«No han dejado nada en pie. Lo han destruido todo»

Samah Sabawi, Middle East Eye, 21 enero 2024

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


La Dra. Samah Sabawi es una laureada dramaturga, escritora y poeta.

Mi tía, obligada a abandonar su hogar por órdenes israelíes hace dos meses, está sentada en la arena sobre un delgado colchón, en una tienda de campaña azul, acunando en sus brazos a su nieto menor.

Como miles de niños de Gaza, el pequeño no se encuentra bien. Debe de ser el agua contaminada que beben. Pienso en su viaje desde su hermosa casa en el barrio de Tuffah hasta esta tienda que alberga a 16 miembros de su familia.

Durante meses, ha estado escapando de las bombas, corriendo de refugio en refugio, rezando para no perder a ningún ser querido, pero perdiendo igualmente a muchos de ellos.

¿Alguien le dijo que el cadáver de su nieto de 10 años se descompuso durante cinco días después de que un tanque israelí disparara contra la casa de su hija? ¿Sabía que su hija estaba sentada con una herida sangrante en la cabeza, sosteniendo el cadáver de su hijo muerto, mientras sus otros dos hijos y su marido permanecían desangrándose, inhalando el hedor de la muerte, durante cinco días, mientras Israel impedía que llegara ninguna ambulancia?

Estas son las historias que nos atormentan.

Muchos dirán que ésta es la segunda Nakba palestina, y lo es para la mayoría de los palestinos de Gaza que fueron expulsados de sus hogares y tierras en 1948.

Pero para mi familia, y para casi el 30% de la población de Gaza, ésta es nuestra primera experiencia de Nakba. Es la primera vez que se interrumpe nuestra conexión con la ciudad que ha albergado nuestras vidas, nuestra memoria y nuestra historia durante miles de años.

La casa de la que expulsaron a mi tía pertenece a mi bisabuelo y se construyó durante el Imperio otomano, hace más de 100 años. Nuestro barrio, Tuffah, y su calle adyacente Mohatta, donde estaba la antigua estación de ferrocarril, son mucho más antiguos que Israel y todas sus guerras.

Recuerdos felices

Aparto estos pensamientos. Busco un recuerdo feliz. Gaza en julio de 2023.

Ruido. Calor. Colores. Luces intermitentes. Coches. Música. Humo. Comida. Risas. Mi marido y yo subiendo las escaleras del restaurante Lighthouse, junto a la playa de Gaza. Nuestro hijo, Nahed, ansioso por presentarnos a sus colegas de UNRWA, Hani un colega palestino-estadounidense de UNRWA-USA, los creadores de contenido Motaz y Amjad, y Joe, un joven guía turístico e influenciador de Gaza.

Motaz pregunta si puede venir a nuestro apartamento para fotografiar la puesta de sol. «¿Qué tipo de fotos haces?». «Sólo las bonitas», sonríe. «Quiero que el mundo vea la belleza de Gaza».

Joe está de acuerdo. El joven nos cuenta que él también sólo cuelga vídeos bonitos de Gaza.

«Es una de las ciudades más bonitas del mundo», presume con un entusiasmo juvenil y desenfrenado.

Hago un trato con ambos jóvenes. Motaz puede hacer todas las fotos que quiera desde nuestro apartamento si comparte con nosotros su hermosa colección. Promete que nos hará fotos especiales para nosotros.

Joe se ofrece a darnos una vuelta por el casco antiguo.

Mi marido y mi hijo comentan con Hani los planes para un concierto junto al mar. Además de su trabajo para UNRWA-USA, Nahed es también compositor, y ha conseguido que la rama de Gaza del Conservatorio Nacional de Música Edward Said, y la popular SolBand de Gaza, participen en un concierto de música en directo y en la recaudación de fondos. 

Amjad y yo sorbemos nuestra limonada de menta fría y entablamos una conversación sobre la vida en Gaza, especialmente para las mujeres progresistas.

«Sí, hay problemas», dice. «Pero a pesar de las guerras y el asedio, éste es nuestro hogar. Creo que nunca querría irme».

El concierto «Gaza para el mundo» de Nahed transcurre sin contratiempos. Estamos muy impresionados por el talento musical y la formación de los músicos de Gaza, que rivaliza con los de cualquier otra ciudad del mundo.

Mi generación necesita esperanza

Joe nos lleva en su recorrido especial por la ciudad vieja. Visitamos la iglesia de San Porfirio, la Gran Mezquita de Gaza, comemos en el antiguo bazar, curioseamos por las tiendas de antigüedades del viejo mercado de al-Zawya, visitamos los antiguos baños de Samara y terminamos con un café de cardamomo y un postre de namura en una casa restaurada del patrimonio, donde aprendemos cómo nuestros antepasados almacenaban sus alimentos y mantenían sus casas frescas en verano y calientes en invierno.

La iglesia de San Porfirio de la ciudad de Gaza albergaba en su complejo a 400 personas de todos los credos cuando Israel bombardeó el recinto el 19 de octubre de 2023 (AFP).

Joe nos cuenta que recibe mucho apoyo en Internet, pero que a veces la gente le regaña por mostrar sólo el lado bonito de Gaza.

«Dicen que en Gaza hay hambre. Hay pobreza, asedio y frustración. Estamos aquí prisioneros y sin embargo tú grabas vídeos que no muestran nada de eso. Sólo bonitas puestas de sol», me cuenta Joe.

Se defiende. «Ya hay bastante gente que pone el foco en lo feo. Yo elijo mostrar lo bello», dice. «Mi generación necesita esperanza. Necesitamos esperanza en una vida por la que merezca la pena vivir».

Todo ha pasado como en un sueño.

Nuestras familias perdieron sus casas. Todos los cafés fueron destruidos. La ciudad de Gaza, la parte antigua y la nueva, es tierra quemada. Muchas de nuestras familias fueron masacradas.  

La UNWRA se tambalea; 142 trabajadores de la ONU han sido asesinados, nadie se salva.

Médicos, periodistas, sanitarios, familias enteras… las bombas no discriminan.

El padre, el hermano y dos sobrinos de Hani, uno de ellos de sólo 13 años, aparecieron en fotos en Internet. El hermano de Hani estaba entre los hombres desnudos, con las manos atadas a la espalda, detenidos por el ejército israelí.

Habían sido sacados de la escuela de la ONU donde se refugiaban y presentados en los medios de comunicación israelíes como terroristas de Hamás, antes de ser liberados por no tener conexión alguna con Hamás.

Aquí no queda nada

Se habla mucho de derrotar a Hamás y desradicalizar a los palestinos. Sin embargo, cada guerra que emprende Israel refuerza a Hamás. Porque en cada guerra es el pueblo el que sufre, su historia, su cultura, su arte, su música y su patrimonio.

Aniquilar Gaza sólo hace que los palestinos odien más a Israel. La forma más fácil y eficaz de debilitar a Hamás habría sido dar a los palestinos esperanza en un futuro libre de ocupación y tiranía.

Motaz, Amjad y Joe se vieron obligados a desplazarse con sus familias al lejano sur, mientras los espacios, y la esperanza, siguen reduciéndose bajo sus pies. Amjad está buscando la manera de salir de Gaza. Joe también, que me envió un mensaje desgarrador.

«Aquí no queda nada», me dijo. «Aquí no puede haber vida. Lo han destruido todo«.

Motaz, que se ha convertido en una de las voces más importantes de Gaza, con más de 18 millones de seguidores en Instagram, sólo acierta a enviar algunos corazones de amor como respuesta a mis preguntas sobre su bienestar.

«Esta cámara sólo captará cosas que puedan inspirar belleza y amor», me había dicho en nuestro apartamento de la ciudad de Gaza aquel día de julio de 2023. Ahora me pregunto cuántos bebés muertos y cadáveres hinchados habrá captado su cámara.

Mi teléfono suena. Recibo un nuevo vídeo de mi tía caminando entre las tiendas de campaña de Rafah murmurando oraciones. La voz de su hijo pregunta: «¿Por quién rezas?»

Ella señala las tiendas: «Por esta pobre gente que vive en estas tiendas. No sé cómo lo hacen. Que Dios les dé fuerzas».

Su hijo pregunta: «¿Te has olvidado? Ahora tú eres una de esas personas».

Ella suelta una carcajada sincera. Su rostro, oscurecido por el sol y cubierto de una capa de polvo, muestra momentáneamente rasgos de un tiempo pasado.

«Ah, sí», se ríe. «Lo había olvidado. Soy una de ellas».

Foto de portada: Desesperación en el campo de refugiados de Al-Maghazi, en el centro de la Franja de Gaza, el 16 de enero de 2024 (AFP).

Voces del Mundo

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