Reconocimiento del Estado palestino: Occidente exhibe un doble juego

Ghada Ageel, Middle East Eye, 23 septiembre 2025

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


La Dra. Ghada Ageel es profesora visitante en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Alberta (Edmonton, Canadá), investigadora independiente y miembro activo de Faculty4Palestine-Alberta.

Veinticinco miembros de la familia Husari vivían en una casa de cinco plantas en el campo de refugiados de al-Shati (la playa), con vistas al puerto destruido en el extremo occidental de la ciudad de Gaza.

Hoy, esa casa es una tumba. Sólo tres miembros de la familia sobrevivieron al ataque masivo israelí de la semana pasada, cuando drones y cuadricópteros ametrallaron la zona y dispararon sobre quienes intentaban rescatar o recuperar los cadáveres. Entre los fallecidos se encontraba Yara, una estudiante de sexto curso de Medicina que ejercía como doctora.

Los vecinos excavaron entre el hormigón y el hierro con sus propias manos para sacar los cadáveres de dos niños. Un familiar recordó haber oído débiles gritos bajo los escombros, hasta que quedaron en silencio, «como si la tierra se los hubiera tragado por completo».

Días más tarde, 20 miembros de la familia Sultan, en el barrio de al-Tawam, más al norte, fueron aniquilados en un único ataque; todo el árbol genealógico fue arrancado de raíz en una brutal acción.

Esta semana, otras 23 vidas fueron borradas cuando la familia Zaqut quedó sepultada bajo los escombros de su casa.

Haj Ibrahim Abdu, un anciano palestino desplazado, se desplomó en la rotonda de Nabulsi, en el corazón de la ciudad de Gaza, mientras se dirigía hacia el sur. Soportó las penurias del camino, pero su corazón no pudo soportar la agonía de la expulsión forzosa. Se detuvo, abrumado por el dolor y la tristeza de abandonar su querida ciudad de Gaza. Al no disponer de transporte para llegar al cementerio más cercano, en Sheij Radwan, su familia lo enterró en el interior del hospital Al-Shifa.

Esto es sólo un atisbo de la violencia genocida que se está desarrollando en este mismo momento, incluso mientras leen estas palabras.

Estrategia militar fundamental

Todo esto forma parte fundamental de la estrategia militar de Israel. El 8 de septiembre, el ministro de Defensa, Israel Katz, declaró: «Hoy un poderoso huracán azotará los cielos de la ciudad de Gaza y los tejados de las torres del terror temblarán».

Para las familias Husari, Sultan y Zaqut, esas palabras no eran metáforas. Eran una sentencia de muerte. Y la misma sentencia de muerte se cierne sobre la propia ciudad de Gaza, una ciudad con más de 5.000 años de antigüedad, cuna de la civilización, la historia y la cultura.

Los ataques israelíes comenzaron en las zonas de al-Saitun, al-Tufah, al-Daraj y al-Shuyaiya, las partes más antiguas de Gaza, donde capas de memoria e historia estaban inscritas en sus piedras y calles, reduciendo ese legado a polvo.

Estos barrios obreros albergaban antiguamente los monumentos más antiguos de Gaza, como la mezquita al-Omari, que data del año 634; la casa de baños tradicional Hamam al-Samara, de 1320; y el palacio al-Saqa, construido en 1661.

Hoy, Saitun ya no existe. En las últimas semanas, más de 1.500 de sus viviendas fueron bombardeadas y demolidas.

Lo que distingue al momento actual es su ritmo, su escala y su barbarie, ya que estos horrores se viven y se transmiten en tiempo real.

Desde allí, las fuerzas israelíes avanzaron hacia al-Rimal, el corazón palpitante de la vida económica, administrativa, cultural y social de Gaza. Destruyeron lo poco que quedaba de mi alma máter, la Universidad Islámica, alegando que era un objetivo militar, a pesar de que albergaba a cientos de familias desplazadas.

Ahora, los bombardeos envuelven todos los barrios de la ciudad de Gaza —este, oeste, norte y sur— con tal violencia que se pueden oír hasta en Tel Aviv. 

Las calles se están convirtiendo rápidamente en cementerios para aquellos que no pudieron salir a tiempo. Hace unos días, en una publicación de Facebook, Nur Abu Rukba, periodista de Al Jazeera que sustituyó a su colega asesinado Anas al-Sharif, advirtió al mundo con unas palabras que deberían inquietar a la humanidad: «Para quien aún le preocupe, Gaza se ha convertido en un matadero humano en este momento. Las calles y carreteras están repletas de mártires». 

«Una ciudad que exhala sus últimos suspiros»

Los cielos sobre la ciudad de Gaza, llenos de drones, se ven atravesados por los gritos de los niños que no tienen analgésicos para aliviar el dolor de las amputaciones.

En respuesta a las órdenes de evacuación de Israel, destinadas a obligar a las familias a huir, Samaher al-Khuzndar, periodista afincada en Gaza, escribió: «Gracias por su advertencia… ¡Pero no quiero irme a la muerte jadeando! Me quedo en mi lugar, donde acabaré, respiro hondo e imagino todas las pérdidas posibles, con el mayor dolor imaginable. Me entreno para no entrar en pánico mientras derramo las últimas gotas de mi sangre después de ver morir a todos mis seres queridos de la forma más horrible.

Desde este punto en el que me encuentro, en una ciudad que exhala sus últimos suspiros, veo que las posibilidades más duras son más misericordiosas que correr hacia la muerte por los caminos elegidos por aquellos que quemaron nuestras almas… Esto no es resistencia ni perseverancia; es sumisión total al destino».

Esta valoración ya ha demostrado ser correcta. Una familia que huía esta semana en un vehículo cargado con sus pertenencias fue alcanzada por misiles cerca de la plaza al-Katiba, en el oeste de la ciudad de Gaza, y cinco personas murieron.

La lista de torres y estructuras bombardeadas, y el número cada vez mayor de víctimas mortales palestinas, me encoge el corazón. Pero incluso estas largas listas solo dan una pequeña idea de la magnitud de la destrucción que se está produciendo, ya que Israel está arrasando escuelas, bloques de pisos llenos de familias y otras infraestructuras sociales, históricas, culturales y de conocimiento vitales.

Desde el corazón de Tel al-Hawa, mi pariente Nur Jalil, refugiado de Beit Daras, un pueblo que Israel destruyó y despobló en 1948, suplicó en una reciente publicación en Facebook: «Mi querida Gaza, ojalá nos enseñaran cómo esconderte dentro de nosotros, cómo meterte en la mochila del desplazamiento y cómo llevarte a nuestras espaldas cuando nos marchamos. Ojalá nos enseñaran cómo protegerte de los cohetes, del dolor y de la sangre. Por Dios, es insoportable para nosotros verte cubierta de polvo negro como el carbón… ¿Cómo puede una persona vivir sintiendo que no tiene un lugar al que pertenecer?».

Lucha por la supervivencia

Además de las familias de Gaza, Israel ha estado atacando los edificios de organizaciones respetadas, como la Torre al-Roya, que albergaba las oficinas del Centro Palestino para los Derechos Humanos, un grupo que recientemente ha sido sancionado por Estados Unidos por su labor para llevar a los líderes israelíes ante la justicia en La Haya.

Todo esto ocurre con la aprobación de los Estados occidentales, incluidos Estados Unidos y el Reino Unido, a pesar de que esta semana las Naciones Unidas concluyeron que Israel estaba cometiendo genocidio en Gaza, citando llamamientos explícitos al genocidio por parte de autoridades civiles y militares.

Se trata de una noticia políticamente incómoda para los gobiernos occidentales, que prefieren presentar estas atrocidades como una aberración causada por ministros de extrema derecha, en lugar de como un punto de vista arraigado y ampliamente compartido sobre los palestinos. Las «puertas del infierno» que describió el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, no se abrieron de repente, sino que llevaban mucho tiempo entreabiertas, chirriando y ardiendo, desde la Nakba de 1948.

Lo que distingue al genocidio actual es su ritmo, su escala y su barbarie, ya que estos horrores se viven y se transmiten en tiempo real.

Como consecuencia, hoy en día, en Gaza, el derecho internacional humanitario también lucha por su supervivencia. Los Estados occidentales tienen la obligación legal de prevenir el genocidio persiguiendo a los responsables.

Sin embargo, Occidente está jugando un doble juego: por un lado, lleva a cabo la farsa de reconocer un Estado palestino en la Asamblea General de las Naciones Unidas y, por otro, sigue suministrando armas a Israel, eliminando así cualquier posibilidad de que se cree un Estado palestino en las próximas generaciones.

Foto de portada: El presidente francés, Emmanuel Macron, estrecha la mano del ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí, el príncipe Faisal bin Farhan Al Saud, tras intervenir en una reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas el 22 de septiembre de 2025 (AFP).

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