Ralph Nader, CounterPunch.org, 21 octubre 2024
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Ralph Nader (Winsted, 27 de febrero de 1934) es un abogado, activista y político estadounidense de origen libanés que se opone al poder de las grandes corporaciones y ha trabajado durante décadas a favor del medio ambiente, los derechos del consumidor y la democracia.
Las bombas y misiles de Biden, lanzados diariamente sobre el Líbano, aliado de Estados Unidos, por su títere Netanyahu, están causando estragos en este pequeño país indefenso. La maquinaria genocida israelí está llevando a cabo un asalto incinerador contra los civiles que huyen y las instalaciones críticas. La estrategia israelí de tierra quemada es la misma que hemos visto en Gaza. Atacar en el Líbano a cualquiera que se mueva o cualquier cosa que se mantenga en pie -ya sea un hospital, una densa zona residencial, una cafetería, un edificio municipal, un mercado, una escuela o una mezquita- y alegar que había un comandante de Hizbolá o un emplazamiento de Hizbolá aquí o allá. Dos titulares recientes del New York Times expresan parte del impacto de esta última guerra israelí: «En sólo una semana, un millón de personas han tenido que desplazarse en el Líbano» y “Los hospitales libaneses se tambalean en medio de una embestida: según la ONU, los ataques ‘indiscriminados’ abruman el sistema sanitario».
Nota histórica: Hizbolá, también partido político y organización de servicios sociales, se creó para defender a los empobrecidos musulmanes chiíes del sur del Líbano en 1982, justo después de que el ejército israelí invadiera de nuevo el Líbano y maltratara gravemente a los residentes durante una ocupación militar que duró 18 años.
No importa qué o a quién bombardeen los cazas F-16 estadounidenses de la Fuerza Aérea israelí, no importan las muertes y lesiones de miles de familias libanesas, muchas de ellas niños y mujeres, Biden sigue enviando incondicional y salvajemente armas de destrucción masiva. Está violando seis leyes federales que exigen el cumplimiento de condiciones, como no violar los derechos humanos o no obstruir la ayuda humanitaria estadounidense. Netanyahu está violando estas y otras condiciones y burlándose de su principal benefactor, el gobierno de Estados Unidos.
Hace tiempo que Israel quiere una porción del Líbano que llegue hasta la zona del río Litani. El agua es valiosa. A lo largo de los años, Israel ha violado sistemáticamente el espacio aéreo libanés, ha realizado incursiones en el Líbano y ha utilizado bombas de racimo y fósforo blanco prohibidos. Según Aya Majzoub, directora regional adjunta para Oriente Medio y el Norte de África de Amnistía Internacional, «es más que horroroso que el ejército israelí haya utilizado indiscriminadamente fósforo blanco en violación del derecho internacional humanitario».
La Casa Blanca sabe todo esto. Y no le importa. Dondequiera que Israel invada, bombardee, asesine o ponga trampas explosivas a buscapersonas y walkie-talkies, Bibi-Biden continúa su servilismo al régimen terrorista israelí y a su líder genocida Netanyahu, que es despreciado por tres de cada cuatro israelíes por sus políticas internas y está acusado de corrupción por la fiscalía israelí.
A pesar de las informaciones de que Biden arremete en privado contra Netanyahu y lo considera un mentiroso y un partidario de la reelección de Trump, Biden sabe que ese autoritario extranjero tiene la carta grande: EL CONGRESO. La mayoría de los legisladores que asistieron a su nocivo discurso ante una sesión conjunta del Congreso el pasado junio le dedicaron 52 ovaciones, una cifra récord. La expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, dijo: «La exposición de Benjamin Netanyahu hoy en la Cámara de Representantes ha sido, con diferencia, la peor exposición de cualquier dignatario extranjero invitado y honrado con el privilegio de dirigirse al Congreso de Estados Unidos».
Biden, que es conocido por dirigir la política exterior y militar sin ninguna autorización del Congreso, no quiere ofender al poderoso Lobby «el gobierno de Israel no puede hacer nada malo» en EE. UU., al que ha estado sometido durante toda su carrera política de cincuenta años. Esto incluye la actual destrucción del Líbano por parte de Israel, donde residen decenas de miles de estadounidenses. El Washington Post informa de que la Casa Blanca de Biden «ha dado hasta ahora pleno respaldo a las operaciones terrestres de Israel en el Líbano, incluso en medio de una creciente protesta internacional por el número de civiles… y los enfrentamientos israelíes con las fuerzas de paz de las Naciones Unidas», que han sido destinadas allí desde hace décadas.
Al contar con el pleno respaldo del gobierno estadounidense, y ahora con el apoyo de buques de guerra, infantes de marina y logística de Estados Unidos, además de 100 soldados estadounidenses que llegan esta semana a Israel, Netanyahu sabe que tiene vía libre para atacar a Irán y arrastrar a Estados Unidos a una guerra regional.
Tanto Netanyahu como Bibi-Biden han sido informados sobre las posibilidades de «represalias o contragolpe» (el término es de la CIA) para EE.UU. Estas preocupaciones provienen de las agencias de inteligencia estadounidenses que estudian escenarios como futuros 11-S o los recientes y baratos aviones no tripulados armados que pueden construirse y desplegarse en cualquier lugar. A los militaristas y corporativistas de Estados Unidos no les preocupa tanto porque siempre que se produce un «contragolpe» pueden concentrar más poder, con mayores presupuestos militares y beneficios, en otra «guerra contra el terror», silenciando la disidencia y subordinando o dejando de lado las prioridades nacionales críticas.
Ese es el arreglo letal y el destino al que Estados Unidos ha sido sometido por sus políticos cobardes y violadores de la Constitución de ambos partidos. La estructura de poder – el Estado corporativo – o lo que Franklin Delano Roosevelt llamó «fascismo» una vez en un mensaje de 1938 al Congreso, le está diciendo al pueblo estadounidense: «Cara, nosotros ganamos, cruz, vosotros perdéis».
He aquí hasta donde ha sido capaz de llegar Biden. Recientemente, dos cartas firmadas por 65 médicos y trabajadores sanitarios estadounidenses de vuelta de los horrores, los campos de exterminio de Gaza, dirigidas al presidente Joe Biden, han quedado sin respuesta. (Véase «65 Doctors, Nurses and Paramedics: What We Saw in Gaza», por Feroze Sidhwa, New York Times, domingo 13 de octubre de 2024). Sus cartas suplican un alto el fuego y ayuda humanitaria inmediata para la población hambrienta y moribunda de Gaza. Solicitan una reunión con el presidente Biden, que a menudo se ha reunido con el lobby proisraelí. El Joe de Scranton dice que de ninguna manera.
Estos valientes médicos y enfermeras también piden que Joe Biden exija a Netanyahu que permita que los niños de Gaza con quemaduras graves o amputados sean trasladados en avión a Estados Unidos para ser tratados por especialistas compasivos en hospitales estadounidenses preparados para ello. Pero Biden, ese católico practicante, no tiene ningún interés.
En su discurso de despedida, el presidente George Washington advirtió a su país que evitara enredos en el extranjero. Si hubiera tenido más clarividencia, habría añadido la palabra «rendición».
Foto de portada de Onur Burak Akın.