Rebecca Ruth Gould, The New Arab, 5 agosto 2025
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Rebecca Ruth Gould es profesora de Poética Comparada y Política Global en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) de la Universidad de Londres. Es autora de numerosas obras en la intersección de la estética y la política, entre ellas Erasing Palestine (2023), Writers and Rebels (2016) y The Persian Prison Poem (2021). Junto con Malaka Shwaikh, es autora de Prison Hunger Strikes in Palestine (2023). Sus artículos aparecen en London Review of Books, Middle East Eye y The Nation, y sus escritos han sido traducidos a once idiomas.
«Sé que necesito descansar. Lo intento, pero cada minuto nos traen a una persona herida o a un niño hambriento en estado grave al que tenemos que atender urgentemente. En algunos casos, no podemos retrasar su atención ni un solo minuto». Con estas palabras, Lana, una doctora del centro de Gaza, me explica por qué no se toma un descanso durante sus agotadores y frenéticos días tratando a pacientes que mueren de hambre.
Unos días antes, Lana se desmayó repentinamente mientras atendía a un paciente que se moría de hambre. Como la mayoría del personal médico de Gaza, ella misma estaba pasando hambre. Tenía anemia. No podía donar sangre, aunque llevaba mucho tiempo deseando hacerlo para sus pacientes. También estaba agotada, física y emocionalmente agotada y sufría de desnutrición. Lana sólo recuperó la salud porque tuvo la suerte de contar con un donante universal que arriesgó su propia vida al darle dos transfusiones de sangre en pocas horas.
Como me ha dicho en repetidas ocasiones, Lana se encuentra en una situación mucho mejor que casi todos los demás en Gaza. Trata a un gran número de personas que mueren de hambre cada día, y el número aumenta constantemente.
Hambruna
El 29 de julio de 2025, la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (IPC, por sus siglas en inglés) respaldada por la ONU rompió su silencio sobre lo que denominó «el peor escenario posible de hambruna en la Franja de Gaza» emitiendo una alerta de emergencia. La alerta exige el fin de las hostilidades y una «respuesta humanitaria sin obstáculos, a gran escala y que salve vidas». Sin embargo, no llega a declarar abiertamente que Gaza ha alcanzado la fase 5 en su clasificación de seguridad alimentaria, es decir, la hambruna.
Hay que tener en cuenta esa reticencia, en un momento en el que, según informa Emma Graham-Harrison, el número de muertes por inanición entre el 20 y el 30 de julio es superior al número total de muertes por inanición en Gaza desde el comienzo del genocidio en octubre de 2023.
El último informe completo del IPC sobre Gaza es de junio de 2024, mucho antes de que comenzara el nivel actual de hambruna.
Antes de junio, los informes se publicaban con mayor regularidad. Luego, Israel endureció sus ya muy restrictivos protocolos de visado para los trabajadores humanitarios después de prohibir a la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA) operar en Gaza. Los informes se hicieron menos frecuentes a medida que aumentaba la necesidad de ellos.
En los últimos días de la presidencia de Biden, el Sistema de Alerta Temprana contra la Hambruna (FEWS, por sus siglas en inglés), la contraparte financiada por Estados Unidos del IPC, advirtió que se estaba produciendo una hambruna en la gobernación del norte de Gaza. Como era de esperar, este informe fue criticado por Israel, que logró retirarlo de la circulación. El embajador de Estados Unidos en Israel, Jacob Lew, junto con la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, presionaron al FEWS para que retirara el informe, y el FEWS así lo hizo en un plazo de dos días.
Al igual que Israel, Estados Unidos tiene un largo historial de oscurecimiento en lo que respecta a la distribución de la ayuda. La tergiversación por parte de Estados Unidos de la ayuda que entra en Gaza ha llevado a la dimisión de al menos dos empleados del Gobierno estadounidense desde el comienzo del genocidio.
La política de recopilación de datos
Las tensiones políticas entre FEWS, USAID y otras organizaciones humanitarias ponen de relieve el gran reto al que se enfrenta la comunidad internacional a la hora de abordar la hambruna: la recopilación de datos. Aunque aparentemente neutral, la recopilación de datos en la práctica está muy politizada porque va en contra de los autores de un genocidio.
Como me dijo Andrew Seal, miembro del Comité de Revisión de la Hambruna del IPC: «Es muy difícil conseguir datos básicos de tipo auditoría». La falta de acceso a datos básicos es la principal razón por la que el IPC aún no ha podido declarar oficialmente una hambruna de nivel 5 en Gaza.
Como señala el experto en hambrunas Alex de Waal, «si un gobierno quiere impedir que la ONU declare una ‘hambruna’, lo único que tiene que hacer es bloquear la recopilación de datos». En el caso de Gaza, la no declaración de hambruna sólo significa que la burocracia aún no ha podido ponerse al día con la realidad porque Israel no les permite entrar. Sin embargo, como también ha argumentado De Waal, al ser imposible la recopilación de datos, las minuciosas distinciones entre las distintas fases de la hambruna están dejando de ser relevantes.
La moratoria en la recopilación de datos ha supuesto que el IPC ya no pueda publicar informes completos sobre Gaza y no pueda atestiguar plenamente la propagación de la hambruna en toda la Franja. Las imágenes de cuerpos demacrados y niños esqueléticos dejan claro lo que todo el mundo en Gaza ya sabía y lo que los expertos en hambrunas también reconocen. Israel está impidiendo que los organismos internacionales documenten sus horrores, permitiendo así que la muerte por inanición continúe bajo una apariencia de normalidad.
Ya hemos visto este guion antes. En 2021, en medio del genocidio de Tigray, el primer ministro etíope Abiy Ahmed expulsó al IPC poco después de que su Comité de Revisión de la Hambruna publicara un informe en el que se advertía de hambruna en Tigray en un plazo de tres meses. Cuando se le cuestionó por la hambruna que había impuesto, el régimen etíope tenía la excusa perfecta: no había datos que lo demostraran. Israel también ha dominado bien el guion de la negación de la hambruna.
Durante décadas, Israel ha controlado obsesivamente la ingesta calórica de la población sitiada de Gaza. En 2007, poco después de que Hamás tomara el poder en Gaza, el Ministerio de Defensa israelí elaboró un plan para limitar la ayuda a Gaza al mínimo indispensable para evitar la malnutrición.
Este documento, que estuvo en vigor oficialmente hasta 2010 y se hizo público en 2012, revela la política que viene de largo del Estado israelí de controlar cuidadosamente la cantidad de alimentos que entran en Gaza en términos de su contenido calórico. Israel siguió imponiendo restricciones devastadoras a la ayuda humanitaria hasta el 9 de octubre de 2023, cuando el ministro de Defensa, Yoav Gallant, anunció un asedio total al pueblo de Gaza. La política de limitar la ayuda a Gaza se transformó en una política de muerte por inanición mediante una hambruna provocada.
Antes de que sea demasiado tarde
Muchas muertes por inanición no se registran como tales porque la causa técnica de la muerte se atribuye a enfermedades normalmente leves, como infecciones respiratorias o diarrea. Si podemos evaluar con precisión la situación, estos recuentos insuficientes deberían cuestionarse. Si una persona muere por una enfermedad que su cuerpo habría podido superar o afrontar en mejores condiciones, ¿no es también una muerte relacionada con el hambre?
La gente se desploma en las calles y, sin embargo, la imposibilidad de recopilar datos adecuados sobre el número de personas que mueren de hambre significa que el IPC no puede declarar inmediatamente la hambruna, lo que da a la comunidad internacional una excusa más para la inacción y la evasión.
Dado que hay un consenso de académicos y agencias humanitarias que ha advertido repetidamente que la hambruna ya está en marcha, el juicio de la historia sobre nosotros está ya claro. ¿Por qué debemos esperar hasta que sea demasiado tarde? El derecho humanitario no se creó con el fin de emitir juicios retrospectivos.
En el caso de la hambruna de Somalia en 2011, más de la mitad de las 250.000 víctimas mortales ya se habían producido antes de que se declarara la hambruna. Parece que se han aprendido pocas lecciones.
La hambruna es un punto de inflexión. Una vez que se alcanza la escalada y el número de muertes comienza a aumentar, el daño es irreversible. Toda una generación se une a lo que el humanitario Steve Sosebee denomina «la generación del genocidio», en la que incluso los supervivientes quedan permanentemente discapacitados y deben vivir con sistemas inmunitarios dañados, discapacidades intelectuales y todos los daños que sufrieron sus cuerpos mientras pasaban hambre.
A medida que la hambruna empeora en Gaza, proliferan las evasivas y los intentos de Israel por ocultarla.
Mohammad, en Gaza, conoce bien las hipocresías y deficiencias del mundo de la ayuda internacional. Predice: «Incluso después de que el IPC obtenga las cifras, los datos, los porcentajes y toda la demás información, y llegue a la conclusión de que se trata de un nivel 5, Israel y Estados Unidos dirán que los datos que ha recibido el IPC y en los que se basa para declarar la hambruna en Gaza son incorrectos porque proceden del Ministerio de Salud dirigido por Hamás o de grupos afiliados a Hamás, o utilizarán otras afirmaciones desacreditadoras».
De hecho, a lo largo del genocidio, se ha invocado repetidamente el vago espectro de Hamás para desviar la culpa, y ahora se está utilizando para legitimar el hambre de una población cautiva.
Siempre se pueden tomar medidas
Es difícil negar la agudeza del análisis de Mohammad. Sin embargo, esto no significa que no se pueda hacer nada. Podemos llamar la atención sobre los círculos viciosos de deferencia hacia Israel que están llevando al hambre del pueblo palestino y a la destrucción de Gaza. Podemos exigir respuestas, al más alto nivel posible del gobierno, a las preguntas que se hacen los palestinos: «¿Por qué el IPC no es más proactivo y envía a sus propios expertos para investigar de primera mano la situación en Gaza?». Podrían situarse en las fronteras de Gaza y exigir que les dejaran entrar.
Las instituciones internacionales que gestionan y financian las actividades de recopilación de datos podrían pronunciarse con más contundencia contra la dinámica política que les impide llevar a cabo su trabajo. Lo más impactante de todo es que los Estados miembros de la ONU podrían aumentar sus exigencias para que se permita la entrada de los trabajadores humanitarios y la ayuda. Si no se satisfacen sus exigencias, estos Estados podrían imponer sanciones.
Nada de esto está ocurriendo con la escala y la intensidad suficientes, y por eso estamos asistiendo a un genocidio y al espectro de la muerte masiva por inanición.
Las estimaciones de las personas que murieron en Gaza por causas indirectas durante el primer año del genocidio, incluyendo la inanición y la falta de acceso a la atención médica para enfermedades crónicas, oscilan entre 67.413 y 186.000. Además, los más de 1.373 solicitantes de ayuda que han sido asesinados mientras buscaban ayuda de la mal llamada Fundación Humanitaria de Gaza también son víctimas de la hambruna. No habrían arriesgado sus vidas para buscar ayuda para ellos y sus familias a menos que sus propias vidas y las de sus familias dependieran de ello.
De vuelta en Gaza, Muhammad tiene su propia respuesta a la pregunta de por qué la comunidad internacional no ha enviado expertos para investigar la situación en Gaza y determinar la magnitud de la hambruna. «Israel no lo permite», dijo, «¿y por qué no lo permite Israel? La respuesta es sencilla: porque hay hambruna en Gaza».
La naturaleza tortuosamente circular de esta lógica está estrangulando a Gaza. Israel no permite que la comunidad internacional investigue la hambruna en Gaza porque la hambruna ya está allí.
A medida que las pruebas de la hambruna se vuelven imposibles de negar, Israel redobla sus campañas de desviación y desinformación. Sin duda, el camino más fácil para Israel es bloquear todo acceso, hacer imposible la recopilación de datos, tal y como han impedido que los periodistas entren en Gaza desde el comienzo del genocidio.
La comunidad humanitaria internacional debe poner fin a su complicidad con esta estrategia de desviación y negación que se ha utilizado para legitimar tantas atrocidades en el pasado y que ahora se utiliza para ocultar un genocidio y negar una hambruna. No debemos facilitar el discurso que Israel está elaborando al obstaculizar la recopilación de datos y negar el acceso a los hechos sobre el terreno.
Foto de portada (Getty).