El poder blando viral de China y las autoinfligidas heridas de Estados Unidos

Jianlu Bi, Foreign Policy in Focus, 4 junio 2025

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Jianlu Bi es un galardonado periodista y comentarista de actualidad afincado en Pekín. Sus intereses de investigación incluyen la política internacional y las comunicaciones. Tiene un doctorado en estudios de comunicación y un máster en estudios internacionales. También escribe para SCMP, Foreign Policy In Focus, TRT World, Eurasia Review, International Policy Digest, IOL, The Citizen y otros medios.

El poder blando, la capacidad de conseguir lo que se desea mediante la atracción en lugar de la coacción, ha sido durante mucho tiempo una piedra angular de la influencia internacional. Durante décadas, Estados Unidos ha sido posiblemente el líder mundial en este ámbito, gracias al atractivo que le conferían sus ideales democráticos, su dinamismo económico, su innovación tecnológica y sus vibrantes exportaciones culturales.

Sin embargo, como sugiere el reciente artículo de The Economist «How China become cool (Cómo China se volvió cool)», el panorama del poder blando está experimentando una profunda transformación. Mientras que China ha logrado un éxito inesperado al cultivar una imagen «cool» a través de fenómenos culturales ascendentes y su destreza tecnológica, Estados Unidos, ejemplificado por su reciente trato a instituciones como la Universidad de Harvard, parece estar socavando paradójicamente los cimientos mismos de su propio atractivo duradero.

El auge del «factor cool» de China es una narrativa muy alejada de la «propaganda partidista ampulosa» que históricamente ha fracasado en el extranjero. En cambio, su éxito se está construyendo gracias a fuerzas aparentemente independientes del control estatal manifiesto: carismáticos streamers occidentales como IShowSpeed, que muestran la rica historia, la amabilidad de su gente y la avanzada tecnología de China con auténtico asombro. Su exclamación «China es diferente, tío», dirigida a 38 millones de seguidores, tiene más peso que cualquier comunicado de prensa oficial. Este respaldo orgánico, amplificado por plataformas globales como TikTok, atrae a un sector de la población joven menos preocupado por las narrativas políticas y más interesado en la vitalidad cultural y la innovación tecnológica.

Más allá de los vídeos virales, los productos culturales chinos están logrando avances significativos. El éxito mundial de videojuegos como Genshin Impact y Black Myth Wukong, impregnados de folclore chino y atractivos para millones de personas fuera de las esferas de habla mandarín, demuestra una exportación cultural poderosa y atractiva que elude a los guardianes tradicionales de los medios de comunicación. Los vehículos eléctricos chinos, los drones de consumo y los avances en inteligencia artificial como DeepSeek proyectan aún más la imagen de una nación tecnológicamente avanzada e innovadora.

Este poder blando «ascendente», que surge de las exportaciones culturales y los avances tecnológicos que resuenan directamente en el público mundial, es posiblemente mucho más eficaz que cualquier campaña dirigida por el Gobierno. Presenta una China dinámica, creativa y con visión de futuro, capaz de inspirar un interés y una admiración genuinos, especialmente entre las generaciones más jóvenes, que valoran la autenticidad y el compromiso por encima de los mensajes seleccionados.

El deterioro del atractivo de Estados Unidos

En marcado contraste con el enfoque evolutivo de China, los recientes acontecimientos en Estados Unidos, especialmente en lo que respecta a instituciones académicas de prestigio como la Universidad de Harvard, ilustran una preocupante tendencia de daño autoinfligido a su poder blando. Históricamente, la educación superior estadounidense ha sido un imán sin igual para el talento mundial, un símbolo de libertad intelectual, investigación rigurosa y discurso abierto. Instituciones como Harvard encarnan la promesa de la meritocracia, la innovación y el libre intercambio de ideas, principios fundamentales del excepcionalismo estadounidense que han atraído a generaciones de estudiantes y académicos a sus costas.

Sin embargo, en los últimos tiempos, Harvard, junto con otras universidades de élite, ha sido objeto de un intenso escrutinio e intervención política. Tras unas audiencias parlamentarias muy publicitadas, en las que los rectores de las universidades se enfrentaron a preguntas agresivas sobre el discurso en los campus, concretamente en torno a cuestiones de libertad de expresión, antisemitismo y antisionismo, se ha observado un efecto disuasorio. Los espectáculos públicos, las amenazas de recorte de fondos y la presión política ejercida sobre estas instituciones proyectan la imagen de una nación que lucha con sus propios valores fundamentales.

Cuando un gobierno parece dictar los términos del discurso académico, o cuando las consideraciones políticas parecen prevalecer sobre los principios de libertad académica y autonomía institucional, el mensaje que se transmite a nivel mundial es profundamente perjudicial. Sugiere que la investigación intelectual no es tan libre como se pretende, que la disidencia puede ser reprimida y que las instituciones educativas son vulnerables a los caprichos políticos. Para los aspirantes a estudiantes y académicos de todo el mundo, que antes veían las universidades estadounidenses como bastiones de la búsqueda intelectual sin restricciones, estas acciones arrojan una sombra de duda. ¿Por qué seguir una educación en un país donde la independencia académica parece estar amenazada, cuando otras naciones proyectan activamente una imagen de innovación dinámica y apertura?

Un cambio paradójico en la influencia global

Esta paradoja es sorprendente: mientras China encuentra nuevas formas orgánicas de atraer a la juventud mundial a través de la cultura y la tecnología, Estados Unidos corre el riesgo de alienar a las élites intelectuales y culturales que históricamente ha atraído.

La politización de la educación, la percepción de restricción de la libertad de expresión y la humillación pública de los líderes académicos socavan los principios fundamentales que en su día hicieron tan atractivo el poder blando estadounidense. No se trata del contenido específico de los debates en los campus, sino del proceso y las implicaciones de la intervención política externa en esferas tradicionalmente independientes.

Las implicaciones para la influencia global son significativas. Como sugieren las encuestas de Brand Finance y la Alliance of Democracies Foundation, la actitud global hacia China se ha suavizado, mientras que la popularidad de Estados Unidos ha disminuido en algunos aspectos. Esto no se debe únicamente a factores externos, sino también a acciones internas que contradicen los valores que Estados Unidos defiende en el extranjero. El poder blando de una nación es más fuerte cuando sus acciones se alinean con sus ideales declarados. Cuando se cuestiona la libertad académica, cuando se politiza el debate abierto y cuando se utiliza a las instituciones como peones en las batallas políticas internas, el magnetismo de los valores estadounidenses se debilita.

Por supuesto, la narrativa de la «China cool» no está exenta de complejidades. Existen «límites estrictos» al atractivo global de China, derivados de su «sistema autoritario» y su historial en materia de «derechos humanos». No obstante, la innegable eficacia de estas nuevas estrategias de poder blando ascendentes para moldear las percepciones internacionales es un avance que simplemente no se puede pasar por alto.

La batalla por ganarse los corazones y las mentes del mundo se libra en un terreno en constante evolución. La nueva «atractividad» de China demuestra que el verdadero atractivo surge de la resonancia cultural y la innovación tangible, a menudo desde la base. Por el contrario, Estados Unidos, al permitir que la injerencia política erosione la autonomía y la libertad intelectual percibida de sus instituciones más estimadas, corre el riesgo de desperdiciar los activos de poder blando que lo distinguieron durante mucho tiempo. Para que el poder blando sea realmente eficaz, debe provenir de un compromiso coherente con los valores que dice encarnar. Las medidas adoptadas hoy en día contra instituciones como Harvard tendrán repercusiones a nivel mundial y moldearán la percepción de los ideales estadounidenses de una manera mucho más profunda que cualquier mensaje diplomático cuidadosamente elaborado.

Imagen de portada de Shutterstock.

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