Chris Hedges, The Chris Hedges Report, 10 abril 2025
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Chris Hedges es un escritor y periodista ganador del Premio Pulitzer. Fue corresponsal en el extranjero durante quince años para The New York Times.
Chris Hedges:
Las etapas finales del capitalismo, escribió Karl Marx, estarían marcadas por acontecimientos que nos son íntimamente familiares. Incapaz de expandirse y generar beneficios a los niveles del pasado, el sistema capitalista comenzará a consumir las estructuras que lo sostienen. Se cebará, en nombre de la austeridad y la eficiencia gubernamental, con la clase trabajadora y los pobres, hundiéndolos cada vez más en la deuda y la pobreza y disminuyendo la capacidad del Estado para atender las necesidades de los ciudadanos de a pie.
Como ha hecho hasta ahora, deslocalizará cada vez más puestos de trabajo, tanto industriales como profesionales, a países con mano de obra barata. Las industrias mecanizarán sus lugares de trabajo. Esto desencadenará un asalto económico no sólo a la clase obrera sino también a la clase media -el baluarte de un sistema capitalista- que, al principio, se disfrazará con la imposición de una deuda personal masiva a medida que los ingresos disminuyan o permanezcan estancados.
La política en las últimas etapas del capitalismo se subordinará a la economía, dando lugar a partidos políticos vaciados de cualquier contenido político real y abyectamente serviles a los dictados de las corporaciones y los oligarcas. Pero como advirtió Marx, una economía construida sobre el andamiaje de la expansión de la deuda tiene un límite. Llegará un momento, advirtió Marx, en que no habrá nuevos mercados disponibles ni nuevos grupos de personas que puedan endeudarse más. El capitalismo se volvería entonces contra el llamado libre mercado, junto con los valores y tradiciones que dice defender.
En sus etapas finales, saquearía los sistemas y estructuras que hicieron posible el capitalismo. Recurriría, causando un sufrimiento generalizado, a formas más duras de represión. Intentaría, en un frenético último esfuerzo, mantener sus beneficios saqueando y expoliando las instituciones estatales, contradiciendo su naturaleza declarada. La fase final del capitalismo, tal como la entendió Marx, no sería capitalismo en absoluto. Las corporaciones engullirían los gastos del gobierno, en esencia el dinero de los contribuyentes, como cerdos en un abrevadero. Entonces el sistema se derrumbaría.
El profesor Richard Wolff se une a mí para hablar de nuestro capitalismo tardío y de lo que significa para nosotros y para la comunidad mundial. El profesor Wolff es catedrático emérito de economía en la Universidad de Massachusetts Amherst y profesor visitante en el programa de posgrado en asuntos internacionales de la New School. También ha enseñado economía en la Universidad de Yale, la City University de Nueva York, la Universidad de Utah y la Universidad de París.
Así pues, hablemos del capitalismo tardío, del vaciamiento de las instituciones estatales, del DOGE [Departamento de Eficiencia Gubernamental, por sus siglas en inglés] y de lo que los capitalistas a corto plazo, que, por supuesto, van a ganar mucho dinero, nos van a hacer al resto de nosotros.
Richard D. Wolff:
Bueno, creo que tu introducción, Chris, como suelen ser todas tus introducciones, es maravillosamente completa.
Parte de lo que estás viendo con la administración Trump puede ser, y a mi juicio debería ser, entendido como una guerra contra la clase trabajadora aquí en casa, pero también en el extranjero. Lo que se está haciendo -permíteme empezar por el extremo opuesto- en Europa es increíble. Un acuerdo que salió de la Segunda Guerra Mundial por el que Estados Unidos derrotaría a un nuevo enemigo, la Unión Soviética, quien apenas unos meses después de haber sido el gran aliado se convirtió de la noche a la mañana en el gran enemigo, mostrando un tipo de flexibilidad que es a la vez sorprendente, pero también impresionante en términos de satisfacer tus propias necesidades y reorganizar las piezas del tablero en el que estás jugando. El trato alcanzado entonces fue el siguiente:
Nosotros, Estados Unidos, tenemos dos grandes preocupaciones en este momento. Número uno, el New Deal. Se había gravado o prestado una gran cantidad de dinero por parte de las corporaciones ricas y la gente adinerada a fin de proporcionar una notable gama de servicios de masas, seguro de desempleo, un salario mínimo, el sistema de seguridad social, el empleo público. Esto había que revertirlo.
Como sabes muy bien, nuestros últimos 50 años son la historia del retroceso de ese New Deal. Pero también fue necesario aplastar a los socialistas y comunistas que habían creado ese New Deal con su alianza durante un tiempo con el Partido Demócrata. Todo eso había que deshacerlo y se deshizo. La segunda gran ansiedad al final de la guerra era que volviéramos a caer en una depresión.
Recordemos que fue sólo la guerra la que finalmente nos sacó del horrible colapso del capitalismo, el peor de su historia, de 1929 a 1940-41. Y sólo tomando a los muchos, muchos millones de personas restantes, al poner -voy a ser simple ahora- a la mitad de ellos en uniforme y a la otra mitad haciendo esos uniformes, pudimos salir adelante… y entonces la gran preocupación, y muy grave, al final de la guerra, en 1945, era ¿qué iba a pasar ahora?
Teníamos que desmovilizar del ejército a toda esa gente, dejar de producir para el ejército. ¿Qué nos impediría retroceder? Se puede ver que el gobierno hizo cosas extraordinarias, la GI Bill, para coger a todos esos soldados y en lugar de que fueran al paro, meterlos en la universidad donde el gobierno pagaría por ellos, poniendo en marcha un programa de vivienda, un programa de carreteras…
Pero lo que la gente no reconoce es que había otro aspecto en todo eso, que era la parte internacional con Europa. El problema era que Europa había pasado por la misma historia de depresión que este país, y durante ese tiempo, al igual que en Estados Unidos, los partidos socialistas y comunistas se hicieron mucho más fuertes de lo que nunca habían sido. Así que al final de la guerra tenías la preocupación de poder retroceder, pero tenías otra aún mayor, y es que tenías partidos socialistas y comunistas muy fuertes que habían liderado el movimiento de los años 30 para conseguir servicios sociales, mucho más generosos en Europa de lo que eran en este país.
Además, los socialistas y los comunistas proporcionaron los militantes que constituyeron la resistencia antifascista. Así que eran populares, eran fuertes. El primer gobierno, el del expresidente francés Charles De Gaulle después del 45, tuvo gente del Partido Comunista en el gabinete. En Italia, el segundo partido más importante en los veinte años posteriores a la guerra fue el Partido Comunista Italiano. Y podría seguir. Y todos ellos tenían a la Unión Soviética literalmente a unas horas de tren. Así que sus clases capitalistas estaban aún más asustadas que nosotros por lo que estaba pasando.
Y la alianza con la Unión Soviética empezaba resultar algo excesiva. Así que lo que hicieron los Estados Unidos fue hacer un trato, pensando en que ibamos a resolver nuestro problema económico poniendo en marcha un keynesianismo a lo bestia. ¿El gobierno va a venir y hacer qué? Salvarnos de la amenaza soviética, construir la industria militar, y decir a los europeos, nosotros nos encargamos de todo.
Os proporcionaremos el paraguas de defensa, os repartiremos todo el apoyo y todo lo que tenéis que hacer es aseguraros de aplastar a los socialistas y comunistas en casa y de ser un buen baluarte contra la Unión Soviética. Y para ello, esto es lo que vamos a hacer. No tendréis que ocuparos de la defensa. Nos encargaremos de eso con nuestro keynesianismo doméstico, nuestro keynesianismo militar.
Y van y cogen el dinero que habrían tenido que gastar para proporcionar los servicios sociales que les permitirían competir con lo que los rusos están ofreciendo a su pueblo, y ya lo llevaban haciendo durante bastante tiempo en ese momento. Así que vais a competir con ellos, y luego vamos a coger nuestra Fundación Nacional para la Democracia, nuestra CIA, y todo lo demás, y asegurarnos de que los políticos adecuados dispuestos a comprometerse con este acuerdo se sienten en la parte superior del gobierno en Francia, en Alemania, en Gran Bretaña, y todos conocemos la historia de todo el dinero y del chapoteo que se hizo. Así fue.
Esa era la forma en que íbamos a destruir a los socialistas y comunistas de dentro y debilitar o destruir, si podíamos, a los de fuera, y todo ello justificando el gasto público masivo. Pero el problema es que todo eso se pagó, para tocar tu punto, con deuda. A Estados Unidos no le gusta librar guerras con impuestos. Le gusta librar guerras con dinero prestado, porque si gravas al pueblo, la oposición a la guerra sería mucho mayor y surgiría mucho antes. Así que no se puede hacer eso. Vas y pides prestado el dinero.
He aquí la ironía. Los europeos fueron grandes prestamistas de Estados Unidos durante un tiempo para financiar el keynesianismo que les protegía de tener que utilizar su dinero para su propia defensa. Las ironías de cómo todo esto encajó son una historia fascinante que nunca ha llegado a plasmarse en papel. Lo que tenemos ahora es el colapso de ese acuerdo. Es muy importante históricamente, y ya sé que tú también te dedicas a la historia, Chris, es algo que tenemos en común.
La historia encaja, nuestra situación saliendo de la Segunda Guerra Mundial y funcionando de esta manera para una nueva oportunidad de vida con mucho gasto gubernamental interno. Pero el problema es que gran parte se hizo con deuda. Y mucho de ello se hizo sin entender el momento especial. Estados Unidos no tenía competidor al salir de la Segunda Guerra Mundial.
Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Japón, Rusia, todos quedaron destruidos. Aparecimos como el rey de la colina. Nuestra economía estaba en mejor forma al salir de la guerra que al entrar, nadie más podía decir eso. Y el resultado fue un momento muy extraño, único y especial que no podía durar. Creo que los historiadores se quedarán impresionados de que haya durado tanto.
Pero, en cualquier caso, eso se acabó ya. Estados Unidos perdió la guerra en Vietnam. La perdió en Iraq. La está perdiendo en Ucrania. Mírenlo. Y son de los países más pobres de la tierra ante los que EE. UU. está perdiendo. Y los europeos se quedan de tal manera… que uno casi tiene que simpatizar con ellos. Son irrelevantes. Se han convertido literalmente en lo contrario de lo que eran hace tres o cuatro siglos: el centro del universo, el apogeo de la cultura, el amo colonial, todo eso. Pero todo eso ha desaparecido. Europa es una nota a pie de página. Viven en un mundo de fantasía porque, aunque son incapaces de parar a los rusos con Estados Unidos, en realidad piensan que pueden a hacerlo sin Estados Unidos. Son niveles de locura que forman parte del declive que sospecho de todos los imperios cuando se consumen a sí mismos.
Vayamos a otro punto, aquí, en EE. UU. Me llama especialmente la atención esta locura de atacar a los empleados federales en nombre de la eficacia. Es tan irrisorio que uno tiene que respirar hondo porque resulta abrumador. Dos millones y medio de empleados civiles del gobierno federal frente a cinco millones que trabajan para el gobierno estatal y 15 millones que trabajan para el gobierno local. Si te preocupa la maldita eficiencia, sea lo que sea lo que eso signifique exactamente, tus objetivos obvios serían los locales y estatales, pero como no pueden llegar a ellos, van a por los federales.
Eso no es una decisión que tenga que ver con la eficiencia. Es una decisión sobre dónde podemos llevar a cabo una actuación pública. Y es todo un espectáculo público. Que arruina la vida de esas personas, que destruye cualquier función que estas agencias a menudo tenían, que expulsa a la gente que entra en la fuerza laboral, un número mayor que los que salen de la federal.
Todos van a ir al sector privado, donde van a bajar los salarios al mismo tiempo que no pueden controlar la inflación, supone destrozar más y más a la clase trabajadora, como si no hubiera un fin a este proceso. Estos son los comportamientos desesperados de un imperio moribundo. Realmente no hay otro marco que se me ocurra que le dé sentido a esto.
Chris Hedges:
Bueno, están tratando de destruir esencialmente las agencias gubernamentales como el Servicio Postal, la educación…. Lo privatizan porque con ello ganan dinero.
Richard D. Wolff:
Mira, ellos viven en un mundo… He sido profesor de economía toda mi vida. Crecí en ese marco. Tuve que aprender todo eso. Tuve que enseñarlo a menudo. Viven en un marco gobernado por su teoría de la economía, y lo digo tan rotundamente y tan religiosamente en el sentido negativo del término… Viven en un mundo en el que cualquier cosa que haga el sector privado es eficiente, más que cualquier otra forma de hacer el trabajo. Y, según ellos, todo lo que se pueda hacer para reducir la huella económica del gobierno, trasladando así el trabajo al sector privado, será un aumento de la eficiencia del que todos nos beneficiaremos.
Y se lo creen de verdad. Es como escuchar al dueño de una plantación en Luisiana en 1832 explicando cómo y por qué amo y esclavo es el mejor arreglo posible para que la raza humana logre lo que necesita producir. Es tan obvio que no necesita explicación. Sí, tienes a todas esas personas con una mentalidad de pequeña empresa.
Piensan que pueden hacerlo, que lo están haciendo muy bien, que si tan solo no existieran las normas y regulaciones gubernamentales… y si toda esa gente mala que interviene en el libre mercado…, que es nuestro icono religioso moderno, una versión simplista de ese mantra simplista que tú y yo conocemos. Fui a las escuelas más elegantes de este país, y eso es lo que nos enseñaron.
Chris Hedges:
Pero está destruyendo los cimientos mismos que hacen funcionar un sistema capitalista. Es decir, la infraestructura se está derrumbando. No se educa a la población. Todavía vemos lo que ha conseguido con un servicio social privatizado, el servicio postal, en Inglaterra. Es un desastre. No funciona. Es decir, según esa introducción, ¿no están, quizás sin darse cuenta, destruyendo las mismas estructuras que hacen posible la acumulación de riqueza a largo plazo?
Richard D. Wolff:
Así es como lo entiendo. Tenían la ideología de que el sector privado es eficiente… Llevan 200 años creyendo eso, si no más. Tiene muchos nombres: liberalismo, neoliberalismo, laissez-faire… un montón de términos para la misma idea básica. Pero siempre, y así es como lo entiendo, siempre se vieron contrarrestados en cierta medida por hombres y mujeres prácticos que les decían: «Un momento, sí, puede ser, pero si no resolvemos este problema rápidamente, y el único que lo hará es el gobierno, vamos a tener serios problemas».
Recurrimos al gobierno para que dirija las fuerzas armadas cuando nos atacan porque el sector privado no es del todo… y entonces se precipitarán. Harán lo que Roosevelt hizo en la década de 1930: intervendrán en el mercado laboral, con un salario mínimo. No nos importan las fuerzas del mercado. No se puede bajar de ese salario. Y quiero recordarles a las personas que incluso los conservadores tenían esas normas.
Cuando la inflación era inmanejable en 1971, Richard Nixon salió en radio y televisión el 15 de agosto de 1971 y dijo: «Congelaré todos los salarios y precios en Estados Unidos». A partir de mañana por la mañana, si sube los precios, señor empresario, iremos, lo arrestaremos y lo encarcelaremos. Vaya. Bueno, esto es una especie de reconocimiento. Si tienen el margen, lo que tenemos ahora es una población cada vez más convencida, hasta los más que están más arriba, de que no hay margen.
No pueden permitirse la aparente solución del gobierno. Tienen que hacer algo. Y lo único que se les ocurre, dada la estrechez de nuestra educación, es esa fantasía. Van a salvar a Estados Unidos retrocediendo. ¿Qué demonios es eso? ¿Regresar a qué? Sea lo que sea que los haya traído hasta aquí. Es una locura. Y lo que están haciendo es vivir una fantasía.
Supongo que, en otros imperios, al declinar, empezaron a apelar a sus dioses, a sus fetiches, a sus fantasías, porque no les quedaba nada viable en la práctica. Estamos hasta el cuello de deuda nacional de 35 billones de dólares. Es muy superior a nuestro PIB nacional, lo cual no debería ser así. Eso solía considerarse inaceptable.
Nuestros aliados europeos no lo hacen tan mal como nosotros, aunque están a punto de hacerlo. Fíjense en los alemanes. Se están volviendo locos. El Sr. Mertz está a punto de convertirse en canciller allí. Hizo campaña para preservar el compromiso alemán de no endeudar al gobierno. A los pocos días de las elecciones, cambia completamente de postura y ahora aboga por la mayor expansión de deuda en la historia alemana para construir un ejército.
¿Contra quién va a luchar? ¿Contra los rusos? Es una broma. ¿Contra los chinos? Es una broma aún mayor. ¿Contra Estados Unidos? ¿Quizás la broma más grande de todas? ¿Qué? Los únicos con quienes podría usar eso son los demás europeos. Y creo que ya hemos visto esa imagen antes. Estos son comportamientos que, a gente como tú, como yo y otros en los medios les va a costar cada vez más descifrar porque son los actos desesperados de un imperio en decadencia que no sabe adónde recurrir.
Chris Hedges:
Hablemos de los aranceles y de la rebaja de impuestos; han propuesto más rebajas de impuestos. ¿Cómo se traducirá todo esto económicamente? ¿Pueden dejar en paz al complejo militar-industrial porque hay un proyecto de ley en el Congreso impulsado por los republicanos para aumentar el gasto militar en 100.000 millones de dólares durante la próxima década? Así que, si no van a tocar el ejército, que consume la mitad de todo el gasto discrecional, no veo cómo, para empezar, van a ahorrar tanto dinero. Y, en segundo lugar, con estas políticas económicas que favorecen a la clase oligárquica, ¿cuáles serán las consecuencias económicas?
Richard D. Wolff:
Bueno, creo que lo que estás viendo, en parte, empezando por los aranceles, es que hay algo importante en los aranceles que no recibe la atención que debería. Si interpreto correctamente la política estadounidense, durante al menos los últimos cien años, el principal mantra del Partido Republicano ha sido: o osbajamos los impuestos o no os los subimos. Somos el partido antiimpuestos.
Y recurren a todos los sectores de la población para vender esa historia. Un arancel es un impuesto. Eso es todo. Es un impuesto sobre los objetos importados que se producen en otro lugar y se venden aquí. En los inicios de la historia estadounidense, se llamaban aranceles de importación porque eso es lo que son. Llamarlos aranceles…
Chris Hedges:
¿No iniciamos una revolución por eso? [Riendo]
Richard D. Wolff:
Sí, entre otras cosas. Exacto. Porque no se nos permitió… El rey Jorge III tomó esa decisión. Exacto. Así que aquí tenemos un partido antiimpuestos cuya principal arma económica, como el Sr. Trump, es un arancel. Es algo remoto… hay más evidencias de que algo está fallando porque tienen que convertirse en defensores de lo mismo que, en principio, afirmaban oponerse.
Muy extraño. Y la misma gente de cuya boca el 4 de julio salen disparates antiimpuestos ahora les habla de lo maravilloso que es el arancel. La razón por la que el Sr. Trump lo usa, por cierto, es que el Congreso le dio al presidente mucha libertad para hacerlo. Y entonces puede hacerlo y puede desempeñar el papel que le gusta al Sr. Trump, el dios enojado con sus armas, y no podría hacerlo con muchas otras armas porque tienen que pasar por el Congreso o por varios procedimientos, además de simplemente desahogarse en Truth Social, cómo va a hacer esto o aquello, lo hace hoy, lo cancela mañana, toda esta extraña teatralidad. Lo hace porque puede hacerlo. No hay ningún principio detrás. Número uno.
Número dos. No se puede saber y, por cierto, los aranceles son muy antiguos. No hay nada nuevo. Los países se han estado imponiendo aranceles entre sí durante siglos. ¿Por qué te digo esto? Porque hay una literatura inmensa. He tenido que impartir cursos de economía internacional. Ahí es donde está esa literatura. Los estudiantes pasan tres semanas revisando artículos y libros…
Sabemos que no se puede decirle a la gente qué habrá aranceles. La razón es que un arancel desencadena toda una serie de reacciones. No se pueden saber de antemano las consecuencias. En otras palabras, todos los afectados por un arancel deben decidir cómo responder. Todos responderán, pero cómo lo harán es como saber de antemano las jugadas de ajedrez.
Hay algunas probabilidades, quizá, pero nunca se sabe. El genio es el que se adapta. Así que cuando el Sr. Trump dice que los aranceles harán tal cosa, es una pura estafa. Es un disparate. No sabe qué consecuencias tendrá. En sus primeras declaraciones sobre el arancel, pensó, y lo repetía una y otra vez, los chinos pagarían el arancel. Tuvo que pedirle a sus asesores, algunos de los cuales conozco, que se lo explicaran, pero no lo entendió.
No, el arancel lo pagan los estadounidenses al gobierno estadounidense. Los chinos no pagan nada. Se puede imaginar una reacción en China que podría… sí, se puede, pero no hay razón para asumirlo. Por ejemplo, una respuesta a un arancel es un arancel de represalia. Bueno, no se puede saber de antemano si lo harán.
Y no se puede saber de antemano a qué productos tuyos se les impondrá un arancel. De nuevo, no tienen por qué hacerlo con todos los productos. Europa está ocupada gravando el whisky bourbon, y también China, por obvias razones políticas, ya que afecta a la base económica del Sr. Trump. Pero no lo sabemos. Si Canadá no puede vender su electricidad a Estados Unidos, entonces se la venderán a China.
¿Es eso realmente una ventaja? La respuesta es no. ¿Es una posibilidad? ¡Sí! En otras palabras, en cuanto se entiende lo que está pasando, lo único que queda para el Sr. Trump y sus asociados es palabrería. Lo que se ve bien en las noticias de la noche, vamos a hacer esto, y tendrá ese resultado.
Eso es exactamente lo que él no puede hacer. Nadie puede hacer eso. E incluso con una conciencia ligera, si no eres un mercachifle a sueldo, dirías: bueno, esto va a dañar la relación. Va a llevar a muchas reconsideraciones y decisiones entre opciones, y cómo todas se suman y nos afectan. O sea, la única respuesta honesta es que no lo sé.
Chris Hedges:
Pero ¿no se están imponiendo aranceles a los canadienses y a otros países, primero, para impulsar la manufactura estadounidense y, segundo, para cubrir el déficit de los recortes de impuestos? ¿Es esa la razón aparente de los aranceles?
Richard D. Wolff:
Sí, eso es lo que dices, pero eso implica la pretensión de que sabes que la línea de causalidad irá desde tu arancel hasta esa decisión. Por ejemplo, que un fabricante de automóviles traslade o reubique su planta de ensamblaje de México a Texas, o algo similar. Sí, pero aquí está el problema. Es muy caro trasladar las instalaciones de producción. Tardan años en establecerse y casi el mismo tiempo trasladarlas.
Y es muy caro. Nadie, ningún empresario con quien haya hablado sobre esto tomaría una decisión porque el país A impone un arancel. Más aún si ese país se comportara de tal manera que dijera que el arancel es temporal.
El arancel es… ¿por qué? Porque ¿quién lo iba a decir? Ya sabes, es una locura. Gastar miles de millones, trasladar la planta de Ford de Oaxaca a Cincinnati, y luego, al cabo de tres años, descubrir que la lógica ha desaparecido porque este presidente loco ha decidido molestar a alguien más con un arancel. Entonces pierdes una fortuna, y entonces pierdes de verdad, porque si vienes a Estados Unidos, hay algo que siempre se olvida de decirte, tienes que pagar mucho más dinero en salarios además del coste de la mudanza.
El coste intrínseco de que un contador en una corporación multinacional se siente y le diga al director ejecutivo: «Esto es lo que te va a costar». Y esa es una de las razones por las que los directores ejecutivos están tan descontentos. Superviso un programa para directores ejecutivos en Yale. La forma en que Yale consiente a los directores ejecutivos: los lleva allí, los aloja en el encantador y antiguo edificio colonial, los invita a cenar y a beber, y he aquí que las contribuciones llegan a Yale unos meses después.
Pero, en cualquier caso, es una buena caja de resonancia. Me gusta prestar atención. Todos tienen miedo de decir algo públicamente porque el Sr. Trump es vengativo, pero con la protección del anonimato, ¡uf! todo que están dispuestos a decirles a sus amigos y colegas en Yale sobre… no quieren nada de esto. No quieren incertidumbre por encima de todo. No pueden tomar decisiones. Y, por cierto, esa es una de las razones por las que ahora vemos preocupación ahora por la recesión.
No se trata de otra cosa que de la enorme conciencia que hay en el sector corporativo de que no tenemos ni idea de qué va a hacer este payaso a continuación; no podemos decidir construir una fábrica, por no hablar de trasladar una, porque no podemos averiguar dónde debería estar. Y cometer un error en este entorno es mortal. Por cierto, eso introduce otra dimensión de la que no hemos hablado, quizá en otra ocasión, pero Estados Unidos es diferente ahora, Chris, de lo que ha sido durante un siglo, porque realmente tenemos un competidor económico.
Nunca tuvimos uno, como comentaste al principio. La Unión Soviética pudo haber sido un problema militar, pero nunca fue un problema económico. Era demasiado pequeña, demasiado atrasada, demasiado débil, y así fue hasta su colapso en 1989. Simplemente no lo era.
China es, ya lo es, y por no hablar de su población, por no hablar de la alianza BRICS que ha erigido; quiero decir, todo se ve ahora condicionado por el hecho de que nosotros, Estados Unidos, tenemos algo que antes no teníamos: una totalidad competitiva. China y los BRICS representan más del 50% de la población mundial. Estados Unidos representa el 4,5%.
Hay que tener esto presente: si se suma el PIB del G7 (EE. UU., Canadá, Japón, Gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania), representa alrededor del 27% o 28% de la producción mundial. Si se suma el de China y los BRICS, representa el 35%. Ya es una unidad económica mayor que la nuestra.
Todos los países de Asia, África y Latinoamérica que piensan en construir un ferrocarril, pedir préstamos o ampliar su atención médica, solían ir a Nueva York, Washington o Londres para obtener la ayuda que… y todavía van. Pero en cuanto terminan, envían al mismo equipo a Pekín, Nueva Delhi o São Paulo, y se ponen a regatear. ¿Quién me va a dar el mejor trato? Y ellos están en mejor posición que nosotros para hacerlo.
Por eso los chinos están construyendo los ferrocarriles de África, los puertos de Latinoamérica, etc. Es implacable. El declive de este imperio y el ascenso -no sé si será un imperio chino, no sé si su compromiso con el multilateralismo o el nacionalismo es genuino o no-, ¿cómo puedo saberlo? Pero el declive de este país es inequívoco, a menos que necesites negarlo, que tú y yo sabemos que es el aire que respiramos en este país.
Chris Hedges:
Quiero hablar del SWIFT, la moneda de reserva mundial, el dólar. Alfred McCoy argumenta que este es el punto final del imperio estadounidense. Si eso sucede, si el dólar deja de ser la moneda de reserva mundial, el imperio será insostenible porque ni los chinos ni otros países comprarán nuestra deuda, que es lo que son los bonos del Tesoro. ¿Estás de acuerdo, lo ves venir?
Richard D. Wolff:
No estoy de acuerdo, y no pretendo ser irrespetuoso. Permíteme explicarlo.
La historia del capitalismo siempre ha producido personas que fetichizan algún aspecto. Es un sistema, y es tan importante en la reproducción de ese sistema que la producción de bienes y servicios se dé de determinadas maneras, que el intercambio en los mercados se produzca y que el dinero, como lubricante, desempeñe el papel adecuado. Todas esas cosas son necesarias.
El dinero, el dólar estadounidense, es muy importante. Pero el sistema, como todos los sistemas, tiene en su interior la capacidad de ajustarse si una u otra cosa…, es un poco como explican los médicos: si pierdes el brazo izquierdo, resulta que tu brazo derecho puede hacer todo tipo de cosas y tu cuerpo se adaptará. Sí, siempre sabrás que no tienes brazo izquierdo, pero te sorprenderá lo que puede hacer tu brazo derecho, o tu ojo izquierdo, o tu ojo derecho, o diferentes partes de ti. Es así.
Se solía pensar que el gran mal del capitalismo era el banquero o la gente con dinero. Bueno, son importantes, pero no son el principio ni el fin más que cualquier otra cosa. Ninguna otra parte lo es. Es un sistema. Así es como lo entiendo. Parte del declive del imperio es una disminución de todos sus rasgos distintivos. Ya sabes, el rasgo distintivo del Imperio británico fue que la libra esterlina era la moneda global. Ahora sabemos que el Imperio británico es un vago recuerdo que se desvanece porque a nadie le importa la libra esterlina. A los británicos apenas les importa, y a nadie más.
Chris Hedges:
Pero Rick, cuando abandonaron la libra esterlina como moneda de reserva mundial en los años 50, Gran Bretaña entró en recesión, una recesión bastante profunda. Quiero decir que sufrió económicamente.
Richard D. Wolff:
Sí, pero el declive de Gran Bretaña es de hace un siglo. La decadencia de Gran Bretaña comienza en el siglo XIX, y luego es arrasada en la Primera y de nuevo en la Segunda Guerra Mundial. Y va perdiendo pedazos de su imperio a medida que avanza. Al final de la Segunda Guerra Mundial, es muy famosa la Conferencia de Bretton Woods, cuando todos los países victoriosos se reunieron en los bosques de New Hampshire para decidir el sistema monetario.
Los británicos, liderados por John Maynard Keynes, en aquel momento el mejor economista del mundo, creían que podían reconstruir el universo de la libra esterlina. Y Harry Dexter White, el equivalente estadounidense, les dijo, los miró y se rio. Dijo: «Se acabó para ustedes. El dólar va a…» Todos asintieron porque comprendieron, sin mucha discusión, que formaban parte de ese proceso.
Creo que el dólar estadounidense se está depreciando. Hay maneras fáciles de demostrarlo. Si miramos hace 40 años, los bancos centrales de todo el mundo mantenían dólares y oro como sus dos reservas básicas para respaldar sus propias monedas. Y el dólar a menudo representaba el 70, 75, 80 o incluso más de ese porcentaje de esas reservas. Un poco de oro, muchos dólares, porque era tan bueno como el oro.
Hoy en día esa cifra se estima de diversas maneras, nadie sabe exactamente con certeza cómo, pero está entre el 40 y el 50 por ciento. Así que es una caída muy drástica. Nos indica que, para el resto del mundo, algo muy importante ha cambiado desde 1945 hasta ahora. Es decir, es tan grande y está tan en todas partes y se puede ver con qué lo están reemplazando.
Primero fueron los euros, luego fueron los euros y el yen, ahora son los euros, el yen y el yuan de China. Es como un subtexto que traduce lo que estamos hablando como un declive. Así que lo veo más como una erosión constante.
Uno de los principales proyectos de los países BRIC, como se puede apreciar al estudiar sus informes durante sus reuniones, es reemplazar al dólar. No cabe duda de que están interesados en hacerlo. Ya lo están haciendo. La decisión de Arabia Saudí no recibe mucha atención aquí, pero ahora están dispuestos a vender su petróleo en una amplia variedad de divisas antes de insistir en el dólar.
Cada una de estas decisiones, por sí sola, es limitada. Pero al sumarlas, sí, entonces, adiós al dólar. Pero seguimos siendo un país muy rico. Seguimos siendo una parte muy importante. No quiero exagerar. Digo que está muriendo. No digo que esté muerto. No somos Gran Bretaña. Estamos haciendo lo que hizo Gran Bretaña. Estamos siguiéndolos mucho más de lo que la gente está dispuesta a admitir. Pero aún nos quedan varias décadas por delante de lo que ellos han vivivo.
Chris Hedges:
Hablemos de las ramificaciones de lo que está sucediendo ahora: el desmantelamiento del Estado burocrático, la destrucción de los programas sociales, que empobrecerá aún más a los pobres, como Head Start y cosas así. ¿Qué ves venir? Y el tipo de caos. Es decir, aranceles un día, y al siguiente ya no. No podemos entender adónde va este tipo. ¿Cómo ves el futuro, hacia dónde nos dirigimos económicamente? Políticamente, por supuestos que nos estamos volviendo fascistas, pero económicamente…
Richard D. Wolff:
Sí. También está en marcha en la economía. Si por fascismo te refieres, y sabes que es un término muy polémico y la gente lo define de forma diferente, pero si por fascismo clásico te refieres a una especie de fusión de la cúpula empresarial y el aparato gubernamental en una situación en la que gobernar es la aplicación militar de las reglas del capitalismo…
Chris Hedges:
Bueno, yo lo veo como Karl Polanyi. Primero tienes una economía mafiosa y luego un Estado mafioso.
Richard D. Wolff:
Sí, de acuerdo. Sí, creo que todo eso está muy en marcha. Creo que el simbolismo… quiero decir, debería matizar. Mi madre nació en Berlín. Mis padres son europeos. Y mis padres se convirtieron en refugiados del fascismo en Europa, y así fue como nací en Ohio. Soy un producto de lo que voy a hablar, así que me toca de cerca.
El simbolismo de que el Sr. Trump tenga detrás a una fila de oligarcas multimillonarios, ya sabes, [Mark] Zuckerberg, [Jeff] Bezos, [Elon] Musk y todos los demás.
Mi primera reacción fue, Chris, que todo esto es tan estúpido… ¿Por qué pienso eso? Porque es la historia fascista expuesta en un simbolismo que no podrías pasar por alto si conoces algo de esa historia. Ni la Corte Suprema, ni los grandes políticos, ni los ganadores del Premio Nobel, ni lo que sea que haya reunido tras él. Escogió a los oligarcas corporativos más grandes y ricos que pudo encontrar, los vistió y los puso allí, cada uno con su socio apropiado. Asombroso. Quiero decir que es simplemente asombroso.
Ahora, la economía. Todo lo que veo es un acto de desesperación. No tiene nada que ver con ningún plan coherente. Eso significa —quiero ser cuidadoso, soy matemático— esto es el equivalente —no usaré una metáfora matemática, usaré una metáfora futbolística—: El Sr. Trump está lanzando el llamado pase Ave María por el campo. ¿Verdad? Para quienes no lo sepan, es cuando estás tan desesperado que estás a punto de perder el partido, que les dices a todos tus jugadores que corran por el campo, quizás hacia la izquierda o la derecha, luego lanzas el balón hacia allá y esperas que, al rebotar en las diferentes manos que se levantan para atraparlo, caiga accidentalmente en uno de tus compañeros en lugar de en el otro.
Y, milagrosamente, ¿podría el conjunto de disparates del Sr. Trump darle un resultado con el que él estuviera contento? Sí. Tiene exactamente las mismas posibilidades que el pase del Ave María, porque todo lo que hace es caótico. Es muy difícil hablar de esto con sensatez, dada su insensatez. La mayoría de las regulaciones que tenemos en el gobierno federal son el resultado de años de lucha de las personas afectadas que no podían confiar en el sector privado, exigiendo medidas que solo el gobierno podía tomar.
Después de lo que Upton Sinclair nos enseñara sobre el negocio de la carne y la gente muriera a diestro y siniestro por intoxicación alimentaria, tenemos una Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) porque, claro, tenemos que saber que el afán de lucro, que a veces tiene buenos resultados, tiene resultados nefastos con la misma frecuencia. Y si no lo controlamos, vamos a tener resultados negativos junto con positivos. Y eso es insoportable.
Así que cada una de estas cosas tiene su historia detrás, más o menos. La comunidad empresarial las bloquea, las retrasa, las pospone y, tras perder la batalla, se atribuye el mérito. Es como mi amiga Deirdre McCloskey, una economista que probablemente conozcan. Le encanta decir por ahí: «¿No es maravilloso el capitalismo porque ahora tenemos un nivel de vida más alto que hace 200 años?».
Me encanta. Cada una de las cosas que ella señala fue rechazada, retrasada y bloqueada por los capitalistas. Lucharon con uñas y dientes, y luego, una vez derrotados, tienen la astuta estrategia de un relaciones públicas para atribuirse el mérito. Y ahora llega la humillación final. Tras atribuirse el mérito durante 20 años, van a destrozarlo en nombre de la eficacia.
La ironía es que hay que respirar hondo. Esto es lo que se consigue en el último suspiro de una economía. Se producen locuras. Ahora vamos a desregular. Tendremos un escándalo tras otro. Fíjate en este escándalo: el periódico de hoy estaba lleno de gente deportada de Estados Unidos sin ninguna razón para ser deportada. El gobierno tiene que decir que fue un fallo técnico, un error o que alguien asistió al funeral de un líder.
Vamos, no se trata de eso. ¿De verdad? ¿Es eso lo que estás haciendo? Y ahora la gente tendrá una historia que contar sobre lo incompetente, lo inapropiado y lo peligroso de estas desregulaciones… Supongo que estamos creando la oportunidad para que alguien de la izquierda —usando la palabra izquierda en sentido amplio— venga, ojalá que no sea un demagogo, para cabalgar sobre todos los desaguisados que se avecinan y ponga el dedo sobre el Sr. Trump y MAGA y los empuje de vuelta a los márgenes de donde vinieron.
Mira, el Sr. Trump se aprovechó de la insatisfacción de un imperio en decadencia, de una población que no podía aceptar que su imperio había terminado, y por eso estaba dispuesta a culpar a [Joe] Biden, ¡por Dios! ¡Menudo chiste! Pero pudo aprovecharlo. Y quienes vengan después, seguirán el mismo proceso y lo culparán con la misma mínima justificación. Él no es el autor de esto. Tiene razón, como él mismo dijo.
Su comentario inicial: Podría ir —recuerdo que dijo hace años—, podría salir a la Quinta Avenida y dispararle a alguien sin que me pasara nada, porque, de alguna manera, ahora mismo lo que sale de mi boca no son las tonterías que siempre se pensó que eran. Es una sensatez increíble.
Chris Hedges:
Muchas gracias, Rick. Quiero agradecer la producción del programa a Sofia [Menemenlis], Diego [Ramos], Thomas [Hedges] y Max [Jones].
(Trascripción de la entrevista de Diego Ramos).