El actual Israel no tiene futuro en Oriente Medio

Marwan Bishara, Al Jazeera English, 24 noviembre 2023

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Marwan Bishara es un árabe palestino-israelí nacido en Nazaret que escribe extensamente sobre política mundial, y está ampliamente considerado como una autoridad en política exterior estadounidense, Oriente Medio y asuntos estratégicos internacionales. Anteriormente fue profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Americana de París.

La sádica guerra de Israel contra Gaza, culminación de una larga serie de políticas criminales, bien puede resultar suicida a largo plazo y conducir a la desaparición del poderoso «Estado judío».

De hecho, el asesinato deliberado y a escala industrial del pueblo palestino por parte de Israel con el pretexto de la «autodefensa» no mejorará su seguridad ni garantizará su futuro. Más bien producirá mayor inseguridad e inestabilidad, aislará aún más a Israel y minará sus posibilidades de supervivencia a largo plazo en una región predominantemente hostil.

La verdad es que nunca pensé que Israel pudiera tener mucho futuro en Oriente Medio sin deshacerse de su régimen colonial y adoptar la condición de Estado normal. Durante un breve periodo a principios de la década de 1990, parecía que Israel estaba cambiando de rumbo hacia algún tipo de normalidad, aunque dependiente de Estados Unidos. Comprometió a los palestinos y a los Estados árabes de la región en un «proceso de paz» que auguraba la existencia mutua bajo los favorables auspicios estadounidenses.

Pero la naturaleza colonial de Israel dominó su comportamiento en todo momento. Desperdició innumerables oportunidades de poner fin a su ocupación y vivir en paz con sus vecinos. Parafraseando la tristemente célebre ocurrencia del diplomático israelí Abba Eban, Israel «nunca desaprovechó una oportunidad de desaprovechar una oportunidad».

En lugar de poner fin a su ocupación, ha redoblado su proyecto de colonización en los territorios palestinos ocupados. Ha multiplicado el número de asentamientos y colonos judíos ilegales en tierras palestinas robadas y los ha conectado en red mediante carreteras de circunvalación especiales y otros proyectos de planificación, creando un sistema dual, superior y dominante para los judíos e inferior para los palestinos.

Mientras se desmantelaba un apartheid en Sudáfrica, se erigía otro en Palestina.

A falta de paz y a la sombra de la colonización, el país se ha deslizado aún más hacia el fascismo, consagrando la supremacía judía en sus leyes y extendiéndola a toda la Palestina histórica, desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo. En poco tiempo, los partidos fanáticos y de extrema derecha cobraron impulso y tomaron las riendas del poder bajo el liderazgo oportunista del primer ministro Benjamin Netanyahu, socavando las propias instituciones de Israel y toda posibilidad de paz basada en la coexistencia entre dos pueblos.

Rechazaron todo compromiso y comenzaron a devorar la totalidad de la Palestina histórica, ampliando los asentamientos judíos ilegales en tierras palestinas robadas por toda la Cisjordania ocupada, en un intento de exprimir a los palestinos. También estrecharon el cerco a la Franja de Gaza, la mayor prisión al aire libre del mundo, y abandonaron toda pretensión de permitir que se uniera a su interior palestino en un Estado palestino soberano.

Entonces llegó el atentado del 7 de octubre, un duro toque de atención que recordó a Israel que su empresa colonial no es sostenible, que no puede encerrar a dos millones de personas y tirar la llave, que debe abordar las causas profundas del conflicto con los palestinos, es decir, su desposesión, ocupación y asedio.

Pero el régimen de Netanyahu, fiel a su naturaleza, convirtió la tragedia en un grito de guerra y redobló su deshumanización racista de los palestinos, allanando el camino para una guerra genocida. Declaró la guerra al «mal», es decir, no sólo a Hamás, sino también a la población de Gaza. Un dirigente israelí tras otro, empezando por el propio presidente, implicó a todos los palestinos en el espantoso ataque, afirmando que no hay inocentes en Gaza.

Desde entonces, Israel se ha vuelto vengativo, tribal e inflexible en la destrucción y la expansión con total desprecio por la decencia humana básica y el derecho internacional. La guerra colonial de Israel se ha convertido en una guerra contra hospitales, escuelas, mezquitas y edificios residenciales, financiada, armada y protegida por Estados Unidos y otros lacayos occidentales y matando a miles de civiles palestinos: niños, médicos, profesores, periodistas, hombres y mujeres, viejos y jóvenes, como si fueran combatientes enemigos.

Pero esta tribu extranjera no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir entre todos los pueblos indígenas de la región, que se han unido más que nunca contra el sangriento intruso. Israel ya no puede utilizar sus fantasiosas pretensiones teológicas para justificar sus violentas prácticas racistas. Dios no sanciona la matanza de niños inocentes. Y tampoco deberían hacerlo los patrocinadores estadounidenses y occidentales de Israel.

A medida que la opinión pública occidental se vuelva contra Israel, sus cínicos dirigentes también cambiarán de rumbo, si no para preservar su posición moral, sí para salvaguardar sus intereses en el gran Oriente Medio. El cambio de postura de Francia, que exige a Israel que detenga la matanza de niños en Gaza, es un indicador de lo que está por venir.

Israel no tiene buenas opciones una vez termine su brutal guerra. Ésta puede ser su última oportunidad de alejarse del borde del abismo, detener la guerra, adoptar la visión del presidente estadounidense Joe Biden de una solución de dos Estados, por poco práctica que sea hoy, y aceptar las líneas rojas de Estados Unidos para Gaza: no a la reocupación, no a la limpieza étnica y no a la reducción de sus territorios. Pero Netanyahu, junto con su coalición de fanáticos, que durante mucho tiempo han dado por sentado que Estados Unidos estaba a su lado, han vuelto a ignorar -léase rechazar- el consejo de Estados Unidos en detrimento de ambas partes.

Mucho antes de la guerra de Gaza, un destacado periodista israelí, Ari Shavit, predijo la desaparición de Israel, «tal y como lo conocemos», si continuaba por el mismo camino destructivo. Y la semana pasada, Ami Ayalon, exjefe del servicio secreto israelí Shin Bet, advirtió de que la guerra y la expansión territorial del gobierno conducirán «al fin de Israel» tal y como lo conocemos. Ambos han escrito libros advirtiendo a Israel sobre el oscuro futuro que le espera si continúa con su ocupación.

Como todos los demás intrusos violentos, desde los antiguos cruzados hasta las potencias coloniales actuales, esta última entidad colonial, Israel, tal como la conocemos, está destinada a desaparecer, independientemente de cuánta sangre palestina, árabe e israelí derrame.

La guerra de Gaza puede resultar ser el principio del fin, pero no para Palestina. Al igual que el sangriento régimen supremacista del apartheid sudafricano implosionó, también lo hará el de Israel, tarde o temprano.

Foto de portada: Soldados israelíes maniobran con vehículos militares blindados a lo largo de la frontera de Israel con la Franja de Gaza, en el sur de Israel, el lunes 20 de noviembre de 2023 [AP/Ohad Zwigenberg].

Voces del Mundo

Un comentario sobre “El actual Israel no tiene futuro en Oriente Medio

  1. Dios no sanciona la matanza de niños..
    Creo que esta frase no es correcta..
    Además, es muy conocida la maldición de los 80 años que predican ellos sobre que nunca durará un estado de ellos más de 80 años

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