El «plan de paz» de Trump es en sí mismo un crimen de guerra

Jeff Cohen y Richard Eskow, CounterPunch.org, 6 octubre 2025

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Jeff Cohen fue director del Park Center for Independent Media del Ithaca College y cofundador del grupo de activismo en línea RootsAction.org.

Richard (RJ) Eskow es el presentador de Zero Hour y antiguo asesor de la campaña de Bernie Sanders. X: @rjeskow.

Se ha escrito y debatido mucho desde que Donald Trump y Benjamin Netanyahu revelaron conjuntamente el «plan de paz» de 20 puntos de Trump a principios de esta semana. En el momento de escribir este artículo, Hamás aún no ha decidido si lo aceptará. (Israel tampoco lo ha aceptado, aunque no lo sabrían si siguieran los medios de comunicación estadounidenses).

Sin embargo, se ha pasado por alto un punto: los términos del acuerdo son en sí mismos una forma de crimen de guerra.

Los rehenes ocultos

Algunas partes del plan no son controvertidas. Todas las personas sensatas quieren que la guerra termine rápidamente. Y pocos se opondrían al punto 18, que pide «un diálogo interreligioso… basado en los valores de la tolerancia y la coexistencia pacífica».

Sin embargo, me pregunto cuántos estadounidenses se han dado cuenta de que el punto 5 insta a Israel a liberar a las 1.700 personas que ha detenido en Gaza desde 2023, «incluidas todas las mujeres y los niños…».

¿Cuántos estadounidenses sabían siquiera que Israel encarcela habitualmente a niños antes de leer esa frase? Nuestros medios de comunicación no lo mencionan mucho. Como antecedente, un informe de UNICEF de 2013 reveló que:

Cada año, aproximadamente 700 niños palestinos de entre 12 y 17 años, en su gran mayoría varones, son arrestados, interrogados y detenidos por el ejército, la policía y los agentes de seguridad israelíes.

Los investigadores descubrieron que «el maltrato a los niños que entran en contacto con el sistema de detención militar parece ser generalizado, sistemático e institucionalizado». Estimaron que unos 7.000 niños habían sido encarcelados y maltratados durante la década anterior y concluyeron:

«El patrón de maltrato incluye: el arresto de niños en sus hogares entre la medianoche y las 5:00 a.m. por soldados fuertemente armados; la práctica de vendarles los ojos y atarles las manos con bridas de plástico; el abuso físico y verbal durante el traslado al lugar de interrogatorio, incluido el uso de medidas de inmovilización dolorosas; la falta de acceso a agua, comida, aseos y atención médica; los interrogatorios con violencia física y amenazas; las confesiones forzadas y la falta de acceso a abogados o familiares durante los interrogatorios».

Hay que tener en cuenta que este informe se redactó diez años antes de los acontecimientos del 7 de octubre. Sus autores consideran que el trato que Israel dispensa a estos niños viola sistemáticamente tanto la Convención sobre los Derechos del Niño como la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes.

Según el derecho internacional, Estados Unidos y otros países deberían condenar este abuso infantil y exigir la liberación de los niños. Sin embargo, el plan de Trump utiliza esta práctica criminal de larga data como palanca, afirmando que los niños sólo serán liberados cuando Hamás acceda a las demandas de esta propuesta.

El genocidio como moneda de cambio

El párrafo n.º 7 de la propuesta de Trump es aún peor. Dice lo siguiente:

Tras la aceptación de este acuerdo, se enviará inmediatamente toda la ayuda a la Franja de Gaza. Como mínimo, las cantidades de ayuda serán coherentes con lo incluido en el acuerdo del 19 de enero de 2025 en materia de ayuda humanitaria, incluida la rehabilitación de infraestructuras (agua, electricidad, alcantarillado), la rehabilitación de hospitales y panaderías y la entrada del equipo necesario para retirar escombros y abrir carreteras.

Retener la ayuda humanitaria en cualquier circunstancia, tanto en estado de guerra como en ocupación de territorio extranjero, es un crimen de guerra. Sin embargo, una vez más, este plan recompensa el crimen de guerra. Peor aún, utiliza activamente tanto este crimen como el abuso criminal de los niños para promover sus propios fines.

Eso es inmoral e incorrecto. Utiliza a los niños y a toda la población de Gaza como rehenes. Y amenazar con retener la ayuda de esta manera es probablemente un crimen de guerra adicional. Los Convenios de Ginebra (Protocolo Adicional I, artículo 54, 1) establecen de manera inequívoca:

Se prohíbe el uso del hambre de la población civil como método de guerra.

El artículo 54, apartado 2, establece lo siguiente:

Se prohíbe atacar, destruir, sustraer o inutilizar objetos indispensables para la supervivencia de la población civil, tales como alimentos, zonas agrícolas para la producción de alimentos, cosechas, ganado, instalaciones y suministros de agua potable y obras de riego, con el propósito específico de privar a la población civil o a la Parte adversaria de su valor de sustento, cualquiera que sea el motivo, ya sea para matar de hambre a los civiles, para obligarlos a desplazarse o por cualquier otro motivo.

«Cualquiera que sea el motivo» en el párrafo anterior incluye, presumiblemente, «con el fin de conseguir que firmen el acuerdo que yo quiero que firmen».

Estados Unidos es signatario de estas convenciones, y estos principios se reafirmaron en 2018 con la aprobación de la resolución 2.417 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. (También se mantienen en el Estatuto de Roma por el que se establece la Corte Penal Internacional, que Estados Unidos no ha firmado).

Resumen

No se trata de los méritos del acuerdo de Trump (que, en mi opinión, no son muchos, ya que es extremadamente parcial). Se trata de las tácticas delictivas que se están utilizando para impulsarlo. Existe un amplio corpus legislativo y de investigación que documenta los principios que viola.

La ley no es ambigua. Los abogados pueden discutir los detalles, pero el principio es sencillo: las vidas de los civiles no son peones, ya sea con fines militares o diplomáticos. Es ilegal utilizar su supervivencia como moneda de cambio. Hacerlo no sólo es moralmente reprochable, sino que, con toda probabilidad, es otro crimen de guerra perseguible.

Ilustración de portada de Nathaniel St. Clair.

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