El monólogo reina de forma suprema: Una Respuesta a PEN Berlín en su defensa de Israel

Yassin al-Haj Saleh, Al-Jumhuriya English, 24 abril 2024

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Yassin al-Haj Saleh es un escritor sirio, expreso político y cofundador de la página online Al-Jumhuriya. Ha ganado el Premio Príncipe Claus. Entre sus libros destaca “La revolución imposible” (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo)

Nota de la Redacción:

La carta que se reproduce a continuación fue escrita y enviada a PEN Berlín a finales de enero de este año por Yassin al-Haj Saleh, como miembro de la organización de escritores. Aunque se han introducido algunos cambios en el texto para evitar malentendidos, el significado y los argumentos centrales se han mantenido inalterados.

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El punto de vista que expreso en esta carta no es de carácter personal. Me uní a PEN Berlín de buena fe, y Deniz Yücel fue un amigo bastante servicial conmigo. La motivación de esta carta es la preocupación por los valores y principios, los mismos valores y principios por los que luché en mi país, Siria; los valores que están siendo activa y repetidamente traicionados por los privilegiados en Alemania y en todo el mundo.

También escribo para expresar mi tristeza por el gran potencial intelectual y humano que Berlín solía tener, cómo se está dilapidando tan irreflexivamente, y con la participación de PEN Berlín.

Queridos amigos de PEN Berlín,

He leído las dos declaraciones emitidas el 15 de diciembre por vuestra asamblea general, y la charla de Deniz Yücel del día 16. Como miembro de PEN Berlín, les escribo para decirles que estos documentos me parecen extremadamente parciales, ya que todos ellos están relacionados con un Estado colonial de asentamientos y de apartheid que ha matado a unos 20.000 palestinos en Gaza y a cerca de 300 en Cisjordania en el momento en que se emitieron las declaraciones.

El impulso de expresar «Solidaridad con los judíos en Alemania, Israel y en todas partes» mientras los palestinos han sido reducidos a una población de homo sacer -un tipo de persona cuyo asesinato no constituye un crimen, como expone Giorgio Agamben- es peculiar, y tal vez indicativo de una falta básica de lucidez moral. Justificar esta inoportuna solidaridad con el poderoso agresor por el hecho de que Israel es «el Estado de los supervivientes de la Shoah» olvida dos cosas importantes: que se trataba de supervivientes de un genocidio perpetrado por alemanes, no por palestinos; y que Palestina, cuando se estableció Israel, era una tierra ya poblada a cuyos habitantes no se les había pedido que acogieran a nadie en su patria. Realmente es una forma barata de solidaridad con las víctimas del nazismo apoyar a un Estado así contra «las víctimas de las víctimas» (según Edward Said), que no eran en absoluto responsables de la difícil situación de los judíos.

Ahora se culpa a los palestinos, como se ha hecho durante décadas, por no estar dispuestos a pagar con su tierra, su sangre y su condición de Estado, pero la propia Alemania nunca ha pagado sus deudas con esa moneda. Si, como muchos dicen ahora siguiendo a Angela Merkel, Israel es la raison d´état de Alemania, entonces Alemania debería haber pagado esa deuda con la existencia, no con dinero, apoyo diplomático o armas. Alemania debería haber compensado a los judíos desde su propio ser como entidad política, no desde la existencia de los palestinos, como ha venido sucediendo a lo largo de 76 años. Si el objetivo era extirpar el antisemitismo, entonces es Alemania (o una gran parte de ella) la que debería haberse convertido en un Estado judío, no Palestina.

Pero dado que Israel está establecido en Palestina, y a expensas de la propia existencia de los palestinos (privados como están de oportunidades para sobrevivir como nación, o incluso como individuos libres), entonces para ser una verdadera expresión de «antiantisemitismo» radical su declaración debería haberse titulado más bien: «Solidaridad con los palestinos en Alemania, Israel y en todas partes». Alemania demostrará estar emancipada del vil antisemitismo sólo cuando los intelectuales alemanes puedan condenar los crímenes de los israelíes como cualquier otro crimen. Desplazar el antisemitismo hacia los palestinos, árabes y musulmanes es profundamente sintomático de un antisemitismo estructural bastante autóctono al que este país nunca se ha enfrentado de manera sana. ¿No sería más justo y adecuado añadir cada nueva víctima palestina a los seis millones del Holocausto, en lugar de restarlos de esa cifra, como parece que querrían las matemáticas morales alemanas y occidentales?

Fue reaccionario e inhumano, por no hablar de colonial, desposeer a los palestinos y tratarlos continuamente como ciudadanos de segunda, tercera y cuarta clase en su propia patria durante tanto tiempo (segunda en «Israel propiamente dicho», tercera en Cisjordania y cuarta en Gaza). El método ético para abordar este problema sería dar prioridad a la equiparación de los derechos políticos y legales de los palestinos con los de los judíos israelíes en un Estado democrático y laico (una solución de la que, por cierto, habló la OLP hace unos 50 años). La solución de los dos Estados murió hace mucho tiempo, asesinada por los israelíes y sus partidarios occidentales, y la gente decente no debería dedicar ni un minuto más a regurgitarla. La Nakba debe ser reconocida y disculpada, y los refugiados palestinos deben tener derecho a regresar a sus hogares o a recibir una justa reparación.

Esta solución puede parecer muy costosa desde el punto de vista psicológico, político y económico. Pero será mucho más costoso -aparte de criminal y venenoso para el mundo entero- seguir aplastando a los palestinos, una y otra vez, y esperar que se rindan. No lo harán. Alemania y Occidente tienen la responsabilidad especial de empujar las cosas en esta dirección. Fueron capaces, aunque tardíamente, de ayudar a desmantelar el régimen del apartheid en Sudáfrica a principios de la década de 1990, sentando un buen precedente para el desmantelamiento de otro atroz sistema de discriminación. Sin embargo, tal y como están las cosas ahora, Alemania se pone del lado de Israel y en contra de Sudáfrica en el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, negando que Israel haya estado y esté perpetrando un genocidio. Con ello, Alemania huye de enfrentarse a su pasado y se niega a considerar la perspectiva de las víctimas.

La mencionada declaración de solidaridad también engaña a sus lectores al afirmar que los judíos asesinados el 7 de octubre por Hamás lo fueron principalmente por ser judíos (es decir, como si los «criterios» para asesinar fueran los mismos que durante el Holocausto). Esto es simplemente falso: estas personas fueron asesinadas como consecuencia de la ocupación israelí. Y no sólo algunos de los asesinados el 7 de octubre no eran judíos, sino que algunos de ellos procedían de comunidades árabes palestinas. En cualquier caso, Israel llevaba 17 años bloqueando Gaza por tierra, mar y cielo antes del 7 de octubre: esto constituye una ocupación según el derecho internacional, e Israel no puede invocar el derecho a la autodefensa contra la resistencia de un pueblo ocupado. Sin embargo, atentar contra civiles israelíes es condenable y nunca puede considerarse un acto legítimo de resistencia.

¿Estáis consternados, queridos amigos, de que plantee estos puntos? Lo hago por dos razones. En primer lugar, no puedo rendir tributo a la osificada autoestima y al consiguiente autoengaño, por mucho que la «Kulturarbeit» los haya normalizado como moral coherente y autoestima. En segundo lugar, la situación actual ya es muy crítica y requiere que la gente se cuestione seriamente a sí misma, entre ellos ustedes mismos.

En cambio, sus declaraciones y la charla de Deniz expresan un profundo fracaso estructural a la hora de aceptar lo injusta que es la situación en Palestina, y cómo ustedes están implicados en alimentar la injusticia que no han afrontado al proyectar la historia de antisemitismo de Alemania en el extranjero de una manera que es moralmente exculpatoria y, como tal, no contribuye en nada a resolver los horrores del presente.

PEN Berlín se ha manifestado en contra de la declaración de PEN Internacional sobre la actual guerra israelí en Gaza, publicada el 10 de octubre de 2023. Espero no ser demasiado subjetivo al sospechar que hay dos razones principales para ello: la contextualización e historización del ataque de Hamás del 7 de octubre y su llamamiento a un alto el fuego inmediato. En la segunda declaración de PEN Berlín, «Contra la polarización social y las tendencias antiliberales en el sector cultural», la asamblea general afirma que se opone tanto a la «relativización» como a la «legitimación», términos fuertemente asociados a la «identidad» del Estado alemán, manifestada en una teología apenas secularizada del Holocausto (su unicidad e incomparabilidad con cualquier otra cosa esencializada y canonizada, como Dios). En este caso, sin embargo, los términos se han desplegado con el fin de borrar cualquier posible discusión sobre el contexto y la historia antes del 7 de octubre, evidentemente sin ninguna conciencia de lo contradictoria que es esta postura. Si ha habido suficiente contexto e historia tras la genocida guerra israelí contra Gaza para justificar el rechazo a «relativizar» o «legitimar» el ataque de Hamás como contexto y razón de la guerra (y posiblemente como razón para rechazar un alto el fuego), entonces ¿por qué no podría haber suficiente contexto e historia, y muy larga por cierto, tras el 7 de octubre? Es decir, los 75 años de limpieza étnica, desposesión, colonialismo de asentamientos y apartheid desde la Nakba, una palabra que parece no existir en el léxico de PEN Berlin.

Como observación final de esta sección, me pregunto si es posible que los miembros de PEN Berlín no sean conscientes de que su declaración de solidaridad sirve exactamente para propagar la «polarización social» y alimentar las «tendencias antiliberales en el sector cultural» a las que se oponen en su segunda declaración. ¿Hay dos corazones en el pecho de PEN Berlín, como en el de Fausto de Goethe?

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Estoy realmente perturbado, incluso escandalizado, por el tono jubiloso y autocomplaciente de la charla de Deniz Yücel sobre la extrema tragedia humana en Gaza que sigue desarrollándose ante sus ojos y los nuestros. Uno espera al menos un toque de melancolía, por no decir de luto, pero en su lugar sólo encuentra una autocomplacencia satisfecha, un enfoque total en Gaza y Palestina sin apenas empatía, y una actitud irrespetuosamente despectiva hacia aquellos que dimitieron del PEN Berlín debido a la guerra en curso. Esto es, como mínimo, extraño.

Para los palestinos y muchos árabes, cristianos y musulmanes por igual, la Nakba sigue vigente y es la fuente de un estado permanente de melancolía, algo que produce diversas respuestas; algunas de las cuales son bastante patéticas, como el evento «Problem Baklava» que Deniz se empeña en mencionar. Toda la cultura árabe contemporánea gira en torno a diferentes registros de duelo y melancolía, algunos relacionados con el colonialismo, otros con las luchas derrotadas por la democracia… como han señalado algunos investigadores muy serios. La creatividad y las grandes obras sí pueden encontrarse allí. «Problem Baklava» es sólo un pequeño ejemplo. Llamo la atención de musulmanes y cristianos por igual, así como de laicistas e izquierdistas, sobre lo ofensivo tanto de la letra como del Geist de la declaración de solidaridad; que representa los asuntos de alguna manera sólo como una cuestión judeo-musulmana. Esto no sólo es orientalista, sino que también se presta de todo corazón únicamente a la política de derechas, como Alternativa para Alemania.

La larga charla de Deniz -cerca de 4300 palabras- empieza y termina con el rechazo de la campaña por el Boicot, Desinversión y Sanciones contra Israel (BDS). ¿Qué tipo de resistencia, pacífica o no, reconoce entonces Deniz al desposeído pueblo palestino? ¿Tienen siquiera derecho a resistir? ¿O a defenderse, como un enorme coro de gente sobre Israel después del 7 de octubre? ¿O simplemente a existir?

El miembro de la junta directiva del PEN Berlín culpa juguetonamente a los intelectuales palestinos y árabes «que no dejan el liderazgo a los radicales religiosos o seculares de la calle», de no admitir que tienen un problema, con la implicación de que este problema es que no piensan del modo en que le gustaría a Deniz, y posiblemente carecen del valor para hacerlo. Sin embargo, ante esta acusación, hay que señalar que su propio juicio adolece en sí mismo de una falta considerable: de respeto, de conocimientos matizados (¡o incluso no matizados, para el caso!) y, sobre todo, de valentía. ¿Hay algo de valiente en consumir el catecismo alemán en la propia Alemania, reiterar el consenso patológico nacional y culpar a los traumatizados -que están mucho menos protegidos, cuyos símbolos internacionalmente reconocidos están prohibidos, cuyas velas pisotea la policía alemana, cuyos hijos reciben bofetadas de sus profesores- por no afrontar sus supuestos problemas internos?

Los intelectuales palestinos y árabes no somos uniformes, y de hecho tenemos muchos problemas. Pero Deniz no sabe realmente nada de ellos. Entre otras muchas cosas, no sabe si hablamos del Holocausto (no a los alemanes, por supuesto -¿por qué habríamos de hacerlo? ¿Para ganarnos el dudoso favor de la aceptación por el poder?). No sabe si nos enfrentamos o no a «problemas», incluso al ostracismo, con los palestinos y árabes más tribales por nuestro pensamiento disidente. Su propio tipo de tribalismo acrítico, el de los más protegidos, privilegiados y poderosos, parece aislarle de este conocimiento, y de la curiosidad más básica necesaria para obtenerlo.

Además, parece pensar que estamos limpiamente divididos entre los que «dejan el liderazgo a los radicales religiosos o laicos de la calle» y los que se identifican con su propia postura. No veo ningún mérito en defender ninguna de estas dos corrientes de pensamiento y política de derechas, aunque me parece muy interesante la inserción de «radicales laicos». Implica fuertemente que estás equivocado, a menos que pienses como Deniz.

Detrás de esta Germansplaining (ese familiar explicar a los subalternos cómo pensar sobre sus propias luchas) se esconde una relación de poder desnuda: ni fraternidad, ni  igualdad, ni conocimiento, ni respeto. Esta relación de poder nos ha privado a muchos escritores de la posibilidad de expresar abiertamente nuestra opinión en Alemania sobre la situación actual en Gaza, en Palestina, en Israel y en la propia Alemania. Cuando se trata de Palestina, lo que reina es el monólogo, no el diálogo. Uno se pregunta si Alemania se ha acercado mucho más a su pasado totalitario en el transcurso de los últimos 110 días, en lugar de alejarse.

Es de esperar que la soberanía del monólogo otorgue cada vez más poder a la censura. ¿Cuántas voces palestinas y árabes han tenido la oportunidad de expresarse en los medios de comunicación alemanes? Muy pocas. Este es el problema, y está dentro del deber de Deniz como periodista, así como dentro del mandato de PEN Berlín, abordar y desafiar este problema como una prioridad.

Desgraciadamente, parece que al PEN Berlín y a Deniz nunca se les ha ocurrido defender la igualdad de libertades, la igualdad de derechos, la igualdad de dignidad humana para palestinos y judíos en Israel propiamente dicho y en lo «impropio» (Gaza, Cisjordania y los Altos del Golán sirios, todos ellos bajo ocupación según el derecho internacional), y la igualdad de solidaridad con ambos grupos que ello conlleva. ¿Existe alguna palabra para denominar esta impropiedad expansionista que no sea «colonialismo», más concretamente, colonialismo de asentamientos?

Deniz menciona dos veces de pasada la palabra «paz» de forma bastante autorreferencial. ¿Conoce una sola iniciativa de paz israelí que respete el derecho internacional? En cambio, hay muchas de árabes y palestinos, aunque sin resultado. Los hechos son comprobables. Y lo que es más importante, ¿es posible la paz sin justicia? ¿Es posible la justicia sin el reconocimiento de la Nakba como una injusticia fundamental, y la reparación completa de esta injusticia?

Chocante por su grado de insensibilidad, todo este discurso exultante de Deniz me parece emanar de una forma anticuada, arcaica y pasada de moda de liberalismo optimista, cuyos defensores suelen pensar que vivimos en «el mejor de los mundos posibles»: sin tragedias, sin sufrimientos colosales, sin dolores insoportables, sin genocidios. Pero bajo los mismos ojos de este ideal ya arcaico, las vidas se jerarquizan y pasan a ser tratadas como no igualmente dolientes, algo que hoy parece más bien compatible con el jerarquismo racista, la solidaridad selectiva y la contextualización selectiva. Esto, en un momento en el que los genocidios se están normalizando como tácticas de guerra, el racismo y la discriminación son rampantes, y nuestras reservas de esperanza y visiones de alternativas parecen estar completamente agotadas.

No es que no entienda la política alemana de la memoria. La entiendo. Pero creo que la comprensión es contractual y nunca unilateral. El contrato de la comprensión, por así decirlo, adopta la forma de garantizar espacios para que las opiniones atípicas se expresen, protejan y respeten, como condición para que las típicas tengan derecho a ser comprendidas y respetadas. La comprensibilidad se ha militarizado y monologizado en Alemania, y se espera que todo el mundo se ajuste a ella. Lo demás: ¡antisemitismo! Armar el antisemitismo de esta manera sólo es bueno para los que quieren trivializarlo. Ya está siendo trivializado por los supuestos «antiantisemitas».

En aras del debate, uno puede comprender esta posición unilateral no contractual de Alemania con Israel mientras masacra a los palestinos y los describe en términos genocidas. Pero ¿cómo se puede comprender la incapacidad de quienes no suscriben este dogma para expresar su diferencia? ¿Es tan débil la narrativa alemana que no soporta exponerse a otra? En cuyo caso, ¿cuál es el papel de la gente de PEN? ¿Reiterar la narrativa dominante y suprimir las disidentes? ¿Policía de opiniones? Si esto es posible, ¿veremos pronto quemar libros? ¿O sigue siendo suficiente con desinvitar a los autores, retirar los premios y felicitarnos tímidamente por no ser como los más extremistas de entre nosotros?

Me gustaría concluir mis melancólicos comentarios diciendo simplemente esto: va en contra de la idea misma de «gente de palabra» no pedir un alto el fuego en Gaza (y Cisjordania). No encuentro palabras para expresar lo vergonzoso y escandaloso que es este estado de cosas, y lo terriblemente que atormentará nuestra memoria, al menos la mía. Cualquiera diría que los numerosos políticos y parlamentarios electos occidentales que votaron en contra de un alto el fuego en Gaza son miembros del Estado Mayor del ejército israelí. ¿Son también los escritores miembros de la misma atroz máquina asesina, una de las más nihilistas y aniquiladoras del mundo?

Voces del Mundo

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