Chris Hedges, The Chris Hedges Report, 20 noviembre 2023
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Chris Hedges es un periodista ganador del Premio Pulitzer que fue corresponsal en el extranjero durante quince años para The New York Times, donde ejerció como jefe de la Oficina de Oriente Medio y de la Oficina de los Balcanes del periódico. Entre sus libros figuran: American Fascists: The Christian Right and the War on America, Death of the Liberal Class, War is a Force That Gives Us Meaningy Days of Destruction, Days of Revolt, una colaboración con el dibujante de cómics y periodista Joe Sacco. Anteriormente trabajó en el extranjero para The Dallas Morning News, The Christian Science Monitor y NPR. Fue, hasta 2022, el presentador del programa On Contact, nominado en 2017 a los premios Emmy.
Israel no está atacando hospitales en Gaza porque sean «centros de mando de Hamás». Israel está destruyendo sistemática y deliberadamente la infraestructura médica de Gaza como parte de una campaña de tierra quemada para hacer de Gaza un lugar inhabitable e intensificar la crisis humanitaria. Pretende obligar a 2,3 millones de palestinos a cruzar la frontera con Egipto, de donde nunca regresarán.
Israel ha destruido y casi vaciado el hospital Al Shifa de la ciudad de Gaza. El Hospital Indonesio de Beit Lahia es el siguiente. Israel está desplegando tanques y vehículos blindados alrededor del hospital y ha disparado contra el edificio, matando a doce personas.
El libro de jugadas resulta ya familiar. Israel lanza octavillas sobre un hospital diciendo a la gente que lo abandone porque es una base para «actividades terroristas de Hamás». Tanques y proyectiles de artillería arrancan parte de los muros del hospital. Los misiles israelíes hacen estallar las ambulancias. Se cortan la electricidad y el agua. Se bloquean los suministros médicos. No hay analgésicos, antibióticos ni oxígeno. Los más vulnerables, los bebés prematuros en incubadoras y los enfermos graves, mueren. Los soldados israelíes asaltan el hospital y obligan a todos a salir a punta de pistola.
Esto es lo que ocurrió en el hospital Al Shifa. Esto es lo que ocurrió en el hospital infantil Al Rantisi. Esto es lo que ocurrió en el principal hospital psiquiátrico de Gaza. Esto es lo que ocurrió en el hospital Nasser. Esto es lo que ocurrió en los demás hospitales que Israel ha destruido. Y esto es lo que ocurrirá en los pocos hospitales que quedan.
Israel ha cerrado 21 de los 35 hospitales de Gaza, incluido el único hospital oncológico de Gaza. Los hospitales que siguen funcionando sufren una grave escasez de medicamentos y suministros básicos. Los hospitales están siendo eliminados uno a uno. Pronto no quedará ningún centro sanitario. Es una decisión deliberada.
Decenas de miles de palestinos aterrorizados, obligados por Israel a evacuar su tierra, con sus casas reducidas a escombros, buscan refugio de los incesantes bombardeos acampando en los hospitales de Gaza y sus alrededores. Esperan que los centros médicos no sean objetivo de Israel. Si Israel respetara las Convenciones de Ginebra, tendrían razón. Pero Israel no está llevando a cabo una guerra. Está llevando a cabo un genocidio. Y en un genocidio, una población, y todo lo que sostiene a una población, es arrasada.
En una señal ominosa de que Israel se volverá contra los palestinos en Cisjordania una vez que haya terminado de arrasar Gaza, vehículos blindados han rodeado al menos cuatro hospitales de Cisjordania. El hospital Ibn Sina ha sido asaltado por soldados israelíes junto con el hospital de Jerusalén Este.
El Estado colonial de asentamientos de Israel se fundó sobre mentiras. Se sustenta en mentiras. Y ahora, cuando está firmemente decidido a llevar a cabo la peor matanza y limpieza étnica de palestinos desde la Nakba o «catástrofe» de 1948, en la que 750.000 palestinos fueron víctimas de una limpieza étnica y unas 50 masacres a manos de milicias judías, escupe un absurdo grotesco tras otro. Habla de los palestinos como una masa deshumanizada. No hay madres, padres, hijos, profesores, médicos, abogados, cocineros, poetas, taxistas o tenderos. Los palestinos, en el léxico israelí, son una infección única que debe ser erradicada.
Vean este vídeo de escolares israelíes cantando «Aniquilaremos a todos» en Gaza.
Las Juventudes Hitlerianas solían cantar canciones como ésta sobre los judíos.
Quienes se embarcan en proyectos de matanzas masivas mienten para evitar desmoralizar a sus propias poblaciones, tranquilizar a las víctimas haciéndoles creer que no serán exterminadas todas y evitar que intervengan fuerzas exteriores. Los nazis afirmaban que los judíos empaquetados en trenes y enviados a los campos de exterminio estaban inmersos en actividades de trabajo y disponían de buena atención médica y alimentación adecuada. En cuanto a los enfermos y ancianos, eran atendidos en centros de descanso. Los nazis incluso crearon un campo simulado para el «reasentamiento» de los judíos «en el Este», Theresienstadt, donde organismos internacionales como la Cruz Roja podían ver el trato humano que recibían los judíos, a pesar de que millones de ellos estaban siendo exterminados.
Al menos 664.000 y posiblemente hasta 1,2 millones de armenios fueron masacrados o murieron de exposición, enfermedad e inanición durante el genocidio llevado a cabo por el Imperio Otomano desde la primavera de 1915 hasta el otoño de 1916. El genocidio armenio fue tan público como el de Gaza. Las misiones consulares europeas y estadounidenses proporcionaron relatos detallados de la campaña para limpiar de armenios la actual Turquía.
El gobierno otomano, en un intento de ocultar el genocidio, prohibió a los extranjeros tomar fotografías de los refugiados armenios o de los cadáveres que llenaban las carreteras. Israel también ha bloqueado la entrada a Gaza de la prensa extranjera, que sólo realiza un puñado de visitas breves y cuidadosamente escenificadas, organizadas por el ejército israelí. Israel corta periódicamente los servicios de Internet y teléfono. Al menos 43 periodistas y trabajadores de los medios de comunicación palestinos han muerto asesinados a manos de Israel desde la incursión de Hamás en Israel el 7 de octubre, muchos de ellos sin duda han sido un blanco para las fuerzas israelíes.
Los armenios, al igual que los palestinos, fueron expulsados de sus hogares, tiroteados y privados de alimentos y agua. Los armenios deportados fueron enviados en marchas de la muerte al desierto sirio, donde decenas de miles fueron fusilados o murieron de hambre, cólera, malaria, disentería y gripe. Israel obliga a 1,1 millones de palestinos a refugiarse en el extremo sur de Gaza y los bombardea mientras huyen. Estos refugiados, como los armenios, carecen de alimentos, agua, combustible y saneamiento. También ellos sucumbirán pronto a epidemias de enfermedades infecciosas.
Talat Pasha, el líder de facto del Imperio otomano, dijo al embajador de Estados Unidos, Henry Morgenthau padre., en palabras que reproducen la postura de Israel, el 2 de agosto de 1915, que: «Nuestra política armenia es absolutamente fija y nada puede cambiarla. No tendremos armenios en ningún lugar de Anatolia. Pueden vivir en el desierto, pero en ninguna otra parte».
Cuanto más se prolonga el genocidio, más absurdas se vuelven las mentiras.
Hay mentiras israelíes grandes. Israel insiste en que la destrucción de Gaza y la matanza gratuita de miles de palestinos es un esfuerzo dirigido a deshacerse de Hamás y no una campaña para reducir Gaza a un montón de escombros, llevar a cabo asesinatos en masa y limpiar étnicamente a los palestinos.
Hay mentiras israelíes pequeñas. Cuarenta bebés decapitados. El hospital Al Shifa es un «centro de mando de Hamás». Un calendario en árabe en la pared de un hospital, según el portavoz de las fuerzas de la ocupación, contralmirante Daniel Hagari, es «una lista de guardianes [vigilantes], donde cada terrorista escribe su nombre y cada terrorista tiene su propio turno vigilando a la gente que estaba aquí.» Una actriz israelí disfrazada de enfermera y que habla un árabe muy acentuado afirma ser una médica palestina y haber visto a Hamás utilizar a civiles como escudos humanos. Dice que miembros de Hamás «atacaron el hospital Al Shifa» y robaron «el combustible y los medicamentos». Los militantes palestinos, y no los tanques israelíes, según Israel, son los responsables del bombardeo del Hospital Al Shifa. Israel atacó un coche lleno de «terroristas» en el sur del Líbano, «terroristas» que resultaron ser tres niñas, su madre y su abuela. La explosión en el hospital Al Ahli fue el resultado de un cohete errante disparado por los palestinos, una afirmación cuestionada por The New York Times cuando desacreditó el vídeo basándose en el análisis de su marca de tiempo. Israel afirmó que «respondió a la petición del director del Hospital Shifa de permitir la evacuación de los ciudadanos gazatíes que se refugiaban en el hospital y que deseaban salir del Hospital Shifa hacia el paso humanitario de la Franja de Gaza a través de un eje seguro», una afirmación que Mohammed Zaqout, director general de hospitales en Gaza, calificó de «falsa», añadiendo que «nos obligaron a salir a punta de pistola». El teniente coronel israelí Jonathan Conricus, en un vídeo ridiculizado por la BBC, muestra a los espectadores un escaso alijo de armas automáticas en un vídeo promocional que aumenta mágicamente una vez que llegan los reporteros extranjeros para una visita guiada. Las fuerzas de la ocupación lo borraron más tarde.
Las mentiras se escribirán en los libros de texto israelíes. Los políticos, historiadores y periodistas israelíes repetirán las mentiras. Las mentiras se contarán en la televisión israelí y en películas y libros israelíes. Los israelíes son las víctimas eternas. Los palestinos son el mal absoluto. No hubo genocidio. Turquía, un siglo después, sigue negando lo que les ocurrió a los armenios.
En tiempos de guerra, la gente cree lo que quiere creer. Las mentiras sacian el hambre del público israelí que ve el conflicto como una lucha binaria entre «los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas«. Las mentiras son una defensa contra la rendición de cuentas, ya que, si Israel se niega a reconocer la realidad, no se ve obligado a responder a la realidad. Las mentiras crean disonancia cognitiva, donde los hechos se convierten en ficción y la ficción en verdad. Las mentiras hacen imposible cualquier debate sobre el genocidio o la reconciliación.
Israel, con el respaldo de la administración Biden, seguirá apagando todos los sistemas que sostienen la vida en Gaza. Hospitales. Escuelas. Centrales eléctricas. Instalaciones de tratamiento de agua. Fábricas. Granjas. Edificios de apartamentos. Casas. Entonces Israel fingirá, como los asesinos en genocidios pasados, que nunca ocurrió.
Las mentiras utilizadas por Israel para eximirse de responsabilidad corroerán la sociedad israelí. Corroerán su vida moral, religiosa, cívica, intelectual y política. Las mentiras elevarán a los criminales de guerra a la categoría de héroes y demonizarán a quienes tengan conciencia. El genocidio de Israel, al igual que los asesinatos en masa de 1965 en Indonesia, se mitificará como una batalla épica contra las fuerzas del mal y la barbarie, al igual que mitificamos el genocidio de los nativos americanos y convertimos en héroes a nuestros colonos y a nuestras unidades de caballería asesina. Los asesinos de la guerra de Indonesia contra el comunismo son aclamados en los mítines como salvadores. Se les entrevista sobre las «heroicas» batallas que libraron hace casi seis décadas. Israel hará lo mismo. Se deformará a sí mismo. Celebrará sus crímenes. Convertirá el mal en bien. Existirá dentro de un mito construido por él mismo. La verdad, como en todos los despotismos, será desterrada. Israel, un monstruo para los palestinos, será un monstruo para sí mismo.
Imagen de portada: Víspera de la destrucción (por Mr. Fish).