Israel se llevó a mi padre y a mi hermano

Hanin Alyan Elholy, The Electronic Intifada, 30 mayo 2024

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Hanin Alyan Elholy es investigadora, escritora y traductora residente en Gaza.

El pasado mes de abril cumplí 29 años. Mi marido y mi hijo también han cumplido un año más durante este genocidio, aunque parezca que la vida lleva detenida desde el 7 de octubre.

Aún no puedo creer que lo que ha ocurrido sea real. Ni siquiera me reconozco.

Una parte de mí permanece en el norte, donde se quedó mi marido, y la otra está en el sur, donde me han desplazado a la fuerza.

Más que cualquier otro lugar, mi marido Ahmad es mi hogar. Nuestro hogar físico en el norte de Gaza ha desaparecido, destruido por Israel, y a diferencia de tantos otros que pueden recordar cada detalle de su hogar, yo ya no puedo recordar gran cosa.

Tendría que ver fotos.

Volver al norte parece un sueño imposible. Israel ha troceado la pequeña Gaza con puestos de control militares y ciudades destruidas.

Sin embargo, después de ocho meses, Israel no controla Gaza por completo.

Ahmad se aloja en lo que queda de la casa de su familia. La han limpiado todo lo que han podido y viven en una única habitación.

Me ha contado que la vida allí es dura: escasea el agua y tienen que hacer fuego para poder cocinar.

Intenta seguir una rutina diaria y se acuesta pronto por puro agotamiento.

Echo de menos a Ahmad, pero al menos sé dónde está. No puedo decir lo mismo de mi padre y mi hermano.

¿Estarán torturándolos?

Israel secuestró a mi padre y a mi hermano en febrero en casa de mi tío, en Jan Yunis.

Mi padre tiene 62 años y mi hermano 17, y los echo tanto de menos que me duele el corazón.

Sin mi padre, he perdido toda la sensación de seguridad que tenía.

Y mi hermano. Está obsesionado con el culturismo y la moda: le encanta comprarse la mejor ropa y los zapatos más caros.

Está lleno de optimismo y sueña con viajar por el mundo.

¿Dónde está ahora? ¿Dónde están ellos?

Cuando un ser querido ha desaparecido, cuando se lo ha llevado Israel, las preguntas que se te pasan por la cabeza son infinitas.

¿Tienen hambre?

¿Están siendo torturados?

¿Están heridos?

¿Qué quiere Israel de ellos? ¿Por qué Israel les tiene tanto miedo, a un anciano y a un adolescente sin afiliación partidista?

Se me pasan por la cabeza estas preguntas y escenarios de tortura, y no hace que la situación sea más fácil. Es una agonía.

Me he unido a todos los grupos de WhatsApp, Telegram y Facebook de familias de personas secuestradas por Israel. Mi hermana sigue la pista de todos los secuestrados y los visita cuando regresan para preguntarles si han visto a nuestro padre y a nuestro hermano.

No hemos sabido nada de ellos ni de ellos. Seguimos esperando su regreso.

Obligados a abandonar Rafah

Mi hijo tiene ahora 16 meses y hasta hace poco estábamos en Rafah. Ahora estamos en Jan Yunis, otra ciudad del sur de Gaza, viviendo en una tienda de campaña.

La ocupación israelí llevaba meses amenazando con invadir Rafah y, cuando lo hizo, nos vimos obligados a marcharnos.

Este genocidio me está convirtiendo en una persona totalmente distinta.

Antes, me sentía casi siempre una mujer libre, incluso con el asedio israelí, aunque tenía miedo de los compromisos de la vida, de cómo sería la vida con las responsabilidades del matrimonio y de tener hijos.

Ahora soy una mujer casada, con un hijo, sin casa y con un padre y un hermano secuestrados.

Pasé años estudiando en la universidad para licenciarme con matrícula de honor, y lo conseguí. Pasé años asistiendo a cursos y trabajando como voluntaria hasta que conseguí el trabajo de mis sueños justo un mes antes de la guerra.

Siento que he perdido todos estos logros de golpe.

Literalmente, no tengo nada. Ni siquiera mi certificado de guardería.

Sin embargo, incluso respirar y pensar es ahora un lujo, ya que Israel está robando y matando a las mejores almas cada minuto.

Estoy tan confusa, perdida y sola… Apenas puedo dormir, y las oleadas de pensamientos que me atormentan durante el día no cesan por la noche.

Ojalá pudiera cortar mi apego a Gaza y huir. Ojalá pudiera abrazar a mi hijo y escapar a cualquier otro lugar muy lejos de aquí.

Ojalá no tuviera corazón para poder marcharme en paz y sin remordimientos.

Foto de portada: Palestinos desplazados caminan por una calle devastada en Jan Yunis, sur de Gaza, 28 de mayo (Naaman Omar / APA Images).

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