Trump cierra acuerdos y fustiga a los «intervencionistas» occidentales en su visita a Arabia Saudí

Sean Matthews, Middle East Eye, 13 mayo 2025

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Sean Mathews es un periodista de Middle East Eye que escribe sobre negocios, seguridad y política. Su cobertura abarca Oriente Medio, el Norte de África y los Balcanes. Contacto: sean.mathews@middleeasteye.org

Según los expertos, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, viajaba a Arabia Saudí para hacer grandes negocios. No obstante, Trump robó el show utilizando su tiempo para exponer una visión de un nuevo orden mundial que desacredita a toda una clase de «intervencionistas» de izquierda y derecha en su propio país.

«Los llamados constructores de naciones destrozaron muchas más naciones de las que construyeron, y los intervencionistas intervenían en sociedades complejas que ni ellos mismos entendían», dijo Trump, en su defensa más contundente de su política exterior de “America First”.

El discurso de Trump del martes sólo podía pronunciarse en el Golfo, rico en petróleo, donde sin duda será bien acogido por autócratas cuyo objetivo último es preservar el dominio de sus familias a toda costa. Pero también está destinado a resonar entre millones de jóvenes árabes y musulmanes que ven a sus países como potencias medias emergentes, o creen que su futuro se ha visto frenado por décadas de intervención estadounidense.

«Las relucientes maravillas de Riad y Abu Dabi no fueron creadas por los llamados ‘constructores de naciones’, los neoconservadores o las organizaciones liberales sin ánimo de lucro como las que gastaron billones y billones de dólares en fracasar en el desarrollo de Bagdad y tantas otras ciudades», añadió Trump.

A la manera típica trumpiana, su discurso pasó por alto los abusos de los derechos humanos y las medidas represivas de los dirigentes árabes del Golfo y su intromisión en vecinos más débiles convulsionados por guerras en lugares como Sudán y Yemen, señalarán los críticos.

Pero el discurso de Trump será recordado como su mejor respuesta a quienes en Occidente dicen que su decisión de hacer del Golfo su primer viaje al extranjero por segunda vez como presidente tiene que ver con evitar a los manifestantes, codearse con autócratas y enriquecer a su familia con las joyas del Golfo.

El presidente de Estados Unidos presentó a Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos como modelos de un mundo en el que Estados Unidos no interviene.

«El nacimiento de un Oriente Medio moderno ha sido obra de la propia gente de la región, la gente que está aquí, la gente que ha vivido aquí toda su vida, desarrollando sus propios países soberanos, persiguiendo sus propias visiones únicas y trazando sus propios destinos a su manera», afirmó.

Una vista de Riad desde lo alto de la torre Kingdom Centre en la capital saudí, el 13 de mayo de 2025. (Giuseppe Cacace/AFP)

De un plumazo, Trump censuró a toda una clase de diplomáticos, cooperantes, expertos y analistas estadounidenses. La ironía es que lo hizo en una sala dorada repleta de personas mucho más ricas y poderosas: banqueros como Larry Fink, hermanos tecnológicos como Elon Musk y jeques saudíes de élite.

El martes ya ofreció un ejemplo de cómo las creencias de Trump están reordenando el mundo de forma impredecible, lo que ha dejado mareados a algunos de sus aliados tradicionales y sorprendidos a sus críticos.

Trump terminó su discurso anunciando que levantaría todas las sanciones estadounidenses a Siria.

Este país, a menudo considerado el corazón del Levante histórico, ha estado sometido a sanciones desde 1979. Las restricciones económicas a los sirios se multiplicaron a lo largo de las décadas y alcanzaron su punto álgido después de que el anterior gobierno de Assad desatara una brutal represión contra los manifestantes, desencadenando una guerra civil.

«Las estamos quitando todas», dijo Trump, refiriéndose a la batería completa de sanciones. «Hay un nuevo gobierno que ojalá tenga éxito. Buena suerte, Siria. Muéstranos algo especial».

Para dejar claro su desdén por el establishment tradicional de la política exterior, Trump no aludió a profundas discusiones con sus asesores de seguridad nacional, ni siquiera con los cooperantes y las Naciones Unidas.

Los sirios, dijo Trump al mundo, tenían dos defensores a los que dar crédito:

El presidente Recep Tayyip Erdogan en Turquía, un ardiente populista cuyas raíces se encuentran en la política islamista, y el príncipe heredero Mohammed bin Salman, vástago de una familia real y nieto del fundador de Arabia Saudí.

Estos dos hombres comparten la creencia de que la influencia mundial de su país está creciendo a medida que alianzas como la OTAN se tambalean y Estados Unidos reevalúa sus compromisos exteriores.

Si Trump cumple su promesa de levantar todas las sanciones, podría asestar un duro golpe al aliado más cercano de Estados Unidos, Israel, que ha estado lanzando ataques contra Siria y abogando por que su vecino se divida en zonas de influencia entre drusos y kurdos.

¿El momento Obama de Trump?

Quizás el paralelismo más cercano al discurso de Trump del martes fue el discurso que el presidente estadounidense Barack Obama pronunció en El Cairo en 2009, en el que prometía un nuevo comienzo entre Estados Unidos y el mundo musulmán tras la desastrosa invasión de Iraq en 2003.

Para un hombre que se considera a sí mismo un presidente transformador, Trump confiará en que su discurso no envejezca como el de Obama, que quedó totalmente desacreditado como consecuencia de sus guerras con aviones no tripulados en Afganistán y Pakistán, y ensombrecido por su decisión de respaldar los levantamientos contra Muamar Gadafi en Libia y Bashar al-Asad en Siria.

Ya existe la sensación de que Trump está remodelando la forma en que el Partido Republicano ve la política exterior estadounidense. Algunos de los aliados mediáticos más cercanos a Trump, como Joe Rogan y Tucker Carlson, han intensificado sus críticas a la ocupación israelí de la Cisjordania ocupada y a la guerra contra Gaza de una forma que habría sido inimaginable para los aliados de un presidente republicano hace dos décadas.

Los astutos operadores políticos intuyen que se avecina un cambio.

«Recibimos cerca de 4.000 millones de dólares para armas. Creo que tendremos que desprendernos de la ayuda estadounidense a la seguridad, igual que nos desprendimos de la ayuda económica estadounidense», dijo el domingo el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en un guiño potencial al creciente poder de los susurradores de Trump, que quieren que Estados Unidos se centre en el gasto interno, no en el exterior.

Por supuesto, el propio Trump desató una devastadora campaña de bombardeos contra los hutíes en Yemen a principios de este año. También ha respaldado la decisión de Israel de reanudar la guerra en la Franja de Gaza.

Pero hay algunos indicios de que los instintos de Trump le están llevando en otra dirección.

Sus conversaciones nucleares con Irán han apaciguado a los líderes árabes del Golfo, preocupados por una guerra regional, aunque han enfurecido a Israel.

A principios de este mes, Trump despidió a su asesor de seguridad nacional, Mike Waltz, considerado partidario de lanzar ataques preventivos contra Irán.

La vía árabe

Trump sorprendió a muchos la semana pasada cuando anunció un alto el fuego con los hutíes, de quienes dijo que se habían mantenido con una actitud «valiente» ante el fuego estadounidense. Los países del Golfo, especialmente Arabia Saudí, presionaban a Trump para que detuviera los ataques, quemados por su propia y desastrosa guerra contra el grupo hace unos años.

Ese es un contraste clave entre los discursos de Trump y Obama. El discurso de Trump habló tanto del ascenso de las potencias intermedias en el mundo árabe y musulmán como de las relaciones de Estados Unidos con ellas.

EE. UU. tiene un historial de haberse quedado impresionado con líderes árabes fuertes, sólo para amargarse con ellos más tarde. Ese fue el caso de Gamal Abdel Nasser, el revolucionario nacionalista egipcio al que Estados Unidos apoyó para reducir la influencia de la Gran Bretaña colonial y la Unión Soviética en la región. Nasser forjó más tarde una alianza con la Unión Soviética.

Aun así, el discurso de Trump puede marcar la primera vez que un presidente estadounidense celebra que los Estados árabes afirmen su independencia de su propio país, o al menos de su clase política establecida.

En ese sentido, Trump puede creer que tiene algo en común con los monarcas árabes que va más allá del gusto por los aviones privados y las torres de cristal.

«Os dijeron cómo hacerlo», dijo Trump refiriéndose a sus supuestos intervencionistas occidentales, «pero no tenían ni idea de cómo hacerlo ellos mismos».

Dijo que «la paz, la prosperidad y el progreso, en última instancia, no vinieron de un rechazo radical de vuestro patrimonio, sino de aceptar vuestras tradiciones nacionales y abrazar ese mismo patrimonio que tanto amáis.»

«Habéis logrado un milagro moderno a la manera árabe».

Foto de portada: El presidente de EEUU, Donald Trump, contempla al príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, mientras este saluda a la multitud durante el foro de inversión saudí-estadounidense en el Centro Internacional de Conferencias Rey Abdul Aziz en Riad, el 13 de mayo de 2025. (Fayez Nureldine/AFP)

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