Nora Jaber, Jadaliyya.com, 17 octubre 2024
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

La Dra. Nora Jaber es profesora adjunta de Derecho en el Mundo Musulmán Globalizado en la Universidad de Edimburgo. Su investigación se relaciona con el derecho internacional, la teoría feminista y la economía política, con especial atención a la justicia de género en los contextos árabe e islámico. La Dra. Jaber obtuvo su doctorado en Derecho en el King’s College de Londres y recibió el Premio Leigh Douglas Memorial 2022 por su investigación sobre el activismo legal de las mujeres en Arabia Saudí.
En los últimos años, Arabia Saudí ha implementado cambios importantes en sus políticas laborales y de género, rearticulando el papel de las mujeres saudíes y los trabajadores migrantes en la economía. El empoderamiento de las mujeres está en el centro de la narrativa del Estado saudí posterior a la Visión 2030, el plan estratégico del gobierno para el desarrollo social y económico, diseñado para diversificar la economía y reducir la dependencia del petróleo. El éxito de la Visión depende de aumentar el número de ciudadanos saudíes en la fuerza laboral y reducir la dependencia de los trabajadores migrantes en varios sectores. Debido a este movimiento hacia la “saudización”, se ha puesto mucho énfasis en redefinir el papel de las mujeres saudíes y en hacer realidad su desaprovechado potencial económico. Atrás quedaron los días en que las mujeres saudíes eran relegadas a la esfera doméstica, construidas como madres y cuidadoras del hogar y la nación. La mujer saudí ideal es ahora una participante activa en la economía del país.
El feminismo estatal neoliberal que sustenta la Visión 2030 equipara el empoderamiento de las mujeres con su potencial como actores económicos exitosos. La mujer saudí “libre” es aquella que acumula derechos y oportunidades que le permiten prosperar dentro de una economía de mercado capitalista. A las mujeres saudíes se les promete ahora que, con el nivel adecuado de ambición y el apoyo del Estado, pueden ser y hacer cualquier cosa, siempre que eso refuerce la imagen del Estado como centro de modernidad progresista y contribuya a su crecimiento económico. El Estado ha invertido mucho en promover los logros de determinadas mujeres saudíes a través de la publicidad, haciendo hipervisible su liderazgo y participación en ciertas industrias, como la ciencia, la tecnología, los deportes y las artes. El hecho de que muchas mujeres saudíes tengan empleos menos lucrativos y perciban salarios relativamente bajos queda ensombrecido.
Para facilitar la participación de las mujeres en la fuerza laboral, el Estado saudí ha implementado diversas medidas y reformas legales. Ha abierto muchos nuevos sectores laborales para las mujeres, incluidos el sector de servicios, el sector legal y el ejército. También promulgó reformas en la legislación laboral, introduciendo protección contra la discriminación laboral y otras medidas para hacer que el sector privado sea más atractivo para las ciudadanas saudíes. Además, el Estado emprendió reformas para mejorar los derechos de las mujeres en general. Estas incluyen otorgarles el derecho a conducir, implementar leyes contra el acoso y reducir el alcance del Sistema de Tutela Masculina (STM), un marco de leyes y políticas que someten a las mujeres al control y la autoridad de los parientes masculinos, para otorgarles más autonomía e independencia jurídicas. En conjunto, estas medidas han permitido a las mujeres superar importantes barreras que obstaculizaban su participación económica.
Por esto, el Estado saudí ha sido celebrado globalmente, incluso por instituciones internacionales. Y no es de extrañar: las reformas de género anunciadas por el Estado y formuladas con la ayuda de empresas consultoras se alinean en gran medida con la agenda de empoderamiento de las mujeres de las Naciones Unidas, que adopta un modelo liberal de igualdad de género que busca incluir a mujeres ambiciosas dentro del orden capitalista existente, dejando intactas sus desigualdades estructurales. Es importante destacar que, aunque el Estado ha hecho un gran esfuerzo para presentar estas medidas como iniciativas puramente impuestas desde arriba, los grupos de derechos humanos, las organizaciones internacionales y los medios de comunicación también han reconocido el papel que las propias mujeres saudíes han desempeñado en la promoción de estos cambios durante décadas, en particular sus campañas contra la prohibición de conducir y el STM.
Una celebración acrítica de la agenda de empoderamiento de las mujeres en Arabia Saudí pasa por alto cómo los avances en materia de derechos para algunas mujeres saudíes y su mayor inclusión en la fuerza laboral pueden producir y afianzar otras formas de marginación y exclusión, que afectan particularmente a las trabajadoras migrantes.
Lo que resulta obvio de estos relatos celebratorios es que las reformas de género en Arabia Saudí casi siempre se discuten sólo en relación con las mujeres saudíes, lo que hace invisibles sus implicaciones para las no ciudadanas. Si bien es cierto que mejorar los derechos y el estatus de las mujeres saudíes es necesario, su empoderamiento como actores económicos visibles está vinculado a la reconfiguración del régimen laboral del país y tiene efectos excluyentes, en particular, sobre la clase trabajadora migrante. Además, los limitados relatos sobre el activismo de las mujeres saudíes no abordan cómo esas propias mujeres siguen participando en la explotación de las trabajadoras migrantes, en particular a través del marco de la kafala, un conjunto de leyes y políticas que regula la capacidad de las no ciudadanas para trabajar y residir en el país.
Una celebración acrítica de la agenda de empoderamiento de las mujeres de Arabia Saudí pasa por alto cómo las conquistas de derechos para algunas mujeres saudíes y su mayor inclusión en la fuerza laboral pueden producir y afianzar otras formas de marginación y exclusión, que afectan particularmente a las trabajadoras migrantes. Ignora los límites de la adopción de políticas de reforma de género que no extiendan las protecciones a todas las mujeres y trabajadoras, y no tiene en cuenta el impacto que podrían tener a escala global, especialmente en el sur global. Esto exige una reflexión más amplia sobre las posibilidades emancipadoras que excluyen los marcos de justicia feminista liberal que buscan la autonomía y la igualdad para algunas personas, dentro de estructuras desiguales, en lugar de formas más significativas de solidaridad transnacional que trabajen para desmantelar esas estructuras.
El feminismo de Estado y sus descontentos
La promoción por parte del Estado de un discurso liberal de igualdad de género se basa en una lógica orientalista colonial que presenta al Estado árabe como el agente principal del progreso y el desarrollo, al tiempo que construye la “sociedad” como un bloque homogéneo que sigue siendo tradicional (léase atrasado) y resistente al cambio progresivo. Para consolidar esta distinción entre Estado y sociedad, los funcionarios estatales han tratado de presentar las reformas gubernamentales, en particular las relacionadas con los derechos de las mujeres, como iniciativas totalmente impuestas desde arriba a la sociedad para su propio beneficio. Por ejemplo, en 2018, el gobierno invirtió mucho (1 millón de libras esterlinas) en una campaña de marketing internacional que incluyó grandes carteles exhibidos por todo Londres con el hashtag #ANewSaudiArabia y las palabras “Él [el príncipe heredero] está trayendo cambios a Arabia Saudí”. También adoptó medidas represivas para ocultar aún más el papel que habían desempeñado los actores de la sociedad civil y los activistas de los derechos de las mujeres al exigir estas reformas, y para disuadirlos de exigir más. Al levantar la prohibición de conducir y reducir el alcance del SMT, por ejemplo, el gobierno señaló a las mujeres que habían participado en campañas que desafiaban esas restricciones durante décadas antes. Hasta el día de hoy, algunas de las mujeres y los hombres que habían estado abogando por el cambio desde abajo siguen encarcelados o con prohibiciones de viajar.
La idea de las mujeres saudíes como víctimas pasivas debe ser y ha sido cuestionada, pero eso no es suficiente. Es necesario ir más allá y reflexionar sobre cómo las mujeres saudíes han adoptado el feminismo estatal y han contribuido a la reproducción de relaciones sociales desiguales. En otro trabajo he analizado diferentes modos de activismo de las mujeres saudíes para mostrar cómo, al igual que otros feminismos del Golfo analizados por Mona Kareem (2016), ha seguido en gran medida un modelo liberal de feminismo que sigue estando restringido por los límites establecidos por el Estado y los reproduce. El feminismo saudí también ha abogado principalmente por la “ciudadana mujer”, “buscando una ‘igualdad’ que la incluya sólo a ella [la mujer saudí]”. Al hacer campaña por los derechos, la autonomía y la independencia económica, las mujeres saudíes han apelado al Estado y a su impulso carcelario como el máximo protector de los daños y la violencia “sociales”. Han invocado un discurso basado en los derechos que predica el acceso a los derechos sobre la ciudadanía, reproduciendo jerarquías de ciudadanas/no ciudadanas, a través de las cuales las relaciones de clase desiguales están profundamente constituidas en el Golfo.
Las activistas por los derechos de las mujeres saudíes también han mezclado los intereses de un grupo reducido de mujeres relativamente privilegiadas con una categoría singular de “mujer saudí”. En sus peticiones de reformas, por ejemplo, he mostrado cómo, al reclamar derechos en nombre de la “mujer saudí” que busca autonomía, independencia y éxito económico, han buscado mejorar las vidas de las mujeres saudíes de élite y de clase media a expensas de la clase trabajadora y de los trabajadores migrantes en particular. Varias peticiones se basaron en estereotipos racializados sobre los migrantes, que presentaban a los trabajadores domésticos masculinos como depredadores sexuales de los que las mujeres saudíes necesitaban protección del Estado. Además de reproducir nociones del otro racializado como irremediablemente violento y criminal, y de las mujeres saudíes como víctimas desamparadas que necesitan ser salvadas, pasaron por alto por completo los daños a los que están sujetos los migrantes, tanto mujeres como hombres, a nivel individual y estructural, incluso a manos de las mujeres saudíes. Por ejemplo, lo que está notablemente ausente de las campañas de las mujeres saudíes para ingresar a la fuerza laboral es el reconocimiento de la brecha de cuidados domésticos que puede crecer a medida que más mujeres saudíes ingresen en la fuerza laboral y ser cubierta, en muchos casos, por mujeres migrantes de clase trabajadora cuyas vidas y cuerpos están omnipresentes limitados por el sistema de kafala y su estructura entrelazada de explotación laboral y control de la inmigración. Se pasa por alto que el empoderamiento de algunas mujeres depende de la explotación de otras.
Un panorama laboral cambiante
Uno de los principales objetivos de Visión 2030 es aumentar el número de ciudadanos saudíes, incluidas las mujeres, en la fuerza laboral. Si bien Arabia Saudí seguirá dependiendo de trabajadores migrantes en determinadas industrias, como la construcción, este es un cambio importante porque, al igual que otros Estados del Golfo, Arabia Saudí ha dependido en gran medida de la mano de obra extranjera tras el descubrimiento de su petróleo en la década de 1930. En las décadas de 1950 y 1960, los Estados del Golfo se vieron sacudidos por huelgas lideradas por trabajadores del petróleo que exigían el fin de condiciones de vida y de trabajo explotadoras en los campos de trabajo de las compañías petroleras británicas y estadounidenses. Arabia Saudí, al igual que otras monarquías del Golfo, respondió a estas huelgas con una severa represión política, así como instituyendo lo que Hanieh (125) describe como “una forma distintiva de relaciones laborales como medio para asegurar la subordinación”, ampliamente conocido hoy como el sistema kafala.
El sistema kafala no es exclusivo de Arabia Saudí y no es conceptualmente diferente de otras políticas de inmigración en todo el mundo. En términos generales, el sistema kafala es un régimen laboral racializado basado en la distribución desigual de los recursos a nivel mundial, que ha transformado de hecho partes del sur global en reservas de mano de obra barata. Sin embargo, sus regulaciones y sus enredos con particularidades raciales y de género específicas en diferentes contextos configuran sus contornos en Arabia Saudí. La formalización por parte del Estado de un régimen laboral escalonado garantiza una división entre trabajadores saudíes y no saudíes, lo que otorga a los primeros mejores condiciones de trabajo y beneficios. Esto consolidó la dependencia de Arabia Saudí de la mano de obra migrante temporal, que, en 2013, constituía alrededor del 89% de la fuerza laboral del sector privado.
En efecto, el sistema kafala ha creado una clase trabajadora migrante barata, deportable, altamente precaria y explotable. Vincula la visa del trabajador y la residencia legal en Arabia Saudí a un patrocinador saudí en particular por un período limitado, lo que otorga a los ciudadanos y las empresas saudíes un control excesivo sobre la clase trabajadora migrante. Los trabajadores son reclutados a través de agencias privadas a tarifas elevadas y, a menudo, también se les obliga a pagar sus propias visas. Una vez que llegan al país, la naturaleza de su trabajo suele ser diferente y peor remunerada de lo prometido. En muchos casos, también se les confiscan los pasaportes, lo que hace que sea casi imposible que cambien de trabajo o abandonen el país. Si bien Arabia Saudí anunció que ha aliviado las restricciones a los trabajadores migrantes, incluida la posibilidad de cambiar de trabajo y viajar sin “autorizaciones de salida”, la estructura del sistema permanece intacta.
El sistema kafala, que funciona mediante una combinación de alto control de la inmigración y baja protección laboral, tenía por objeto garantizar el cumplimiento de las normas por parte de los trabajadores migrantes y sofocar la posibilidad de sindicalización y otras formas de disidencia, ya que podrían ser deportados fácilmente ante cualquier violación menor de su contrato. La naturaleza del sistema y el marcado desequilibrio de poder que arraiga entre los ciudadanos saudíes y los trabajadores migrantes ha dado lugar a altos niveles de explotación y abuso de diversas formas, en particular de los trabajadores domésticos y especialmente las mujeres, que están muy aisladas, lo que las convierte en un blanco más fácil y más difícil de detectar. Esto también es cierto en el caso de los trabajadores indocumentados que pueden haber escapado de condiciones de trabajo abusivas o explotadoras o que permanecen en el país por otras razones después de finalizar su contrato y residencia legal. En octubre de 2023, el Estado aprobó una nueva ley (en vigor a partir de septiembre de 2024) para mejorar las protecciones ofrecidas a los trabajadores domésticos, como prohibir la confiscación de pasaportes y establecer un horario laboral máximo. Sin embargo, los mecanismos de seguimiento y control parecen débiles, lo que ha suscitado dudas sobre su aplicación efectiva.
Desde sus inicios, el sistema kafala ha permitido una visible división en las categorías de trabajo que ocupaban los distintos grupos. Los ciudadanos saudíes (en su mayoría hombres) trabajaban en el sector público, mientras que los trabajadores migrantes, muchos de los cuales proceden de países del sur global que habían sido severamente empobrecidos por el régimen colonial y por las políticas neoliberales posteriores a 1970, acabaron siendo empujados al sector privado. Allí, se les daban pocas protecciones laborales, ninguna restricción real sobre las horas de trabajo y ningún salario mínimo, lo que lo hacía muy poco atractivo para la mayoría de los ciudadanos saudíes. Las mujeres saudíes, por otro lado, fueron relegadas en gran medida al hogar, encargadas de las tareas domésticas de reproducción social, con la ayuda de trabajadoras domésticas para aquellas que podían permitírselo. Todo esto fue facilitado por la riqueza petrolera, que permitió al Estado subsidiar bienes y servicios, haciendo posible que muchas familias saudíes vivieran más cómodamente con un solo ingreso. En los últimos años, la declarada medida para reducir la dependencia del petróleo parece haber hecho insostenible este modelo político-económico, lo que llevó al Estado a cambiar su estrategia de acumulación y atraer a más ciudadanos saudíes para trabajar en el sector privado. Para lograrlo, el gobierno ha realizado varios cambios. Intentó hacer más atractivo el sector privado al presionar a las empresas para que aumentaran los salarios y aplicara nuevas normas laborales. También revivió el programa Nitaqaat del rey Abdallah, anunciado inicialmente en 2011 y diseñado para promover la “saudización” incentivando a las empresas privadas a contratar más saudíes y penalizando a las que tuvieran bajas tasas de trabajadores saudíes. Por último, el Estado recurrió a las mujeres saudíes, una importante reserva de mano de obra. Esto ha llevado a una reducción de las tasas de desempleo de las mujeres saudíes. Entre 2017 y 2023, la participación laboral de las mujeres aumentó del 20,2% al 34,5%, un logro muy celebrado de la Visión 2030.
A partir de la investigación cualitativa preliminar que he realizado, incluidos cuestionarios y entrevistas informales, se observa que existe un vínculo emergente entre el aumento del número de mujeres saudíes que trabajan y sus efectos en las vidas y los medios de vida de los trabajadores migrantes y sus comunidades. Aunque se necesitan más investigaciones, incluso cuantitativas, para ofrecer un análisis más exhaustivo, parece que varios de los empleos que desempeñan actualmente las mujeres saudíes, en particular los de atención al cliente, antes estaban ocupados en gran medida por trabajadores migrantes varones. Una razón importante de la falta de mujeres saudíes en esos puestos es que, como muestra Le Renard (2013), las normas anteriores sobre segregación de género en los espacios públicos excluían a las mujeres saudíes de la mayoría de los empleos en los que interactuarían con hombres. A medida que las mujeres saudíes entran en entornos laborales mixtos, compiten con los hombres por los mismos puestos. En algunas industrias que antes estaban ocupadas en gran medida por trabajadores migrantes varones, como el comercio minorista y la hostelería, esto ha llevado a que las mujeres saudíes los reemplacen.
Dadas las limitaciones estructurales del sistema kafala, el desempleo de los trabajadores migrantes puede tener efectos de largo alcance, incluida la deportación. Muchos trabajadores migrantes han vivido en Arabia Saudí durante décadas y tendrían que reconstruir vidas y comunidades enteras en países de “origen” con los que tal vez ya no tengan vínculos. Los hijos de trabajadores migrantes que nacieron en Arabia Saudí tal vez nunca hayan tenido una conexión con esos lugares. Además, esto puede empobrecer aún más a las comunidades de sus países de origen que dependen de los flujos de remesas. Algunos podrían verse obligados a permanecer ilegalmente, ocultándose constantemente de la autoridad estatal, perdiendo el acceso a la atención sanitaria y otras protecciones o servicios, a la vez que corren el riesgo de ser deportados, detenidos y obligados a pagar multas y tasas. Esto los empujaría a un sector de trabajo informal cada vez mayor, donde la mano de obra es aún más barata y donde la explotación y el abuso se agudizan.
Más allá del des/empoderamiento
Los relatos que celebran el empoderamiento de las mujeres saudíes han retratado los cambios como abrumadoramente positivos. El Estado ha equiparado el empoderamiento de las mujeres a través de la independencia económica con la prosperidad general de la nación. Las activistas de los derechos de las mujeres han reforzado esta narrativa neoliberal en sus propias campañas por la reforma. En estos relatos, la nación se convierte en un lugar hecho por y para los ciudadanos que son responsables de su propio florecimiento y del de la nación. El papel del Estado se convierte en el de eliminar los obstáculos al éxito económico bajo el capitalismo. La sobrerrepresentación de los trabajadores migrantes en ciertas industrias y el control patriarcal de la sociedad se convierten en barreras que debe derribar el brazo carcelario del Estado, cada vez más grande. En estos relatos, se borran los costes de las agendas liberales de igualdad de género, para los no ciudadanos y para las comunidades de clase trabajadora. Esto plantea serias preguntas sobre los límites del empoderamiento de las mujeres, a quién puede beneficiar y a quién perjudica. Lo que las mujeres saudíes han logrado a través de un mayor acceso a la fuerza laboral no es liberación. Por el contrario, se les ha permitido participar de manera más visible en un sistema que se basa en la opresión y la explotación a partir del género, la raza y la clase.
Si bien la Visión 2030 está llevando a una reconfiguración del papel de las mujeres saudíes y los trabajadores migrantes en la fuerza laboral, que las mujeres saudíes desempeñen un papel importante en la explotación de los trabajadores migrantes no es algo nuevo y siempre ha estado incorporado al sistema de kafala. La narrativa del empoderamiento de las mujeres solo presenta a las mujeres saudíes como víctimas que necesitan ser salvadas o empoderadas por el Estado, ocultando cómo las propias mujeres saudíes han participado en la explotación de otros. Esto resalta la importancia de cuestionar las reformas liberales de género, que sólo benefician a una pequeña porción de las mujeres saudíes en lugar de transformar las relaciones sociales que subordinan a las mujeres y a los trabajadores en diferentes grados.
A pesar de sus afirmaciones de beneficiar a la nación, el empoderamiento de las mujeres tal como lo promueve el Estado y lo celebra globalmente, seguirá beneficiando sólo a una parte de las mujeres saudíes privilegiadas que se alinean con la Visión de ese Estado, al tiempo que reproduce la marginación, la explotación y la opresión de los trabajadores migrantes. Las mujeres saudíes deben ir más allá del modelo del feminismo liberal que busca más visibilidad y acceso dentro de las estructuras estatales y privadas neoliberales. Esto significa que, en lugar de limitar las campañas a los “derechos de las mujeres”, deben organizarse por condiciones laborales justas e iguales para todas, independientemente de la nacionalidad, y contra la institución de la ciudadanía a través de la cual la clase está tan fuertemente constituida en Arabia Saudí y en el Golfo en general.
El trato justo e igualitario de los trabajadores migrantes es una cuestión feminista. Hay una lección en esto para todos aquellos que buscan la liberación en lugar del empoderamiento selectivo: pensar de manera más expansiva sobre la creación de solidaridades locales y transnacionales que cuestionen y trabajen para desmantelar las relaciones sociales desiguales a través de las cuales se sostienen el sistema kafala y otras formas de explotación.
Foto de portada: El trabajador migrante indio Pokkoya Shamnad (derecha) fue objeto de trata forzosa por parte de su empleador en 2013 desde Kuwait a Arabia Saudí (Sebastian Castelier vía Shutterstock).