Victoria Brittain, Middle East Eye, 23 enero 2024
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Victoria Brittain trabajó en The Guardian durante muchos años y ha vivido y trabajado en Washington, Saigón, Argel, Nairobi, e informado desde muchos países de África, Asia y Oriente Medio. Es autora de varios libros sobre África y fue coautora de las memorias de Moazzam Begg sobre Guantánamo: “Enemy Combatant”. Asimismo, es autora y coautora de dos obras de teatro sobre Guantánamo, y de “Shadow Lives, the forgotten women of the war on terror”. Su libro más reciente es “Love and Resistance in the Films of Mai Masri”.
Abdul-Rahman Basem al-Bahsh, un joven de 23 años de Nablus, fue asesinado el 1 de enero en la prisión israelí de Megiddo, el cuarto palestino que muere en esa prisión y el séptimo preso en fallecer desde el 7 de octubre, una cifra sin precedentes.
Desde el 7 de octubre, hasta 4.700 palestinos han sido detenidos en Cisjordania y Jerusalén Oriental, y al menos 1.000 en Gaza, donde cientos han desaparecido, entre ellos decenas de mujeres.
Amnistía Internacional y cuatro organizaciones palestinas de derechos humanos han denunciado «abusos sistemáticos», con agresiones violentas, palizas, patadas, quemaduras de cigarrillos y más en «una crisis de derechos humanos en las cárceles israelíes».
Ayman Lubbad, de la organización de derechos humanos Al Haq, fue uno de los detenidos en Gaza. Relató un «trato inhumano y degradante«, pasando días con los ojos vendados, sentado de rodillas y con poca comida mientras permanecía recluido en un corral improvisado.
Las cárceles de Israel han sido durante décadas un centro oculto de la vida política palestina. Y los jóvenes prisioneros, dignos y sin intimidación, liberados en los canjes de rehenes israelíes en noviembre, ofrecieron a los extranjeros una rara visión de ese mundo único.
Hoy en día, el futuro de la destruida Gaza se debate en las oficinas gubernamentales de todo el mundo, y se presentan planes absurdos, en su mayoría por personas que no saben nada de los palestinos.
Los presos palestinos, actualmente aislados de abogados, visitas familiares e información, son una fuerza política que no desaparecerá, como a muchos les gustaría, en ese futuro.
Encarcelados, después exiliados
Una nueva película, Tomorrow’s Freedom, abre esa ventana con la historia del preso político más conocido de Palestina, Marwan Barghouti, a menudo comparado con Nelson Mandela, un preso etiquetado como terrorista y destinado a ser olvidado en prisión.
Barghouti cumple el 23º año de una condena de cuatro cadenas perpetuas consecutivas de más 40 años. Sus gigantescos retratos estarcidos están por todas partes en los muros del apartheid de Cisjordania, en las calles de Gaza y Beirut y en los campos de refugiados palestinos del Líbano y Siria.
Fue una figura destacada en la Primera y Segunda Intifadas, fundador de la Brigada de los Mártires de Al Aqsa y secretario general de Al Fatah en Cisjordania cuando fue detenido, líder de una huelga de hambre de 1.500 presos en seis cárceles en 2017 y miembro electo del Consejo Legislativo Palestino desde la cárcel.
Las encuestas han demostrado que sería uno de los principales candidatos a la presidencia incluso aun estando en prisión.
Hace décadas, Barghouti fue encarcelado y luego se exilió en Jordania. Tras los Acuerdos de Oslo, se le permitió regresar y colaboró con Yasser Arafat en la nueva paz prometida. Pero fue objeto de dos atentados fallidos en 2001.
Otros activistas de Oslo no tuvieron tanta suerte: el director médico y secretario general de Fatah en Tulkarm, Thabet Thabet, fue asesinado por unidades clandestinas israelíes el 30 de diciembre de 2000 cuando salía de su casa en Rabin, cerca de Tulkarm.
La Segunda Intifada (2000-2005) había comenzado apenas tres meses antes, tras la provocadora visita de Ariel Sharón con escolta del ejército al recinto de la mezquita de Al Aqsa.
Una fuerza importante y cohesionada
Tomorrow’s Freedom comienza con Moqbel Barghouti contando la historia de las lágrimas de su hermano Marwan, de 11 años, cuando las fuerzas de la ocupación israelí le dispararon a su querido perro cerca de su casa familiar en el pueblo de Kobar, cerca de Ramala. «Esta fue la historia de la ocupación: arrebatarle las cosas que amaba, lo que más quería».
La película, rodada a lo largo de tres años, muestra cómo la privación de libertad de Marwan y de su querida familia, al igual que el asesinato del perro décadas antes, ha moldeado a un hombre extraordinario.
Integridad, valor, dotes de liderazgo y años de rigurosa autoeducación han hecho de él, piensan muchos, el hombre que podría unir a los palestinos de Cisjordania y Gaza. Obtuvo un doctorado mientras estaba en prisión y lee y habla hebreo además de árabe.
La película contiene viejas imágenes de hace más de 20 o 30 años, de un joven y sonriente Marwan en el centro de los peligrosos enfrentamientos callejeros palestinos con el ejército israelí en los días de la Primera Intifada de 1987-1993, y como un joven y entusiasta político que quería hablar con todo el mundo sobre el camino hacia la paz para poner fin a la Ocupación.
Las entrevistas de la película muestran las opiniones sobre Marwan, sobre todo desde la experiencia personal, de un distinguido grupo de palestinos, como el académico y político Dr. Hanna Nasir, hasta el verano pasado presidente del consejo de administración de la Universidad de Birzeit; la académica y política Hanan Ashrawi y la abogada Diana Buttu.
También participan israelíes, como el exministro Yossi Beilin, la abogada Lea Tsemel, el escritor Jeff Halper y el periodista Gideon Levy, además del embajador de Francia en Israel.
Líderes sudafricanos como Nelson Mandela, el difunto Desmond Tutu; y estadounidenses como el presidente Jimmy Carter y la profesora Angela Davis, hablan de Marwan con gran respeto.
El profesor Nasir habla de él como una «fuerza importante y cohesiva». Las palabras de Beilin -«no es un terrorista, es un líder político«- encuentran eco en todo el espectro, desde el argentino ganador del Premio Nobel de la Paz en 1980, el escritor y activista Adolfo Pérez Esquivel, hasta expresos palestinos demacrados que estuvieron con Marwan en 2017 en la huelga de hambre de 42 días por la dignidad y mejores condiciones para los presos.
Tortura y palizas
Las escenas de la sala de vistas del juicio de 2004 muestran a varios israelíes gritándole: «¡Terrorista! ¡Asesino!».
El abogado francés Simon Foreman, que representó a la unión interparlamentaria que observó el juicio, dice con gravedad: «Es imposible considerarlo un juicio justo. Destacan dos aspectos en el trato que le aplicaron: en contra del derecho internacional, fue trasladado a Israel a través de la frontera, y fue torturado, incluso sentado en una silla con el respaldo tachonado de clavos, que le perforaban la espalda si se inclinaba hacia atrás, durante muchas horas de interrogatorio; además, el juez lo acusó abiertamente de terrorista incluso antes de juzgarlo.»
La esposa de Marwan, Fadwa, ella misma abogada, dice, conmocionada por el veredicto, que esperaba quizá una condena de cinco o siete años, un máximo de diez.
En los últimos años se ha visto a Fadwa dirigiendo grandes concentraciones en Palestina en favor de su marido, a menudo utilizando sus palabras escritas desde la cárcel, y siendo agredida por soldados israelíes con gases lacrimógenos.
Ha viajado mucho para hablar en favor de Marwan. Y, en octubre de 2013, hay imágenes que la muestran en la celda de Mandela en la isla sudafricana de Robben, lanzando la campaña mundial internacional para «Liberar a Marwan Barghouti y a todos los presos políticos», liderada por la Fundación Ahmed Kathrada, en honor a un hombre que pasó 26 años en las cárceles de la Sudáfrica del apartheid.
Kathrada fue también la persona que inició la primera campaña Free Mandela, antes de unirse a su amigo durante largas décadas en prisión.
Asesinatos, burlas de la justicia en los tribunales, duras condiciones carcelarias, pérdida de tiempo para las familias y ser calificado de terrorista, eran las realidades cotidianas de la lucha sudafricana contra el apartheid. Marwan era como un hermano para los veteranos de la larga lucha contra el apartheid: ellos también sufrieron la difamación y las etiquetas de comunista y terrorista.
El tiempo en prisión es extraordinariamente común para los palestinos, con un millón de personas detenidas desde 1967, y los informes regulares de los grupos por los derechos humanos de malos tratos, torturas, palizas y abusos, incluso de niños y mujeres.
La cárcel forma parte de la experiencia de casi todas las familias y comunidades. Diez mil niños han estado en detención militar en los últimos 20 años, según Save the Children. Todo palestino puede identificarse con los mil días de confinamiento solitario de Marwan, la larga huelga de hambre y los años en que se le negaron las visitas familiares.
Humillaciones en los puestos de control
Desde el 7 de octubre, el problema de las prisiones ha sido especialmente grave, ya que el número sin precedentes de palestinos retenidos se duplicó, pasando de 5.200 en las dos primeras semanas. A continuación, miles de detenidos fueron devueltos a Gaza bajo los bombardeos. Estallaron nuevas campañas de detenciones. Muchos presos están recluidos en régimen de detención administrativa, lo que significa que a menudo permanecen detenidos durante años sin juicio ni cargo alguno.
Las escenas íntimas de la película, en las que Fadwa conoce a un joven preso liberado y le pregunta sin aliento si ha visto a Marwan y cómo está, revelan su profundo dolor y lo mucho que lo echa de menos, y también el orgullo del joven por haber estado con Marwan.
Una escena la muestra preparándose cuidadosamente para una visita prometida después de años de no permitírsele; está sonriendo y empacando una pesada bolsa de libros, que, según ella, es lo que él quiere más que nada.
El largo trayecto en el autobús de la Cruz Roja, entre todas las demás mujeres, niños y ancianos, son muchas horas de ansiosa anticipación. Fadwa describe la rutina de un comienzo a las cinco de la mañana y un día lleno de humillaciones en los puestos de control y en la propia prisión, que termina en casa sobre las ocho de la tarde.
Una escena filmada la muestra subiendo al autobús a la salida de la prisión, con el rostro desencajado. Y el espectador tarda un momento en darse cuenta de que no se le permitió verle. Es insoportable verla llevar la pesada bolsa de libros de vuelta a su casa.
Para entonces, el espectador ya ha visto a Fadwa en casa, con sus tres hijos, Qasam, Sharif y Arab, y su hija Ruba.
La fuerte y eficiente activista muestra un rostro suave en las escenas domésticas, con los nietos en brazos y la cálida familia que ha mantenido unida en solitario durante estas décadas.
Su marido se ha perdido graduaciones, bodas y nacimientos de nietos. Fadwa escucha a sus tres hijos, elocuentes y muy educados, hablar de su padre, abrazar a los recién nacidos, llevar una vida responsable, y el espectador se hace una idea de la extraordinaria fuerza unida de la familia.
“Ojos tan brillantes”
Otro día, en otro autobús de la Cruz Roja, después de la huelga de hambre, dos de los hermanos, Sharif y Arab, apenas pueden contener su emoción cuando se van acercando a la prisión. Sharif no ha visto a Marwan desde hace 18 meses, Arab desde hace tres años. (Qasam estuvo cuatro años en prisión y vio a su padre entonces, pero no hay visitas para un expreso).
Los hermanos hablan de racionar los preciosos minutos de la visita, hay tanto que decir: cinco minutos para las noticias familiares, siete para las experiencias de Arab estudiando en Estados Unidos, y guardarán quince para todas las demás personas que querrán saludar a Marwan. «Le quieren, y él se alimenta de ellos».
Salen eufóricos de las manos de su padre sobre el cristal saludándoles, delgado, pero con «los ojos tan brillantes». Llaman a su madre desde el autobús, contándole todos los detalles.
La atmósfera de estas vidas palestinas dedicadas a luchar contra la ocupación mediante una disciplinada educación en la cárcel como camino hacia la paz rara vez se evoca para los angloparlantes.
La inconfundible voz de Mahmoud Darwish, leyendo su emblemático poema “Sobre esta Tierra”, acerca del amor y la vida a la sombra de la Madre Palestina, lo realza. La música especialmente compuesta por Brian Eno, músico inglés defensor de numerosas causas humanitarias, es otro de los hilos de la belleza.
Las cineastas, Sophia y Georgia Scott, contemplaron por vez primera el rostro de Marwan mientras trabajaban en Beirut y lo veían por todas partes en los muros del campo de Shatila. La curiosidad las llevó a explorar su historia y a conocer a Qasam. Después llegó la película.
Una de sus productoras es Sawsan Asfari, que ha estado detrás de películas tan originales como Wajib, de Annemarie Jacir, en 2017, y Queens of Syria, en 2014.
La distribución de películas palestinas es, según Asfari, «todo un reto, y necesita coraje, convicción y esfuerzo colectivo, pero todo ello hace que finalmente podamos llegar a buen puerto».
Foto de portada: El rostro del preso palestino Marwan Barghouti, recluido en una cárcel israelí desde 2002, aparece pintado en el muro levantado por Israel, 6 de noviembre de 2023 (AFP).
HOLA BUENOS DÍAS ,..ME PREGUNTO PORQUE ÉSTA INFORMACIÓN Y OTRAS SIMILARES NO SALEN A LA LUZ PÚBLICA NI SON INCLUIDAS EN LOS NOTICIEROS PARA QUE EL MUNDO SE ENTERE DE LA. ESPANTOSA REALIDAD QUE SUFRE EL PUEBLO PALESTINO
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