Dikla Taylor-Sheinman, +972.com, 1 julio 2025
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Dikla Taylor-Sheinman es becaria del NIF/Shatil Justice en la revista +972. Reside actualmente en Haifa, aunque el año pasado vivió en Amán y los seis años anteriores en Chicago.
Introducción:
El 2 de abril, la Sociedad de Exploración de Israel canceló repentinamente lo que habría sido la reunión anual de arqueólogos más grande y prestigiosa del país. El Congreso Arqueológico, un evento anual que se celebraba desde hacía casi 50 años, fue suspendido por sus organizadores tras la presión ejercida por el ministro del Patrimonio, de extrema derecha, Amichai Eliyahu, para excluir al profesor Raphael (Rafi) Greenberg, de la Universidad de Tel Aviv. «No permitiré que las malas hierbas de la academia que trabajan para promover el boicot a sus colegas arqueólogos escupan en el pozo del patrimonio del que bebe el pueblo de Israel», escribió el ministro en X.
A los ojos de Eliyahu y de las ONG de la derecha que agitaron la destitución de Greenberg, la ofensa más inmediata del profesor fue una carta abierta que escribió un mes antes. En ella, instaba a sus colegas israelíes e internacionales a boicotear la «Primera Conferencia Internacional sobre Arqueología y Conservación de Judea y Samaria», celebrada en el lujoso hotel Dan Jerusalem, en la parte oriental de la ciudad, la primera de este tipo celebrada en un territorio ocupado reconocido internacionalmente.
Aunque el Congreso Arqueológico finalmente se celebró online la semana pasada con la participación de Greenberg, las controversias que rodean a ambas conferencias plantean cuestiones morales y políticas más profundas sobre el papel de la comunidad arqueológica israelí a medida que Israel intensifica sus ataques al patrimonio cultural y los lugares religiosos palestinos en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, y su Gobierno avanza hacia la anexión de Cisjordania, en parte mediante la instrumentalización de la propia arqueología.
En mayo, el Ministerio del Patrimonio de Israel inició oficialmente la excavación de Sebastia, al norte de Nablus, en Cisjordania, con planes de convertir el yacimiento en el «parque nacional de Shomron», separando la acrópolis y la antigua aldea de la ciudad palestina a la que está conectada.
Pero el acontecimiento más trascendental comenzó en julio de 2024, cuando el diputado Amit Halevi, del partido Likud de Netanyahu, presentó una enmienda legislativa que pretende aplicar en Cisjordania las leyes israelíes sobre antigüedades. En concreto, la legislación propuesta ampliaría la jurisdicción de la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI) desde el propio Israel hasta la Zona C de Cisjordania, alrededor del 60% del territorio palestino ocupado por Israel.
El proyecto de ley representa la culminación de una campaña de cinco años por parte de los consejos regionales de colonos y grupos de extrema derecha para presentar a los palestinos como una amenaza existencial para los llamados sitios patrimoniales «nacionales» (es decir, judíos) en Cisjordania. La ONG israelí de izquierda Emek Shaveh calificó la legislación como un «experimento para lograr la anexión a través de las antigüedades».

Graffiti pintado con espray por judíos extremistas en el antiguo yacimiento arqueológico de Sebastia, cerca de la ciudad cisjordana de Nablus, el 12 de mayo de 2025. (Foto: Nasser Ishtayeh/Flash90)
La resistencia de la AAI a ampliar su alcance a Cisjordania puede haber frenado el impulso, pero no ha descarrilado el objetivo general. En lo que parece ser un giro estratégico, los legisladores propusieron en recientes reuniones de comité la creación de un nuevo organismo dependiente del Ministerio del Patrimonio para gestionar las actividades en toda Cisjordania, no solo en la Zona C. Esta medida elude la controversia sin dejar de perseguir el mismo objetivo: imponer la ley civil israelí sobre las antigüedades de Cisjordania.
De hecho, esta solución alternativa ha suscitado una reacción considerablemente menos negativa por parte de la comunidad arqueológica. Con la excepción de Emek Shaveh, cofundada por Greenberg, la resistencia dentro de la comunidad arqueológica a la legislación propuesta se ha centrado en gran medida en sus implicaciones para la arqueología israelí y la reputación internacional de Israel.
La revista +972 se reunió con Greenberg para discutir lo que esta última legislación significaría para los palestinos de Cisjordania -algo que algunos de los opositores más públicos no mencionaron en absoluto-, que ya sufren niveles sin precedentes de violencia por parte de los colonos respaldados por el Estado. Entre otras cosas, exploramos la tensa relación entre los arqueólogos israelíes y los palestinos, la «politización» de la arqueología israelí, los llamamientos liberales a la libertad académica y por qué la arqueología israelí tiene poco que decir sobre la destrucción de Gaza.
Entrevista editada con Rafi Greenberg por motivos de extensión y claridad:
Para empezar, ¿consideras que el aplazamiento del Congreso Arqueológico en abril, después de que el ministro de Patrimonio se movilizara para bloquear su participación, es un avance positivo o negativo?
He tenido una relación complicada con la comunidad arqueológica durante décadas porque he sido muy crítico con lo que yo llamo el patrimonio colonial de la arqueología israelí. Pero esta conferencia fue organizada por un grupo de arqueólogos más jóvenes. En realidad, era una oportunidad para hablar, al menos durante unos minutos, sobre algunos temas delicados en un entorno totalmente arqueológico.
Iba a hablar de lo que [el arqueólogo griego y profesor de la Universidad de Brown] Yanis Hamilakis y yo llamamos la «arqueologización» de Grecia e Israel. Se trata de dos países que han sido valorados por Occidente desde los siglos XVIII y XIX casi exclusivamente por su pasado. Y, a nivel histórico, esto llevó a Occidente, y más tarde al movimiento sionista, a subestimar a quienes vivían en el país, que, supuestamente, no tenían una comprensión adecuada del pasado.

Palestinos reunidos alrededor de un lagar en Ain Karem, 1 de enero de 1920. (Biblioteca del Congreso)
Mi tesis en el artículo que iba a leer en la conferencia era que la arqueología ha desempeñado un papel en esta deshumanización de los palestinos y que no comenzó con la arqueología israelí, sino con la arqueología colonial propiamente dicha del siglo XIX: la arqueología británica, alemana y francesa. Los israelíes heredaron entonces ese legado y, como colonia de asentamientos, les convenía seguir manteniendo ese punto de vista.
Este tipo de enfoque primitivo de la arqueología es el que anima a los grupos de colonos y a personas como el ministro del Patrimonio de Israel. En su opinión, sólo las personas que se conectan con antigüedades específicas de épocas y culturas específicas tienen derecho al país, mientras que el resto no tiene derecho a la tierra, a sus antigüedades, a nada.
Así que, por un lado, me sorprendió gratamente que mi artículo fuera aceptado; era una oportunidad para presentarlo a la comunidad arqueológica, que en general no quiere hablar de este tema. Y, al mismo tiempo, provocó este enfrentamiento entre los organizadores de la conferencia y los agitadores de la derecha, que me tenían en su lista negra desde hacía mucho tiempo.
Pero el contexto del enfrentamiento entre el ministro del Patrimonio y los organizadores de la conferencia era tal que resonó con una lucha más amplia en Israel entre las llamadas fuerzas prodemocráticas y las llamadas fuerzas autoritarias o etnocráticas. Y una pluralidad muy significativa de arqueólogos pertenece al campo liberal democrático, por lo que para ellos la conferencia se convirtió en una cuestión de libertad académica y libertad de expresión.
Por esa razón, a la mayoría de mis colegas arqueólogos [y a los organizadores de la conferencia] les resultó fácil ponerse de mi lado. O, como me escribió uno de mis antiguos alumnos por WhatsApp: «Insisten en tener derecho a no escucharte, a poder tomar la decisión de ignorarte». No iban a dejar que el ministro del Patrimonio tomara esa decisión por ellos.
Aunque la sesión en la que finalmente presenté mi ponencia la semana pasada contó con una gran asistencia, con más de 120 participantes, fue un breve interludio de 15 minutos en lo que, por lo demás, fue una burbuja aislada. Se leyeron unas 12 ponencias sobre las excavaciones en Cisjordania y Jerusalén Este realizadas por la Universidad de Tel Aviv y otros investigadores o por académicos de la Universidad de Ariel [en el asentamiento cisjordano de Ariel], ponencias que serían excluidas de la mayoría de los foros internacionales. A un académico de la Universidad de Ariel se le retiró la invitación a la Conferencia Arqueológica Mundial durante esa misma semana.

Dos niñas palestinas y su padre visitan y posan junto a antigüedades vandalizadas por colonos en Zanuta, una aldea de las colinas del sur de Hebrón donde estos yacimientos se han utilizado como pretexto para desalojar a los residentes, el 9 de marzo de 2024. (Foto: Omri Eran-Vardi)
En sus argumentos a favor de ampliar la jurisdicción de la AAI a Cisjordania, las ONG de colonos de la derecha alegan que los palestinos de Cisjordania no sólo no tienen ni idea de cómo cuidar las antigüedades que se encuentran entre ellos, sino que las están destruyendo, vandalizando y robando activamente. ¿Puedes comentar las medidas legislativas que se están tomando actualmente en la Knesset para ampliar la jurisdicción de la AAI? ¿Cómo se relaciona esto con la anexión?
El tópico que mencionas de que la población local no cuida las antigüedades o las destruye es tan antiguo como la propia arqueología. Y luego, aquí en Israel, tienes esa capa adicional de lo que los colonos ven como un derecho divino e histórico a la tierra.
Pero la medida en sí misma de ampliar la jurisdicción de la AAI a Cisjordania es en gran medida una medida política, porque los colonos no tienen un interés real en la arqueología. De hecho, el sionismo tardó bastante en adoptar la arqueología en Israel como vehículo para establecer una conexión judía con la tierra, porque las antigüedades judías, aquí en Israel, no son demasiado impresionantes ni evidentes, y sólo hay unas pocas.
No es como los templos griegos que, como dice mi colega Yanis Hamilakis, son como esqueletos por toda Grecia; se puede ver y señalar mármol blanco y columnas por todas partes. En Israel, la mayoría de las antigüedades que se ven probablemente no sean judías. Si se camina por el campo y se ve un edificio en ruinas o un castillo, es probable que sea islámico, cristiano o de otra religión.
Por lo tanto, la arqueología no ofrece a los colonos un punto de conexión muy evidente con el paisaje. Sin embargo, los colonos afirman que toda Cisjordania, bajo la superficie, es fundamental para la historia judía, ya que es donde se escribió la Biblia.
Cuando me dediqué a catalogar todos los yacimientos arqueológicos conocidos, estudiados y excavados en Cisjordania y posteriormente intenté plasmarlo en un mapa de puntos patrimoniales, sólo una pequeña minoría de yacimientos podía atribuirse sin duda alguna a un grupo étnico o religioso específico. La mayoría de los yacimientos son eclécticos; contienen elementos que preceden al judaísmo en miles de años. Contienen elementos posteriores a la época de la independencia judía en la Palestina antigua, de diferentes dinastías islámicas y del control cristiano.

Un grupo de colonos, bajo la protección de las fuerzas de seguridad israelíes, celebran un servicio religioso de Tisha B’av en medio de un jardín privado que, según ellos, es una antigua sinagoga, en la aldea palestina de Al-Tuwani, en las colinas del sur de Hebrón, el 7 de agosto de 2022. (Foto: Omri Eran-Vardi)
Si se toma cualquier fragmento de la historia de Israel-Palestina, en cualquier momento, no se encontrará una sola cultura homogénea en todo el territorio. No hay ningún momento en el que todos los habitantes de este país fueran judíos, islámicos, cristianos o cualquier otra cosa. La arqueología, en esencia, no proporciona ese tipo de certeza y pureza que los ministros del gobierno de la derecha etnocrática podrían desear. Por lo tanto, tienen que inventarla. Y luego dicen que los palestinos están dañando ese patrimonio exclusivamente judío y entonces lo utilizamos como una forma de apoderarnos de más tierras.
Así pues, los colonos tienen esta visión muy instrumental de lo que la arqueología puede aportarles. No se trata en absoluto de antigüedades, se trata de utilizar eficazmente las antigüedades como otra forma de adquirir bienes inmuebles. En Emek Shaveh, lo llamamos la «militarización de la arqueología» o el «modelo Elad», por lo que ocurrió en el barrio de Silwan, en Jerusalén Este. Allí, los colonos judíos no sólo adquirieron casas palestinas, sino también grandes extensiones de espacio arqueológico vacío. Y al conectar las casas que adquirieron con el espacio arqueológico, han llegado a controlar todo Silwan, o al menos el barrio de Wadi Hilweh. El modelo Elad es lo que los colonos están tratando de imponer en Cisjordania.
Parece que la arqueología se está instrumentalizando de la misma manera que las zonas de fuego, las reservas naturales y las declaraciones de tierras estatales se han utilizado como arma contra los palestinos en Cisjordania en las décadas posteriores a la guerra de 1967 y la consiguiente ocupación israelí de Cisjordania.
Exactamente.
Emek Sheveh enmarca estas medidas legislativas como un paso más hacia la anexión de Cisjordania. Para rebatir esto un poco, ¿no se ha anexionado Israel ya de facto Cisjordania? Los yacimientos arqueológicos de Cisjordania están hoy en día bajo la competencia de la Administración Civil (una rama del ejército israelí), por lo que ya existe un organismo israelí que se ocupa de las antigüedades en Cisjordania. Y la AAI, que se supone que sólo opera en el territorio propiamente dicho de Israel, se ha adentrado en Cisjordania. ¿Es esta iniciativa legislativa principalmente simbólica? ¿En qué medida supone un cambio sustancial con respecto al statu quo?
La forma en que han funcionado las cosas hasta ahora -que la administración civil israelí tenga su propia estructura arqueológica en la Zona C de Cisjordania, separada de Israel- ha sido muy conveniente para mis amigos académicos israelíes liberales. Todo el trabajo arqueológico israelí en la Cisjordania ocupada se realiza bajo un marco legal que en ocasiones ha recibido el visto bueno del Tribunal Supremo israelí, que afirma que la ocupación de Israel es una situación temporal y que la administración civil está ahí solo para promover los intereses de las personas que viven en ese territorio hasta que se alcance un acuerdo definitivo sobre su estatus. Así, los académicos de la Universidad Hebrea, la Universidad de Tel Aviv y la Universidad de Haifa pueden sostener que su trabajo en Cisjordania es legal porque cumple con las restricciones que les ha impuesto la administración civil israelí.
Ahora, esta iniciativa de entregar Cisjordania a la AAI está poniendo en peligro su tapadera. La Autoridad de las Antigüedades de Israel está básicamente anexionando las antigüedades de Cisjordania a Israel, y entonces la ley israelí se aplicará en esos yacimientos y cualquier cosa que se haga en Cisjordania supondrá básicamente el reconocimiento de esta ley anexionista. Eso coloca a los académicos y a la AAI en una situación muy incómoda.
Nir Hasson escribió en Haaretz que el actual proyecto de ley para ampliar la jurisdicción de la AAI «convierte oficialmente la arqueología israelí en un pico con el que excavar para promover el apartheid». Tú has escrito extensamente sobre la arqueología israelí en Cisjordania desde 1967. ¿Cómo se relacionaba la arqueología israelí con este territorio ocupado antes de las últimas décadas?
Creo que esta visión de la arqueología israelí pertenece en realidad a los fundamentos coloniales del sionismo y del propio Israel. Una de las cosas que se dan por sentadas en esta cosmovisión colonial es la idea de que «si amamos las antigüedades y lo único que queremos es descubrir los últimos 3.000 o 10.000 años, ¿por qué no se nos permite hacerlo? Nosotros representamos la ciencia, la cultura, el progreso».
Insisto en decir esto porque durante los siglos XVIII y XIX, los eruditos o excavadores que llegaban despreciaban por igual a los habitantes musulmanes, cristianos o judíos que encontraban aquí, representantes de un pasado que debía ser superado por la ciencia. Para ellos, excavar las antigüedades era simplemente lo correcto, en todas partes.

Trabajadoras en el yacimiento arqueológico de la Ciudad de David, cerca de la Ciudad Vieja de Jerusalén, el 22 de julio de 2019. (Foto: Hadas Parush/Flash90)
Quiero subrayar que el despojo palestino a manos de la arqueología israelí se presenta con demasiada frecuencia como si los arqueólogos israelíes excavaran objetos judíos para apoyar la apropiación judía de la tierra. Pero es más profundo que eso; cualquier trabajo que hagamos, ya sea en un yacimiento de la Edad del Bronce o del Neolítico, se considera bueno porque lo hacemos en nombre de la ciencia.
La reciente legislación resulta embarazosa para quienes suscriben esta opinión, porque ahora, de repente, la arqueología se está «politizando», como si hasta ahora no fuera política. Cada vez más, he tratado de demostrar a mis colegas, y en general, que esta postura privilegiada y supuestamente apolítica es política. No es que te levantes por la mañana pensando: «¿Cómo voy a instrumentalizar la arqueología para apoderarme de esta colina o este valle?». Es más bien: si ahora se abre la frontera con Siria y hay un maravilloso yacimiento de la Edad del Bronce temprana que excavar, entonces el arqueólogo simplemente cruza la frontera el fin de semana para ver las antigüedades cerca de Quneitra. Estoy hablando hipotéticamente, pero no me sorprendería que ya hubiera ocurrido.
En hebreo se dice po’al yotseh, «viene con el territorio». Eso es lo que ocurre: cuando Israel ocupa algún lugar, los arqueólogos no tardan en llegar, a veces en cuestión de días.
Por tanto, parece que lo que estamos viendo ahora es una estrategia muy descarada de los colonos para adquirir más territorio en Cisjordania.
Sí, si nos fijamos en el valle del Jordán, por ejemplo, veremos que la arqueología está implicada allí. Una vez más, dicen que esos arqueólogos sólo están allí para hacer ciencia. Simplemente resulta conveniente que la ciencia esté justo al lado de un asentamiento. Así que se convierte en parte del cercado a la tierra palestina, de rodear a esos pastores palestinos y pequeñas aldeas con cosas que representen a las autoridades israelíes.
Hay algunos yacimientos arqueológicos acordonados en el valle del Jordán, y estoy seguro de que, si le preguntas al excavador, te dirá: «Oh, este yacimiento fue estudiado hace 20 años y encontraron algunas cerámicas de la Edad de Hierro. Esto es exactamente lo que me interesa. Y da la casualidad de que soy de la Universidad de Ariel [situada en la Cisjordania ocupada], pero no somos políticos, sólo investigamos antigüedades».
En cierto modo, puedo entender que mi colega de la Universidad de Tel Aviv, que estudia el periodo romano y no lee teoría social o política, pueda no comprender el papel de su arqueología romana cotidiana en el colonialismo, pero ¿puede una persona que enseña en la Universidad de Ariel y excava en Cisjordania malinterpretar su papel? Creo que hay que ser deliberadamente ignorante.

El rector del Centro Universitario Ariel de Samaria, Yigal Cohen Orgad (izquierda), y el ministro de Finanzas israelí, Yuval Steinitz, en la ceremonia de colocación de la primera piedra de la nueva Facultad de Ciencias, el 15 de enero de 2013. (Foto: Gideon Markowicz/Flas90)
Dado que el elemento colonial de la arqueología israelí es anterior a su ocupación de Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza, ¿podrías hablar un poco sobre la arqueología dentro del propio Israel y cómo los arqueólogos israelíes se han involucrado con la historia palestina de los últimos siglos?
La Universidad Hebrea de Jerusalén tuvo el monopolio de la arqueología hasta 1967. En ese momento, existía un plan de estudios establecido que dividía la arqueología en arqueología prehistórica, bíblica y clásica. Todos los arqueólogos israelíes aceptaban y estudiaban dentro de este marco, y cuando se crearon las nuevas universidades de investigación en la década de 1970, adoptaron el mismo plan de estudios básico, que abarca más o menos hasta la época bizantina. Cualquier estudiante podía elegir dos especializaciones, una de las cuales tenía que ser sobre el período bíblico.
Esto significaba que la arqueología bíblica era la razón de ser de la arqueología israelí. No existía la arqueología islámica; en la Universidad Hebrea, solo había una pequeña industria artesanal dedicada al arte islámico.
Este enfoque en la arqueología bíblica -los relatos bíblicos, los yacimientos mencionados en la Biblia y la geografía bíblica- hace que el presente y los últimos cientos de años carezcan de importancia. Hasta hace 30 o 40 años, esto significaba que, cuando se realizaban excavaciones en yacimientos antiguos, se pasaba rápidamente por las capas superiores o, a veces, se eliminaban por completo sin documentarlas. Eso ya no se considera una buena práctica.
Siempre entendí esto [la omisión de la historia reciente en los registros arqueológicos] de manera teórica, pero en dos proyectos en los que participé recientemente, llegué a comprender de manera mucho más tangible lo que eso significa. El primero fue un proyecto en el que trabajé con el historiador de arte y arqueólogo de la Universidad Hebrea Tawfiq Da’adli en Beit Yerach, o Asinabra [cerca del mar de Galilea]. El yacimiento había sido excavado y repetidamente identificado erróneamente como romano o judío, pero Tawfiq y yo logramos reidentificarlo como un palacio omeya de los siglos VII-VIII d. C. Solo se conservaban los cimientos del palacio, por lo que había barreras objetivas para comprender qué era el yacimiento.

El arqueólogo e historiador del arte de la Universidad Hebrea Tawfiq Da’adli dirige una visita guiada por la ciudad árabe palestina de Ramla, una ciudad histórica situada en Israel entre Tel Aviv y Jerusalén. La Casa Al-Taji, una de las pocas viviendas que se conservan en el barrio de Al-Mufti, al sur de la Gran Mezquita, muestra el estilo arquitectónico de las familias notables de Ramla durante la época otomana. (Foto: Hanoch Sheinman)
Pasamos dos breves temporadas excavando. Todos los trabajadores remunerados eran palestinos de Galilea que hablaban árabe, por lo que el árabe era el idioma de trabajo en el yacimiento, y mi árabe es muy básico. Pero junto con Tawfiq y otro arqueólogo de Chicago, Donald Whitcomb, estudié el periodo omeya y cómo podría ser una mezquita de esa época. Ese fue mi primer intento de salir de mi zona de confort.
El intento más reciente es el trabajo que he estado realizando en Qadas, un pueblo palestino despoblado en 1948, cuando fue ocupado de forma intermitente por el ejército israelí y las tropas del Ejército de Liberación Árabe. Los habitantes huyeron y se convirtieron en refugiados en el Líbano. Para comprender lo que estoy haciendo allí, en Qadas, tuve que relacionarme con un gran número de personas con las que nunca había hablado antes: estudiosos de Oriente Medio, residentes chiíes de esa zona de Galilea y personas que podían hablarme de las batallas de 1948 y del Ejército de Liberación Árabe. Abrimos los archivos israelíes, por lo que se convirtió en un estudio muy extenso de todo el contexto de esta excavación.
Esta fue una explicación muy prolija de por qué, cuando no se cuenta con un plan de estudios académico o una base intelectual para la excavación, esta no tiene sentido. Sólo cuando la convierto en un tema de estudio adquiere importancia arqueológica.
Además, las leyes de antigüedades de Israel solo se aplican a yacimientos u objetos que datan de antes de 1700. Cualquier cosa de períodos más recientes, incluso si se excavó de forma ética, nunca se interpretó ni se conservó de manera significativa.

El paisaje de ruinas de Qadas, situado cerca de la ciudad galilea de Safad/Tsfat, después de la limpieza, agosto de 2023. (Foto: Sasha Flit)
Volviendo al presente, ¿cómo entiendes la disonancia entre oponerte a la legislación que amplía la autoridad de la AAI a Cisjordania y participar en la conferencia en el Hotel Dan Jerusalem, en la parte ocupada de la ciudad?
Cuando alguien de mi universidad habla en esa conferencia, tal vez esté promocionando a un estudiante de posgrado que realizó alguna excavación allí, o quiera avanzar y publicar su investigación. O ha recibido dinero del Gobierno y quiere demostrarle que no se opone a él, para seguir recibiendo apoyo.
La arqueología es un negocio caro. Necesita apoyo externo y la gente es reacia a ir en contra del Gobierno. No hay más que ver lo que está pasando en Estados Unidos. A los israelíes de izquierda nos sorprende la rapidez con la que se ha derrumbado el frente liberal en las universidades de la Ivy League, la rapidez con la que la gente abandona todas sus creencias y trata de congraciarse con el Gobierno estadounidense. En realidad, es el mismo mecanismo en Israel. Tiene que ver con dónde esté el poder.
Y la gente hace triangulaciones y dice: «Vale, mi nombre aparecerá en la conferencia, pero no la daré. No asistiré a la conferencia, pero daré mi aprobación tácita al formar parte de ella. Es por el bien de la ciencia». Creo que sólo una pequeña minoría diría que sí, que estamos a favor de la anexión y los asentamientos judíos ilegales.
No creo que la conferencia en la Jerusalén Oriental ocupada sea tan importante. Me sorprendió más la participación de personas de la Academia Austriaca de Ciencias y de Manitoba que la participación de israelíes.
¿Cómo ha respondido la comunidad arqueológica de Israel a la destrucción de Gaza durante el último año y medio? Y ahora que, al menos entre los liberales israelíes, el discurso ha pasado de un apoyo acrítico a una guerra elegida ñuna guerra por la supervivencia política de Netanyahu-, ¿ha cambiado la melodía?
No ha respondido en absoluto. No ha habido ninguna respuesta oficial por parte de ningún grupo, excepto Emek Shaveh. Al comienzo de la guerra, creamos un grupo de respuesta, que incluía a algunas personas de Emek Shaveh, Dotan Halevy y Tawfiq Da’adli, e intentamos supervisar la destrucción del patrimonio cultural. Luego, mi codirector en Emek Shaveh, Alon Arad, y yo publicamos un artículo de opinión sobre todo el fenómeno de la destrucción y cómo nosotros, como arqueólogos, vemos cómo se busca la máxima destrucción del patrimonio palestino en todas partes desde 1948.

Los daños en las inmediaciones de la iglesia de San Porfirio, conocida localmente como la «iglesia ortodoxa griega», el 12 de febrero de 2024. (Foto: Omar El Qattaa)
Algunos arqueólogos participaron de manera muy pública en la recuperación forense de restos humanos en los kibutzim, en los lugares que fueron atacados el 7 de octubre. Eso formaba parte de una especie de esfuerzo de la sociedad civil ante la ausencia de cualquier tipo de respuesta por parte del Gobierno. Así que fueron los arqueólogos quienes utilizaron sus conocimientos para ayudar de manera positiva, pero también fue manipulado por algunos miembros de la comunidad para apoyar la posición israelí y la propaganda bélica contra Hamás.
Personas con las que había trabajado, que habían participado en debates académicos sobre el libro de Yanis Hamilakis y el mío, se retiraron y se unieron a este grupo de académicos israelíes que estaban realmente molestos por la respuesta de la izquierda global y la respuesta propalestina al 7 de octubre. Estos arqueólogos estaban en el bando de Eva Illouz, si puedo utilizarla como ejemplo, y decían: «Pensábamos que éramos de izquierdas, pero ahora que hemos visto lo que es la izquierda, ya no lo somos». Estaban bastante molestos conmigo por ser tan franco, pero nunca dijeron nada en voz alta, lo cual es normal.
El pasado noviembre, a las pocas semanas de comenzar el semestre de otoño en la Universidad de Tel Aviv, inicié una huelga diaria en la que yo y otras personas nos plantábamos en el césped de la universidad con carteles contra la guerra. Con el tiempo se unieron otros, pero nunca fuimos más de 20 o 30. Esto iba en contra de las normas de la universidad. Se me acercaron los de seguridad y los contramanifestantes. Se creó una resistencia pequeña pero ruidosa.
Un par de estudiantes de posgrado me dijeron que lo que estaba haciendo era terrible, que algunos de mis alumnos servían en el ejército, en la reserva, y que los estaba acusando de crímenes de guerra. A menudo me preguntaba: ¿A quién representáis? ¿Por qué estáis tan seguros de que representáis a todos los oficiales de la reserva?
Pero la situación ha cambiado con la reciente reanudación de los bombardeos [a mediados de marzo]. Creo que ese es el punto de inflexión: el hecho de que Israel no respetara el acuerdo de alto el fuego. Y creo que, a partir de ese momento, la respuesta académica ha crecido exponencialmente. La gente está dispuesta a identificarse como contraria a la guerra. Así que, hasta el alto el fuego, no se podía pedir públicamente en el campus el fin de la guerra. Se consideraba una violación de las normas de la universidad.
La situación ha cambiado, pero ¿la oposición a la guerra se centra en los palestinos y la destrucción de Gaza? Y entre tus colegas arqueólogos, ¿qué hay de la destrucción total de todas las mezquitas y muchas iglesias de Gaza?
Es una pregunta que les hago a mis colegas: les molesta el desmantelamiento de un muro antiguo en Cisjordania, pero no han dicho nada sobre los cientos de yacimientos que han sido arrasados en Gaza.
Recientemente recibí un libro de un colega alemán, un arqueólogo bíblico de mi misma edad. No creo que haya hecho ninguna declaración pública sobre la guerra en Gaza, pero escribió una monografía de 850 páginas en la que recopila todo lo que se sabe sobre las antigüedades de Gaza. No hay ninguna declaración al principio, salvo que no sabemos qué ha ocurrido con todos estos yacimientos, y expresa una esperanza general por el bienestar de todos los involucrados. Y esto en Alemania, donde se ha intensificado la represión contra los palestinos.
Este tipo de respuesta humanista es algo muy loable. Es un recurso, un servicio a la comunidad. Ilustra la importancia de ese territorio, su historia, su profundidad, todo lo que los israelíes quieren ignorar. Pero lo ha hecho un alemán, no un israelí.
Foto de portada: Rafi Greenberg, Tel Aviv 2024 (Oren Ziv).