El último capítulo del genocidio

Chris Hedges, The Chris Hedges Report, 22 marzo 2025

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Chris Hedges es un escritor y periodista ganador del Premio Pulitzer. Fue corresponsal en el extranjero durante quince años para The New York Times.

Este es el último capítulo del genocidio. Es el último empujón, empapado en sangre, para expulsar a los palestinos de Gaza. Sin comida. Sin medicinas. Sin refugio. Sin agua potable. Sin electricidad. Israel está convirtiendo rápidamente Gaza en un dantesco hervidero de miseria humana donde los palestinos son asesinados por centenares y pronto, de nuevo, por millares y decenas de millares, o serán obligados a salir para no volver jamás.

El último capítulo marca el final de las mentiras israelíes. La mentira de la solución de los dos Estados. La mentira de que Israel respeta las leyes de la guerra que protegen a los civiles. La mentira de que Israel bombardea hospitales y escuelas sólo porque Hamás los utiliza como bases de operaciones. La mentira de que Hamás utiliza a civiles como escudos humanos, mientras que Israel obliga habitualmente a palestinos cautivos a entrar en túneles y edificios potencialmente plagados de trampas antes que las tropas israelíes. La mentira de que Hamás o la Yihad Islámica Palestina (YIP) son responsables -a menudo se les acusa de lanzar cohetes palestinos errantes- de la destrucción de hospitales, edificios de las Naciones Unidas o víctimas palestinas en masa. La mentira de que la ayuda humanitaria a Gaza está bloqueada porque Hamás secuestra los camiones o introduce de contrabando armas y material bélico. La mentira de que se decapita a bebés israelíes o de que los palestinos llevan a cabo violaciones masivas de mujeres israelíes. La mentira de que el 75% de las decenas de miles de muertos en Gaza eran «terroristas» de Hamás. La mentira de que Hamás, por estar supuestamente rearmándose y reclutando nuevos combatientes, es responsable de la ruptura del acuerdo de alto el fuego.

El desnudo rostro genocida de Israel queda al descubierto. Ha ordenado la evacuación del norte de Gaza, donde los desesperados palestinos acampan entre los escombros de sus casas. Lo que viene ahora es la hambruna masiva -el Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA, por sus siglas en inglés) declaró el 21 de marzo que le quedan seis días de suministros de harina-, muertes por enfermedades causadas por agua y alimentos contaminados, decenas de muertos y heridos cada día bajo el incesante ataque de bombas, misiles, proyectiles y balas. Nada funcionará, panaderías, plantas de tratamiento de agua y alcantarillado, hospitales – Israel voló el Hospital Turco-Palestino dañado el 21 de marzo – escuelas, centros de distribución de ayuda o clínicas. Menos de la mitad de los 53 vehículos de emergencia de la Media Luna Roja Palestina funcionan debido a la escasez de combustible. Pronto no habrá ninguno

El mensaje de Israel es inequívoco: Gaza será inhabitable. Marcharos o moriréis.

Desde el martes, cuando Israel rompió el alto el fuego con intensos bombardeos, han sido asesinados más de 700 palestinos, entre ellos 200 niños. En un periodo de 24 horas mataron a más de 400 palestinos. Esto es sólo el principio. Ninguna potencia occidental, incluido Estados Unidos, que proporciona las armas para el genocidio, tiene intención de detenerlo. Las imágenes de Gaza durante los casi dieciséis meses de ataques incesantes fueron espantosas. Pero lo que se avecina ahora será peor. Rivalizará con los crímenes de guerra más atroces del siglo XX, incluida la hambruna masiva, la matanza al por mayor y el arrasamiento del gueto de Varsovia en 1943 por los nazis.

Los palestinos, con grandes dificultades para encontrar comida, esperan con recipientes vacíos en las manos para recibir alimentos distribuidos por organizaciones caritativas en Al-Mawasi, en Jan Yunis, Gaza, el 21 de marzo de 2025 (Foto de Hani Alshaer/Anadolu vía Getty Images).

El 7 de octubre marcó la línea divisoria entre una política israelí que abogaba por la brutalización y el sometimiento de los palestinos y una política que pide su exterminio y su expulsión de la Palestina histórica. Lo que estamos presenciando es el equivalente histórico del momento desencadenado por la aniquilación de unos 200 soldados dirigidos por George Armstrong Custer en junio de 1876 en la batalla de Little Big Horn. Tras esa humillante derrota, los nativos americanos fueron condenados a muerte y los que quedaron fueron obligados a vivir en campos de prisioneros de guerra, más tarde denominados reservas, donde miles de personas murieron de enfermedades, vivieron bajo la mirada despiadada de sus ocupantes armados y cayeron en una vida de pauperización y desesperación. Esperen lo mismo para los palestinos de Gaza, abandonados, me temo, en uno de los agujeros más infernales del mundo y olvidados.

«Habitantes de Gaza, ésta es vuestra última advertencia», amenazó el ministro israelí de Defensa, Israel Katz:

La primera Sinwar destruyó Gaza y la segunda la destruirá por completo. Los ataques de la Fuerza Aérea contra los terroristas de Hamás fueron sólo el primer paso. Ahora será mucho más duro y van a pagar todo el precio. Pronto comenzará de nuevo la evacuación de la población de las zonas de combate… Devuelvan a los rehenes y eliminen a Hamás y se les abrirán otras opciones, incluida la de marcharse a otros lugares del mundo para quienes lo deseen. La alternativa es la destrucción absoluta.

El acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás se diseñó para aplicarse en tres fases:

En la primera, de 42 días de duración, se pondría fin a las hostilidades. Hamás liberaría a 33 rehenes israelíes capturados el 7 de octubre de 2023 -incluidas mujeres, mayores de 50 años y enfermos- a cambio de más de 2.000 hombres, mujeres y niños palestinos encarcelados por Israel (hasta el 18 de marzo, Israel había liberado a unos 1.900 cautivos palestinos). Hamás ha liberado a un total de 147 rehenes, ocho de los cuales habían muerto. Israel afirma que aún hay 59 israelíes retenidos por Hamás, 35 de los cuales Israel cree que han fallecido.

El ejército israelí se retiraría de las zonas pobladas de Gaza el primer día del alto el fuego. Al séptimo día, se permitiría a los palestinos desplazados regresar al norte de Gaza. Israel permitiría la entrada diaria en Gaza de 600 camiones de ayuda con alimentos y suministros médicos.

En la segunda fase, que se esperaba negociar el decimosexto día del alto el fuego, se liberarían los rehenes israelíes restantes. Israel completaría su retirada de Gaza manteniendo su presencia en algunas partes del corredor Filadelfia, que se extiende a lo largo de las ocho millas de frontera entre Gaza y Egipto. Israel cedería el control del paso fronterizo de Rafah con Egipto.

En la tercera fase se negociaría el fin permanente de la guerra y la reconstrucción de Gaza.

Israel firma habitualmente acuerdos, incluidos los Acuerdos de Camp David y el Acuerdo de Paz de Oslo, con calendarios y fases. Consigue lo que quiere -en este caso la liberación de los rehenes- en la primera fase y luego incumple las siguientes. Este patrón no se ha roto nunca.

Israel se negó a cumplir la segunda fase del acuerdo. Hace dos semanas bloqueó la entrada de ayuda humanitaria en Gaza, violando así el acuerdo. También mató al menos a 137 palestinos durante la primera fase del alto el fuego, entre ellos a nueve personas -tres de ellas periodistas- cuando aviones no tripulados israelíes atacaron a un equipo de socorro el 15 de marzo en Beit Lahiya, en el norte de Gaza.

Los intensos bombardeos de Israel sobre Gaza se reanudaron el 18 de marzo, mientras la mayoría de los palestinos dormían o preparaban el suhur, la comida que se toma antes del amanecer durante el mes sagrado de Ramadán. Israel no detendrá ahora sus ataques, ni siquiera si se libera a los rehenes restantes, la supuesta razón de Israel para reanudar los bombardeos y el asedio de Gaza. 

Una familia palestina, que abandonó su hogar debido a los ataques israelíes contra la Franja de Gaza, prepara el suhur en el centro de acogida de Salah al-Din el 12 de marzo de 2024.(Foto de Dawoud Abo Alkas/Anadolu vía Getty Images).

La Casa Blanca de Trump jalea la matanza. Ataca a los críticos del genocidio como «antisemitas» que deben ser silenciados, criminalizados o deportados mientras canalizan miles de millones de dólares en armas a Israel.

El ataque genocida de Israel contra Gaza es el desenlace inevitable de su proyecto colonial de asentamientos y de su Estado de apartheid. La toma de toda la Palestina histórica -con Cisjordania que pronto, me temo, será anexionada por Israel- y el desplazamiento de todos los palestinos ha sido siempre el objetivo sionista.

Los peores excesos de Israel se produjeron durante las guerras de 1948 y 1967, cuando se tomaron enormes partes de la Palestina histórica, se asesinó a miles de palestinos y se llevó a cabo una limpieza étnica de cientos de miles. Entre estas guerras, continuó el robo de tierras a cámara lenta, los asaltos asesinos y la constante limpieza étnica en Cisjordania, incluido Jerusalén Este.

Esa calibrada danza ha terminado ya. Este es el fin. Lo que estamos presenciando empequeñece todas las agresiones históricas contra los palestinos. El demencial sueño genocida de Israel -la pesadilla palestina- está a punto de cumplirse. Destruirá para siempre el mito de que nosotros, o cualquier nación occidental, respetamos el Estado de derecho o somos los protectores de los derechos humanos, la democracia y las llamadas «virtudes» de la civilización occidental. La barbarie de Israel es la nuestra. Puede que nosotros no lo entendamos, pero el resto del mundo sí.

Imagen de portada: El señor de las moscas (por Mr. Fish).

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