Falsas ilusiones de solución: Matar a Hasan Nasralá

Binoy Kampmark. CounterPunch.org, 1 octubre 2024

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Binoy Kampmark fue becario de la Commonwealth en el Selwyn College de Cambridge. En la actualidad imparte clases en la Universidad RMIT de Melbourne. Correo electrónico: bkampmark@gmail.com

La actual operación israelí contra Hizbolá, el grupo miliciano respaldado por Irán que tanto peso tiene en el Líbano, sigue un patrón estándar:  Ignora las causas básicas.  Ignora el contexto.  Apunta a los líderes y al personal.  Ve las cosas en términos convencionales de guerrero civilizado contra déspota bárbaro.  Israel, el valiente y audaz, luchando contra las fuerzas de la oscuridad.

Todo el tapiz tejido con sangre de Oriente Próximo ofrece explicaciones incómodas.  La región ha visto cómo potencias extranjeras trazaban y pronunciaban fronteras políticas falsas, cómo se proclamaban países ficticios y cómo se creaban entidades por puro interés de las potencias europeas.  Estos imperios produjeron una cartografía chapucera en nombre del Estado-nación y del propio interés expoliador, dejando de lado las complejidades de la pertenencia étnica y las disposiciones tribales.  Trágicamente, tales ficciones cartográficas solían hacer compañía al crimen, la desposesión, el desplazamiento, la limpieza étnica y los odios entusiastas.

Desde el 7 de octubre, cuando Hamás dio un vuelco sobre el cacareado aparato de seguridad israelí para asesinar a más de 1.200 de sus ciudadanos e introducir clandestinamente a más de 200 rehenes en Gaza, las realidades históricas se hicieron presentes con una desagradable resonancia.  Mientras Israel alardeaba falsamente de ser un Estado pacífico con limpias credenciales democráticas arrasado por los bárbaros islámicos, Hamás había aprovechado una veta de la historia que se remontaba a 1948.  El despojo, la segregación racial, la supresión, todo iba a ser abordado, aunque sólo fuera por un momento de violencia vanguardista y cruel.

En el norte, donde el Líbano e Israel comparten otra frontera absurda, el 7 de octubre se produjo un cambio.  Tanto las fuerzas israelíes como Hizbolá protagonizaron justas cada vez más sangrientas.  Fue un asunto serio: 70.000 israelíes desplazados al sur; decenas de miles de libaneses igualmente desplazados al norte. (Estos últimos casi nunca se mencionan en los resoplados comentarios de Occidente).

La estrategia israelí en esta última fase se hizo demasiado evidente por el número de comandantes militares y operativos de alto rango de Hizbolá que el ejército israelí ha tomado como objetivo.  Si a esto se añaden los asesinatos por buscapersonas como preludio de una probable invasión terrestre del Líbano, estaba claro que el líder de Hizbolá, Sayyed Hasan Nasralá, figuraba como objetivo ejemplificador.

Hizbolá confirmó la muerte de su líder en un ataque el 27 de septiembre en Dahiyeh, suburbio del sur de Beirut, y prometió «continuar su yihad enfrentándose al enemigo, apoyando a Gaza y Palestina, y defendiendo Líbano y a su pueblo firme y honorable».  Otros muertos fueron Ali Karki, comandante del frente sur de la organización, y varios otros comandantes que se habían reunido.

Los funcionarios israelíes se han emocionado prematuramente.  Como científicos ilusos obsesionados con eliminar un síntoma, ignoran la enfermedad con obsesión habitual.  «La mayoría de los altos dirigentes de Hizbolá han sido eliminados», afirmó un triunfante portavoz militar israelí, el teniente coronel Nadav Shoshani.

El ministro de Defensa, Yoav Gallant, calificó la medida de «el golpe más importante desde la fundación del Estado de Israel.»  El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, declaró con simplicidad que matar a Nasralá fue necesario para «cambiar el equilibrio de poder en la región en los próximos años» y permitir a los israelíes desplazados regresar a sus hogares en el norte.

Varios medios de comunicación se tragaron la narrativa israelí.  Reuters, por ejemplo, calificó la matanza de «duro golpe para el grupo apoyado por Irán, que se tambalea por la escalada de la campaña de ataques israelíes».  Zeina Khodr, de Al Jazeera, opinó que «será un duro revés para la organización».  Pero la muerte de un ser nunca es garantía de la muerte de una idea. El cuerpo sólo ofrece un periodo de ocupación.  Las ideas se trasladarán, crecerán y proliferarán, fijando su residencia en otras organizaciones o entidades. El misil asesino es un pobre sustituto para abordar las razones por las que surgió esa idea.

Un cuerpo muerto o mutilado sólo ofrece la seguridad de que el poder puede haber ganado la partida por un momento, una situación que sólo ofrece un breve deleite a los estrategas militares y a los periodistas que vigilan las últimas adiciones de la morgue.  Es fácil, por tanto, ignorar por qué Hizbolá se convirtió en una inquietante consecuencia de la torpe invasión y ocupación del Líbano por parte de Israel en 1982.  También es fácil ignorar el manifiesto de 1985, con su referencia a la determinación de la organización de combatir a Israel y a quienes éste apoyaba, como los aliados falangistas cristianos en la guerra civil libanesa, y de expulsar a la fuerza de ocupación israelí.

Nociones tan oblicuas como «degradar» la capacidad de un grupo ideológico y religioso apenas abordan el problema más amplio.  Los brotes posteriores de una poda salvaje pueden resultar cada vez más vigorosos.  El asesinato en 1992 del secretario general de Hizbolá, Abbas al-Musawi, junto con su mujer y su hijo, sólo supuso el ascenso de Nasralá. Nasralá resultó ser una propuesta más formidable, ingeniosa y elocuente.  También impulsó a otras figuras al primer plano, como el recientemente asesinado Fuad Shukr, que se convirtió en una figura importante en la obtención del vasto arsenal de cohetes de largo alcance y misiles guiados de precisión del grupo.

Ibrahim Al-Marashi, de la Universidad Estatal de California en San Marcos, resume los esfuerzos de la estrategia de asesinatos de alto nivel de Israel como hazañas miopes de error de cálculo.  «La historia demuestra que todos y cada uno de los asesinatos israelíes de operadores políticos o militares de alto nivel, incluso después de haber sido aclamados inicialmente como una victoria que cambiaba las reglas del juego, acabaron provocando que el líder asesinado fuera sustituido por alguien más decidido, hábil y halcón».  Otro Nasralá está a punto de llegar, con varios más en incubación.

Foto de portada: Graffiti de Hasan Nasralá con un busca en Tel Aviv, Israel, en septiembre de 2024 (Nizzan Cohen – CC BY 4.0).

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