¿Ha terminado la guerra de Turquía contra los kurdos?

Loqman Radpey, Foreign Policy in Focus, 25 julio 2025

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Loqman Radpey es miembro del Middle East Forum y cuenta con más de una década de experiencia en el análisis de las dimensiones jurídicas y políticas de los conflictos en Europa del Este y Oriente Medio, incluidas las regiones kurdas de Irán, Iraq, Turquía y Siria. Es autor de «Towards an Independent Kurdistan: Self-Determination in International Law (Hacia un Kurdistán independiente: la autodeterminación en el derecho internacional)» (Routledge, 2023). Sus análisis han sido publicados por importantes think tanks y medios de comunicación internacionales, como The Washington Times, ABC News (Australia), The National, The Jerusalem Post, Zeit Online y The Defense Post.

El 11 de julio de 2025, tras el llamamiento de Abdullah Öcalan a desarmar y disolver el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), 30 guerrilleros quemaron simbólicamente sus armas en la cueva de Jasana, en Slêmanî, un símbolo histórico del movimiento independentista kurdo en la década de 1920.

Al día siguiente, el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, anunció la formación de una nueva comisión parlamentaria, integrada por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), el Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) y el Partido por la Igualdad y la Democracia de los Pueblos (DEM), prokurdo, para supervisar el desarme del PKK y su transición a la política.

En su discurso, Erdoğan nombró «Damasco, Mosul, Kirkuk, Sulaymaniyah [Slêmanî], Erbil [Hewlêr], Alepo, Hatay [Iskenderun], Estambul y Ankara» como «ciudades comunes» de turcos, árabes y kurdos. Su referencia se hace eco del Misak-ı Milli (Pacto Nacional) adoptado por el Parlamento otomano en enero de 1920. El artículo 1 del pacto declara que «el futuro de los territorios habitados por una mayoría árabe en el momento de la firma del Armisticio de Mudros se determinará mediante referéndum. Por otra parte, los territorios que no estaban ocupados en ese momento y estaban habitados por una mayoría turca son la patria de la nación turca». Erdoğan ha invocado repetidamente esta visión, que se opone a la secesión de las tierras históricamente otomanas con poblaciones musulmanas.

Al abandonar los principios fundacionales del PKK —incluida la lucha armada por un Kurdistán independiente— y apoyar ahora la integración en el mismo Estado turco que durante mucho tiempo negó la existencia kurda, Öcalan ha contribuido de manera efectiva a la aplicación del artículo 1 del Pacto Nacional Turco. Las fronteras que Turquía no logró recuperar tras la Primera Guerra Mundial están siendo ahora redibujadas de forma sigilosa, sin recurrir a la diplomacia. No está claro si Öcalan lo ha hecho deliberadamente o si ha sido engañado por el Estado turco.

El objetivo político más amplio de Erdoğan añade otra capa a este reajuste. Para enmendar la Constitución y presentarse a un tercer mandato presidencial más allá de 2028, necesita los votos kurdos y el apoyo parlamentario, en particular del DEM. El ultranacionalista MHP, que en su día fue fundamental para movilizar el sentimiento nacionalista, ha perdido su eficacia. Para Erdoğan, asegurarse la cooperación del DEM tiene un doble objetivo: fragmentar el voto de la oposición y dar una apariencia de pluralismo político, sin poner en peligro su control del poder.

La expansión militar de Turquía

Con el pretexto de luchar contra el terrorismo, Turquía ha construido docenas de bases militares dentro del Gobierno Regional del Kurdistán (KRG) en Iraq, algunas de ellas a una profundidad de hasta 65 kilómetros. Con más de 15.000 soldados, vehículos blindados y posiciones fortificadas, Ankara ha replicado el modelo de ocupación a largo plazo que utilizó en el norte de Chipre, donde la turquización siguió al afianzamiento militar. Al igual que en Chipre, Turquía no muestra ninguna intención de retirarse del territorio que ocupa.

Desde 2018, Turquía también ocupa partes del Kurdistán occidental (Rojava) en Siria. En diciembre de 2024, respaldó a figuras políticas alineadas con Ankara, entre ellas Ahmed al-Shara, el actual líder de Siria. Ankara también ha presionado para que se desmantelen las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), lideradas por los kurdos. Mientras tanto, la política estadounidense, liderada por el embajador en Turquía y enviado especial para Siria, Tom Barrack, ha cambiado recientemente hacia la integración de las FDS en el ejército sirio y la oposición a cualquier movimiento hacia el federalismo. Estados Unidos ahora respalda «una Siria, un ejército, un gobierno». Los kurdos en Siria han denunciado las declaraciones de Barrack.

El nuevo régimen sirio bajo el mando de al-Shara también se ha mostrado abierto a unirse a los Acuerdos de Abraham. De este modo, se está marginando a los kurdos con el fin de estabilizar un país que en su día alimentó la inestabilidad en Oriente Medio. Al apoyar un gobierno centralizado en Damasco, la administración Trump se dispone a dar un vuelco a la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES), liderada por los kurdos, amenazando así un experimento poco común de democracia de base y autogobierno.

Pero Al-Shara no estaría siguiendo las preferencias turcas si se alineara con Israel. La presencia de Turquía en Siria sigue siendo precaria. Aunque Damasco mantiene una relación cautelosa con Israel, cualquier posible acuerdo entre Al-Shara y Tel Aviv podría socavar la influencia regional de Ankara. Este cambio podría crear nuevas oportunidades estratégicas para los kurdos.

¿Un resurgimiento peligroso?

Este llamado proceso de paz, o «Turquía libre de terrorismo», como lo denomina el Estado turco, podría ser tan efímero como la asociación entre Trump y Elon Musk. Pero si se materializa —y con el DEM como parte de una coalición tripartita que Erdoğan puede tolerar—, Turquía podría revivir una versión moderna de los regimientos de caballería ligera Hamidiye de la era otomana utilizando a combatientes desarmados del PKK para vigilar las zonas kurdas, reprimir la disidencia y bloquear las entidades kurdas emergentes en Irán y Siria, socavando así la posición del Gobierno Regional del Kurdistán (KRG). El Hamidiye original, utilizado para controlar a las poblaciones kurda y armenia, fue abolido en 1908 por los Jóvenes Turcos. Pero las políticas actuales de Ankara sugieren que la historia podría repetirse.

Al mismo tiempo, una distensión política con el DEM podría otorgar a los kurdos concesiones culturales y lingüísticas limitadas. Sin embargo, es poco probable que tales gestos conduzcan a un cambio estructural significativo. El nombre de Turquía seguirá siendo el mismo, los kurdos no serán reconocidos como una nación distinta y no habrá ningún reconocimiento oficial —y mucho menos una compensación— por décadas de represión y negación por parte del Estado. Cualquier avance será probablemente superficial, destinado a contener la identidad kurda o la autonomía política, en lugar de potenciarlas.

Las consecuencias de este proceso serán de gran alcance para los kurdos de Irán, Turquía, Iraq y Siria. Para evitar daños irreversibles a los logros kurdos e impedir un retorno al statu quo anterior a 2003, las autoridades del GRK y la AANES deben formar urgentemente un pacto de seguridad, militar, de inteligencia y económico, en el que participen también los kurdos de Irán y sus partidos.

Sólo un frente unido puede garantizar la supervivencia kurda. Los de fuera pueden ayudar, pero los kurdos deben definir su propio estatus político.

Foto de portada de Shutterstock.

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