El terrorismo de los colonos israelíes: Los palestinos, prisioneros en su propia tierra

Falastine Saleh, Middle East Eye, 22 abril 2024

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Falastine Saleh es feminista, escritora y defensora de la campaña por el Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). Vive en Ramala, Palestina.

Todavía puedo sentir el peso de aquel momento en 2015, sentada en Beirut y compartiendo mis preocupaciones con un amigo que trabaja en periodismo. Le hablé del amplio armamento de los colonos por parte de Israel y de mi profunda preocupación de que esto condujera a un aumento de la violencia y la limpieza étnica en la ocupada Cisjordania.

Mi amigo me miró como si estuviera hablando desde un lugar lejano e irracional, e insistió en que los tiempos habían cambiado, que otra Nakba no era una posibilidad.

Ahora, aquí estamos, nueve años después, y la misma pesadilla que yo temía se está desarrollando ante nuestros ojos.

El reciente aumento del terrorismo y la violencia de los colonos en la ocupada Cisjordania es la culminación inevitable de años de decisiones políticas. A lo largo de la última década, los sucesivos gobiernos israelíes han armado sin reparos a los colonos, equipándolos de hecho para llevar a cabo su propio tipo de intimidación y agresión.

La reciente decisión del ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, de distribuir aún más armas tras los sucesos del 7 de octubre no es más que otro capítulo de esta sombría saga.

El motivo siempre ha estado muy claro: envalentonar a los colonos como ejecutores de la agenda del gobierno israelí, para sembrar el caos e infundir miedo entre nuestras comunidades palestinas. Al convertir a los colonos en armas, el gobierno israelí no sólo perpetúa la violencia, sino que sienta las bases para una mayor dominación, desplazamiento y limpieza étnica. Esta estrategia prioriza la hegemonía a expensas de la vida, la seguridad y la dignidad de los palestinos.

Los últimos datos de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA, por sus siglas en inglés) ofrecen un panorama desolador e inquietante de la vida en la ocupada Cisjordania. Desde el 7 de octubre, nuestras comunidades han sido objeto de más de 700 ataques documentados, con una media diaria de cuatro incidentes.

Oscura realidad

Detrás de estas escalofriantes cifras se esconde una realidad aún más oscura: el trasfondo constante de amenazas, acoso e intimidación que erosiona nuestra sensación de seguridad y estabilidad.

Quizá lo más pavoroso sea la innegable implicación del ejército israelí en muchos de estos ataques de colonos. Esta inquietante connivencia, combinada con el mísero índice del tres por ciento de condenas en casos de violencia de los colonos, pone al descubierto un esfuerzo sistemático para proteger a los autores de la responsabilidad.

No se trata de actos de violencia aleatorios, sino que forman parte de un ataque deliberado y orquestado contra nuestra propia existencia, diseñado para mantener el miedo y el control sobre nuestras vidas.

Los recientes ataques coordinados de colonos contra comunidades palestinas en toda Cisjordania nos han infundido miedo. Lo que ocurrió tras la desaparición de un colono de 14 años en un puesto de avanzada cerca de Ramala fue sencillamente espantoso. El ataque masivo y organizado de los colonos contra varias comunidades dejó un rastro de destrucción a su paso.

Las casas incendiadas, los coches quemados, las propiedades destrozadas y el asesinato de palestinos inocentes, entre ellos un muchacho de 17 años de Al Mughayer, pagaron el precio más alto. Estos ataques se produjeron bajo la protección de las fuerzas israelíes, un escalofriante recordatorio de la dinámica asimétrica de poder en juego y de la vulnerabilidad de las vidas palestinas ante semejante agresión.

El ciclo de violencia de los colonos continuó durante el pasado fin de semana, trágicamente subrayado por el reciente asesinato de un conductor de ambulancia palestino que se dirigía a ayudar a las víctimas de un atentado en el pueblo de As-Sawiya, cerca de Nablus. Este incidente supone la quinta víctima mortal palestina a manos de colonos judíos desde el 12 de abril.

La vida para nosotros como palestinos en la Cisjordania ocupada se ha vuelto insoportable. La imposición de puestos de control y desvíos por parte del ejército israelí, a menudo para facilitar la protección de los colonos, asfixia nuestra libertad de movimiento.

Estas barreras no sólo dificultan nuestro acceso a servicios vitales, como la educación y la atención médica, sino que también estrangulan nuestros medios de vida, haciendo cada vez más difícil nuestro sustento y el de nuestras familias.

Efectos devastadores

Personalmente, he sentido mucho el impacto de estas restricciones. Ahora visito con mucha menos frecuencia a mi anciana madre y a mi familia en Nablús, a pesar de vivir a sólo una hora de distancia, en Ramala. El simple acto de ponerse en contacto con los seres queridos se ha convertido en una pesadilla logística, y ésta es sólo una de las formas en que estas políticas desgarran el tejido de nuestras vidas y comunidades.

Las estadísticas facilitadas por el Consorcio para la Protección de Cisjordania muestran que, sólo el año pasado, más de 4.500 niños de 117 comunidades se enfrentaron a obstáculos implacables para acceder a la educación. Ya sea atravesando controles de seguridad o soportando amenazas diarias de acoso y violencia en su camino a la escuela, a estos niños se les niega el derecho fundamental a aprender y crecer en condiciones de seguridad.

Ciudades como Hawara, antaño un bullicioso centro económico para los pueblos cercanos, se han convertido en una sombra de lo que fueron en medio de los recurrentes ataques de los colonos. El devastador impacto de estos ataques ha obligado a muchos propietarios de negocios a abandonar sus medios de vida y trasladarse a otros lugares en un intento desesperado por sobrevivir.

Esto es sólo un atisbo de las profundas formas en que el terrorismo de los colonos determina nuestras vidas a diario, sirviendo como pronóstico del sombrío futuro que nos espera si se permite que estas atrocidades continúen sin control.

La implacable oleada de violencia de los colonos ya está expulsando a la gente de sus pueblos hacia los centros de las ciudades en busca de seguridad. Pronto podríamos encontrarnos atrapados en bolsas urbanas aún más aisladas, rodeados de asentamientos y del espectro constante del terrorismo de los colonos si osamos aventurarnos más allá. Nos estamos convirtiendo en prisioneros en nuestra propia patria; nuestra propia existencia está amenazada.

Nos enfrentamos a un esfuerzo calculado e implacable para erradicar la existencia palestina y nuestros derechos a nuestra tierra ancestral.

Nos enfrentamos a este terror con nada más que nuestro valor y nuestras oraciones, esperando un milagro que nos proteja de la oscuridad que se cierne sobre nosotros.

¿Sacudirá el mundo su letargo y pondrá fin a este descenso a la catástrofe antes de que sea demasiado tarde?

Foto de portada: Un colono israelí se enfrenta a un manifestante palestino durante una manifestación contra la expansión de los asentamientos en el pueblo de al-Mughayer, en la Cisjordania ocupada, el 29 de julio de 2022 (AFP).

Voces del Mundo

Deja un comentario