De cómo el colapso de los valores morales en Occidente alimenta el genocidio en Gaza

Manuel Hassassian, Middle East Eye, 4 diciembre 2023

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Manuel Hassassian es Embajador de Palestina en Dinamarca.

Hay una creencia prevalente respecto a la supremacía de la civilización occidental, predominantemente materialista en su composición, a pesar de su postura contradictoria hacia el islam. Esta civilización occidental hace hincapié en la riqueza material por encima de la espiritualidad y la moral, a menudo impulsada por la ambición de afirmar la hegemonía y el control tanto de las personas como de sus recursos económicos y naturales.

Esto ha dado forma a un sistema imperial impulsado únicamente por la búsqueda del poder y que supera las consideraciones morales y éticas. Los valores que encarna hacen caso omiso de las normas internacionales y las fronteras legales, actuando bajo un principio que aparentemente permite cualquier medio para alcanzar sus objetivos.

En la actualidad, el nuevo orden mundial está personificado por un régimen bárbaro que trasciende todas las normas y convenciones humanas para lograr el control absoluto de las capacidades de las personas. Impone leyes similares a las del apartheid y fomenta una visión de los no blancos-anglosajones como inferiores, con el objetivo de humillarlos.

Lamentablemente, la mayoría de las naciones europeas occidentales se alinean con este imperialismo dirigido por Estados Unidos, que pisotea los valores humanos, reprime todos los movimientos de liberación y sofoca la disidencia mundial.

Existe una gran brecha entre los gobiernos y los pueblos que se oponen a esta hegemonía, simbolizada por las empresas multinacionales, el complejo militar-industrial, los medios de comunicación dirigidos, los grupos de presión sionistas y entidades similares. Las sociedades libres comprenden la naturaleza de este sistema y sus objetivos, aunque no se esfuerzan por enfrentarse a él directamente, pues carecen del valor necesario para resistir y salvaguardar las capacidades naturales y económicas de los oprimidos.

La implacable brutalidad de este régimen racista se deriva de su quiebra de valores, la completa disolución de los sistemas morales y la erosión de las creencias. Muestra un enfoque sin restricciones hacia cualquier cultura o civilización que se oponga a su dominio, recurriendo principalmente a medidas de fuerza.

En medio de estas políticas arrogantes, el mundo occidental parece estancado, rendido a la ley de la selva, desprovisto de cualquier atisbo de esperanza para una oposición significativa. Se suprime la libertad de expresión y se silencian las críticas.

Aliado estratégico

Las fuerzas políticas dominantes en los regímenes occidentales aplican políticas represivas sin rendición de cuentas ni supervisión, mientras que los desafíos intelectuales o militares contra este dominio mundial están notablemente ausentes.

Dentro de esta intrincada estructura internacional, con su poderío económico, político y militar, somos testigos de cómo el pueblo palestino soporta las masacres perpetradas por el régimen consumista sionista, reforzado por la tecnología militar más avanzada y con un apoyo económico y político ilimitado.

Quien crea que Tel Aviv domina la toma de decisiones estadounidense se equivoca. Al contrario, Israel ha contado históricamente con el apoyo europeo y actualmente está bajo el liderazgo de Estados Unidos, que a su vez utiliza a Israel como aliado estratégico en Oriente Próximo para perseguir sus intereses de seguridad, económicos y políticos.

Hoy, la lucha no es únicamente contra el ocupante sionista, sino que implica a las naciones más poderosas del mundo, lideradas por EE. UU. Es crucial abordar este conflicto con racionalidad, evitando conclusiones prematuras sobre la victoria, ya que enfrentarse a sus nefastas consecuencias puede ser descorazonador. Comprender que las leyes naturales y humanas se encuentran en un estado de flujo es clave en el ámbito del desarrollo y el cambio.

No se puede ignorar el hecho evidente de que existe una fuerte desconexión entre el discurso intelectual y político árabe. Esto plantea una cuestión crucial: ¿dónde está el despertar árabe previsto por George Antonius en la década de 1930, que hacía hincapié en un renacimiento intelectual y político?

La ausencia de este despertar sobre el terreno se traduce en una sociedad civil fragmentada incapaz de producir ideas progresistas que fomenten sociedades mejores en estas circunstancias. Una de las ironías más sorprendentes del destino reside en la riqueza financiera de los Estados árabes e islámicos, que contrasta con su naturaleza consumista y su total dependencia de los productos occidentales.

Las inversiones de estos países van a parar mayoritariamente a Occidente y no al mundo árabe, lo que conduce a una dependencia económica, política e intelectual. En consecuencia, no utilizan los ingresos del petróleo en la producción en beneficio de sus pueblos, carecen de una dirección orientadora para el desarrollo sostenible y permanecen supeditados al dominio occidental.

A la luz de la evolución objetiva de este nuevo orden mundial, existe un apoyo descarado a la ocupación israelí, que oprime a una población indefensa cuyo único «crimen» es su búsqueda de la autodeterminación y el derecho al retorno. Se ha hecho evidente que la actual guerra contra Gaza tiene como objetivo socavar la causa palestina con el pretexto de eliminar a Hamás, clasificada como organización terrorista en el Reino Unido y otros países.

Este conflicto pretende anexionarse la Cisjordania ocupada, aislar el norte de Gaza para que sirva de zona tampón para la seguridad de Israel, apoderarse de un multimillonario yacimiento de gas natural marino en Gaza y explotarlo después, y llevar el «Proyecto del Canal Ben Gurión» a través de Gaza, en lugar de construirlo alrededor del territorio. Este canal conectaría el golfo de Aqaba con el mar Mediterráneo, rivalizando con el canal de Suez que atraviesa Egipto.

Solución de dos Estados

Bajo el gobierno de derechas del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu no se reconoce la solución de los dos Estados, los Acuerdos de Oslo ni los acuerdos con los dirigentes palestinos. La agenda de su gobierno ha quedado clara: anexión y desplazamiento para poner fin a la cuestión palestina.

A la luz de este atroz crimen contra el pueblo palestino, esperamos un cambio en la postura de Europa, instando a apoyar las demandas palestinas de un alto el fuego inmediato y la reactivación de los acuerdos internacionales en el marco de la solución de dos Estados. Las impresionantes manifestaciones en las capitales europeas están presionando eficazmente a sus gobiernos para que reconsideren sus posturas y asuman su responsabilidad por los crímenes de Israel.

La magnitud de estas protestas influirá inevitablemente en los resultados de las próximas elecciones en Occidente. Nuestros dirigentes palestinos deben reconocer pragmáticamente esta difícil realidad y adherirse a los principios básicos de las aspiraciones nacionales. No queremos especular sobre escenarios futuros ni caer en conjeturas sobre las repercusiones de este genocidio. No hay alternativa viable a la solución de los dos Estados, respaldada tanto por Estados Unidos como por Europa.

La posición israelí es clara: un Estado de apartheid y subordinación total a su régimen racista. El triunvirato de Netanyahu y los ministros de extrema derecha Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir, junto con su gobierno extremista, se opone fundamentalmente a la noción de una solución de dos Estados, inclinándose en cambio por la anexión y el desplazamiento.

Es crucial que Estados Unidos y Europa adopten una postura definitiva de apoyo a la solución de los dos Estados, junto con una hoja de ruta bien definida para su aplicación. Igual importancia tiene fomentar el consenso entre los dirigentes palestinos y el pueblo para que acepten la solución de los dos Estados.

La lucha que se ha prolongado durante 75 años debe materializarse en el establecimiento de un Estado palestino unificado, rechazando cualquier posibilidad de fragmentación, cueste lo que cueste. La inquebrantable resistencia y heroísmo mostrados por nuestro pueblo han sido fundamentales en este sentido.

La civilización occidental se encuentra en medio de un colapso de su estructura, ideologías y marco moral, que se ha hecho explícito en su incapacidad para liderar el mundo moderno. Debe producirse un cambio profundo y dinámico hacia una civilización que dé cabida a la inclusividad basada en la justicia equitativa, los valores humanos fundamentales y los principios democráticos libres.

La historia no la escribe el vencedor, sino que la inscriben los pueblos a través de sus revoluciones y logros. Esta visión de futuro es inevitable, como ejemplificó el historiador británico Arnold Toynbee, quien observó que las civilizaciones están sujetas al colapso y que la historia tiene una clara inevitabilidad en el proceso de desarrollo y reconciliación de las grandes contradicciones.

Es innegable que la comunidad internacional está reconociendo cada vez más la perspectiva y viabilidad de un Estado palestino con Jerusalén como capital, especialmente tras los devastadores acontecimientos de destrucción, desplazamiento y pérdida de vidas entre los indefensos palestinos de Gaza.

Los sacrificios realizados son significativos y desgarradores, emblemáticos de un pueblo que se levanta contra una ocupación brutal.

Foto de portada: Encuentro reciente entre Netanyahu y Biden (Europa Press).

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