Chris Hedges, The Chris Hedges Report, 22 octubre 2023
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Chris Hedges es un periodista ganador del Premio Pulitzer que fue corresponsal en el extranjero durante quince años para The New York Times, donde ejerció como jefe de la Oficina de Oriente Medio y de la Oficina de los Balcanes del periódico. Entre sus libros figuran: American Fascists: The Christian Right and the War on America, Death of the Liberal Class, War is a Force That Gives Us Meaningy Days of Destruction, Days of Revolt, una colaboración con el dibujante de cómics y periodista Joe Sacco. Anteriormente trabajó en el extranjero para The Dallas Morning News, The Christian Science Monitor y NPR. Es el presentador del programa On Contact, nominado a los premios Emmy.
Israel, con el respaldo de sus aliados estadounidenses y europeos, se prepara para lanzar no sólo una campaña de tierra quemada en Gaza, sino la peor limpieza étnica desde las guerras en la antigua Yugoslavia. El objetivo es expulsar a decenas, muy probablemente cientos de miles de palestinos por la frontera sur de Rafah hacia campos de refugiados en Egipto. Las repercusiones serán catastróficas, no sólo para los palestinos, sino para toda la región, desencadenando casi con toda seguridad enfrentamientos armados al norte de Israel con Hizbolá en el Líbano y quizás con Siria e Irán.
La administración Biden, al seguir servilmente las órdenes de Israel, está alimentando la locura. Estados Unidos ha sido el único país que ha vetado la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que pedía pausas humanitarias para suministrar alimentos, medicinas, agua y combustible a Gaza. Ha bloqueado las propuestas de alto el fuego. Ha propuesto un proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que afirma que Israel tiene derecho a defenderse. La resolución también exige a Irán que deje de exportar armas a «milicias y grupos terroristas que amenazan la paz y la seguridad en toda la región».
Estados Unidos y sus aliados occidentales están en la misma bancarrota moral y son tan cómplices del genocidio como quienes presenciaron el Holocausto nazi de los judíos y no hicieron nada.
El conflicto, que se ha cobrado la vida de 1.400 israelíes y al menos 4.600 palestinos en Gaza, se agrava. Israel llevó a cabo un segundo ataque aéreo contra dos aeropuertos en Siria. Diariamente intercambia andanadas de cohetes con las milicias de Hizbolá. Las bases militares estadounidenses en Iraq y Siria han sido atacadas por milicias chiíes. El USS Carney, un destructor de misiles guiados, derribó el jueves tres misiles de crucero, aparentemente lanzados por los hutíes en Yemen y que se dirigían hacia Israel.
Israel está también luchando por sofocar los violentos enfrentamientos diarios en la Cisjordania ocupada. El domingo llevó a cabo un ataque aéreo contra una mezquita del campo de refugiados de Yenín -el primer ataque aéreo en Cisjordania en dos décadas- en el que murieron al menos dos personas. Colonos judíos armados han arrasado las ciudades palestinas de Cisjordania. Al menos 90 palestinos de Cisjordania han sido asesinados a manos de colonos armados o del ejército israelí desde la incursión en Israel de Hamás y otros combatientes de la resistencia el 7 de octubre, según la oficina humanitaria de la ONU. Unos 4.000 trabajadores de Gaza y 1.000 palestinos de Cisjordania han sido detenidos en las dos últimas semanas, lo que duplica el número de presos palestinos retenidos por Israel hasta 10.000, de los cuales más de la mitad son presos políticos.
«A muchos de los prisioneros les han roto miembros, manos y piernas (…), les han sometido a expresiones degradantes e insultantes, improperios, maldiciones, les han atado con esposas a la espalda y se las apretado hasta causarles fuertes dolores (…), les han cacheado desnudos, de forma humillante y en grupo de los prisioneros», dijo en rueda de prensa Qadura Fares, de la Comisión de Asuntos de los Detenidos de la Autoridad Palestina.
B’Tselem, organización israelí por los derechos humanos, declaró a la BBC que, desde el ataque del 7 de octubre, había documentado «un esfuerzo concertado y organizado de los colonos para utilizar el hecho de que toda la atención internacional y local se centra en Gaza y el norte de Israel para intentar apoderarse de tierras en Cisjordania».
Dentro de Israel, los palestinos con ciudadanía israelí y documentos de identidad de Jerusalén están siendo acosados, detenidos, arrestados y expulsados de trabajos y universidades en lo que se describe como una «caza de brujas«. Más de 152.000 israelíes han sido evacuados de las ciudades y pueblos cercanos a las fronteras de Gaza y el Líbano.
Estados Unidos, en un esfuerzo por frustrar una respuesta militar de Irán que pudiera desencadenar una guerra regional, está desplegando otros 2.000 soldados en Oriente Próximo. Redistribuirá uno de sus grupos de ataque al Golfo Pérsico y enviará más sistemas de defensa aérea a la región. El USS Dwight D. Eisenhower y su grupo de ataque -que el pasado fin de semana se desplegaron en el Mediterráneo oriental para unirse al USS Gerald R. Ford- han sido redirigidos al Golfo Pérsico. También se han enviado al Golfo Pérsico una batería antimisiles THAAD (Terminal High Altitude Area Defense) y batallones del sistema de defensa antimisiles Patriot.
Israel ha desatado sus Cuatro Jinetes del Apocalipsis: Muerte, Hambre, Guerra y Conquista. Y ha dado a los habitantes de Gaza dos opciones. Abandonar Gaza o morir.
Los palestinos morirán no sólo a causa de las bombas y los proyectiles, y finalmente, con la invasión terrestre, de las balas y los proyectiles de los tanques, sino también de hambre y epidemias como el cólera. Sin agua, combustible ni medicinas, y con el colapso del saneamiento, las enfermedades se propagarán rápidamente. La ONU afirma que los hospitales de Gaza «están al borde del colapso». Miles de pacientes morirán cuando se acabe el combustible para los generadores de los hospitales.
Un médico del hospital Al-Shifa de Gaza declaró en una entrevista el sábado: «Nos estamos derrumbando». Habló de la falta de oxígeno, luz y suministros médicos, la ausencia de agua en algunos departamentos, la preocupación por el cólera y la pérdida de médicos muertos por ataques aéreos israelíes, entre ellos un dentista muerto en el bombardeo israelí de una iglesia ortodoxa que dejó al menos 18 muertos, entre ellos varios niños.
El puñado de camiones, 37 hasta ahora, de ayuda a Gaza es un cínico truco de relaciones públicas exigido por la administración Biden. Servirá de poco para aliviar la crisis humanitaria provocada por Israel. La ONU dice que necesita al menos 100 vías de ayuda al día. La última planta desalinizadora de agua de mar que funcionaba en Gaza cerró el domingo por falta de combustible.
Israel no tiene intención de levantar el asedio total a Gaza. Ha anunciado que aumentará sus ataques aéreos. Continuará, como lo ha hecho durante las dos últimas semanas, apagando las vidas de los palestinos y aterrorizándolos y haciéndoles pasar hambre para que abandonen Gaza.
El asalto terrestre a Gaza no será inminente. Implicará semanas, quizá meses, de combates callejeros. El secretario de Defensa, Lloyd Austin, comparó la inminente batalla en Gaza con el asalto estadounidense a la ciudad iraquí de Mosul, en manos del ISIS, en 2014. Estados Unidos tardó nueve meses en recuperar Mosul.
Cuando Israel dice que ésta será una «guerra larga» está diciendo, por una vez, la verdad.
Israel ha solicitado más ayuda militar a Washington, 14.300 millones de dólares, incluidos 10.600 millones para defensa aérea y antimisiles. La recibirá. Israel está agotando rápidamente sus reservas a medida que bombardea Gaza, incluso en el sur de la Franja, donde han huido cientos de miles de familias desplazadas del norte.
Israel no permitirá la distribución de los 100 millones de dólares de ayuda estadounidense prometidos para los palestinos de Cisjordania y Gaza, al menos no hasta que termine su campaña de tierra quemada. Pero para entonces, Gaza estará irreconocible. Israel se habrá anexionado parte o la totalidad de ella. Quizá el dinero pueda destinarse a construir más asentamientos judíos ilegales en la Cisjordania ocupada. Y prometer ayuda no es lo mismo que apropiársela. Así que quizá eso también forme parte del engaño.
Las autoridades egipcias son muy conscientes de lo que viene a continuación. Hasta la mitad, quizá más, de los 2,3 millones de palestinos serán empujados por Israel hacia Egipto, en la frontera sur de Gaza, y nunca se les permitirá regresar.
«Lo que está sucediendo ahora en Gaza es un intento de obligar a los residentes civiles a refugiarse y emigrar a Egipto, algo que no debe aceptarse», advirtió el presidente egipcio Abdulfatah al-Sisi.
Informes procedentes de Egipto afirman que Washington ha prometido perdonar gran parte de la enorme deuda egipcia de 162.900 millones de dólares, así como ofrecer otros incentivos económicos a cambio de la aquiescencia de Egipto a la limpieza étnica de los palestinos. Los refugiados, una vez que crucen la frontera con Egipto, se pudrirán en el Sinaí.
«Existe el grave peligro de que lo que estamos presenciando sea una repetición de la Nakba de 1948 y de la Naksa de 1967, pero a una escala mayor. La comunidad internacional debe hacer todo lo posible para impedir que esto vuelva a ocurrir», afirmó Francesca Albanese, relatora especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en los Territorios Palestinos Ocupados desde 1967.
Israel lleva mucho tiempo utilizando la guerra para justificar la limpieza étnica de los palestinos. Funcionarios del gobierno han pedido abiertamente otra Nakba, o «catástrofe», término que designa los acontecimientos de 1947-1949, cuando más de 750.000 palestinos fueron objeto de una limpieza étnica de la Palestina histórica y expulsados a campos de refugiados a fin de crear el Estado de Israel. Durante la guerra de 1967, que condujo a la ocupación israelí de Cisjordania y la Franja de Gaza, Israel limpió étnicamente a otros 300.000 palestinos durante la Naksa, o «día del revés», que los palestinos conmemoran cada año.
Sin embargo, la limpieza étnica de los palestinos por parte de Israel no se limita a las guerras. Se ha producido una limpieza étnica a cámara lenta a medida que Israel ha ido construyendo más colonias exclusivamente judías y se ha ido apoderando de las tierras palestinas. A los palestinos, a quienes se les niegan las libertades civiles básicas en el Estado de apartheid de Israel, se les ha despojado de sus bienes, incluidos, a menudo, sus hogares. Se han enfrentado a crecientes restricciones de sus movimientos físicos. Se les ha impedido el comercio y los negocios, especialmente la venta de productos. Se han visto cada vez más empobrecidos y atrapados tras los muros y vallas de seguridad erigidos alrededor de Gaza y Cisjordania. Al mismo tiempo, han soportado ataques aéreos israelíes periódicos, asesinatos selectivos y ataques casi diarios de colonos judíos armados y del ejército israelí.
Israel impidió el regreso de los palestinos que abandonaron Cisjordania y la Franja de Gaza a un ritmo de unos 9.000 palestinos al año tras la ocupación de Cisjordania y la Franja de Gaza en 1967, hasta la firma de los Acuerdos de Oslo en 1994, según el grupo israelí de derechos humanos HaMoked. Israel también ha revocado los permisos de residencia de unos 14.000 palestinos que vivían en Jerusalén Este desde 1967, según B’Tselem.
Israel demolió 9.880 estructuras, entre ellas más de 2.600 edificios residenciales habitados, desplazando a más de 14.000 personas y afectando a 233.681 sólo en Cisjordania entre el 1 de enero de 2009 y el 7 de octubre de 2023, según datos de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA, por sus siglas en inglés). Desde el ataque del 7 de octubre, otras 38 viviendas y otras estructuras fueron demolidas en Cisjordania, lo que ha afectado a otras 13.613 personas y ha desplazado al menos a 73.
Según datos de Paz Ahora y el diario israelí Haaretz, menos del 2,2% de las solicitudes palestinas de permisos de construcción presentadas entre 2009 y 2020 han sido aprobadas.
El número de colonos israelíes en los territorios ocupados, sin embargo, ha pasado de cero antes de la guerra de junio de 1967, a entre 600.000 y 750.000 repartidos en al menos 250 asentamientos y puestos de avanzada en toda Cisjordania, incluido Jerusalén Este, todos ellos en violación del derecho internacional.
Israel no oculta sus intenciones.
El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, dijo a las tropas que se preparaban para entrar en Gaza: «He liberado todas las restricciones».
El miembro de la Knesset Ariel Kallner, del partido Likud de Benjamin Netanyahu, pidió en X, antes conocido como Twitter, «una Nakba que eclipse la Nakba del 48″.
El ejército israelí movilizó a Ezra Yachin, un veterano del ejército de 95 años, para que «motivara» a las tropas. Yachin fue miembro de la milicia sionista Lehi, que llevó a cabo numerosas masacres de civiles palestinos, entre ellas la de Deir Yassin, el 9 de abril de 1948, en la que fueron masacrados más de 100 civiles palestinos, muchos de ellos mujeres y niños.
«Triunfad, acabad con ellos y no dejad a nadie atrás. Borrad su memoria», dijo Yachin dirigiéndose a las tropas israelíes.
«Borradlos del mapa, a ellos, a sus familias, madres e hijos», prosiguió. «Estos animales ya no pueden vivir».
«Todo judío con un arma debe salir y matarlos», dijo. «Si tienes un vecino árabe, no esperes, ve a su casa y dispárale».
¿Dónde están nuestros intervencionistas humanitarios? ¿Los que lloraban lágrimas de cocodrilo por los derechos humanos de ucranianos, iraquíes, sirios, libios y afganos, para justificar los envíos masivos de armas y la guerra? ¿Dónde está la vieja ala antibelicista del Partido Demócrata y la clase liberal? ¿Qué ha sido de los intelectuales públicos que solían denunciar la matanza de inocentes y la maquinaria bélica estadounidense? ¿Dónde están los juristas que defienden el Estado de derecho internacional? ¿Por qué se ataca, censura y difama a las pocas voces solitarias que denuncian el genocidio de los palestinos por parte de Israel?
«El anterior presidente quería prohibirnos y probablemente meternos en campos de concentración», dijo la congresista de Michigan Rashida Tlaib, de ascendencia palestina, en una concentración en apoyo de un alto el fuego el 20 de octubre en Washington frente al Capitolio de Estados Unidos. «Éste sólo quiere que muramos. Así es como se siente. Debería darles vergüenza».
Israel no detendrá su campaña genocida en Gaza contra los palestinos hasta que haya un embargo de armas de Estados Unidos a Israel. Nuestros sistemas de armamento, municiones y aviones de ataque sostienen la matanza. Debemos poner fin a los 3.800 millones de dólares en ayuda militar que Estados Unidos concede a Israel cada año. Debemos apoyar el movimiento por el Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) y exigir la suspensión de todos los acuerdos de libre comercio y de otro tipo entre Estados Unidos e Israel. Sólo cuando se eliminen estos puntales de Israel, los dirigentes israelíes se verán obligados, como ocurrió con el régimen del apartheid en Sudáfrica, a integrar a los palestinos en un Estado con igualdad de derechos. Mientras sigan existiendo estos puntales, los palestinos están condenados.
Imagen de portada: Made in Israel (por Mr. Fish).