Assange su última audiencia -durante 30 minutos- antes de dictar sentencia definitiva, meses después, sobre su extradición. Esto podría alargarse durante 14 meses. Como Assange es un tema de campaña en Estados Unidos, el Alto Tribunal podría justificar su inacción diciendo que quería evitar interferencias en las elecciones.
Según Craig Murray, exdiplomático británico y estrecho colaborador de Assange, Estados Unidos no ha ofrecido hasta ahora, a pesar de las palabras de Kennedy el mes pasado, ningún tipo de acuerdo al equipo legal de Assange. Murray dijo a la radio WBAI en Nueva York:
«El embajador de Estados Unidos en Australia ha dicho que es posible llegar a un acuerdo. Y eso es lo que el Gobierno australiano ha estado presionando como forma de resolverlo. Lo que puedo decirles es que no ha habido ningún acercamiento oficial del gobierno americano indicando alguna voluntad de suavizar o mejorar su posición https://www.youtube.com/watch?v=fnNjwQNV4Gction. La posición de la administración Biden parece seguir siendo que desean perseguir y destruir a Julian y encerrarlo de por vida por publicar la verdad sobre los crímenes de guerra …
Así que no hay evidencia de ninguna sinceridad por parte del gobierno de EE. UU. en estos ruidos que hemos estado escuchando. Parece ser para apaciguar a la opinión pública en Australia, que es más del 80% a favor de retirar los cargos y permitir a Julian ir a casa, a su país natal…
El embajador de EE. UU. ha hecho comentarios acerca de, oh, bueno, un acuerdo podría ser posible, pero esto es sólo basura. Esto es solo hablar en el aire. No ha habido ningún tipo de acercamiento o indicación del Departamento de Justicia o algo así en absoluto. Simplemente no es cierto. Es una declaración falsa para aplacar a la opinión pública australiana«.
Afran dijo que por el lado de Assange también puede iniciarse un acuerdo de culpabilidad. La abogada de Assange, Jennifer Robinson, dijo en mayo por primera vez en nombre de su equipo legal que estaban abiertos a la discusión de un acuerdo de culpabilidad, aunque dijo que no sabía de ningún delito que Assange hubiera cometido para declararse culpable.
Estados Unidos tendría muchas formas de seguir prolongando las conversaciones sobre una iniciativa de Assange, si se produjera, más allá de las elecciones estadounidenses. Después de la votación, el Departamento de Justicia podría entonces recibir a Assange en Virginia por cortesía de los tribunales británicos, si esta es la estrategia que sigue Estados Unidos.
Foto de portada: Embajada de Estados Unidos en Canberra.