Jasim Al-Azawi, Middle East Monitor, 28 septiembre 2025
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Jasim Al-Azzawi ha trabajado para varios medios de comunicación, entre ellos MBC, Abu Dhabi TV y Aljazeera English, como presentador de noticias, de programas y productor ejecutivo. Ha cubierto conflictos importantes, entrevistado a líderes mundiales e impartido cursos sobre medios de comunicación.
Una apuesta desesperada: la agonía de Netanyahu
Benjamin Netanyahu ha llegado a Washington no como un conquistador triunfante en tiempos de guerra, sino como un político al borde de la ruina política y personal. Su campaña de dos años contra Hamás se ha desintegrado en una debacle estratégica. A pesar de su absoluta superioridad militar, Israel sigue empantanado en una guerra de desgaste imposible de ganar en Gaza, con rehenes aún en manos de sus captores y la maquinaria bélica de Hamás intacta. Las tan cacareadas Fuerzas de Defensa de Israel se han visto envueltas en combates callejeros sin lograr ninguno de sus objetivos declarados.
La propia posición interna de Netanyahu también es problemática. Amenazado por acusaciones de corrupción que podrían enviarlo a la cárcel, el primer ministro israelí ha calculado que sólo hay una carta desesperada que le permitirá salvar el pellejo: obligar a Estados Unidos a entrar en una guerra abierta con Irán. La breve guerra de doce días en junio no sólo puso de manifiesto el fracaso de Israel para destruir Irán, sino también el peligro de una conflagración mucho mayor que podría reestructurar toda la ecuación regional.
Este es el último intento de Netanyahu para evitar la ira de los tribunales israelíes. Viene a Washington no para pedir consejo o consulta, sino para insistir en que Estados Unidos ponga sangre y dólares para reparar el desastre estratégico que él mismo ha creado. Su repertorio de trucos no sólo incluye la presión diplomática clásica, sino también la amenaza de utilizar información delicada y comprometedora que ejercerá una enorme presión sobre la administración Trump para que acceda a sus demandas.
El apocalipsis económico: cuando se cierre el estrecho
La vulnerabilidad estratégica que Netanyahu desea explotar tiene ramificaciones apocalípticas a nivel mundial. El estrecho de Ormuz, ese estrecho paso de 34 kilómetros por el que transita cada día una quinta parte del petróleo mundial y más del 30% del gas natural licuado global, representa el punto de influencia económica más vulnerable del mundo. Irán ha amenazado pública y regularmente con cerrar esta vía marítima en respuesta a cualquier ataque armado importante. A diferencia de sus anteriores amenazas, Teherán ahora posee la capacidad militar para llevar a cabo esta amenaza.
La devastación económica sería instantánea, apocalíptica y sin precedentes. El coste del petróleo se dispararía hasta tal punto que eclipsaría la escasez de energía de la década de 1970. Las gasolineras asestarían un golpe devastador al comercio estadounidense, provocarían pérdidas masivas de puestos de trabajo y sumirían a la economía mundial en una recesión peor que la crisis financiera de 2008. Las economías europeas, que ya luchan por la seguridad energética, se enfrentarían a paradas industriales. Los centros de producción asiáticos que dependen del petróleo de Oriente Medio se paralizarían.
El ajuste de cuentas político: Los sueños de Trump respecto al Nobel se estrellan con la realidad
El discurso bélico de Netanyahu puede suponer la sentencia de muerte para la reputación que Donald Trump se ha labrado con tanto esfuerzo como mediador de paz y negociador. Toda la política exterior de Trump se basa en su supuesta capacidad para poner fin a las guerras, en lugar de iniciarlas. Trump nunca se cansa de prometer que resolverá el conflicto de Ucrania, evitando nuevos enredos militares, al tiempo que apela a su electorado de America First, cansado de las guerras extranjeras perpetuas.
Un conflicto cataclísmico con Irán, forzado a instancias de Netanyahu, aniquilaría esta lógica. A medida que los precios del gas se disparen y las bases militares estadounidenses en la región del Golfo y en todo Oriente Medio sean bombardeadas por Irán, la base MAGA de Trump experimentaría una amarga desilusión. Los mismos votantes que eligieron a Trump para poner fin a las guerras de Estados Unidos en el extranjero le harían iniciar la guerra más devastadora económicamente en décadas, no para Estados Unidos, sino para rescatar a un político extranjero, que probablemente acabará en la cárcel.
La aritmética de la política es desoladora: una guerra que colapsaría la economía mundial y que parece beneficiar a Israel, y no a Estados Unidos, desataría una indignación populista que reescribiría la política estadounidense durante las próximas décadas. La influencia de las organizaciones de presión proisraelíes, ya amenazada por la creciente desconfianza de los jóvenes estadounidenses, correría un riesgo existencial, ya que la opinión pública se uniría contra unas políticas que sangran los bolsillos de las familias estadounidenses en beneficio de intereses políticos extranjeros.
Netanyahu es plenamente consciente de lo que está en juego, por lo que su campaña de presión será implacable y podría incluso incluir el uso de cualquier información, imagen, vídeo o testimonio comprometedor para forzar la obediencia. No se trata de diplomacia, sino de extorsión política, destinada a coaccionar a Estados Unidos para que entre en una guerra que no redunda en su interés estratégico.
El colapso de la arquitectura de la política de la Guerra Fría
La animadversión que existe entre Estados Unidos y la República Islámica de Irán no es ideológica, sino el resultado de una serie de errores estratégicos consecutivos cometidos año tras año durante décadas antes de la revolución de 1979. El golpe de Estado de 1953 contra el primer ministro Mohammad Mosaddegh, respaldado por la CIA y llevado a cabo en cooperación con Gran Bretaña para restaurar el poder del sha Mohammad Reza Pahlavi, posicionó a Irán como un aliado estadounidense fundamental, pero volátil, en el contexto de la contención de la Guerra Fría. El apoyo inquebrantable de Washington al régimen cada vez más represivo del sha fue una clásica concesión de la Guerra Fría en favor de la estabilidad frente a la legitimidad democrática. Esta política, que perseguía estabilizar el suministro de petróleo y frenar la expansión soviética, acabó generando un profundo resentimiento antiestadounidense entre la población iraní y las élites clericales, sentando las bases para el eventual colapso geopolítico.
El expediente nuclear y el fracaso estratégico de la presión máxima
El problema estratégico central sigue siendo el rápido avance de Irán hacia la capacidad de fabricar armas nucleares. El acuerdo del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés) de 2015, alcanzado por la administración Obama, fue un acuerdo estratégico a corto plazo: Irán aceptó restricciones drásticas en su programa de enriquecimiento a cambio de la suspensión de las sanciones económicas. La retirada de Estados Unidos del JCPOA en 2018, junto con la aplicación de la «presión máxima», fue un fracaso estratégico. Las sanciones han devastado la economía iraní. Teherán respondió con una política de «paciencia estratégica», incumpliendo sistemáticamente las limitaciones del JCPOA sobre el enriquecimiento de uranio. Irán conserva reservas de uranio enriquecido al 60%, lo que reduce la ventana de «escapada» nuclear a unas pocas semanas y deja a Estados Unidos e Israel en una posición incómoda.
Conclusión: Escenario apocalíptico
La postura de Teherán parece ser de desafío calculado. Como declaró recientemente el presidente iraní: «No buscamos la guerra. Pero quien nos ataque recibirá la respuesta más contundente». Esa determinación garantiza que cualquier recurso a la fuerza no daría lugar a una capitulación unilateral, sino a una ruinosa y larga guerra regional de desgaste.
Netanyahu llega a Washington no como un aliado que necesita consejo, sino como un político desesperado que busca que Estados Unidos renuncie a su poderío económico y su prestigio mundial para rescatar su carrera política. La pregunta para Trump es si se dejará arrastrar a poner fin a su propia presidencia para rescatar a un líder extranjero que se enfrenta a la cárcel.
Foto de portada: El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, se dirige a la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) en la sede de las Naciones Unidas el 26 de septiembre de 2025 en la ciudad de Nueva York (Mostafa Bassim – Agencia Anadolu).