Entre las ruinas de Yarmuk (Damasco), los palestinos de Siria lloran su capítulo más oscuro

Mawada Bahah, The New Arab, 6 enero 2025

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Mawada Bahah es una periodista siria independiente afincada en Damasco que centra sus trabajos en cuestiones sociales y medioambientales.

Los destrozados muros y las marcas de artillería de la mezquita Abdul Qader al-Husseini en el campo de Yarmuk de Damasco son un recordatorio solemne del día en que un avión de combate MiG del régimen atacó la zona.

Incluso ahora, 13 años después del ataque, la mezquita y los edificios cercanos, incluida una escuela, están casi congelados en el tiempo como monumentos a la devastación.

Para muchos residentes del campo, el ataque marcó un punto de inflexión: un segundo éxodo que se hizo eco del desplazamiento de sus antepasados ​​en 1948.

El campo de refugiados palestinos de Yarmuk, establecido en 1957 en un bullicioso suburbio del sur de Damasco, albergó alguna vez a unas 160.000 personas, predominantemente refugiados palestinos expulsados ​​de sus hogares en el norte de Palestina bajo el Mandato Británico en 1948.

Tras la revolución siria, las tensiones aumentaron en Yarmuk a medida que intensos enfrentamientos y fuertes bombardeos entre facciones rivales devastaban el campo, causando desplazamientos masivos y víctimas civiles.

Antes de la revolución siria, la vida en el campamento seguía siendo «normal», como siempre lo había sido para sus residentes. Una vez que las protestas pacíficas escalaron hasta convertirse en un conflicto armado, el campo se convirtió en un refugio para familias desplazadas de áreas vecinas como Tadamon y Al-Hajar Al-Aswad, según Ozman Abu Jalifa, un residente del campamento desde hacía mucho tiempo que soportó los angustiosos años de asedio.

Cualquier apariencia de normalidad se hizo añicos con el ataque aéreo del régimen sirio en 2012. Abu Jalifa dijo que el régimen sirio utilizó la presencia de estas familias desplazadas como pretexto, etiquetándolas de «terroristas» para justificar el ataque.

«El 16 de diciembre de 2012 marcó un punto de inflexión para Yarmuk», recordó Abu Jalifa. «Ese fue el día en que la mezquita y otros edificios fueron atacados, lo que cambió todo».

Describió la escala de la tragedia como «inimaginable», con tantos muertos y heridos que los sobrevivientes tardaron cuatro horas en recuperar los cuerpos de los escombros.

“Algunas víctimas fueron enterradas en el lugar porque sus restos estaban hechos pedazos”, dijo.

Sally Obeid, periodista afiliada al movimiento Fatah y exresidente de Yarmuk, describe el terror que se apoderó del campamento ese día.

“La gente huía presa del pánico, dispersándose a zonas como Zahira y otras partes de Damasco, o a campamentos palestinos en otras provincias”, dijo. “Era como otra Nakba”, refiriéndose al éxodo palestino de 1948.

Un hombre monta su bicicleta frente a los edificios destruidos en el campamento de Yarmuk el 23 de diciembre de 2024 en Damasco, Siria [Getty].

El éxodo no fue impulsado únicamente por los bombardeos en sí. Corrieron rumores de que el ejército del régimen planeaba regresar, esta vez con tanques.

“Las familias caminaron durante horas, sin saber a dónde ir, sin transporte disponible”, agregó. “No fue solo el ataque. Fue el miedo a lo que podría venir después”.

A mediados de 2013, el control del régimen se hizo más fuerte a medida que los puestos de control de seguridad se multiplicaban y los informantes vagaban libremente, lo que hizo que incluso las actividades cotidianas fueran peligrosas. Luego vino el bloqueo total: todas las salidas y entradas al campamento fueron selladas, convirtiendo Yarmuk en una “prisión abierta”, según sus residentes.

El asedio del régimen de Asad había reducido la población de Yarmuk a 18.000 personas, dejando a los residentes atrapados sin acceso a alimentos, agua o suministros médicos, sumiendo a miles de personas en una hambruna y privaciones severas.

“Yarmuk es uno de los pocos lugares donde la gente literalmente murió de hambre”, dijo Abu Jalifa a The New Arab. “Lavábamos a los muertos antes de los entierros, y la mayoría eran meros esqueletos”.

Primero desaparecieron el pan y la carne, seguidos de los alimentos básicos que quedaban. Obeid recordó historias de residentes que molían lentejas para hacer harina y hurgaban en las casas abandonadas en busca de algo comestible.

“Al final, sobrevivíamos a base de agua con especias”, dijo.

El régimen finalmente permitió algunas entregas de ayuda, pero incluso estas tuvieron un precio. Ahmed al-Udeh, otro residente, recordó que muchos murieron tratando de conseguir las cajas de ayuda.

“Los llamábamos ‘mártires de la caja’”, dijo. “El régimen también utilizó francotiradores para atacar a las personas que recogían alimentos, alegando que se trataba de un ‘fuego cruzado’”.

En 2015, grupos extremistas tomaron el control de la mayor parte de Yarmuk, desplazando a miles de residentes más y deteniendo las entregas de ayuda. En 2018, el campamento se enfrentó a su “capítulo final” y “más brutal”, según Obeid.

El ejército sirio, respaldado por ataques aéreos rusos, lanzó una gran ofensiva para recuperar el área, bombardeando incesantemente Yarmuk durante más de tres días, reduciendo gran parte del lugar a escombros. Los residentes dijeron que el nivel de destrucción “no tenía sin precedentes”, superando incluso la devastación causada durante el asedio.

“Familias enteras quedaron sepultadas bajo los escombros”, dijo al-Udeh. “No pudimos salvarlas”.

Tanto Abu Jalifa como Obeid confirman que, si bien el asedio causó un inmenso sufrimiento, la magnitud de la destrucción se produjo durante esos tres días de bombardeo. Tras la campaña militar, el gobierno sirio declaró la victoria y los grupos extremistas se retiraron del campamento y se trasladaron a Idlib.

Volviendo a las ruinas

Según Tahsin Halabi, subsecretaria de la Unión de Escritores Palestinos, el campamento surgió después de 1948, cuando llegaron oleadas de refugiados a Siria. Al principio, se alojaron en tiendas de campaña y, con el tiempo, se les concedió un terreno para construir sus casas, formando lo que se convertiría en Yarmuk.

“En 1964, la vida en el campamento se había estabilizado”, explicó Halabi. “Se centraba en las necesidades básicas, como la educación, la atención sanitaria y el comercio. Pero eso cambió con la Cumbre de Jerusalén, cuando se tomó la decisión de alistar a los palestinos en el Ejército de Liberación de Palestina”, añadió.

“Yarmuk era un lugar de sueños para los palestinos”, dijo Halabi. “Fue donde se entrenaron para la liberación, donde aprendieron los nombres de sus pueblos y ciudades en Palestina, que adornaban los callejones del campamento. Ahora, esos sueños yacen enterrados bajo los escombros, pero el espíritu de Yarmuk perdura”.

Más allá de su historia de resistencia, Yarmuk prosperó como un vibrante centro comercial. Su proximidad al barrio Midan de Damasco atraía a los comerciantes sirios, mientras que sus bulliciosos mercados se ganaron comparaciones con la calle Hamra de Beirut. Sin embargo, en 2018, se estima que el 60 por ciento de los edificios del campamento habían resultado dañados o completamente destruidos, según el Grupo de Acción para los Palestinos de Siria (AGPS, por sus siglas en inglés).

Después de la partida de la oposición, algunos residentes intentaron regresar, pero los obstáculos persistían.

Un mural de un mapa de la Palestina histórica y el famoso personaje de dibujos animados ‘Handala’ portando la bandera palestina en el campamento de refugiados de Yarmuk el 29 de diciembre de 2024 [Getty].

“Cuando decidimos regresar, los puestos de control todavía estaban en su lugar”, dijo Obeid. “Tuvimos que colarnos por las calles laterales de Tadamon. Ni siquiera podíamos reconocer el lugar. Todo estaba destruido”.

Poco a poco, la gente comenzó a reconstruir sus vidas, pero el proceso fue arduo. El retorno requería complejas aprobaciones de seguridad y la reconstrucción fue lenta.

Hoy, tras la caída del régimen de Asad, el campo está comenzando a regresar a su época anterior a la revolución.

Los residentes del campamento de Yarmuk que hablaron con The New Arab no expresaron “ningún temor”. Por el contrario, hay una clara sensación de optimismo. Muchos pueden ahora regresar al campo, limpiar las calles y comenzar a restaurar sus hogares. Sin embargo, persisten las preocupaciones entre los afiliados a las facciones palestinas, ya que se cierne la incertidumbre sobre sus roles futuros.

Esta inquietud se ha amplificado tras las declaraciones de Ahmed al-Shara, el jefe de HTS y líder sirio de facto, quien anunció planes para disolver todas las facciones armadas, sin dejar espacio para armas fuera del control del ejército sirio.

Al-Udeh señaló que esta cuestión “preocupa profundamente a muchos residentes del campamento”, ya que un número significativo trabaja como civiles o personal militar dentro de estas facciones y no está seguro de si mantendrá sus puestos o necesitará encontrar nuevos medios de vida. Al mismo tiempo, Obeid destacó los desafíos que plantea la destrucción de las viviendas, ya que muchos edificios requieren demolición y reconstrucción, un proceso costoso que está fuera del alcance de la mayoría de los residentes.

“Al menos ahora nos liberamos de la carga de las aprobaciones de seguridad”, señaló.

(Este artículo se ha publicado en colaboración con Egab).

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