Chris Hedges, The Chris Hedges Report, 31 enero 2024
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Chris Hedges es un periodista ganador del Premio Pulitzer que fue corresponsal en el extranjero durante quince años para The New York Times, donde ejerció como jefe de la Oficina de Oriente Medio y de la Oficina de los Balcanes. Entre sus libros figuran: American Fascists: The Christian Right and the War on America, Death of the Liberal Class, War is a Force That Gives Us Meaningy Days of Destruction, Days of Revolt, una colaboración con el dibujante de cómics y periodista Joe Sacco. Con anterioridad, había trabajado en el extranjero para The Dallas Morning News, The Christian Science Monitor y NPR. Fue, hasta 2022, el presentador del programa On Contact, nominado en 2017 a los premios Emmy.
En Gaza no queda ningún sistema sanitario eficiente. Los bebés mueren. A los niños se les amputan miembros sin anestesia. Miles de enfermos de cáncer y de personas que necesitan diálisis carecen de tratamiento. El último hospital oncológico de Gaza ha dejado de funcionar. Se calcula que 50.000 mujeres embarazadas no tienen un lugar seguro para dar a luz. Son sometidas a cesáreas sin anestesia. Las tasas de abortos espontáneos han aumentado un 300% desde que comenzó el asalto israelí. Los heridos mueren desangrados. No hay saneamiento ni agua limpia. Los hospitales han sido bombardeados. El Hospital Nasser, uno de los últimos hospitales en funcionamiento de Gaza, está «al borde del colapso«. Las clínicas, junto con las ambulancias -79 en Gaza y más de 212 en Cisjordania- han sido destruidas. Alrededor de 400 médicos, enfermeras, personal sanitario y trabajadores de la salud han sido asesinados, más que el total de todos los trabajadores de la salud muertos en conflictos en todo el mundo juntos desde 2016. Más de 100 han sido detenidos, interrogados, golpeados y torturados, o han desaparecido a manos de soldados israelíes.
Los soldados israelíes entran habitualmente en los hospitales para llevar a cabo evacuaciones forzosas -el miércoles las tropas entraron en el Hospital al-Amal de Jan Yunis y exigieron a los médicos y a los palestinos desplazados que se marcharan-, así como para acorralar a los detenidos, incluidos heridos, enfermos y personal médico. El martes, disfrazados de trabajadores hospitalarios y civiles, soldados israelíes entraron en el hospital Ibn Sina de Yenín (Cisjordania) y asesinaron a tres palestinos mientras dormían.
Los recortes en la financiación del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA, por sus siglas en inglés) -castigo colectivo por la presunta implicación en el ataque del 7 de octubre de 12 de sus 13.000 trabajadores– acelerarán el horror, convirtiendo los ataques, el hambre, la falta de atención sanitaria y la propagación de enfermedades infecciosas en Gaza en un maremoto de muerte.
Los cargos sin pruebas, que incluyen la acusación de que el 10% de todo el personal de la UNRWA en Gaza tiene vínculos con grupos militantes islamistas, aparecieron en el Wall Street Journal. La reportera, Carrie-Keller Lynn, sirvió en las fuerzas de la ocupación de Israel. Dadas las numerosas mentiras que Israel ha empleado para justificar su genocidio, incluidos los «bebés decapitados» y las «violaciones masivas«, es razonable suponer que puede tratarse de otra invención.
Las acusaciones, de las que apenas hay detalles, se basan al parecer en confesiones de detenidos palestinos, con toda seguridad después de haber sido golpeados o torturados. Estas acusaciones bastaron para que 17 países, entre ellos Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia, Australia y Japón, cortaran o retrasaran la financiación de esta agencia vital de la ONU. La UNRWA es lo único que se interpone entre los palestinos de Gaza y la hambruna. Un puñado de países, entre ellos Irlanda, Noruega y Turquía [y España], mantienen su financiación.
Ocho de los empleados de la UNRWA acusados de participar en el ataque del 7 de octubre en el sur de Israel, donde murieron 1.139 personas y 240 fueron secuestradas, fueron despedidos. Dos han sido suspendidos. UNRWA ha prometido una investigación. Representan el 0,04% del personal de UNRWA.
Israel pretende destruir no sólo el sistema sanitario y las infraestructuras de Gaza, sino también a la UNRWA, que proporciona alimentos y ayuda a 2 millones de palestinos. El objetivo es hacer que Gaza sea inhabitable y limpiar étnicamente a los 2,3 millones de palestinos de Gaza. Cientos de miles ya se mueren de hambre. Más del 70% de las viviendas han sido destruidas. Más de 26.700 personas han sido asesinadas y más de 65.600 han resultado heridas. Hay miles de desaparecidos. Alrededor del 90% de la población de Gaza de antes de la guerra ha sido desplazada, y muchos viven a la intemperie. Los palestinos se han visto reducidos a comer hierba y beber agua contaminada.
Noga Arbell, exfuncionaria del Ministerio de Asuntos Exteriores israelí, durante un debate en el Parlamento israelí el 4 de enero, declaró: «Será imposible ganar la guerra si no destruimos la UNRWA, y esta destrucción debe comenzar inmediatamente».
«La UNRWA es una organización que perpetúa el problema de los refugiados palestinos», dijo el primer ministro Benjamin Netanyahu en 2018. «También perpetúa la narrativa del llamado ‘derecho al retorno’ con el objetivo de eliminar al Estado de Israel, y por lo tanto UNRWA debe desaparecer».
Un alto funcionario israelí no identificado elogió la suspensión de la financiación a la UNRWA, pero insistió el miércoles en que el gobierno no estaba pidiendo su cierre.
Más de 152 empleados de la UNRWA en Gaza -entre directores de escuela, profesores, trabajadores sanitarios, un ginecólogo, ingenieros, personal de apoyo y un psicólogo- han sido asesinados desde que comenzaron los ataques israelíes. Más de 141 instalaciones de la UNRWA han sido bombardeadas hasta quedar reducidas a escombros. La cifra de muertos es la mayor pérdida de personal durante un conflicto en la historia de la ONU.
La destrucción de instalaciones sanitarias y los ataques contra médicos, enfermeras, personal sanitario y otros miembros del personal son especialmente repugnantes. Significa que los más vulnerables, los enfermos, los bebés, los heridos y los ancianos, y quienes los atienden, están a menudo condenados a muerte.
Los médicos palestinos piden a médicos y organizaciones médicas de todo el mundo que condenen el asalto al sistema sanitario y movilicen a sus instituciones para protestar.
«El mundo debe condenar los actos contra los profesionales médicos que están ocurriendo en Gaza», escribe el director del hospital Al-Shifa, Muhammad Abu Salmiya, que fue detenido junto con otro personal médico por los israelíes en noviembre de 2023 mientras evacuaba con un convoy de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y que permanece bajo custodia. «Esta misiva es un llamamiento a todos los seres humanos, a todas las comunidades médicas y a todos los profesionales de la salud del mundo para que pidan que cesen estas actividades antihospitalarias dentro y alrededor de los hospitales, que es una obligación civil según el derecho internacional, la ONU y la OMS».
Pero estas instituciones -con algunas excepciones notables como la American Public Health Association, que ha pedido un alto el fuego- han permanecido en silencio o, como en el caso del Dr. Matthew K. Wynia, director del Centro de Bioética y Humanidades de la Universidad de Colorado, han intentado justificar los crímenes de guerra israelíes. Estos médicos -que de algún modo consideran aceptable que en Gaza se mate a un niño cada 10 minutos de media- son cómplices de genocidio y violan la Convención de Ginebra. Abrazan la muerte como solución, no la vida.
Robert Jay Lifton en su libro «The Nazi Doctors: Medical Killing and the Psychology of Genocide» escribe que «los proyectos genocidas requieren la participación activa de profesionales educados -médicos, científicos, ingenieros, líderes militares, abogados, clérigos, profesores universitarios y otros maestros- que se combinan para crear no sólo la tecnología del genocidio sino gran parte de su fundamento ideológico, clima moral y proceso organizativo”.
Un grupo de 100 médicos israelíes defendió en noviembre de 2023 el bombardeo de hospitales en Gaza, alegando que se utilizaban como centros de mando de Hamás, acusación que Israel no ha podido verificar.
Los decanos de las facultades de Medicina de Estados Unidos y las principales organizaciones médicas, especialmente la American Medical Association (AMA), se han unido a las filas de universidades, facultades de derecho, iglesias y medios de comunicación para dar la espalda a los palestinos. La AMA cerró un debate sobre una resolución de alto el fuego entre sus miembros y ha pedido «neutralidad médica», aunque sí abandonó la «neutralidad médica» para denunciar la invasión rusa de Ucrania.
Denunciar este genocidio tiene un coste, un coste que no piensan pagar. Temen ser atacados. Temen destruir sus carreras. Temen perder financiación. Temen perder su estatus. Temen la persecución. Temen el aislamiento social. Este miedo les hace cómplices.
¿Y qué pasa con los que denuncian? Se les tacha de antisemitas y partidarios del terrorismo. Lara Sheehi, profesora de psicología clínica de la Universidad George Washington, fue expulsada de su trabajo. Al antiguo director de Human Rights Watch, Kenneth Roth, se le denegó una beca en el Carr Center for Human Rights Policy de Harvard por su supuesto «sesgo antiisraelí». El profesor de San Francisco Rabab Abdulhadi fue demandado por apoyar los derechos de los palestinos. Shahd Abusalama fue suspendida de la Universidad Sheffield Hallam del Reino Unido tras una feroz campaña de difamación, aunque la institución resolvió posteriormente su demanda por discriminación a su favor. El profesor Jasbir Puar, de la Universidad Rutgers, es un objetivo permanente del lobby israelí y sufre un acoso constante. Los estudiantes y profesores de medicina de Canadá se enfrentan a la suspensión o expulsión si critican públicamente a Israel.
El peligro no es sólo que se denuncien los crímenes israelíes. El peligro, más importante, es que se ponga de manifiesto la bancarrota moral y la cobardía de las instituciones y sus dirigentes.
Esto me lleva a la Dra. Rupa Marya, profesora de medicina de la Universidad de California en San Francisco (UCSF), cuyo llamamiento a poner fin a los bombardeos de hospitales y a examinar el impacto del sionismo como ideología racista desató un torrente de ataques vitriólicos contra ella, ataques tácitamente respaldados por la facultad de medicina en la que trabaja.
La Canary Mission, organización sionista que trata de difamar y destruir las carreras de los estudiantes y profesores que critican a Israel y defienden los derechos de los palestinos, la ha calumniado como antisemita y la ha convertido en blanco de sus ataques. Se le han cancelado compromisos para dar conferencias y ha recibido amenazas de muerte y mensajes como: «Suicídate, retrasada mental», «Judía de mierda» y «Los blancos son el mejor pueblo de la Tierra. Y tú lo sabes».
Pueden ver su declaración sobre la campaña contra ella aquí.
Hay un contraste sorprendente entre el tratamiento de la Dra. Marya y los médicos que vitorean el genocidio. Al médico de la UCSF Matt Cooperberg, que ocupa la cátedra familiar Helen Diller de Urología, le «gustaron» publicaciones en las redes sociales como «REMOVE Palestinians from the [sic] MAP» (Sacad a los palestinos del mapa) y una cita de la ex primera ministra israelí Golda Meir: «Somos capaces de perdonar a los [sic] árabes por matar a nuestros hijos. Somos incapaces de perdonar a los árabes por obligarnos a matar a sus hijos».
«La cátedra financiada de Cooperberg proviene de la Helen Diller Family Foundation, el mayor donante de la UCSF, que hasta la fecha ha donado unos 1.150 millones de dólares al campus sanitario», escribe Marya. «En 2018, debido a un error en un formulario de impuestos, la Fundación de la Familia Helen Diller quedó expuesta como financiadora de la Canary Mission. La Fundación intentó borrar su conexión después de esta exposición”.
Continúa Marya:
«Como miembro de la facultad de la UCSF, el dermatólogo caído en desgracia Howard Maibach expuso e inyectó a más de 2.600 personas negras y morenas encarceladas con productos químicos en experimentos que se hacían eco de los experimentos juzgados en el Juicio a los Médicos (Nuremberg) pocos años antes de que él fuera a la facultad de medicina de Pensilvania», prosigue. «Allí estudió con Albert Kligman, que le enseñó a explotar a los negros para experimentos médicos, documentados ampliamente en el libro de no ficción de terror, ‘Acres of Skin’«. Maibach también promovió nociones de diferencias raciales en base a la piel, fomentando ideas racistas de la pseudociencia de la eugenesia. La raza es una construcción social que consagra el supremacismo. No es una realidad biológica.
La mayoría de los experimentos de Maibach se llevaron a cabo sin consentimiento informado, y aunque la UCSF emitió una disculpa, Maibach sigue siendo empleado de la Universidad de California. Su familia apoya a los Amigos de las Fuerzas Israelíes (Friends of the IDF) y está representado por Alan Dershowitz, que también defendió el bombardeo de hospitales en Gaza. Dershowitz intentó impedir que hablara en la primera Gran Ronda Nacional sobre Equidad Sanitaria de la AMA, en la que la académica Harriet Washington, que estudia la experimentación médica con negros, puso de relieve las prácticas racistas de Maibach. Tras el asesinato de George Floyd, profesores, estudiantes y alumnos de color de la UCSF sacaron a la luz la historia de Maibach, y muchos han expresado su horror por tener que seguir sentándose en la misma sala que este hombre durante las Grandes Rondas de Dermatología. Pero el problema no es sólo un hombre. Es un sistema que permite que alguien con estos valores y acciones siga estando presente en nuestra comunidad de aprendizaje y práctica.«
La deshumanización de los palestinos está sacada del libro de jugadas de todos los proyectos coloniales de asentamientos, incluido el nuestro. Este racismo, que tacha a las personas de color de «animales humanos», está codificado en el ADN de nuestras instituciones. Infecta a los elegidos para dirigir estas instituciones. Se encuentra en el núcleo de nuestra identidad nacional. Por eso los dos partidos gobernantes y las instituciones que los sustentan están del lado de Israel. Alimenta la lógica pervertida de canalizar armas y miles de millones de dólares en ayudas para mantener la ocupación y el genocidio de Israel.
La Historia no nos juzgará amablemente. Pero venerará a quienes, bajo el asedio, tuvieron el valor de decir no.
Ilustración de portada: La espada de Damocles (por Mr. Fish).