Daniel Falcone y Richard Falk, CounterPunch.org, 9 abril 2024
Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Daniel Falcone es profesor, periodista y estudiante de doctorado en el programa de Historia Mundial de la Universidad St. John’s de Jamaica (Nueva York), además de miembro de los Socialistas Democráticos de América. Reside en Nueva York. Richard Falk es Catedrático Emérito de Derecho Internacional Albert G. Milbank de la Universidad de Princeton, Catedrático de Derecho Global de la Universidad Queen Mary de Londres e Investigador Asociado del Centro Orfalea de Estudios Globales de la UCSB.
La guerra en Siria es el conflicto geopolítico más largo y complejo surgido de la Primavera Árabe, creando así un complicado legado que los analistas de izquierda deben interrogar. En esta entrevista, exclusiva para Counterpunch, el ex relator especial de las Naciones Unidas y académico de las relaciones internacionales, Richard Falk, desglosa Palestina y Siria y la historia y la política de esa crisis de refugiados desde la izquierda. A menudo, este tema se topa con los medios de comunicación de centro-derecha tratando de centrarse en Siria, no en interés de los palestinos, sino para desviar la atención de la agresión estadounidense/israelí. Falk, feroz crítico de las políticas exteriores de Estados Unidos e Israel, pone de relieve la complejidad de la situación de los palestinos en Siria y señala cómo una serie de políticas nacionales y extranjeras, así como las visiones del mundo de la izquierda y la derecha, complican y amenazan la supervivencia de los palestinos y su búsqueda de la liberación frente al actual colonialismo de asentamientos patrocinado por Estados Unidos.
Daniel Falcone: ¿Cuántos palestinos hay en Siria y cuánto tiempo llevan allí?
Richard Falk: Es difícil ser muy preciso sobre las estadísticas de refugiados y desplazados debido a la prolongada agitación interna siria a lo largo de más de una década, y que aún sigue en curso. Antes de la guerra siria que comenzó en 2011, el número de refugiados palestinos registrados por la UNRWA en Siria era de 526.744, la mayoría de los cuales llegaron a Siria durante la Nakba en 1947, huyendo especialmente de lo que entonces era el norte de Palestina, ahora Israel. Una gran proporción de los refugiados palestinos en Siria eligió y pudo vivir fuera de los campos de refugiados, con no más de 111.000 de los más de medio millón viviendo en los nueve campos oficiales, y tres no oficiales, según estimaciones de 2002.
Los cálculos actuales alcanzan cifras algo menores debido a los sirios que huyen a los países vecinos y a Europa, y se cree que ahora son unos 450.000 dentro de las fronteras de Siria. Durante el desplazamiento de palestinos en Siria durante la guerra, se reflejaron los peligros de ser un refugiado en una zona de combate, especialmente ante la creciente enemistad entre el gobierno sirio y los refugiados palestinos, debido a sus alineamientos opuestos en dicha guerra.
Daniel Falcone: ¿Qué tipo de devastación social, política y económica sufren los palestinos que viven dentro de Siria? Stephen Zunes ha indicado que las cifras fiables de civiles palestinos muertos por asaltos militares sirios rondan los 4.000.
Richard Falk: Hasta que comenzó la guerra civil en 2011, las relaciones entre el Gobierno sirio y los refugiados parecían positivas, especialmente en comparación con las características negativas del trato y la experiencia de los palestinos en otros países árabes, en particular Jordania («Septiembre Negro de 1970«), que fomentó el desplazamiento voluntario de palestinos, que salieron de Siria y buscaron refugio en otros lugares, especialmente Turquía y Europa Occidental. Antes de la guerra, los refugiados palestinos gozaban en Siria de derechos sustancialmente iguales a los de la población residente, podían poseer propiedades y trabajar en diversos sectores de la economía.
Después de 2011, el gobierno de Damasco consideró a los palestinos como una presencia hostil en vista de su apoyo general a las fuerzas políticas antigubernamentales, que en parte reflejaban el liderazgo político dominado por los chiíes y las fuerzas de oposición dominadas por los suníes. Entre otros acontecimientos, se produjo una guerra virtual por parte de Siria contra los campos de refugiados en Siria, entre los que destaca el campo de Yarmuk, situado en las afueras de Damasco, lo que provocó numerosas muertes, desplazamientos y hambre generalizada entre los palestinos en el periodo comprendido entre 2011 y 2018.
Tales condiciones impulsaron a muchos refugiados palestinos de los doce campamentos sirios a arriesgarse a emprender el cada vez más peligroso viaje migratorio a Europa, una situación que se agravó aún más cuando Trump desfinanció a la UNRWA en 2018. Antes de la guerra civil en Siria, los refugiados palestinos estaban mucho más regulados y sus opciones económicas y sociales restringidas en el Líbano, con su delicado equilibrio demográfico musulmán/cristiano, y en Jordania, donde los refugiados palestinos eran vistos por el gobierno como una amenaza política.
Daniel Falcone: ¿Existe algún problema en la izquierda de Estados Unidos a la hora de menospreciar la difícil situación de los palestinos en Siria en relación con las diversas perspectivas de la izquierda sobre la guerra civil siria?
Richard Falk: Sí, la hostilidad de la izquierda dura a la intervención contra el régimen de Bashar al-Assad, a pesar de sus tácticas opresivas, su gobierno autocrático y sus atrocidades descaradas, parecía basarse de forma excesiva en el hecho de ponerse del lado de lo que las fuerzas políticas invocaban alrededor de argumentos antiimperiales frente al apoyo a los insurgentes anti-Damasco, que incluían elementos más humanos y democráticos que el gobierno, al menos al principio del conflicto.
Al mismo tiempo, las complejidades estaban presentes independientemente del bando al que se apoyara en la amarga contienda civil. En primer lugar, Estados Unidos y Turquía subestimaron las capacidades y la lealtad de las fuerzas armadas sirias, pues se apresuraron a pensar que sería tan fácil deshacerse del régimen de Assad como lo había sido para la OTAN inducir un cambio de régimen contra Gadafi en Libia. La OTAN también calculó mal en Libia. En lugar de un régimen sucesor amigable con el Occidente global, la situación en Libia se deterioró de una estabilidad autocrática a una condición de caos político y lucha civil entre comunidades étnicas, pasando así, en efecto, de la autocracia a la anarquía.
Esta engañosa analogía entre Libia y Siria fue un costoso error de cálculo, especialmente para Turquía, agravado por algunas extrañas alianzas oportunistas como con el Dáesh, que pareció unirse a la oposición liberal a Damasco basándose en afinidades con el islam suní. Del lado del gobierno sirio también, por una mezcla de razones geopolíticas e ideológicas, tenemos a Rusia e Irán. La guerra civil siria fue la lucha más compleja y prolongada que surgió de la Primavera Árabe, y quizá de los tiempos modernos, teniendo en cuenta la variedad de actores y cuestiones en juego a nivel interno, regional y mundial.
Daniel Falcone: ¿Cuáles son las diferencias y similitudes para los refugiados palestinos que tratan de sobrevivir en todo el mundo árabe?
Richard Falk: En términos más generales, las actitudes hacia los refugiados palestinos han variado a lo largo del tiempo y de un país a otro, influidas por la diplomacia israelí/estadounidense que promovió la normalización de las relaciones entre israelíes y árabes durante los últimos años de la presidencia de Trump en forma de los Acuerdos de Abraham. En estos momentos, la genocida embestida israelí en Gaza ha hecho que los países árabes sean más receptivos a las necesidades palestinas, reaccionando incluso ante lo que cada vez más perspectivas propalestinas identifican como una segunda Nakba -en efecto, una evacuación forzada-, que está creando presiones humanitarias para ofrecer refugio fuera de la Palestina ocupada, intensificadas por la desfinanciación occidental de la UNRWA desde finales de enero de 2024.
En la actualidad, como reacción a la emergencia humanitaria en Rafah y a las continuas amenazas israelíes de lanzar un ataque militar contra la ciudad que da cobijo a más de un millón de palestinos indefensos, Egipto está respondiendo de dos maneras: 1) deplorando las presiones transfronterizas forzadas sobre los palestinos para que abandonen Gaza o mueran y, 2) preparándose para un éxodo masivo de palestinos de Gaza mediante la construcción de un gran centro de refugiados temporal amurallado en la zona desértica del Sinaí.
La cuestión planteada es trágica para los palestinos de Gaza que han permanecido en su tierra natal a pesar de las penurias y los abusos sufridos desde fueron de nuevo ocupados por Israel en 1967, las incursiones militares punitivas periódicas desde tierra, mar y aire en 2008-09, 2012, 2014 y 2021, y un bloqueo paralizante desde 2007. El papel de Hamás en Gaza es complicado: ganó las elecciones internacionales de 2007 porque se resistió a los abusos israelíes, y se ganó la legitimidad entre los palestinos de todos los territorios palestinos ocupados porque no estaba manchada por el colaboracionismo ni la corrupción en la misma medida que la Autoridad Palestina con sede en Ramala.
Desde que gobierna, Hamás ha sido ignorada cuando ha propuesto alto el fuego a largo plazo en varias ocasiones desde 2006, ya que Israel prefiere hacer frente a la resistencia manteniendo a los gazatíes con «una dieta de subsistencia» complementada con «segar la hierba bajo sus pies» cuando sea necesario, así como disponer de una zona de fuego libre para probar armas y tácticas, y enviar un mensaje a los gobiernos regionales de que ni la ley ni la moral inhiben a Israel a la hora de tratar con sus enemigos. Los problemas de los refugiados no pueden entenderse adecuadamente sin esa contextualización histórica.
Daniel Falcone: Los dirigentes estadounidenses, tanto demócratas como republicanos, han sido capaces de fingir preocupación por grupos como los kurdos y los uigures en el pasado. ¿Por qué las principales instituciones no pueden apoyar a Palestina frente a Assad?
Richard Falk: La respuesta corta es Israel. Como demostraron autores como Rashid Khalidi y Edward Said, durante muchos años los palestinos siguieron confiando ingenuamente en Washington. Deberían haber aprendido de la parcial actuación de Estados Unidos que su pretensión de ser un «intermediario honesto» era profundamente engañosa desde que se inició un proceso de paz tras la Primera Intifada a finales de la década de 1980.
En el caso de los kurdos, y más aún en el de los uigures, a Estados Unidos le resultó políticamente útil apoyar el descontento de las minorías para ejercer presión sobre China, en un caso, y sobre Turquía, en el otro. A estas alturas debería resultar obvio que el verdadero problema para Estados Unidos no es Palestina, sino su aliado, Israel, y su influencia como grupo de presión y donante dentro de Estados Unidos, que socava las pretensiones normativas del Occidente global y viola los intereses nacionales de Estados Unidos y Europa en todo Oriente Medio.
Me temo que, a las instituciones dominantes en EE. UU., ya sea en la sociedad civil o en los medios de comunicación, se les ha lavado el cerebro para que crean que los refugiados palestinos que resisten son necesariamente terroristas que no generan apoyo, incluso en un contexto como el de Siria, donde la cuestión dominante es el terrorismo de Estado del régimen de Damasco a pesar de sus encuentros hostiles con Israel. Puede ser que, si Israel sigue buscando el control soberano sobre toda la Palestina histórica, experimente tras el genocidio de Gaza una reacción suficientemente fuerte desde abajo en todo el mundo. Esto se manifestará en formas que traten a Israel como un Estado paria sujeto a boicots y sanciones hasta que los palestinos adquieran tanto poder a través de la iniciativa solidaria y su propia resistencia como para hacer realidad sus derechos básicos, incluido su derecho inalienable a la autodeterminación. La propia arrogancia de Israel en los últimos meses puede conducir a la caída del proyecto sionista en lugar de a su culminación victoriosa, que parecía mucho más plausible antes del 7 de octubre. Las ironías de la historia aún pueden transformar la hora más oscura de Palestina en un nuevo amanecer de liberación de los siniestros designios del colonialismo avanzado asentamientos.
Daniel Falcone: ¿Puede hablarnos de los acontecimientos del 1 de abril que cambiaron fundamentalmente la situación en Siria, así como del destino que aguarda a los refugiados palestinos sirios contrarios al régimen?
Richard Falk: En primer lugar tenemos el ataque contra un edificio consular iraní en Damasco, en el que murieron siete iraníes, entre ellos tres altos mandos militares presentes en este complejo diplomático de un país extranjero que fue atacado ilegalmente. Este suceso no pareció plantear ningún problema para la política exterior de Biden, que se mantuvo firmemente en su postura tanto antiiraní como antisiria, a pesar de que el provocador ataque israelí violaba flagrantemente el derecho internacional y aumentaba los riesgos de una guerra más amplia en la región si Irán cumpliera su amenaza de represalias.
En segundo lugar, ese mismo día se produjo el muy publicitado ataque israelí contra un convoy de ayuda bien señalizado de la World Central Kitchen que entregaba alimentos muy necesarios a los hambrientos palestinos del norte de Gaza, ataque en el que murieron seis cooperantes y su conductor. Este tipo de incidentes atroces, y otros mucho peores, se habían producido desde que Israel comenzó a tomar represalias por el ataque de Hamás de octubre. Lo que hizo que este suceso fuera diferente fue el hecho de que los cooperantes asesinados eran ciudadanos de países occidentales que apoyaban a Israel y no palestinos, aunque desde una perspectiva moral y legal la identidad de las víctimas no debería haber supuesto ninguna diferencia.
Lo que siguió al atentado contra el WCK fue una oleada de expresiones de indignación de alto nivel en los medios de comunicación y en los gobiernos dirigidas a la presunta responsabilidad deliberada de Israel en un atentado de este tipo, responsabilizando tanto a Netanyahu como a Biden de un comportamiento tan descarado dirigido contra sus aliados. El hecho de que en 2024 las perspectivas de reelección de Biden se hayan visto empañadas por las críticas a la política incondicionalmente proisraelí llevada a cabo por Washington, que cuestiona la coherencia del continuo apoyo occidental a Israel en forma de complicidad activa de las democracias liberales ante meses de genocidio israelí.
Estos dos acontecimientos produjeron un ataque de pánico geopolítico que provocó una conversación telefónica de emergencia entre Biden y Netanyahu hace unos días, en la que Blinken escuchaba en silencio.
Netanyahu se vio acorralado en una situación en la que tenía que disculparse ante los gobiernos de los trabajadores humanitarios de la WCK asesinados sin parecer ante los israelíes ni débil ni antagónico al abordar las preocupaciones de su principal patrocinador, Estados Unidos. Biden trataba de tranquilizar a sus contradictorios críticos internos en el sentido de que las políticas estadounidenses eran a la vez críticas y, sin embargo, seguían apoyando a Israel, y optó por hacerlo parcialmente de una forma peligrosa al dejar claro que Israel debía reparar el asesinato de cooperantes occidentales al tiempo que se resistía a los esfuerzos coercitivos de la ONU para poner fin a su sangrienta campaña en Gaza. Lo que delató este insólito juego diplomático fue su inmediata divulgación pública, una desviación de la práctica habitual en situaciones de crisis internacional de mantener en secreto, o al menos en privado durante un intervalo decente, este tipo de conversaciones directas entre jefes de Estado. Pero en este caso el propósito de la conversación era asegurar a los estadounidenses que Israel no estaba abandonado ni tenía asegurado su apoyo incondicional a menos que cambiara su forma de interferir en los esfuerzos de ayuda internacional.
En este sentido, la característica más peligrosa de esta compleja iniciativa de relaciones públicas era insertar una promesa de apoyo estadounidense al enfoque anti-Irán de Israel, aumentando los incentivos de Netanyahu para fomentar un encuentro directo con Irán a fin de ocultar sus fracasos en casa: destruir a Hamás, conseguir la liberación de los rehenes del 7 de octubre, evitar una reacción global contra la legitimidad israelí y recuperar la popularidad entre los israelíes.
Foto de portada de Nathaniel St. Clair