Robin Andersen, CounterPunch.org, 15 agosto 2025
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Robin Andersen es profesora emérita de Comunicación y Estudios de Medios de Comunicación en la Universidad de Fordham, escribe regularmente para Fairness and Accuracy in Reporting (FAIR) y Al Jazeera Arabic, y es miembro del jurado del Proyect Censored. Entre sus últimos libros se encuentran Censorship, Digital Media, and the Global Crackdown on Freedom of Expression e Investigating Death in Paradise: Finding New Meaning in the BBC Mystery Series.
El 3 de agosto de 2025, más de 100.000 australianos cruzaron el puente del puerto de Sídney para protestar contra el genocidio por inanición que Israel estaba llevando a cabo en Gaza, lo que provocó que el tráfico se paralizara durante horas. Julian Assange encabezaba la marcha y las redes sociales se llenaron de imágenes y mensajes de solidaridad. Uno de los manifestantes publicó: «Lo que más me impactó de la #MarchforHumanity fue la increíble diversidad contemplada en Sídney. Miradas amables, gestos de asentimiento, conversaciones entre personas de todas las edades, ascendencia, género, familias… interactuando en armonía y felicidad». El autor Trita Parsi observó que «hay que estar ciego para no ver que Israel ha perdido por completo a la mayoría del mundo, incluido Occidente… Ningún nivel de intimidación, vigilancia o amenazas puede obligar a la mayoría de la humanidad a apoyar y defender el apartheid y el genocidio». Una niña siria dijo: «Somos una ola. O más bien una inundación. Nos movimos con el agua de la lluvia en el #SydneyHarbourBridge… Cuando colapse, las estructuras que construyó el sionismo se derrumbarán». Max Blumenthal señaló que «la inundación está creciendo», y The Intercept dijo que parecía que habíamos despertado ante el genocidio en Gaza.
Durante semanas, el mundo ha visto imágenes de niños esqueléticos muriéndose de hambre sin un alivio a la vista. Como expresó Heba Almaqadma, una periodista palestina de 24 años que aún vive en la ciudad de Gaza: «En Gaza, el hambre ha superado a las bombas como el arma más cruel de Israel». Las imágenes de palestinos hambrientos se han yuxtapuesto a las de supervivientes judíos del holocausto, y se ha establecido un paralelismo visual y verbal entre los crímenes israelíes y los nazis. Susan Abulhawa ha calificado acertadamente lo que vio en Gaza como un holocausto, y ahora entendemos que Gaza está siendo aniquilada sistemáticamente.
Los 22 meses de ensayos proisraelíes en los medios de comunicación occidentales se han tambaleado ligeramente a raíz del hambre que padecen los civiles, con aperturas críticas en la CNN y la MSNBC. Incluso el periódico británico de derechas Daily Express publicó el titular: «Por piedad, detengan esto ahora», junto a una foto de un niño palestino hambriento al borde de la muerte. El periódico añadió que «los que se aferran a la vida en el infierno de Gaza nos avergüenzan a todos». El periodista Matt Kennard escribió en X: «El régimen sionista del holocausto ha perdido al Daily Express». Unos días más tarde, Israel perdió a la BBC cuando su World Service informó de que había recopilado «más de 160 casos en los que se había disparado a niños en Gaza, y descubrió que en 95 casos el niño había recibido un disparo en la cabeza o en el pecho. En la mayoría de estos casos, la víctima era menor de 12 años».
Pronunciar la palabra «genocidio»
El enfadado congresista Al Green golpea el atril casi gritando: «Estamos presenciando ante nuestros propios ojos, señor presidente, un genocidio en Gaza». Preguntó: «¿Cómo podemos ver lo que está pasando en Gaza y no llamarlo por su nombre?». Los grupos de derechos humanos que hasta ahora se habían abstenido de juzgar el genocidio están entrando en razón. La organización israelí de derechos humanos B’Tsalem publicó un informe que, aunque imperfecto, finalmente admitía que «nuestro genocidio está ocurriendo ahora», y en un anuncio largamente esperado, Médicos por los Derechos Humanos-Israel ha concluido por primera vez públicamente que la «guerra» de Gaza es un genocidio. Estas declaraciones siguen a una larga lista de organizaciones, desde Amnistía Internacional hasta Médicos contra el Genocidio, que lo saben desde hace meses. Sumándose al creciente coro de voces, el aclamado escritor israelí David Grossman declaró al diario italiano La Repubblica: «Después de las imágenes que vi y de hablar con personas que estuvieron allí… con un dolor inmenso y el corazón roto, tengo que afrontar lo que está sucediendo ante mis ojos. ‘Genocidio’». Entendía que genocidio era una «palabra avalancha», argumentando que «una vez que la dices… trae aún más destrucción y sufrimiento». Pero la destrucción y el sufrimiento en Gaza se permitieron precisamente porque las élites políticas y los medios de comunicación tradicionales se negaron a decir que Israel estaba cometiendo un genocidio en Gaza. El New York Times sigue engañando al mundo con titulares como este: «No, Israel no está cometiendo un genocidio en Gaza», de Bret Stephens.
En Estados Unidos, tanto legisladores como expertos han criticado a Israel y, por primera vez en la historia, una cuarta parte del Senado votó a favor de bloquear la venta de armas a Israel. El senador Peter Welch (demócrata por Vermont) habló con sinceridad cuando dijo: «Es un crimen de guerra matar de hambre a una población para conseguir lo que quieres de tu enemigo». Sin duda, la precipitada caída de la popularidad de Israel entre los votantes demócratas les ha sacudido. Zeteo informó de que «la mayoría de los estadounidenses» están en contra del genocidio. Como dijo un analista, para los demócratas, apoyar a Israel es un suicidio político. Israel está perdiendo incluso a los republicanos. Señalando las declaraciones contra el genocidio de Marjorie Taylor Greene y Tucker Calson, Breaking Points calificó el giro de los republicanos contra Israel como un «cambio histórico».
El hambre y nuestra humanidad
Ver a otra persona morir de hambre es insoportable, especialmente cuando se trata de un niño. Para la mayoría de nosotros, es un puñetazo en lo más profundo de nuestro corazón que golpea nuestra humanidad más básica. El actor, escritor y humanista Stanley Tucci ofrece algunas razones para ello en su libro Taste, una crónica de su amor por la comida, su encanto, su preparación y sus representaciones. Tucci nos cuenta cómo aprendió desde muy temprano que «al público le encanta ver a la gente comer [y] beber» en la pantalla, porque «hay algo muy atractivo en ver» a la gente hacer estas cosas básicas. Él atribuye esto a la forma en que «los humaniza y, por lo tanto, nos permite conectar con ellos». Ver películas sobre comida y programas de cocina en la televisión nos hace sentir a todos parte de una familia humana. Y por eso nos afecta tanto emocionalmente ver cómo otros seres humanos pasan hambre.
Hemos visto los bombardeos y las imágenes de los horribles paisajes distópicos de Gaza en ruinas, hemos escuchado a médicos devastados testificar sobre los asesinatos selectivos de niños, y quienes prestan atención saben que las tropas israelíes atacan a civiles hambrientos y desarmados que intentan conseguir comida para sus familias en los «centros de distribución». Hemos escuchado las palabras del exveterano de las fuerzas especiales Anthony Aguilar, quien explicó que la llamada Fundación Humanitaria de Gaza está cometiendo crímenes de guerra en Gaza. Devastado después de que un niño palestino hambriento, que no recibió comida, le besara la mano y luego fuera asesinado a tiros deliberadamente, Kristal Ball escribió: «He visto al exboina verde que ha participado en nueve misiones de combate temblar y derrumbarse hoy por lo que ha visto que se está haciendo a los seres humanos en Gaza». Añadió: «El horror debe terminar y todos los cómplices deben rendir cuentas. Nuestra humanidad colectiva está en juego».
Una persona debilitada, con los ojos hundidos, o un niño esquelético que llora aún no están muertos. En palabras de UNRWA, la gente de Gaza son «cadáveres andantes». Un médico de Gaza publicó una imagen de un niño piel y huesos diciendo simplemente: «Nos estamos muriendo de hambre». Y siguen sufriendo. Esto nos hace jadear y buscar soluciones. Nos impulsa a exigir que lleguen alimentos de inmediato. Es la única forma de encontrar alivio al dolor de ver una destrucción tan deliberada y lenta de la humanidad, y, de hecho, la destrucción de la nuestra. Y mientras tanto, Israel afirma que las fotos son falsas.
Estas respuestas humanas al sufrimiento no se parecen en nada a la forma en que los perpetradores reaccionan ante los palestinos a los que están matando de hambre.
Los males del hambre, sus perpetradores y facilitadores
No es retórico, ad hominem, cruel y, desde luego, tampoco antisemita decir que los líderes israelíes que perpetran el crimen del hambre forzada han perdido su humanidad. Son ellos quienes nos dijeron con entusiasmo lo que harían desde el principio, y lo han estado haciendo desde entonces. Recientemente han redoblado sus declaraciones, que revelan una profunda psicopatología alimentada por años de odio y, más recientemente, por el apoyo y la impunidad que les brindan los líderes mundiales, impulsados por las crecientes ganancias corporativas que generan los negocios del genocidio. Están atrapados en redes verbales de falsedad y deshumanización, a pesar de que estos mismos perpetradores anuncian regularmente sus verdaderas intenciones. El ministro de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben Gvir, dijo en su última diatriba de odio: «No permitiremos que entre ni un solo gramo de ayuda en la Franja de Gaza hasta que su pueblo se arrodille y suplique. Gaza debe ser arrasada. No hay personas inocentes». A continuación, Israel afirma falsamente que Hamás está robando los alimentos y la ayuda. Ver a personas como Ben Gvir y otros expresar un odio tan inconcebible mientras cometen crímenes tan impensables es otro ataque a nuestra sensibilidad. También lo son las acciones inconcebibles de los israelíes que recientemente se han congregado en la frontera para ayudar a bloquear la entrada de ayuda en Gaza.
Cuando Shimon Elkabetz, presidente del Consejo Cinematográfico de Israel, instó abiertamente al asesinato masivo de palestinos en el canal israelí i24 diciendo: «Matadlos, exterminadlos… como si fueran piojos», el recién elegido candidato demócrata a la alcaldía de Nueva York, Zohran Mamdani, que se opone abiertamente al genocidio, publicó: «El genocidio no se está ocultando. Se retransmite». Pero no por los medios de comunicación corporativos estadounidenses. Y cuando Ofer Kassif, miembro de la Knesset, leyó la declaración de David Grossman ante la Knesset, fue expulsado por la fuerza del estrado entre gritos de «¡No dirá la palabra «genocidio» aquí!». Los medios de comunicación corporativos estadounidenses no informaron del incidente, pero Haaretz sí lo hizo.
El congresista estadounidense Randy Fines (republicano por Florida) está desempeñando el papel de facilitador del genocidio para Israel. Sobre una imagen de la devastada Franja de Gaza, cuando un israelí preguntó: «¿Se lo merecía Gaza?», Fines respondió: «Sí». Existe una amplia documentación sobre el alcance que tienen los grupos de presión israelíes sobre los políticos estadounidenses, y hasta dónde ha llegado esto quedó patente en la última misiva de Trump en la que declaraba que el Gobierno estadounidense no proporcionará fondos para la preparación ante catástrofes a los estados de EE. UU. que boicoteen a Israel.
Complicidad de los medios occidentales
Luego tenemos a aquellos que han seguido la trayectoria de la pésima cobertura de los medios de comunicación tradicionales sobre el genocidio de Israel. Assal Rad respondió a una emisión de la CNN titulada «Los palestinos se mueren de hambre o son asesinados por las tropas israelíes casi a diario mientras buscan ayuda. ¿Cómo hemos llegado a esta situación?». Indignado, Rad respondió: «Ustedes y sus colegas, encubriendo el genocidio de ellos».
Los medios de comunicación corporativos han encubierto hechos esenciales y han utilizado palabras que ocultan la naturaleza de los crímenes contra la humanidad cometidos por Israel. Pero ¿por qué la BBC ha cambiado repentinamente su cobertura? Porque, según el periodista Owen Jones, «todo el mundo sabe que la calamidad absoluta que envuelve a Gaza va a ser imposible de ocultar». Jones está enfadado y es implacable en su condena. «Para los culpables de los medios de comunicación: ¡Todos ustedes recibieron numerosas advertencias a lo largo de 21 meses! ¡Ustedes hicieron esto! ¡Todo lo que ocurre ahora es culpa suya!».
Francesca Albanese criticó también duramente a los medios occidentales y pidió que se investigara cómo los principales medios de comunicación han retratado y deshumanizado a los palestinos con efectos devastadores. Y FAIR revisó los memorandos filtrados del New York Times que prohibían a los periodistas utilizar los términos «genocidio» y «limpieza étnica» en un momento en el que se podría haber marcado la diferencia. La elocuente condena de Albanese a la negativa de Occidente a articular valores humanitarios y seguir el derecho internacional para detener a Israel se condensó en esta prosa: «Israel ha escrito una de las páginas más oscuras de la historia de la humanidad y el mundo sigue sosteniéndole la pluma».
Acusar a la humanidad global de antisemitismo
Sin soltar el bolígrafo, redactan leyes que criminalizan a quienes piden a Israel que ponga fin al hambre. Como señaló Arundhati Roy: «Al parecer, lo único moral que pueden hacer los civiles palestinos es morirse. Lo único legal que podemos hacer el resto de nosotros es verlos morirse. Y guardar silencio. Si no, ponemos en peligro nuestras becas, nuestros honorarios por conferencias y nuestros medios de vida». Israel y sus partidarios intensifican los ataques, y el AIPAC acusa a Bernie Sanders, un senador judío que perdió a su familia en el Holocausto, de «difamación sangrienta» por anunciar que «el exterminio de Gaza por parte del Gobierno de Netanyahu se intensifica. La desnutrición es rampante, los niños mueren de hambre, se dispara a la gente mientras espera las escasas raciones de comida y las armas estadounidenses permiten que esto suceda. Trump y el Congreso deben actuar AHORA. Detengan la matanza. Alimenten a la gente». El periodista británico Jonathan Cook escribió sobre cómo la acusación de «libelo de sangre» contribuye a que Occidente guarde silencio sobre el genocidio de Israel. Cuanto más depravadas son las acciones de Israel, más antisemita resulta señalarlas. La realidad, dice, es que, a través de Israel, Occidente puede ocultar el «colonialismo estereotipado» como un proyecto exclusivamente judío.
La retorcida lógica de la acusación de antisemitismo se está desmantelando ahora como nunca antes, a medida que los escritores denuncian la definición de la IHRA (siglas en inglés de Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto) que identifica falsamente las críticas a Israel como antisemitas.
Cuando el delegado demócrata de Virginia Sam Rasoul, cuya familia fue desplazada por Israel, escribió sobre los «males» del sionismo, sus palabras provocaron una serie de ataques por parte de colegas demócratas como Tim Kaine. Kaine, que no utiliza la palabra genocidio porque la «tragedia» no justifica el término, «rechaza enérgicamente cualquier afirmación de que el sionismo, el deseo del pueblo judío de tener un Estado de Israel, sea intrínsecamente racista o maligno». Rasoul respondió argumentando que el sionismo ya no puede considerarse simplemente una «creencia aspiracional de que debe haber un lugar seguro para una patria para los judíos». En cambio, señaló que el sionismo ha llevado a «la manifestación de un Estado etnosupremacista que ha producido no sólo esta ocupación, sino un régimen de apartheid que ahora ha cometido el acto de terror definitivo, que es un genocidio contra el pueblo de Gaza». Rasoul acusó a los «apologistas del Estado de Israel» de «no tener más remedio que afirmar que todo es antisemita». La realidad es que mis amigos judíos se sienten menos seguros porque han desvirtuado el antisemitismo. Y nos han impedido poder enfrentarnos realmente al comportamiento verdaderamente antisemita».
Nada puede detener la condena de Israel ni las protestas mundiales contra el genocidio.
La lucha compasiva de la humanidad
La humanidad reacciona con acciones grandes y pequeñas tratando de llamar la atención del mundo y poner fin al hambre. Al igual que en Sídney, en Londres salen a las calles y enarbolan desafiantes la bandera palestina en la Royal Opera House, y la estatua de Jesús en Río de Janeiro se adorna con la bandera palestina. Las celebridades se envuelven en la bandera y los camioneros de Chicago la exhiben. Richard Gere leyendo un poema de Mahmoud Darwish es sólo un ejemplo de artistas solidarios con los palestinos. Más personas vuelven a las calles de Nueva York y protestan frente a la sede de la ONU, y 50 activistas judíos son arrestados por corear «Dejen vivir a Gaza», mientras clausuran las oficinas de los senadores Chuck Schumer y Kirstin Gillibrand por armar a Israel. Los manifestantes golpean ollas y cacerolas frente a Fox News y NBC News en Washington DC, en protesta por la complicidad de los medios de comunicación en el genocidio. Manifestantes contra el genocidio bloquean cruceros con turistas israelíes atracados en islas griegas, y Bélgica ha detenido a dos soldados de las tropas israelíes por crímenes de guerra. Activistas que transportaban suministros a Gaza en la Flotilla de la Libertad Handala son detenidos por el ejército israelí, y los soldados golpean al sindicalista y defensor de los derechos humanos estadounidense Chris Smalls. Las dedicadas analistas y activistas de Code Pink se solidarizan con sus compañeros humanitarios. La Sra. Rachel, descrita como la Sra. Rogers de esta generación, es llamada a defender a los niños de Gaza, y Francesca Albanese sigue diciendo la verdad. La representante estadounidense Rashida Tlaib pide un embargo total de armas a Israel, y Amnistía Internacional exige la liberación del Dr. Abu Safiya, que está siendo torturado por tratar a pacientes en Gaza. El ministro de Desarrollo Internacional de Noruega, Asmund Aukrust, ha declarado que Israel está erosionando los principios que protegen a los civiles en todo el mundo y está retirando las inversiones de una empresa que equipa aviones de combate israelíes. El alcalde de Atenas le dice al embajador israelí: «No aceptaremos lecciones de quienes matan a niños».
Como observó Ramzy Baroud, se ha logrado la masa crítica: «Ningún otro país, ningún otro conflicto, ninguna otra causa ha calado tan profundamente en los espacios públicos como la de Palestina». Esto ocurre cuando una idea, «inicialmente defendida por un grupo minoritario, se transforma de manera decisiva en un tema de actualidad… y comienza a ejercer una influencia real y tangible en la esfera pública». Algunos lo han llamado «la ruptura de la presa» o la «ventana de Overton». Lo que está claro es que el mundo condena los actos monstruosos del retorcido Estado sionista de Israel. Después de que Susan Abulhawa viera el 5 de agosto que Israel bombardeó la clínica de la UNRWA en la ciudad de Gaza, destruyendo lo que quedaba del sistema sanitario de Gaza, llamó DEMONIOS a los israelíes, y Linda Mamoun observó que los medios de comunicación no han informado en absoluto sobre las matanzas.
Israel, sus partidarios occidentales y la farsa de la condición de Estado palestino
Algunas declaraciones críticas con Israel realizadas por líderes occidentales se están viendo con escepticismo, y con razón. ¿Por qué han esperado hasta el último momento para oponerse? El famoso apologista de Israel y receptor de 1,5 millones de dólares del AIPAC, Richie Torres, dijo: «Todas las partes, incluidos Estados Unidos e Israel, tienen la obligación moral de hacer todo lo que esté en su mano para aliviar las penurias y el hambre que se han apoderado de la Franja de Gaza». Torres se enfrenta a un rival en las primarias que se opone al genocidio. Funcionarios como Keir Starmer sabían desde el principio lo que estaba haciendo Israel, y el Reino Unido le proporcionó ayuda. ¿Por qué hablan ahora? Probablemente se trate de un cálculo interesado, no de una respuesta humana auténtica o de indignación moral, y este tipo de declaraciones no se traducen en acciones significativas. Como dijo Max Blumenthal sobre las nuevas preocupaciones de los principales demócratas estadounidenses, como Obama y Clinton, se trata de «lavar su reputación tras años de silencio». Las protestas interesadas están diseñadas para evitar la acusación de participar en un genocidio. Como escribió Omar El Akkad en el título de su libro, «One Day, Everyone Will Have Already Been Against This» (Un día, todo el mundo habrá estado ya en contra de esto).
Aunque 147 de los 193 Estados miembros de la ONU reconocen al Estado palestino, algunos países occidentales y sus aliados, entre los que destacan Canadá, Francia y el Reino Unido, han presentado una propuesta para reconocer a Palestina «como si fuera una idea nueva». Mondoweiss escribió que, aunque pueda tratarse de teatro político, podría tener un propósito significativo en el futuro. Por ahora, argumenta Mitchell Plitnick, debería quedar claro «que nada menos que los boicots y las sanciones, tal y como defiende el movimiento BDS en todo el mundo, cambiarán la política israelí. Es inconcebible que Macron, Carney y Starmer no lo sepan». Cuando The Electronic Intifada y The Nation analizaron la propuesta, descubrieron que no era más que un reempaquetado de los objetivos bélicos israelíes ante el fracaso del ejército israelí para derrotar a Hamás, un hecho que incluso el New York Times tuvo que admitir. Resulta que el hambre es genocidio, no una estrategia militar ganadora.
Según Ali Abunimah, Israel obtendrá lo que equivale al control total sobre los palestinos utilizando a colaboracionistas de la OLP para que actúen como nuevo gobierno. Exigir que Hamás se autodestruya dejaría al nuevo Estado de Vichy sin representación popular ni resistencia real, y vivir bajo la ocupación y el apartheid sería peor. Israel no rendirá cuentas por el genocidio. Ese plan no detendrá el genocidio por inanición de los palestinos. Ahmad Ibsais, de The Nation, lo calificó de «farsa despreciable» y argumentó que «están ofreciendo mentiras coloniales disfrazadas de liberación». Y Abunimah señaló: «No he oído a ningún palestino en ningún sitio decir que lo que quieren de los regímenes genocidas «occidentales» que arman y apoyan el exterminio de los palestinos por parte de «Israel» es el reconocimiento de un Estado palestino inexistente gobernado por traidores en Ramala. Ni uno solo».
Mientras los líderes occidentales expresan su «sincero pesar», en palabras de la palestina Heba Almaqadma: «No necesitamos compasión. Necesitamos presión sobre aquellos que bloquean los alimentos y tienen el poder de detener esto pero deciden no hacerlo». El presidente de Irlanda ha propuesto un plan. Pide a las Naciones Unidas que invoquen el capítulo 7 de su Carta y eludan al Consejo de Seguridad para allanar el camino a un corredor internacional que permita el paso a Gaza de 6.000 camiones, con alimentos suficientes para tres meses. Pero el hambre cesaría si Estados Unidos simplemente decidiera que así fuera.
Esta hambruna genocida es un ataque insoportable contra los palestinos y contra toda nuestra humanidad, y, con la excepción de los monstruos que la perpetran y sus partidarios, el mundo entero exige que se detenga.
Actualización: En los últimos días, Israel ha anunciado su «liquidación definitiva de Gaza» y, para asegurarse de que no quedara constancia de ello, ha atacado otra tienda de campaña de gente de prensa, matando a seis periodistas, cinco de los cuales trabajaban para Al Jazeera, entre ellos el dedicado Anas al-Shafir. En una cobertura que demuestra un desprecio absoluto por la vida de los palestinos y su complicidad en el genocidio, tanto el New York Times como la BBC dieron un espacio desproporcionado a las calumnias y acusaciones infundadas de Israel contra Al Jazeera y, en palabras de Jonathan Cook: «La BBC ayudó a matar a Anas al-Sharif».
Foto de portada de Nathaniel St. Clair.