Patrick Bond, CounterPunch.com, 9 enero 2024
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Patrick Bond es profesor de Sociología en la Universidad de Johannesburgo (Sudáfrica). Email:pbond@mail.ngo.za
John Pilger, fallecido el 30 de diciembre pasado en Sydney, su ciudad natal, a los 84 años, era un periodista único, dotado de la combinación de indignación moral, investigación implacable y capacidad de entrevista sin parangón necesaria para comprender las profundas injusticias estructurales de Sudáfrica. Dejando a un lado todas las primicias y premios en otros lugares, nadie más podría haber saltado periódicamente en paracaídas a este país -primero en 1967, cuando fue proscrito por el apartheid, y por último en 2017- y luego encajar ese medio siglo de agitación dramática en una película contundente, Apartheid Did Not Die, y una docena de influyentes artículos y capítulos de libros.
Por encima de todo, John representaba un cronista de lo que puede considerarse la crítica de la izquierda independiente, que unía, con pasión y elocuencia, los puntos desde el imperialismo hasta las relaciones de poder locales y los individuos que sufrían. Nadie se libró de su pluma feroz. Escribió en 2013:
En 2001, George Soros dijo en el Foro Económico de Davos: «Sudáfrica está en manos del capital internacional»… Esto condujo directamente a crímenes de Estado como la masacre de 34 mineros en Marikana en 2012, que a su vez evocó la infame masacre de Sharpeville más de medio siglo antes. Ambas habían sido protestas contra la injusticia. Nelson Mandela también fomentó las relaciones de amistad con blancos ricos del mundo empresarial, incluidos los que se habían beneficiado del apartheid.
Su trabajo en este país se desarrolló en tres fases distintas, lo que dio lugar a numerosas referencias a la injusticia sudafricana que salpican muchas de sus observaciones internacionales, incluida la versión israelí del apartheid en su película de 2002 Palestine is Still the Issue.
En la primera fase, durante el apartheid, su libro Heroes (1986) contiene un largo capítulo sobre la cruda realidad que conoció en 1967, antes de que Pretoria le prohibiera volver a visitar el país.
En la segunda, tras regresar en 1995, Pilger se horrorizó ante el triunfalismo post-apartheid, lo que implicó que su película Apartheid Did Not Die (El apartheid no ha muerto), de 1998, fuera recibida con indignación tanto por la vieja como por la nueva élite. Pilger planteó a Nelson Mandela las que probablemente fueron las preguntas éticas y prácticas más duras sobre el nuevo sistema que jamás recibió el presidente.
Asimismo, al debatir con FW de Klerk, Pilger fue directo:
«¿No han sido en realidad usted y sus compañeros supremacistas blancos quienes han ganado?».
Era como si se le hubiera planteado una verdad secreta. Apartando el humo de un cigarrillo siempre presente, dijo: «Es cierto que nuestras vidas no han cambiado en lo fundamental. Podemos seguir yendo al críquet en Newlands y viendo el rugby. Nos va bien».
«Sin embargo, para la mayoría, la pobreza no ha cambiado, ¿verdad?», dije.
Entendiendo esta crítica implícita al Congreso Nacional Africano, convino en que su logro más duradero era haber transmitido las políticas económicas de su régimen, incluida la misma hermandad empresarial… «Debe entender que ahora hemos logrado un amplio consenso en muchas cosas».
La mezcla de intimidación y encanto de Pilger obligó a personas como el portavoz angloamericano Michael Spicer, la magnate inmobiliaria Pam Golding y la creadora de tendencias de moda Edith Venter a revelar verdades similares. El equipo de Spicer mostraría más tarde la película a los aprendices de gestión de la empresa, según me han informado, como el mejor ejemplo de lo que no se debe hacer en una entrevista.
El célebre periodista liberal Alister Sparks dirigió la división de actualidad de la SABC News en 1998, y se indignó por lo que consideraba distorsiones de Pilger debidas a su «dependencia principalmente de fuentes marginales y personas descontentas» (como el activista comunitario Mzwanele Mayekiso y el abogado Richard Spoor).
Pilger rebatió en el Mail & Guardian: «La fuente principal de la película es el propio Mandela, que revela hasta qué punto ha cambiado de opinión». La cadena nacional, prosiguió, «tras comprar los derechos sudafricanos de mi película, trató primero de prohibirla y luego de silenciarla». La explicación de Sparks tiene un tono kafkiano similar a los tratados de la Guerra Fría que denunciaban a periodistas, escritores y dramaturgos que pedían discrepar del régimen del bloque del Este. Me describe como ‘un hombre con una misión ideológica'».
Pilger había escrito anteriormente con admiración sobre la valentía de Sparks como periodista reformista, pero ahora se quejaba: «Inexplicablemente, nunca se han identificado mis amos ideológicos ni el color de mi carné de partido, sin duda porque sería demasiado verídico señalar que nunca me he aliado con ningún grupo político. De hecho, siempre he estado intensamente orgulloso de mi independencia».
En una tercera fase de su compromiso, Pilger siguió provocando a la élite, especialmente cuando, tras la publicación de su libro Freedom Next Time en 2006, el ministro de Economía de Thabo Mbeki, Trevor Manuel, y el ministro de la Presidencia, Joel Netshitenzhe, se enfurecieron. El Sunday Independent fue escenario de una encarnizada batalla sobre si realmente se estaba progresando.
En su ensayo «El gobierno del CNA aún no ha liberado a los ciudadanos del miedo a la pobreza», Pilger escribió sobre la «arrogancia que se deriva de un poder indiscutible, que es el enigma de la vida política sudafricana: que el voto ha dado a la nación la democracia en muchos aspectos, pero el precio ha sido efectivamente un Estado de partido único».
El último acto de Pilger aquí fue la conferencia inaugural en memoria de Saloojee, hace poco más de seis años: «Sudáfrica: cómo una nación fue engañada y se convirtió en un modelo para el mundo, y cómo el pueblo puede levantarse de nuevo». Declaró: «Sudáfrica es donde tuvo lugar gran parte de mi educación política», y concluyó: «lo que hace a Sudáfrica tan interesante, tan esperanzadora, y probablemente única, es que haya tantos movimientos populares de base».
En 2008, el poeta Dennis Brutus, el periodista Ferial Haffajee y yo recibimos a John en la conferencia Time of the Writer, en Durban, justo después de un épico festival de cine sobre Pilger en la Universidad de KwaZulu-Natal (todas sus obras están online). Al cabo de 20 meses, Dennis había fallecido, y John se lamentaba: «Fue un gran honor conocer a Dennis el año pasado. Era un ser humano gigantesco que cambió el mundo de muchas maneras. Su tenaz humanidad inspiró a tantos a seguir adelante y no dejar que los bastardos ganaran a la larga».
Como pueden atestiguar tantos que le conocieron aquí -o aprendieron de él sobre nuestras realidades-, Pilger merece el mismo homenaje, ya que sus películas y sus escritos renuevan nuestro sentido de lo que es indigno y nuestros instintos de justicia.
Foto de portada: Mandela y John Pilger en 1995.