Guerra contra Gaza: Todo apunta a una derrota estratégica de Israel

David Hearst, Middle East Eye, 14 marzo 2024

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


David Hearst es cofundador y redactor jefe de Middle East Eye, así como comentarista y conferenciante sobre la región y analista en temas relativos a Arabia Saudí. Fue redactor jefe de asuntos exteriores en The Guardian y corresponsal en Rusia, Europa y Belfast. Con anterioridad, fue corresponsal en temas de educación para The Scotsman.

El niño hablaba con la naturalidad de un adulto.

Faisal al-Jaldi habló del momento en que los soldados israelíes entraron en la casa de su familia, en el barrio de Sheij Radwan de la ciudad de Gaza, cuando se disponía a ir a la escuela.

«Mi madre estaba embarazada», contaba a un reportero de Alaraby TV que le estaba entrevistando. «Cuando íbamos a la escuela, ellos (los soldados israelíes) entraron en el salón y dispararon a mi madre en el estómago. Estaba embarazada, en el séptimo mes».

«¿Dónde estaba tu padre?»

«Estaba dormido», dijo el niño.

«¿Y entonces se despertó?»

«Lo mataron con mi madre la misma semana»

«¿El mismo día?”

«Sí»

«¿Delante de ti? ¿Viste cómo pasó?»

«Sí, fue delante de mí»

«¿Qué viste? ¿Qué pasó?

«Se los llevaron al pasillo y les dispararon delante de mí. Cuando estábamos en el pasillo, les dispararon delante de nosotros».

El mundo está mirando

Quizá estos soldados seguían las instrucciones del rabino Eliyahu Mali, director de una escuela judía en Yafa: «El principio básico que tenemos es que si vivimos la ‘guerra santa de la mitzvá‘, en este caso en Gaza, según la voz del juez, no dejarás ni un alma viva. El significado es muy claro. Si no los matas primero, ellos te matarán a ti”.

«Los terroristas de hoy son los niños del pasado. Y, en realidad, son las mujeres las que crean a estos terroristas. Lo que esto significa es que la definición ‘ni un alma vivirá’ es muy clara en las escrituras. Eres tú o ellas». Así que la Torá es clara sobre la necesidad de matar a mujeres y niños.”

¿Pero qué pasa con los ancianos?, preguntó un miembro del público al rabino. «No hay inocentes. Lo mismo ocurre con el anciano, que puede llevar un arma», dijo. «La Torá también es muy clara en el libro. En Gaza, según todas las estimaciones de las fuerzas de seguridad, el 95-98 por ciento quiere destruirnos. Eso es la mayoría. Es lo mismo [con los niños]. Si lo salvas, estás burlando a la Torá».

Quizá por eso otros soldados felicitaron recientemente a uno de sus camaradas que mató a un anciano desarmado con dificultades auditivas y del habla que estaba en su dormitorio con las manos en alto.

«Abrimos la puerta. Se agitó. Vino en mi dirección e hizo así (agita las manos). Lo maté con cuatro balas», dijo el soldado.

«¿Era el único?», preguntó un compañero en un vídeo publicado en X.

«No lo sé. No nos dio tiempo. Podría haber más. Había otra habitación. No tuvimos tiempo».

«¿Y él dijo, ‘no, no’?»

«Sí, ‘no, no’.»

«¿Y te lo cargaste? ¡Estupendo!»

Más tarde en el clip, se le preguntó al soldado: «¿No tenía armas? ¿Llevaba algo encima?»

«No, no, se escondió al lado de la cama».

«¡Qué grande eres!»

Los vídeos muestran a soldados israelíes hablando entre ellos. Parecen despreciar lo que pueda pensar el resto del mundo e ignoran por completo el efecto que estos vídeos están teniendo en todo el planeta.

Pero el mundo está mirando.

Contradicción en los términos

Durante 75 años, el mundo occidental se mostró indiferente. Pero esta guerra está obligando a los partidarios occidentales de Israel a ver todos los horrores de los crímenes que se están cometiendo en una campaña que hace cinco meses calificaban de justa. Incluso un crítico progresista de Israel, como el senador estadounidense Bernie Sanders, dijo hace cinco meses que la guerra contra Hamás era justa.

El grado de brutalidad y regocijo mostrado por los soldados israelíes en sus matanzas diarias; matar de hambre a Gaza, y luego lanzar panfletos en árabe diciendo a los palestinos que alimenten a los necesitados; asesinar a 400 personas que esperaban ayuda, y luego prometer inundar Gaza de ayuda; todo esto es demasiado para barrerlo debajo de la alfombra cuando termine esta guerra.

Palestinos desplazados en una tienda improvisada en un campamento en Rafah, Gaza, el 13 de marzo de 2024 (Mohammed Abed/AFP)

Se ha cruzado un rubicón. Con esta guerra, Israel ha entrado en la élite de los Estados parias. Ahora es el más feo de los feos. Es imposible perdonar. No puede justificarse ni contextualizarse. Toda la operación en Gaza es una atrocidad.

El sionismo liberal se ha convertido en una contradicción. Es demasiado exagerado.

Actuando así, Israel se ha convertido no en el hogar de un pueblo asediado y perseguido en todo el mundo durante milenios, sino en el Fort Knox del supremacismo judío, el heredero natural de los supremacistas blancos.

Esto está teniendo un efecto transformador en el pueblo judío de todo el mundo, en cuyo nombre y pasado común se están cometiendo estos crímenes.

No en nuestro nombre

El breve cri de coeur de Jonathan Glazer, el director británico de “La zona de interés”, no surgió de la nada cuando dijo durante su discurso de aceptación del Oscar: «Estamos aquí como hombres que refutan su judaísmo y el Holocausto secuestrado por una ocupación que ha llevado al conflicto a tanta gente inocente».

El mismo grito de «no en mi nombre» proviene de los miles de jóvenes judíos que marchan cada fin de semana en Londres para detener la guerra en Gaza.

Emily, activista judía del grupo Na’amod UK, declaró recientemente: «Creo que ha habido un ajuste de cuentas silencioso en nuestra comunidad, y puede verse porque el bloque sigue creciendo, el movimiento sigue creciendo, las organizaciones de base siguen creciendo cada vez más. Nunca he estado tan segura de que veré una Palestina libre».

Cuando se le preguntó qué opinaba de los intentos de su gobierno de tachar estas marchas de obra de extremistas, respondió: «Estoy muy cansada de que personas que no son judías me digan cómo debo sentirme como judía. Estoy harta de que me digan que tenga miedo cuando estas marchas son en general pacíficas, y la gente es tan amable con nosotros y nos está tan agradecida. Realmente demuestra la ignorancia de la opinión judía fuera de su pequeñísima chusma sionista».

De ahí viene el verdadero liderazgo. Está en las calles, no en el parlamento. Estos son los leones. Nuestros líderes políticos son los burros.

Israel y sus apologistas tienen razón al asustarse de lo que les dice una nueva generación de judíos estadounidenses y británicos.

Durante las últimas ocho décadas, Israel gobernó un consenso sobre su existencia, identidad y propósito que era más poderoso que todas las armas, dinero y emigrantes judíos que recibía.

Cuanto más se debilite este consenso, más rápidamente perderá Israel su influencia en los centros de las potencias occidentales. La compulsiva adicción a apoyar a Israel ya está poniendo patas arriba los propios intentos de Occidente de explicarse a sí mismo que es una fuerza moral, una fuerza del bien en el mundo.

Según la última definición de extremismo del gobierno británico, es correcto apoyar a un gobierno que hace caso omiso de la Convención sobre el Genocidio, mata de hambre a una población bajo ocupación y asesina a su antojo a madres y niños desarmados, pero es extremista protestar contra ello en las calles de Londres.

Esto es un absurdo patente.

Se deja a países como Sudáfrica que muestren el camino a Gran Bretaña. Ahora va a procesar a sus ciudadanos que regresen después de luchar para el ejército israelí.

Tardará tiempo en erosionarse, pero después de lo que ha ocurrido en Gaza, el futuro seguramente no garantizará el control que Israel tiene sobre todos los principales partidos políticos occidentales. No podrá dictar la definición de antisemitismo, ni garantizar los fondos que necesiten los aspirantes a políticos occidentales.

Hoy en día, todos los políticos conservadores y laboristas que aspiran a un cargo importante deben, casi por definición, ser Amigos de Israel, un club que mantiene un fuerte control sobre cada partido parlamentario. Esto podría no ser así para la próxima generación de políticos.

La oposición académica judía a Israel es fuerte y manifiesta. No puede calificarse de «marginal». Israel está empezando a perder la voz de los judíos de todo el mundo.

La guerra desde dentro

Los intentos del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de mantener esta guerra el mayor tiempo posible no están recibiendo ayuda desde dentro.

Dos altos cargos del gabinete de guerra han desafiado públicamente los deseos del primer ministro. El primer acto de desafío público lo protagonizó el ministro de Defensa, Yoav Gallant, quien anunció que sólo aceptaría presentar una nueva ley de reclutamiento militar si el partido Unidad Nacional de MK Benny Gantz se ponía de acuerdo sobre cómo regular la exención de los estudiantes de yeshivá del servicio militar obligatorio.

Gallant concedió a Gantz el derecho de veto sobre la ley, de la que depende la financiación gubernamental de las yeshivás, cuyos alumnos se niegan a servir. Sin esa ley, los partidos jaredíes abandonarían la coalición y colapsarían el gobierno.

El segundo acto vino de la mano de Gantz, que realizó visitas no autorizadas a Estados Unidos y Gran Bretaña, en las que Netanyahu ordenó a sus embajadas que no cooperaran. Pero tal es la debilidad política de Netanyahu, que ni Gantz ni Gallant pueden ser despedidos.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu (i), el ministro de Defensa, Yoav Gallant (c), y el ministro de Defensa, Benny Gantz, celebran una rueda de prensa en Tel Aviv, el 8 de octubre de 2023 (Abir Sultan/Pool/AFP).

Un tercer golpe para Netanyahu en otras tantas semanas fue la reciente declaración del rabino jefe sefardí Yitzhak Yosef, quien afirmó que, si el gobierno impusiera el servicio militar obligatorio a los jaredíes, éstos abandonarían Israel en masa. Yosef fue denunciado por un editorial del Jerusalem Post que dijo que sus palabras eran un insulto a los soldados que arriesgan sus vidas en Gaza.

El jefe de la guerra de Israel tiene cada vez menos autoridad dentro de Israel para dirigir la guerra que desea. El equilibrio de poder entre Israel y Hamás tampoco está tan claro como podría parecer a primera vista.

La campaña militar ha deteriorado sin duda a Hamás como fuerza de combate en Gaza, aunque los miembros de la dirección en Gaza han transmitido constantemente a su ala política en Doha y Beirut el mensaje de que confían en poder continuar.

Otro signo de su confianza en su capacidad para dar forma al futuro de Palestina y a su liderazgo es su lista de prisioneros que serían liberados a cambio de los rehenes israelíes restantes.

La última lista incluye a Marwan Barghouti, dirigente de Fatah condenado a cinco cadenas perpetuas acumuladas y 40 años de prisión por sus actos en la Segunda Intifada; Ahmed Saadat, secretario general del Frente Popular para la Liberación de Palestina; Abdullah Barghouti, dirigente militar de Hamás; e Ibrahim Hamid, dirigente durante la Segunda Intifada.

Si cualquiera de estos hombres fuera liberado, el efecto sería una sacudida estratégica del liderazgo palestino en todas las facciones: nacionalistas, seculares e islamistas.

Para los palestinos, esto supondría una enorme renovación política. También significaría el fin definitivo de una Autoridad Palestina (AP) que colabora con su ocupación.

Para Israel, la liberación de estos hombres supondría una oportunidad real de negociar el fin del conflicto. Pero sólo gente como Ami Ayalon, exjefe del Shin Bet, entiende este punto. En cambio, la última idea del gabinete de guerra es poner a otro títere de la AP, Majed Faraj, al mando de Gaza. La misión de Faraj está condenada antes de empezar, y haría bien en rechazar semejante regalo envenenado.

La luz verde se vuelve amarilla

La debilidad de Netanyahu está teniendo un profundo efecto en las élites políticas occidentales que apoyaron y armaron a Israel.

Las desavenencias del presidente estadounidense Joe Biden con Netanyahu son ahora públicas. El dirigente estadounidense que hace cinco meses dijo en voz muy alta que Israel tenía todo el derecho a defenderse, dice ahora que Israel no puede matar a otros 30.000 palestinos en nombre de la autodefensa.

No creo que Biden haya tenido un cambio drástico de opinión o que se le hayan caído las escamas de los ojos. Los funcionarios del gobierno estadounidense están plenamente informados de lo que ocurre sobre el terreno en Gaza en cada fase de esta operación.

Sabían, por ejemplo, que Hamás no estaba desviando convoyes de ayuda ni robando alimentos, y lo dijeron.

Si Biden se enfrenta a las consecuencias de haber dado a Israel la más brillante de las luces verdes para invadir Gaza tras el ataque de Hamás del 7 de octubre, esas consecuencias son principalmente electorales. El equipo de Biden se ha visto sorprendido por la magnitud del voto no comprometido.

Cientos de miles de votantes en todo Estados Unidos no votaron por ningún candidato en las primarias demócratas del Supermartes, a medida que el movimiento que insta a los votantes a votar «no comprometido» cobra fuerza en protesta por la gestión de Biden de la guerra en Gaza. Esto podría costarle en las elecciones generales de noviembre.

Las felicitaciones de Biden por el Ramadán fueron especialmente cálidas este año. Pero los árabes estadounidenses no quieren abrazos. Quieren un cambio de política. Y Biden sigue apoyando sólo un alto el fuego temporal, no uno permanente. Tampoco ha amenazado con detener el suministro de armas a Israel.

Sin embargo, se ha producido un cambio deliberado de tono. El líder de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer, el funcionario judío de mayor rango en Estados Unidos, apoyó sin reservas a Israel tras el ataque de Hamás de hace cinco meses. El jueves advirtió sin embargo a Israel de que no podrá sobrevivir si se convierte en un paria mundial.

Schumer acusó a Netanyahu de anteponer su supervivencia política al interés nacional y afirmó que había estado «demasiado dispuesto a tolerar el número de víctimas civiles en Gaza, que está llevando el apoyo a Israel en todo el mundo a mínimos históricos. Israel no puede sobrevivir si se convierte en un paria».

La pérdida de la opinión pública en Occidente, la continuación del caso de genocidio en el Tribunal Internacional de Justicia, la erosión del consenso judío y el nerviosismo de los partidarios de Israel: todos estos elementos apuntan a una derrota estratégica de Israel.

Aunque la guerra se detuviera ahora, el precio que Israel ha pagado por la reocupación de Gaza será más alto de lo que podría haber calculado hace cinco meses. Pero aún no se ha dado cuenta de ello. Ya se dará.

Foto de portada: Un soldado israelí en una posición a lo largo de la frontera entre el sur de Israel y la Franja de Gaza, el 31 de enero de 2024 (AFP).

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