Ramzy Baroud, CounterPunch.com, 16 febrero 2024
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Ramzy Baroud es periodista y director de The Palestine Chronicle. Es autor de cinco libros, el último de ellos es «These Chains Will Be Broken: Palestinian Stories of Struggle and Defiance in Israeli Prisons» (Clarity Press, Atlanta). El Dr. Baroud es investigador principal no residente en el Centro para el Islam y los Asuntos Mundiales (CIGA) de la Universidad Zaim de Estambul (IZU). Su sitio web es www.ramzybaroud.net
El 8 de febrero, el canciller alemán Olaf Scholz estuvo en Washington en visita oficial, con el objetivo de trabajar conjuntamente con Estados Unidos para «asegurarse de que Israel tiene todo lo que necesita para defenderse».
Si tal declaración se hubiera hecho poco después de la Operación Inundación de Al-Aqsa del 7 de octubre, podría entenderse su lógica, basada en la conocida e inherente predisposición tanto de Washington como de Berlín hacia Israel.
Sin embargo, la declaración y la visita se realizaron el 125º día de uno de los genocidios más sangrientos de la historia moderna.
El portavoz de la Casa Blanca, John Kirby, destacó el propósito de la visita en una rueda de prensa a pesar de que, horas más tarde, el presidente estadounidense, Joe Biden, admitió que Israel se había «excedido» en su respuesta al ataque de Hamás del 7 de octubre.
Si matar y herir a más de 100.000 civiles -suma y sigue- es la versión israelí de la autodefensa, entonces tanto Scholz como Biden han hecho un trabajo espléndido al garantizar que Israel tiene todo cuanto necesita para lograr su sangrienta misión.
Sin embargo, en este contexto, ¿quién tiene derecho a la autodefensa, Israel o Palestina?
En una reciente visita a un hospital de un país de Oriente Medio que mantengo confidencial como condición previa para mi visita, fui testigo de una de las imágenes más horribles que uno pueda ver. Decenas de niños palestinos sin extremidades, algunos todavía luchando por su vida, otros con quemaduras graves y otros en coma.
Los que podían usar las manos habían dibujado banderas palestinas que colgaban de las paredes junto a sus camas de hospital. Algunos llevaban camisetas de Bob Esponja y otros gorros con personajes de Disney. Eran puros, inocentes y muy palestinos.
Un par de niños hicieron el signo de la victoria en cuanto nos despedimos. Los pequeños querían comunicar al mundo que siguen siendo fuertes y que saben exactamente quiénes son y de dónde vienen.
Los niños eran demasiado pequeños para darse cuenta del contexto jurídico y político de sus fuertes sentimientos hacia su patria.
La Resolución 3236 (XXIX) de la Asamblea General de la ONU ha «afirmado el derecho inalienable del pueblo palestino en Palestina (…), el derecho a la autodeterminación, (y) el derecho a la independencia y soberanía nacionales».
La frase «derecho de los palestinos a la autodeterminación» es quizás la frase más frecuentemente pronunciada en relación con Palestina y la lucha palestina desde la creación de la ONU.
El 26 de enero, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) afirmó también lo que ya sabemos, que los palestinos son un «grupo nacional, étnico, racial o religioso» distinto.
Esos niños palestinos heridos no necesitan lenguaje jurídico ni eslóganes políticos para situarse. El derecho a vivir sin miedo al exterminio, sin bombas y sin ocupación militar es un derecho natural, que no requiere argumentos jurídicos y que no se deja intimidar por el racismo, el discurso del odio o la propaganda.
Desgraciadamente, no vivimos en un mundo de sensatez, sino en sistemas jurídicos y políticos patas arriba que sólo existen para atender a los fuertes.
En este mundo paralelo, a Scholz le preocupa más que Israel pueda «defenderse» que una población palestina asediada, hambrienta, desangrada e incapaz de lograr ninguna medida tangible de justicia.
A pesar de ello, Israel sigue sin tener derecho a defenderse.
Lógicamente, quienes llevan a cabo actos de agresión no deberían exigir a sus víctimas que se abstengan de contraatacar.
Los palestinos han sido víctimas del colonialismo israelí, la ocupación militar, el apartheid racial, el asedio y ahora el genocidio. Por lo tanto, que Israel invoque el Artículo 51 del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas es una burla al derecho internacional.
El Artículo 51, a menudo utilizado por las grandes potencias para justificar sus guerras e intervenciones militares, fue diseñado con un espíritu jurídico completamente diferente en mente.
El Artículo 2 (4) del Capítulo I de la Carta de la ONU prohíbe «la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales». También «exhorta a todos los Miembros a respetar la soberanía, la integridad territorial y la independencia política de los demás Estados”.
Dado que Israel viola el artículo 2 (4), sencillamente no tiene derecho a invocar el artículo 51.
En noviembre de 2012, Palestina fue reconocida como Estado observador en la ONU. También es miembro de innumerables tratados internacionales, y está reconocida por 139 países de los 193 miembros de la ONU.
Incluso si aceptamos el argumento de que la Carta de la ONU sólo se aplica a los miembros de pleno derecho de la ONU, todavía puede establecerse el derecho palestino a la autodefensa.
En 1960, la Declaración nº 1594 de la Asamblea General garantizó la independencia a las naciones y pueblos colonizados. Aunque no discutía el derecho de los colonizados a utilizar la fuerza, condenaba el uso de la fuerza contra los movimientos de liberación.
En 1964, la AGNU votó a favor de la Resolución nº 2105, que reconocía la legitimidad de la «lucha» de las naciones colonizadas por ejercer su derecho a la autodeterminación.
En 1973, la Asamblea aprobó la Resolución 38/17 de 1983. El lenguaje, esta vez, era inequívoco: Los pueblos tienen derecho a luchar contra la dominación extranjera colonial por todos los medios posibles, incluida la lucha armada.
La misma dinámica que gobernaba la ONU en sus inicios continúa hasta hoy, donde los países occidentales, que representaban el grueso de todas las potencias coloniales en el pasado, siguen otorgándose el monopolio sobre el uso de la fuerza. Por el contrario, el Sur Global, que ha sufrido bajo el yugo de esos regímenes occidentales, insiste en que también tiene derecho a defenderse de la intervención extranjera, el colonialismo, la ocupación militar y el apartheid.
Mientras Scholz estaba en Washington discutiendo aún más formas de matar a civiles palestinos, el país de Nicaragua presentó una petición oficial para unirse a Sudáfrica en su esfuerzo por responsabilizar a Israel por el crimen de genocidio en Gaza.
Es interesante ver cómo los colonizadores y los colonizados siguen construyendo relaciones y solidaridad en torno a los mismos viejos principios. El Sur Global está, de nuevo, levantándose en solidaridad con los palestinos, mientras que el Norte, con algunas excepciones, sigue apoyando la opresión israelí.
Justo antes de abandonar el hospital, un niño herido me entregó un dibujo. En él aparecían varias imágenes, apiladas una encima de otra, como si el pequeño estuviera creando una cronología de los acontecimientos que condujeron a su herida: una tienda de campaña, con él dentro; un soldado israelí disparando a un palestino; barrotes de una cárcel, con su padre dentro y, por último, un combatiente palestino sosteniendo una bandera.
Foto de portada: Olaf Scholz (imagen cortesía del Foro Económico Mundial).