Señales prometedoras de que la defensa de Palestina está construyendo poder político en Washington

Mitchell Plitnick, Mondoweiss, 8 agosto 2024

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Mitchell Plitnick es el presidente de ReThinking Foreign Policy. Es coautor, con Marc Lamont Hill, de Except for Palestine: The Limits of Progressive Politics. Mitchell ha sido vicepresidente de la Fundación para la Paz en Oriente Medio, director de la oficina estadounidense de B’Tselem y codirector de Jewish Voice for Peace. X: @MJPlitnick.

La derrota de Cori Bush en las elecciones primarias del martes dejó desesperanzados a muchos defensores de los derechos de los palestinos en Estados Unidos. Es un sentimiento comprensible.

Cori Bush es una activista incansable que trabaja contra la injusticia, el racismo, la opresión económica, contra el apartheid y la limpieza étnica en Palestina y el genocidio en Gaza. En esta última lucha, tuvo el éxito suficiente para atraerse las iras del AIPAC. El grupo de presión pro-Israel gastó directamente al menos 11 millones de dólares entre sus dos PAC afiliadas para derrotar a Bush.

Es una cantidad impresionante de dinero para unas elecciones en las que sólo votaron poco más de 125.000 personas. El apoyo del AIPAC constituyó la mayor parte de la ventaja de cuatro a uno en gastos para el oponente de Bush, Wesley Bell. Unido a la derrota de Jamaal Bowman en las primarias, esto puede resultar desalentador.

En realidad, el martes representó un gran paso adelante para el papel de la defensa de Palestina en la política demócrata. Incluso la derrota de Bush tuvo un lado positivo. El AIPAC y otros grupos externos invirtieron mucho dinero en esta campaña, convirtiéndola en la segunda más cara de la historia. ¿La primera? La derrota de Jamaal Bowman en junio.

Entre esas dos elecciones, los PAC del AIPAC gastaron más de 25 millones de dólares para expulsar a dos miembros negros progresistas de la Cámara que se habían atrevido a llamar al genocidio de Israel en Gaza lo que es. Estas cifras, que baten récords, demuestran que mantener la impunidad de Israel es ahora mucho más caro que en el pasado, ante una base de votantes demócratas que apoya mucho menos las acciones de Israel. La propia AIPAC ya ni siquiera defiende a Israel en los anuncios de campaña que compra. En lugar de ello, ataca a los candidatos que no son de su total agrado en otras cuestiones.

Además, la propia táctica del AIPAC es un arma de doble filo. No pueden conseguir de donantes demócratas todo el dinero que necesitarían para las primarias de los demócratas progresistas. Así que recurren a donantes republicanos, enfadando incluso a muchos demócratas que, de otro modo, podrían mostrarse indiferentes ante las tácticas del lobby. Puede que funcione de momento, pero no es una estrategia sostenible.

Los derechos palestinos en la política demócrata

Otro paso adelante fue la decisión de Kamala Harris de elegir al gobernador de Minnesota, Tim Walz, como compañero de fórmula.

Walz entró relativamente tarde en el campo que competía por el puesto junto a Harris, y para cuando su nombre empezó a circular realmente, parecía muy probable que el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, que se ha negado a pedir un alto el fuego en Gaza, fuera el candidato a la vicepresidencia.

Pero Harris eligió finalmente a Walz. Debemos tener claro lo que esto significa y lo que no significa.

Walz está dentro de la corriente dominante de los cargos electos demócratas en lo que se refiere a Israel y Palestina. Apoya la ayuda militar a Israel, está a favor de una solución de dos Estados y habló en una conferencia del AIPAC en 2010. Ya en marzo pidió un alto el fuego permanente en Gaza, pero también ha reforzado el mito de que las protestas contra el genocidio allí (un término que nunca ha llegado a utilizar), hacen que los estudiantes judíos «se sientan inseguros».

También ha defendido el derecho de los activistas palestinos a protestar a gritos y ha felicitado al movimiento de los No Comprometidos por su compromiso cívico. En definitiva, un demócrata pro-Israel, liberal y bastante directo.

Pero en eso, Walz es bastante diferente de Josh Shapiro. Los defensores de Israel que intentan argumentar de mala fe que rechazar a Shapiro como compañero de fórmula de Harris es un reflejo del antisemitismo en el partido, afirman que las opiniones de Shapiro y Walz sobre Israel y Palestina son prácticamente idénticas.

Pero Walz nunca ha intentado restringir la expresión de los empleados de su estado que apoyan a Palestina, como hizo Shapiro. Tampoco comparó a los manifestantes contra el genocidio con el Ku Klux Klan, como sí hizo Shapiro.

Shapiro fue favorecido no sólo por la comunidad pro-Israel, sino también por el ala económica más conservadora del partido, y por estrategas políticamente ineptos que no pudieron ver más allá del hecho de que Pensilvania es uno de los estados clave en la batalla electoral, mientras que Minnesota es probablemente una victoria demócrata segura en noviembre.

La cuestión no es que Walz sea especialmente bueno respecto a Palestina. No lo es. Pero las opiniones más extremas de Shapiro seguramente alienarían a los mismos votantes que causaron suficiente preocupación entre los donantes y líderes demócratas como para convencerles de que presionaran a Joe Biden para que se echara a un lado.

Sin duda, Palestina no fue el único tema que hizo de Shapiro una mala elección. También está a favor de recortar los impuestos a las empresas; apoya la fracturación hidráulica y otras prácticas peligrosas que amenazan con exacerbar, en lugar de mitigar, el cambio climático; y tiene otros problemas, como su intento de encubrir una acusación de acoso sexual contra uno de sus ayudantes. Nada de esto ayudaría a recuperar a los votantes que Biden había ahuyentado.

Pero Palestina era tan importante en el cálculo del vicepresidente como cualquiera de esos temas. Esto supone un avance histórico. La idea de que un candidato a la vicepresidencia de un partido importante pueda ser rechazado no por ser percibido como «antiisraelí», sino por sus opiniones antipalestinas, es una primicia. Tengo edad suficiente para recordar los sentimientos apasionadamente pro-Israel de los candidatos a la vicepresidencia de 2012, 2008, (ambos Joe Biden) y, especialmente en 2000, cuando Joe Lieberman -cuyas opiniones sobre Israel estaban claramente a la derecha incluso de las de Shapiro- fue el candidato demócrata a la vicepresidencia. Fueron elecciones hechas específicamente para complacer a los donantes y votantes pro-Israel.

En las primarias de 2024, Palestina ha sido una razón tan importante como cualquier otra para que Joe Biden se hiciera a un lado, y ahora para que Kamala Harris rechazara a Josh Shapiro como su compañero de fórmula. Una vez más, no fue en absoluto la única razón y, en ambos casos, si Palestina fuera la única cuestión, no se habría producido ninguna de estas conmociones políticas.

La política cambia lentamente. Esto es especialmente cierto en el caso de Palestina. El grupo de presión pro-Israel llevaba décadas formándose antes de llegar a ser especialmente influyente. Durante la mayor parte de ese tiempo, la defensa de Palestina fue ineficaz, dispersa y a veces dividida contra sí misma. De hecho, esos problemas no se han superado del todo.

Pero en 2024, el movimiento por los derechos palestinos tiene mucha más unidad, diversidad y estrategia política, y se ha vuelto mucho más eficiente políticamente. Esto sólo está empezando a notarse ahora en términos de poder político para lograr cambios, pero así es como se empieza.

Se trata de un cambio que no debe subestimarse. El lobby israelí construyó su fuerza, en gran medida, sobre el hecho de que la oposición a él fue políticamente insignificante durante mucho tiempo. Ahora ya no es así.

Por supuesto, no es suficiente. Esto es especialmente angustioso ahora, cuando vemos que la devastación del genocidio de Israel en Gaza avanza a buen ritmo, con un número de muertos que aumenta mucho más rápido de lo que indicarían los recuentos oficiales. Y, a medida que se acercan las elecciones, Gaza desaparece aún más de los titulares, y la limpieza étnica en Cisjordania apenas recibe una mención.

No es suficiente cuando vemos a Harris, la sustituta del genocida Joe, acusar a los manifestantes de Michigan de apoyar a Donald Trump porque le enviaron el mensaje, a través de su protesta, de que todavía tiene que ganarse sus votos actuando para detener la embestida genocida de Israel.

Pero apartar a Josh Shapiro y elevar masivamente el precio para derrotar a un Jamaal Bowman o a una Cori Bush son los resultados de años de construcción de movimientos, de organización política y de una nueva combinación de activismo apasionado de base y de mensajería y presión política profesional. Por primera vez, los defensores de los derechos de los palestinos tienen la base para construir una fuerza de cambio político. Tenemos a los activistas, a las organizaciones educativas sin ánimo de lucro y a los grupos de presión trabajando juntos. Y estamos empezando a ver resultados.

Es difícil mantener la perspectiva de que se trata de victorias reales y de que importan, cuando tantos miles de niños palestinos están muriendo, tantos palestinos de todas las edades en Gaza y Cisjordania siguen viviendo un infierno en la tierra, y todos acumulan traumas sobre traumas, incluso si tienen la suerte de conservar sus vidas y sus miembros intactos.

Pero así es el progreso. Podemos y debemos seguir buscando formas de ser más impactantes cuanto antes, porque el apartheid y el genocidio van en aumento. Pero parte de ello consiste en reconocer lo que funciona y basarse en ello. Por frustrante que sea saber que Cori Bush y Jamaal Bowman no estarán en el Congreso en enero, por fin estamos avanzando en el cambio de las condiciones injustas que nos han impedido crear un cambio real en Palestina e Israel. Es importante.

Foto de portada: Más de 400.000 manifestantes propalestinos salen a la calle en una marcha nacional en Washington DC para mostrar su apoyo a los palestinos y pedir un alto el fuego y el fin del genocidio en Gaza, 13 de enero de 2024 (Eman Mohammed).

Voces del Mundo

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