Guerra en Gaza: ¿Por qué Hamás podría haberla ganado ya?

Richard Silverstein, Middle East Eye, 5 enero 2024

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Richard Silverstein escribe el blog Tikun Olam, dedicado a denunciar los excesos del Estado de seguridad nacional israelí. Sus trabajos han aparecido en Haaretz, Forward, Seattle Times y Los Angeles Times. Ha contribuido a la colección de ensayos dedicada a la guerra del Líbano de 2006, A Time to Speak Out (Verso) y tiene otro ensayo en la colección, Israel and Palestine: Alternate Perspectives on Statehood (Rowman & Littlefield). Foto de Erika Schultz/Seattle Times.

El 7 de octubre, Hamás montó una operación audaz y desesperada en la que invadió el sur de Israel y ocupó una veintena de ciudades y kibutzim, matando a 1.140 personas.

Este asalto aéreo, terrestre y marítimo cuidadosamente coordinado por Hamás, proscrita como organización terrorista en el Reino Unido y otros países, tuvo un alcance abrumador, sorprendiendo a Israel y al mundo.

Tras más de un año de planificación y entrenamiento, 1.000 combatientes rompieron el escudo defensivo de miles de millones de dólares que Israel había erigido cuidadosamente alrededor de Gaza durante más de una década.

El asalto demostró al mundo entero que toda la tecnología sofisticada del mundo puede ser derrotada por una pequeña fuerza guerrillera que utilice tácticas de vigilancia, planificación y enjambre en el campo de batalla.

Hamás violó medidas de seguridad que los israelíes habían creído impenetrables, haciendo añicos todas las suposiciones que la inteligencia militar israelí había hecho sobre la organización.

El Shin Bet y el ejército israelí creían con suficiencia que Hamás tenía demasiado que perder como para organizar una operación de envergadura contra Israel; que estaba más interesado en mantener su dominio de Gaza que en entrar en guerra. Estaban totalmente equivocados.

Rebelarse contra el destino

Israel y sus 17 años de asedio a Gaza han sumido a sus habitantes en una honda desesperación. La mayoría no ve ningún horizonte de esperanza para una vida mejor, para un futuro mejor. Viven, pero a costa de sufrir.

Los ataques fueron una rebelión contra el destino, una declaración de que el pueblo palestino, a pesar de los enormes costes, luchará contra sus opresores.

Al parecer, el mundo también había perdido el interés por Palestina. Estados Unidos había diseñado los Acuerdos de Abraham con cuatro Estados árabes que en una época anterior habían declarado su lealtad a la causa palestina.

Hasta el atentado del 7 de octubre, la administración Biden había estado cortejando a Arabia Saudí para que se uniera al cuarteto. Probablemente lo habría hecho. Pero Hamás ha echado por tierra uno de los pocos logros regionales del presidente estadounidense Joe Biden.

Los palestinos han vuelto a ocupar el centro de la escena. Han obligado al mundo a enfrentarse a su difícil situación. Han exigido sus derechos.

El atentado del 7 de octubre ha recordado a todo el mundo que los palestinos son firmes y no se irán en silencio; y que ignorarlos tiene un coste terrible.

La sangrienta invasión israelí, que ha costado la vida a más de 22.000 palestinos (y suma y sigue cada día), ha devastado la percepción global de Israel.

En lugar de ser visto como una democracia y un innovador tecnológico, el mundo ve ahora a Israel como un régimen sanguinario y genocida.

Hamás ha vuelto a eclipsar a la Autoridad Palestina como abanderada del nacionalismo palestino. Al Fatah es ahora poco más que un colaborador corrupto del enemigo israelí.

Hamás ha dado un golpe, recordando a los palestinos que la resistencia armada, cueste lo que cueste, es lo único que entiende el mundo.

Guerras en dos frentes

Hamás ha fortalecido el ascendiente de Irán y su eje de resistencia, que ha montado ataques contra intereses militares y comerciales estadounidenses e israelíes, desde Iraq hasta el Yemen.

Israel se enfrenta ahora a guerras en dos frentes: en Gaza y en el norte contra Hizbolá. En todo caso, este último es un enemigo aún más formidable que Hamás. Se han producido escaramuzas y ataques israelíes no sólo contra Hizbolá, sino también contra posiciones del ejército libanés, lo que ha provocado las críticas de Estados Unidos.

El ejército israelí ha atacado deliberadamente a periodistas que informaban sobre el conflicto, matando a más de 100, en el marco de un esfuerzo sistemático por eliminar a los periodistas que documentan sus crímenes.

Los hutíes de Yemen, aliados de Irán, han lanzado una serie de ataques con misiles contra barcos con destino a Israel en las rutas marítimas del Mar Rojo.

Buques de guerra estadounidenses han atacado barcos de los hutíes, derribado misiles en Yemen y se han enfrentado a ataques en Siria e Iraq.

Aunque Estados Unidos no quiere verse arrastrado a un conflicto regional prolongado, su apoyo incondicional a Israel les ha llevado inevitablemente a lo que pretenden evitar.

Si no quieres verte arrastrado por un aliado que persigue intereses que no compartes, debes hacerle consciente de los límites de la relación. Biden se ha negado, con el consiguiente coste político.

Apoyar el genocidio israelí ofrece la perspectiva muy real de que pueda ser expulsado de la Casa Blanca en 2024, y sustituido por un presidente que no sólo defienda a Israel, sino que fomente su aventurerismo militar más peligroso.

Coste elevado

El ataque contra Israel sirvió para advertir que ni Hamás, ni los palestinos en general, creen en la quimera de la solución de los dos Estados. Mientras el mundo siga apuntalando este cadáver como si de algún modo fuera a volver a la vida mediante un conjuro mágico, Hamás lo desenmascarará como la mentira que es.

Todos los palestinos saben que no hay esperanza de un Estado palestino. Israel se opone vehementemente a él. Incluso los llamados partidos moderados israelíes se niegan a abordarlo, y mucho menos a respaldarlo. Incluso hablar de los palestinos de forma mínimamente respetuosa pone en ridículo y en el olvido político a cualquier figura política.

Los palestinos tampoco esperan gran cosa de Estados Unidos o de los Estados europeos. Saben que ninguno está dispuesto a gastar el capital político necesario para vencer la resistencia israelí.      

Según todas las medidas estándar de conflicto armado, Israel está ganando su guerra contra Gaza. Se calcula que ha matado a unos 8.000 combatientes de Hamás (de un total de 30.000).

Pero en casi tres meses, ha eliminado menos del 25% de las fuerzas militares de Hamás. El ejército israelí ha destruido kilómetros de túneles de Hamás, pero no se ha acercado a eliminar los 300 kilómetros de esos reductos subterráneos, y se niega a enviar a sus soldados por ellos porque los costes serían elevados.

Ha establecido el asedio, tanto para castigar a los palestinos de Gaza como para presionar a Hamás: para hacerles la vida difícil, si no imposible. Domina prácticamente la tierra, el mar y el aire que rodean el enclave. Opera en todas partes con relativa libertad.

Todo ello a un alto coste: 500 soldados israelíes muertos y más de 5.000 heridos, muchos de los cuales han sufrido amputaciones y otras graves discapacidades.

Israel está perdiendo la guerra

Sin embargo, sigue perdiendo la guerra. Puede resultar contraintuitivo decir esto, pero no hay forma de que Israel pueda ganar la guerra que comenzó. Todo lo que tiene que hacer Hamás para ganar es sobrevivir.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha dicho en repetidas ocasiones que el objetivo de su país es eliminar a Hamás. Biden ha añadido su propio apoyo a este objetivo.

Los líderes israelíes entienden que sólo hay una manera de hacerlo: deben eliminar o expulsar a toda la población de Gaza. El Ministerio de Inteligencia no sólo ha publicado un plan para hacerlo expulsando a los palestinos al desierto del Sinaí, sino que el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken también ha viajado a Oriente Medio para presentar el plan ideado por Israel a Egipto y Jordania.

Éstos, a su vez, lo rechazaron rotundamente. Dos diputados israelíes publicaron un plan en el Wall Street Journal para expulsar a todos los palestinos de Gaza a países árabes y musulmanes de la región. Tampoco ha tenido mejor acogida.

Israel no eliminará a los palestinos de Gaza más de lo que eliminará a Hamás. Toda la palabrería de Netanyahu y Biden son bravatas, promesas que no se pueden cumplir.

Esto forma parte de la tragedia de este conflicto. Nadie habla con claridad y sinceridad. Todo el mundo se hace ilusiones de que, de algún modo, Hamás se someterá porque tiene que hacerlo.

Pero Hamás nunca coopera. Sigue resistiéndose. Nada puede detenerlo, por muchas mentiras que se digan. Cuantas más mentiras, menos se fía el mundo de lo que digan la administración Biden o los israelíes.

Aunque Israel lograra la limpieza étnica de Gaza, no pondría fin al conflicto. Hamás no es sólo una entidad política o militar. Es un movimiento que pretende promover los derechos e intereses del pueblo palestino.

No se puede matar a un movimiento así. Se puede combatir. Se puede matar a sus combatientes. Se puede ocupar e incluso intentar limpiar étnicamente a todos sus partidarios. Pero el movimiento aún puede sobrevivir. Eso significa el fracaso de Israel y la erosión de su disuasión militar frente a sus rivales regionales.

Esto envalentonará a sus enemigos para intensificar la resistencia armada en todo Oriente Medio, dentro o fuera de Gaza. Se puede derrotar a un movimiento en el campo de batalla, pero no eliminarlo.

Indignación

Israel ha pagado cara su «victoria», perdiendo una media de 10 soldados cada semana. El mes pasado, murieron diez en una sola batalla tras sufrir una emboscada de combatientes de Hamás.

El ejército israelí ha matado a rehenes en sus combates contra Hamás, en uno de los  casos abatiendo por error a tres que habían escapado de sus captores. El revuelo causado entre las familias de los rehenes ha provocado indignación por todo Israel.

Miles de personas han protestado ante el cuartel general del ejército en Kirya, Tel Aviv. El hermano de uno de los rehenes asesinados acusó al ejército israelí de ejecutarlo.

El frente unido levantado por los israelíes desde el 7 de octubre empieza a desmoronarse.

Netanyahu, cuyo gobierno ya estaba en vilo antes del ataque de Hamás, se encuentra ahora en una posición aún más precaria.

De hecho, puede que prefiera intentar prolongar la guerra para evitar la ira del electorado israelí, que en su mayoría quiere que se vaya.

Imagen de portada: Víctimas de un ataque del ejército israelí frente al hospital Kuwait, en Rafah, al sur de la Franja de Gaza, el 28 de diciembre de 2023 (Mohammed Abed/AFP).

Voces del Mundo

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