Alex MacDonald, Middle East Eye, 21 diciembre 2023
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Alex MacDonald es reportero de Middle East Eye y ha informado desde Iraq, Turquía, Qatar y Bosnia examinando las aparentemente interminables luchas sociales e ideológicas de la región.
Sudán padece en la actualidad una crisis humanitaria de la que no se informa lo suficiente, a la vez que prosigue una guerra civil que dura ya varios meses.
El martes, Wad Madani, la segunda ciudad del país, fue capturada por las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), la organización paramilitar cuya rebelión desencadenó en abril ocho meses de combates.
Las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS), antiguas aliadas de las FAR antes de abril, se retiraron de la ciudad, lo que provocó acusaciones de traición y dejó a los desplazados, las organizaciones humanitarias y los asediados activistas prodemocráticos temerosos de sufrir represalias.
Siete millones de sudaneses, de una población de 45 millones antes de la guerra, se han visto obligados a abandonar sus hogares, entre ellos más de un millón que han huido a países vecinos, mientras que los combates han dejado hasta ahora más de 12.000 muertos.
Middle East Eye repasa lo ocurrido en Sudán en los últimos meses:
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
En 2019, Omar al-Bashir, gobernante desde hacía mucho tiempo, fue depuesto en un golpe de Estado tras las protestas masivas contra sus décadas de gobierno autoritario.
Durante los dos años siguientes, activistas prodemocráticos, políticos y sindicalistas intentaron forjar un nuevo futuro para el país, estableciendo un nuevo gobierno dirigido por civiles mientras negociaban con los poderosos militares del país, varios grupos rebeldes armados y las FAR, una organización paramilitar creada en 2013, pero que surgió de las milicias Yanyauid que ganaron notoriedad por los violentos abusos cometidos en la región de Darfur en la década de 2000.
Sin embargo, en 2021, las FAS y las FAR derrocaron al gobierno civil y el general Abdul Fattah al-Burhan se convirtió en gobernante de facto del país.
Ante la continua presión de los actores internacionales, un movimiento callejero revitalizado y los grupos armados, las FAS acabaron aceptando públicamente un plan para entregar el poder a un gobierno civil en 2023.
Sin embargo, las tensiones ya habían comenzado a aumentar entre Burhan y el líder de las FAR, Mohamed Hamdan Dagalo, más conocido como Hemeti, sobre una serie de cuestiones, la principal de ellas el plan de integrar las FAR en el ejército sudanés en un plazo de dos años.
El 15 de abril, las FAR comenzaron a atacar posiciones de las FAS en la capital, Jartum, y en otras zonas de Sudán, desencadenando un sangriento conflicto que continúa hasta hoy.
¿Cómo están las cosas?
En las últimas semanas, las FAS han hecho avanzar a sus tropas por gran parte de Sudán, consolidando su poder en la región de Darfur y capturando nuevos territorios que se extienden hacia el este, en dirección a la capital, Jartum.
El este y el norte de Sudán siguen bajo control de las FAS, pero la caída de Wad Madani, en el estado central de el-Gezira, supone un duro golpe.
La toma de la ciudad por las FAR ha empujado ya a 300.000 personas a huir, mientras que el Programa Mundial de Alimentos (PMA) anunció el miércoles que había suspendido temporalmente la ayuda alimentaria en algunas partes de el-Gezira, a pesar de prestar apoyo a más de 800.000 personas en ese estado.
La ciudad había funcionado como principal base de operaciones para varias organizaciones humanitarias y miles de desplazados de Jartum, mientras la capital sigue sumida en los combates.
Aunque las FAR celebraron la «liberación» de la ciudad y prometieron proteger a la población, muchos temen profundamente las represalias del grupo, acusado de abusos generalizados contra los derechos humanos, masacres y agresiones sexuales masivas, sobre todo en la región de Darfur.
En junio, MEE informó de las atrocidades cometidas por las FAR en la capital del estado de Darfur Occidental, el-Geneina, con 1.500 personas asesinadas en poco más de dos meses.
MEE también informó en noviembre de que al menos 1.300 personas, en su mayoría civiles pertenecientes a la tribu massalit, fueron masacradas en Ardamata, Darfur occidental, durante tres días del mes pasado por las afar y sus milicias árabes aliadas, y los grupos de derechos humanos acusaron al grupo de matar, violar a mujeres, saquear e incendiar viviendas.
Todo ello se suma a una espiral de desastre humanitario y a lo que el portavoz de la agencia de la ONU para los refugiados, William Spindler, calificó el martes de «una crisis de desplazamiento forzoso cada vez más profunda».
La ONU ha descrito el sistema sanitario del país como «ya al límite», con más del 70% de los hospitales de las zonas afectadas por el conflicto fuera de servicio y «las instalaciones de los estados no afectados por el conflicto desbordadas por la afluencia de desplazados».
¿El camino a seguir?
Los grupos prodemocráticos de Sudán -que han contemplado con desesperación cómo sus dos adversarios luchaban entre sí por las ruinas del país- han intentado mantener sus actividades.
Los Comités de Resistencia, una red de activistas prodemocráticos, han documentado los abusos de las FAR y de las FAS. El miércoles acusaron a las FAR de saquear viviendas y tiendas en Wad Madani, robando oro, dinero en efectivo y vehículos. Pidieron a la comunidad internacional que interviniera para poner fin a las «flagrantes violaciones de derechos humanos».
Los defensores de los derechos de la mujer en Sudán también se han mantenido activos, intentando documentar la brutal violencia que tantas mujeres del país han sufrido en los últimos meses.
El mes pasado, activistas por los derechos de las mujeres sudanesas y africanas convocaron una reunión en Kenia, titulada Conferencia Feminista por la Paz y la Solidaridad, en la que llamaron la atención sobre el uso específico de la violencia sexual en el conflicto de Sudán.
“En solidaridad con las mujeres de Sudán… nos comprometemos a continuar nuestro activismo y defensa de los derechos y el bienestar de las mujeres sudanesas, exigiendo una respuesta mundial inmediata y sostenida», rezaba una declaración hecha pública tras la conferencia.
Estados Unidos ha impuesto sanciones a varios líderes militares sudaneses de ambos bandos del conflicto y ha pedido a las partes beligerantes que «protejan a los civiles, hagan rendir cuentas a los responsables de atrocidades u otros abusos, permitan el acceso sin trabas de la ayuda humanitaria y negocien el fin del conflicto».
Sin embargo, las potencias regionales han seguido apoyando a distintos bandos en la guerra. Egipto ha apoyado a Burhan, mientras que el gobierno dirigido por Burhan ordenó la semana pasada la expulsión de varios diplomáticos de EAU en el país debido al apoyo de su gobierno a las FAR.
Mientras tanto, una reunión de líderes africanos celebrada en Yibuti acordó el 9 de diciembre una fórmula para un alto el fuego y conversaciones políticas.
Está por ver si esto conducirá a algo, y si los activistas prodemocráticos que salieron a la calle en 2019 exigiendo un Sudán más libre, abierto y estable verán cumplidos sus deseos.
Foto de portada: Manifestación de apoyo al ejército sudanés en Wad Madani el 17 de diciembre de 2023, en medio de la guerra en curso contra las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (AFP).