La destitución de Zaluzhny no sirve ni de tirita cuando la estrategia ucraniana se desangra

Anatol Lieven, Responsible Statecraft, 9 febrero 2024

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Anatol Lieven es catedrático en la Escuela de Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown, en Qatar, profesor visitante en el Departamento de Estudios de Guerra del King’s College de Londres y miembro senior de la Fundación New America en Washington DC. Es autor del libro “Pakistán: A Hard Country”. Anatol pasó la primera parte de su carrera como periodista en Afganistán, Pakistán y la antigua URSS.

La destitución por el presidente Volodymyr Zelensky del jefe del ejército ucraniano, el general Valery Zaluzhny, es una apuesta política colosal y parece indicar un creciente estado de desesperación en Kiev. El trasfondo de este movimiento radica en el fracaso de la ofensiva ucraniana del año pasado y en los intentos tanto de desviar la culpa como de elaborar una nueva estrategia que pueda prometer a Ucrania una futura victoria.

La derrota ucraniana del año pasado dio lugar a un juego de acusaciones bastante desacreditado en Washington, en el que los militares estadounidenses, y algunos ucranianos, sugirieron que si Zaluzhny hubiera seguido sus (supuestos) consejos y hubiera concentrado sus fuerzas para atacar en un frente estrecho (en lugar de atacar en varios lugares simultáneamente), los ucranianos habrían podido abrirse paso.

Se trata de un argumento bastante extraño, ya que fue precisamente este tipo de ataques en frentes estrechos lo que el ejército ruso intentó varias veces inmediatamente después de la invasión, y lo que provocó repetidos desastres. Ignora el hecho de que, al igual que la inteligencia por satélite estadounidense permitió a los ucranianos identificar las concentraciones rusas locales y concentrarse a su vez, la inteligencia por satélite rusa hace lo mismo cuando son los ucranianos los que atacan.

La verdad es que en el verano de 2023 el ejército ucraniano simplemente no tenía la superioridad en hombres y potencia de fuego que le habría permitido romper líneas fuertemente fortificadas por un enemigo numeroso y bien armado. Haber tenido éxito contra estas probabilidades habría sido un acontecimiento excepcionalmente inusual en la historia militar. Tampoco hay perspectivas significativas de que los ucranianos puedan tener éxito en el futuro, ya que, aunque reciban nuevo armamento occidental durante el próximo año, Rusia aprovechará este año para fortificar aún más sus líneas defensivas.

La destitución de Zaluzhny por parte de Zelensky también refleja el hecho de que el general ha sido considerado durante mucho tiempo como el futuro rival político más peligroso del presidente, dado su prestigio en el ejército y su popularidad entre el pueblo ucraniano. No sabemos cómo reaccionará Zaluzhny ante su destitución. Tal vez haya hecho algún trato con Zelensky.

Sin embargo, los riesgos para el presidente son evidentes. Aunque el sustituto de Zaluzhny, el general Oleksandr Syrsky, también goza de considerable prestigio como defensor de Kiev al principio de la guerra, muchos soldados ucranianos le culpan de haber cedido a la presión política y de haber desperdiciado vidas ucranianas en lo que se consideró un intento innecesario y condenado al fracaso de mantener la ciudad de Bajmut el año pasado. También existe un considerable resentimiento entre los soldados debido a su impresión de que no sólo Zaluzhny, sino los militares en general están siendo los chivos expiatorios del fracaso del año pasado.

A Zelensky no le ayuda el hecho de que, tras la derrota ucraniana, reprendiera y contradijera públicamente a Zaluzhny por afirmar que la guerra había llegado a un punto muerto y que Ucrania tendría ahora que pasar a la defensiva, para luego aceptar la postura del general cuando la realidad militar (y los consejos de Washington) se hicieron abrumadores.

Tampoco está claro que el nombramiento del general Syrsky vaya a cambiar o mejorar otro factor crítico que llevó a un punto crítico la tensión entre Zelensky y Zaluzhny: el servicio militar obligatorio. Una lección sorprendente de esta guerra es que la victoria depende de la combinación del armamento más reciente con un gran número de soldados combatientes. En 2022, las derrotas rusas se debieron en gran medida al hecho de que invadieron con un número demasiado escaso de tropas. El espectacular éxito ucraniano en Járkov en septiembre de 2022 se debió en gran medida a que en ese frente superaban considerablemente en número a los rusos.

Hoy, sin embargo, Ucrania se está quedando sin hombres. Rusia tiene más de cuatro veces la población de Ucrania, y está reclutando a más soldados, además de mejorar radicalmente sus tácticas y armamento. El ejército ucraniano se ha visto mermado por las enormes bajas y la creciente falta de voluntad de la población para servir. La edad media de los soldados ucranianos es ahora de 43 años, demasiado avanzada para una plena eficacia militar.

Por ello, en los últimos meses, el general Zaluzhny insistió cada vez más en la necesidad de ampliar y endurecer en gran medida el servicio militar obligatorio. Esto fue respaldado por los soldados, y se entrelazó con su creciente enfado por la corrupción en Kiev y la evasión del servicio por parte de los hijos de las élites. Sin embargo, las medidas para endurecer el reclutamiento y aumentar las penas por eludir el servicio encontraron una fuerte resistencia en la población y entre los políticos.

Como resultado de esta resistencia, y quizás de la poca disposición de los diputados a ver a sus propios hijos reclutados, la versión inicial de una ley que reforzaba el servicio militar obligatorio fue derrotada en el parlamento ucraniano en enero. Zelensky ha reintroducido una versión suavizada, pero no está claro que sea suficiente para compensar la población y los recursos mucho mayores de Rusia.

Las perspectivas militares de Ucrania también se han visto drásticamente amenazadas por la negativa hasta la fecha de los republicanos del Congreso de Estados Unidos a acordar nuevas ayudas para Ucrania. Sin ellas, Ucrania sencillamente no dispondrá de las armas que necesita para continuar la lucha. La Unión Europea ha dispuesto un paquete de ayuda de 50.000 millones de euros que será fundamental para apoyar la economía ucraniana; pero los funcionarios europeos han admitido con franqueza que Europa no está en condiciones de sustituir la ayuda militar estadounidense. Ucrania se enfrenta, por tanto, a una doble amenaza: armas sin soldados y soldados sin armas. Si esto sigue así, es poco probable que Ucrania pueda siquiera mantener una guerra defensiva de desgaste contra Rusia.

Además, aunque el Congreso estadounidense llegue a un compromiso sobre la ayuda a Ucrania, esta cuestión no desaparecerá por mucho tiempo. La lucha en el Congreso de Estados Unidos -y en particular el papel del expresidente Trump y sus partidarios en el bloqueo de un compromiso- refleja, por supuesto, maniobras políticas como parte de la campaña electoral presidencial estadounidense. Sin embargo, la postura republicana también refleja un sentimiento genuino que se extiende por gran parte de Europa y ayuda a impulsar el ascenso de la derecha populista allí: que la verdadera amenaza para la seguridad y la estabilidad de las sociedades occidentales proviene de la disfunción interna impulsada en parte por la migración ilegal; y que lo que sucede en Ucrania es irrelevante para estas cuestiones.

Se piense lo que se piense de las soluciones que se ofrecen, sería erróneo y peligroso que los defensores de la ayuda a Ucrania desestimaran estas preocupaciones. Porque si la guerra continúa indefinidamente, no bastará con que el Congreso y la Unión Europea lleguen a acuerdos que proporcionen ayuda a Ucrania para el año que viene. Tendrán que hacerlo el año que viene, y el siguiente, y el siguiente. Ningún gobierno occidental puede garantizarla seria y honestamente.

Además, que Ucrania se mantenga a la defensiva -incluso si lo hace con éxito- implica algo que los analistas occidentales y muchos ucranianos están empezando a reconocer, aunque pocos han estado dispuestos todavía a declararlo públicamente: que si Ucrania permanece indefinidamente a la defensiva, las zonas de Ucrania ocupadas por Rusia seguirán en manos rusas; no legalmente, por supuesto, sino de facto.

Como pude comprobar durante mi visita a Ucrania, incluso antes del fracaso de la ofensiva del año pasado, una minoría considerable de ucranianos estaba dispuesta a decir en privado que Ucrania debía transigir con Rusia y aceptar la pérdida de esos territorios, si la alternativa eran años de guerra y cientos de miles de muertos más, sin ninguna perspectiva realista de que esos sacrificios trajeran el éxito. Según los sondeos de opinión, la derrota de la ofensiva ucraniana ha provocado un aumento significativo de este sentimiento.

Sin embargo, el gobierno ucraniano y gran parte de la clase dirigente se han aferrado al principio de que el único resultado aceptable es la retirada completa de Rusia. Cambiar esta posición será excepcionalmente doloroso y difícil; y una forma de entender la actual agitación política en Kiev es que todas las diferentes figuras y grupos están tratando de posicionarse para echar la culpa de un eventual compromiso con Rusia a otro.

El peligro para Ucrania es que, dado el desgaste de la ayuda estadounidense, las crecientes probabilidades militares a favor de Rusia y las tensiones reflejadas por la destitución de Zaluzhny, si Kiev espera demasiado para buscar un compromiso puede que no le quede nada con lo que negociar, no sólo por los acontecimientos en el campo de batalla, sino por el colapso de la unidad política dentro de Ucrania.

Foto de portada: Un soldado del ejército ucraniano y un bombero se dan un apretón de manos ante la pintada que representa al general Valery Zaluzhny, exjefe de las fuerzas armadas de Ucrania, en el centro de Huliaipole (Andriy Andriyenko / SOPA Images/Sipa USA, vía Reuters).

Voces del Mundo

Deja un comentario