Abubaker Abed, Drop Site News, 29 enero 2025
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Abubaker Abed es un corresponsal de guerra accidental de Deir al-Balah, Gaza. Se vio arrojado a una zona de guerra activa y se puso a informar sobre el genocidio. Es periodista y comentarista de fútbol.
La mañana del 19 de enero, Khalil Fahjan salió de la pequeña y húmeda tienda de campaña de su familia en Deir al-Balah y se dirigió rápidamente hacia el sur, a su casa familiar en Rafah. El plazo para un acuerdo de «alto el fuego» que podría detener el asalto genocida de Israel contra Gaza, al menos temporalmente, debía entrar en vigor a las 8:30 de esa mañana. Llevaba más de siete meses sin ir a Rafah, desde que el ejército israelí invadió la ciudad, y estaba desesperado por volver a casa.
Fahjan, de 25 años, ignoraba que el ejército israelí había retrasado casi tres horas la aplicación del acuerdo, atacando y matando entretanto a palestinos en Jan Yunis y el norte de Gaza.
Cuando llegó a su barrio de Tal-al-Sultan, le costó comprender la escena que tenía ante sí. «Era tal la devastación que podía ver el mar desde el centro de Rafah, que está a cuatro kilómetros», dijo Fahjan a Drop Site News. «Todas las casas de mi zona estaban convertidas en montones de escombros. A primera vista, no podía identificar mi barrio ni mi casa. Todos los puntos de referencia que conocía habían desaparecido. Ahora es una ciudad de fantasmas».
Describió que era como ir caminando por un cementerio abierto, observando cómo la gente recogía partes de cuerpos en descomposición y restos humanos en un esfuerzo por identificar a sus seres queridos entre municiones sin detonar en las calles y dentro de los edificios.
Cuando llegó a su casa, apenas se mantenía en pie. El interior estaba calcinado y carbonizado, y las paredes se desmoronaban y estaban plagadas de agujeros de bala. «Mi casa, donde estaban todos mis recuerdos, mi trabajo, mis sueños, mi certificado, donde estaba toda mi vida, simplemente había desaparecido», dijo. «Esta guerra nos lo ha robado todo. Miro a Rafah y me pregunto si me quedaré en una tienda de campaña los próximos dos o tres años. La ciudad necesita entre 10 y 20 años para volver a ser lo que era antes».

Escuela Al-Fardus, en Rafah, Franja de Gaza (Foto de Rola Sababah).
Antes de que comenzara la guerra hace 15 meses, Rafah, la ciudad más meridional de la Franja de Gaza, albergaba a unas 280.000 personas; y el paso fronterizo de Rafah con Egipto era la única vía de entrada a Gaza no controlada por Israel. Todo eso iba a cambiar violentamente.
Al intensificarse los bombardeos aéreos israelíes, los palestinos de Gaza se vieron obligados a desplazarse hacia el sur, muchos fueron primero a Jan Yunis y después -cuando las tropas israelíes invadieron Jan Yunis a principios de diciembre tras una semana de alto el fuego- a Rafah. El número de personas en Rafah aumentó a más de 1,5 millones, casi tres cuartas partes de la población de Gaza.
En abril, Israel anunció que invadiría Rafah a pesar de las funestas advertencias de las organizaciones humanitarias, las Naciones Unidas y otros organismos internacionales. Incluso el presidente Biden advirtió que no suministraría armas ofensivas a Israel si invadía Rafah, para luego dar marcha atrás.
La invasión israelí, cuando se produjo en mayo, obligó a desplazarse de nuevo a más de un millón de palestinos, muchos de los cuales se hacinaron en Deir al-Balah y Mawasi, en Jan Yunis. El ejército israelí se hizo con el control del corredor Filadelfia, que discurre a lo largo de la frontera con Egipto, y cerró el paso fronterizo de Rafah. En los meses siguientes, las tropas israelíes procedieron a la demolición sistemática de gran parte de la zona. La administración Biden mantuvo el flujo constante de armas estadounidenses y el apoyo político a Israel.
Según una evaluación de cuantificación de escombros realizada por ONU-Hábitat y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, los escombros generados por la guerra en Gaza aumentaron de 22,9 millones de toneladas el 7 de enero de 2024 a 50,8 millones de toneladas el 1 de diciembre de 2024, lo que supone un aumento del 121% en once meses. El aumento más significativo se observó en Rafah, donde la cantidad de escombros creció un asombroso 1.898%, casi veinte veces más.
Tras la entrada en vigor del «alto el fuego» la semana pasada, Israel violó repetidamente el acuerdo, matando a decenas de civiles que regresaban a sus barrios devastados, la mayoría de ellos en Rafah. Más de 80 palestinos han muerto en toda Gaza desde que entró en vigor el alto el fuego, según declaró a Drop Site News el Dr. Zaher al-Wahaidi, director del centro de información del Ministerio de Sanidad, 49 de ellos sólo en Rafah. Mientras tanto, la cifra oficial de muertes confirmadas en Gaza sigue aumentando a medida que se recuperan decenas de cadáveres de entre los escombros. Desde el 19 de enero se han recuperado más de 470 cadáveres, según al-Wahaidi, 150 de ellos en Rafah.
«Necesitamos orugas y excavadoras para limpiar los escombros y recuperar estos cadáveres. La gente se está quedando literalmente sin nada. Rafah está destruida, y la matanza y los bombardeos continúan allí», dijo al-Wahaidi a Drop Site. «Casi 700 cadáveres siguen atrapados bajo los escombros en Rafah; recuperarlos depende principalmente de que se permita la entrada de esta maquinaria esencial que puede ayudar en esta complicada misión».
Una semana después del «alto el fuego», algunos residentes de Rafah siguen sin poder regresar a sus devastados barrios. Mostafa Sabasi, de 33 años, fue desplazado cuatro veces junto con su familia tras la invasión israelí de Rafah en mayo. Cuando entró en vigor el alto el fuego, regresó por fin a Rafah y encontró su casa intacta, aunque con las ventanas y las puertas reventadas, las paredes dañadas y el tejado agrietado. «Tuve suerte de que mi casa siguiera en pie, pero reconstruirla requerirá mucho tiempo y esfuerzo», dijo Sabasi a Drop Site. Sin embargo, dijo que no podía permanecer en su casa dañada, ya que se encuentra en al-Jneina, un barrio del este de Rafah contra el que las tropas israelíes han disparado repetidamente en los últimos días. Sabasi se encuentra ahora de vuelta, junto con 10 miembros de su familia, en su refugio de Jan Yunis.
«Sé que el ejército israelí deja tras de sí una inmensa destrucción en todos los lugares en los que entra, pero Rafah quedó totalmente destruida. Nunca pude imaginar que vería esa escala de destrucción. La ciudad se ha convertido en un paisaje llano con escombros amontonados por todas partes», dijo Sabasi. «Todas las instalaciones públicas, educativas y sanitarias quedaron reducidas a escombros».
Realmente tardé horas en darme cuenta de que estaba en Rafah. La gente volvía para ver sus casas; sin embargo, casi todos han perdido las suyas», dijo, y añadió: «A lo largo de las calles había restos de personas. Vi mandíbulas, cráneos, esqueletos, extremidades y dedos. La gente simplemente no sabe adónde ir ni qué hacer».
«Esta guerra nos privó de todo y acabó con nuestros sueños y nuestra pasión. Mi casa sufrió daños, mi trabajo se detuvo, mis sueños se desvanecieron y mi familia se separó. Varios miembros de mi familia también fueron asesinados durante el genocidio. Esa sensación de tranquilidad, seguridad y estabilidad desapareció. Me siento inseguro viviendo en una ciudad que sólo compone un cuadro miserable y traumático, ya que muchos de mis vecinos fueron asesinados y todos los barrios han sido arrasados. Dentro y alrededor de mi casa había múltiples proyectiles explosionados, disparados y misiles sin detonar y detonados. Me alarmaba mucho caminar por las calles porque podía perder la vida en cualquier momento».

El barrio saudí de Rafah, en la Franja de Gaza (Foto de Rola Sababah).
Cuando se hizo oficial la fase inicial del acuerdo de alto el fuego, Feda Sababah, de 21 años, estaba eufórica: por fin podría volver a su casa de Rafah tras haber estado desplazada en Mwasi, Jan Yunis, durante más de ocho meses. Sin embargo, pronto descubrió que, al segundo día del alto el fuego, los tanques y las tropas israelíes se habían reposicionado en una zona cercana a su casa, en el barrio «saudí», y su casa era inaccesible.
«Cuando mi abuelo oyó por primera vez la noticia de la próxima invasión de Rafah, no pudo soportarlo y murió de un ataque al corazón», dijo Sababah a Drop Site. «Siento que lo he perdido todo. El alto el fuego fue un soplo de aire fresco, pero nuestra felicidad quedó incompleta porque perdí cosas irremplazables. Luego afrontamos el regreso a Rafah, que fue un viaje mezclado de dolor y esperanza. Cuando entré, sentí una enorme conmoción al ver mi casa en ruinas».
«Había explosivos por todas partes. Mientras nos dirigíamos a nuestra casa, algunas personas nos advirtieron que no fuéramos a determinadas zonas porque allí había plantadas muchas minas sin detonar. Estábamos a punto de atravesar esas zonas. Tuvimos mucha suerte de no morir. Cargas de explosivos, minas, balas y restos de granadas y armas del ejército israelí estaban esparcidos por todos nuestros barrios. Nos aterrorizaba caminar por las calles, así que seguíamos las huellas de los tanques para evitar cualquier mina o explosivo invisible», recuerda Sababah. «Las escenas de cuerpos en descomposición que se recuperaban de debajo de los escombros fueron las más difíciles que he tenido que ver en toda mi vida. Todo el mundo recogía cuerpos y trozos. Nadie podía saber de quién era esa pierna, de quién era esa mano, de quién era esa cabeza».
Foto de portada: Vista aérea de la destrucción causada por el ejército israelí en Rafah, Franja de Gaza. 24 de enero de 2025 (Hasan Eslayeh/Agencia Anadolu vía Getty Images).