Chris Hedges, The Chris Hedges Report, 6 noviembre 2025
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Chris Hedges es un escritor y periodista que ganó el Premio Pulitzer en 2002. Fue corresponsal en el extranjero durante quince años para The New York Times.
Introducción
A finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, miles de jóvenes acudieron en masa a Chile, muchos de ellos huyendo de las dictaduras de derechas en países como Bolivia, Argentina, Brasil y Uruguay. La democracia chilena contrastaba radicalmente con los Estados policiales de los que procedían, caracterizados por una severa represión política, listas negras, asesinatos políticos, torturas y, en última instancia, la desaparición de decenas de miles de activistas estudiantiles, líderes sindicales, periodistas, políticos de izquierda y disidentes.
En 1970, el socialista Salvador Allende fue elegido presidente de Chile. Su elección supuso una nueva afluencia de estadounidenses de izquierdas, muchos de ellos pertenecientes al movimiento antibelicista en Estados Unidos, así como de europeos, lo que aumentó el número de extranjeros hasta unos 20.000. Estar en Chile en aquel momento, como escribe John Dinges, era vivir el experimento político más emocionante de América Latina, que rivalizaba con la victoria de Fidel Castro en 1959 en Cuba.
Dinges, que trabajó como reportero en Chile entre 1972 y 1978, analiza en su libro Chile in Their Hearts (Chile en sus corazones) este periodo de promesas iniciales y posterior tragedia cuando Allende fue derrocado y asesinado o se suicidó en un golpe militar respaldado por la CIA en 1973. Se centra en las vidas y la ejecución por parte del ejército chileno de dos jóvenes estadounidenses idealistas, Charles Horman y Frank Teruggi.
Para hablar sobre su libro, me acompaña John Dinges, que fue corresponsal de The Washington Post y posteriormente director editorial de la National Public Radio. También es profesor emérito de Periodismo en la Universidad de Columbia. Entre sus otras obras se encuentran Assassination on Embassy Row, Our Man in Panama y The Condor Years: How Pinochet and His Allies Brought Terrorism to Three Continents.
John, al principio del libro, describes el clima social, cultural y político, y creo que eso es muy importante. Frank [Teruggi] provenía de un entorno religioso. Charles [Horman] estudió en Harvard, pero una de las cosas que tú señalas, y creo que, con razón, es que no eran, como se retrata en la película de 1982 Missing, basada en el asesinato y la desaparición de Charles, unos novatos en política.
Háblanos de tu llegada a Chile, ¿un año antes del golpe? Quiero que nos cuentes, porque ambos fuimos a Latinoamérica, yo un poco más tarde, pero ambos empezamos como seminaristas. Háblanos del terreno fértil y de la importancia de Chile y del clima de la época.
John Dinges:
Fuimos a Chile porque teníamos esperanza, y ese es un término tanto religioso como político. Salimos del movimiento de protesta de los años sesenta. Yo era periodista. Había dejado el seminario en 1967. Estaba estudiando en Austria y tenía que evitar el servicio militar y que me enviaran a Vietnam, lo que realmente me radicalizó.
Y cuando me convertí en periodista, comencé a centrarme en América Latina. Cuando Allende fue elegido en 1970, yo trabajaba en la redacción de un periódico en Iowa y escribí el titular. El titular decía: «Victoria marxista». Y fue una noticia de portada.
Quizás fue mi decisión, no lo recuerdo, ponerlo en primera plana, pero me interesaba mucho lo que estaba pasando como joven periodista en Iowa. Así que Charles Horman es una especie de reflejo de lo que yo estaba viviendo. También era periodista, freelance. En otras palabras, teníamos credenciales periodísticas legítimas, pero al mismo tiempo no éramos periodistas del establishment.
Los dos fuimos allí como autónomos. Ninguno de los dos tuvo mucho éxito en aquellos años en cuanto a publicar muchas cosas. Pero estábamos muy interesados en documentar lo que estaba pasando durante el gobierno de Allende. Pensábamos que lo que no habíamos conseguido, lo que el movimiento progresista no había conseguido en Estados Unidos en la década de 1960, se podía recuperar y tener éxito en Latinoamérica.
La idea de que América Latina pudiera ser un modelo para el resto del continente, tal vez incluso para otros países del mundo, al combinar democracia y cambio social, era una idea magnífica que nos llevó a cambiar nuestras vidas para ir allí. Miles de europeos, estadounidenses y latinoamericanos acudimos en masa a Chile pensando que ese podría ser el futuro.
Chris Hedges:
Hablemos de cómo era el ambiente. Has escrito tres libros sobre Chile. Es un tema que ha dominado gran parte de tu obra. Quiero hablar de eso al final, porque te quedaste y viviste bajo la dictadura de Augusto Pinochet. Probablemente haya algunos paralelismos con lo que estamos viviendo actualmente en Estados Unidos.
Hablemos de eso. Inmediatamente después de su elección, [Richard] Nixon y [Henry] Kissinger se fijaron en Allende y, de hecho, confiaban en un golpe militar. Estaban asesinando… Y debemos dejar claro que Chile tenía una democracia que funcionaba, ¿durante décadas? Quiero decir, ¿fueron 50, 100 años o algo así?
John Dinges:
Más de cien años.
Chris Hedges:
Más de cien años. Así que tenían una democracia que funcionaba. Allende fue elegido en unas elecciones justas. ¿Qué tipo de programas pretendía instaurar y por qué se ganó inmediatamente la animadversión del Gobierno estadounidense?
John Dinges:
El programa de Allende era una revolución con vino tinto y empanadas. Era un programa muy popular, muy populista. Abogaba por una especie de socialismo democrático, no como en Europa, y desde luego no como los experimentos comunistas de Europa del Este, sino una economía mixta, surgida realmente de las ideas de desarrollo económico de las Naciones Unidas de la década de 1950.
La idea de la intervención estatal para crear una base industrial en un país latinoamericano y, al mismo tiempo, cambiar la agricultura, alejándola de las grandes explotaciones dominadas por grandes propietarios, propietarios muy ricos que no cultivaban la tierra de forma productiva. Así que, por un lado, la reforma agraria y, por otro, el desarrollo industrial, eran las dos patas del experimento.
La parte social, la parte cultural, creo que quizá no era más importante, pero fue lo que nos llegó de forma más inmediata. Fue la literatura. Fue el poeta chileno y exsenador de la República de Chile Pablo Neruda. Fue la música. Hubo una revolución en la música, en la música popular. El país se había vuelto muy liberal, casi como la contracultura en Estados Unidos. Las costumbres sexuales, por ejemplo, eran muy similares a las de América Latina, es decir, a las de Estados Unidos.
Y esto, por supuesto, para los jóvenes que iban a Sudamérica, era una continuación de la libertad que habíamos experimentado en Estados Unidos. Y la gente, por ejemplo, Allende creó una editorial llamada [Editora Nacional] Quimantú. Y publicaban ediciones de libros de todo el mundo. Camus, Hemingway, en ediciones de bolsillo muy baratas, que se podían comprar por menos de un dólar y se vendían en quioscos por todo Chile.
Y se veía a los trabajadores de las fábricas leyendo libros en los autobuses. Fue una revolución literaria increíble en un país muy pobre. No quiero presentar a Chile como un país miserable, pobre y que no funciona. Es un país con un nivel educativo muy alto. El sistema de escuelas públicas había funcionado muy bien durante la mayor parte del período democrático de Chile, que se remontaba a muchos años atrás.
Y Allende tomó todos esos elementos y los reunió en un experimento social que, al principio, pareció tener mucho éxito. La economía creció un 8% en el primer año de su gobierno. No quiero entrar en detalles económicos, pero tuvo mucho que ver con estimular la economía y aumentar los salarios de la gente y las pensiones de los jubilados. Esto provocó un auge económico inmediato que duró más de un año.
Así que había mucha esperanza. Justo en medio de eso fue cuando llegué, y cuando Frank Tarucci y Charles Horman llegaron a Chile, en 1972. Las cosas todavía parecían ir bastante bien. Aunque había más oposición en 1972. Pero me preguntaste sobre la oposición de Estados Unidos. Es importante destacar una de las revelaciones que he enfatizado en mi libro, y digo revelaciones porque el conjunto general de conocimientos que la gente tiene sobre este período se centra en el golpe de 1973, en el que, en realidad, Estados Unidos no participó directamente.
Pero en 1970, cuando Allende fue elegido, en septiembre de 1970, Estados Unidos, bajo la dirección de Henry Kissinger, ordenó inmediatamente a la CIA que llevara a cabo un golpe militar. Y lo hicieron. Fue financiado, organizado, todos los participantes estuvieron directamente involucrados con la dirección de la CIA. Y el resultado fue que no tuvo éxito. El objetivo era impedir que Allende tomara posesión del cargo para que no pudiera ser confirmado por el Congreso, que era un paso necesario en el proceso.
El golpe fallido provocó el asesinato del jefe de las fuerzas armadas de Chile, el general del Ejército más importante del país, a manos de un grupo de jóvenes que estaban bajo la dirección de los militares que la CIA había reclutado para intentar llevar a cabo el golpe.
Henry Kissinger nunca ha rendido cuentas por su participación en eso, y es algo que siempre he destacado en mis escritos. Las pruebas son muy claras: Estados Unidos fue responsable de ese intento de golpe militar.
Chris Hedges:
Y después declararon la guerra al país. Hay que hablar del cobre, por supuesto. Yo estaba en Anaconda. La economía de Chile se basa en la producción de cobre, o gran parte de sus exportaciones se basan sin duda en el cobre.
Y hay un par de cosas en tu libro que yo no sabía. Una es la idea de que Pinochet, que orquestó el golpe y, por supuesto, Estados Unidos lo quería, y Pinochet sabía que lo querían. Pero él no le dijo a Washington que lo había llevado a cabo. No lo supe hasta que lo leí en tu libro y luego hablaremos de las percepciones erróneas sobre Frank y Charles. Pero hablemos de ello, aunque fracasaron en impedir que Allende llegara al poder, la CIA invirtió enormes recursos en destruir la economía chilena y socavar el poder de Allende y, por supuesto, alentó a los militares, como vuelve a aparecer en tu libro, y Pinochet fue llevado a la zona del Canal de Panamá, si no recuerdo mal, y se le agasajó con comidas y vinos, y quedó muy claro que si llevaba a cabo un golpe de Estado, contaría con el respaldo de Estados Unidos.
Así que hubo una guerra contra Allende financiada y, a menudo, dirigida por Estados Unidos. Explícanos qué ocurrió. Y cómo todo comenzó casi inmediatamente después de que Allende tomara el poder.
John Dinges:
Exactamente. Cuando fracasó el intento de golpe militar…, tengo algunos documentos en los que Kissinger expone la estrategia. Se los presenta a Nixon. De hecho, orquestó la reunión para que prevaleciera su punto de vista y Nixon apoyara su plan. Su plan era asegurarse de que Allende no tuviera éxito en el gobierno y lo expone en este increíble documento estratégico. Su temor no es que una nueva Cuba se apodere de América Latina. Su temor es que sea una revolución democráticamente legítima y que se convierta en un modelo para el resto de América Latina. Y eso es lo que hay que destruir. Dice cosas como que, si no nos aseguramos de ello, si no indicamos al resto de los países que no permitiremos que un experimento como este tenga éxito, perderemos nuestra credibilidad.
En otras palabras, perderemos el dominio que hemos tenido durante tanto tiempo en América Latina. Así que la razón para oponerse a Allende era, como mínimo, una contradicción con la afirmación de los principios democráticos en los que se basaba y seguía basándose Estados Unidos.
La estrategia fue la desestabilización. Básicamente constaba de dos partes. Propaganda. Estados Unidos financió el periódico más importante del país con más de 10 millones de dólares, que siempre fue bastante inestable económicamente, para mantenerlo como órgano de propaganda contra el gobierno de Allende.
Y luego la presión internacional sobre las empresas para que no hicieran negocios con Chile, los programas de préstamos internacionales, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, se suspendieron para Chile todos los programas de préstamos internacionales. La OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), que es un fondo de inversión de exportación e importación que Estados Unidos… todo lo que Estados Unidos podía controlar directamente o influir en las finanzas internacionales se le cortó a Chile para intentar estrangular la economía desde el exterior. En el interior, Estados Unidos, pero no sólo ellos, auspiciaron la oposición. No quiero presentar a la oposición como una creación de Estados Unidos. Sin duda fue el resultado de la acción de la oposición chilena, que fue considerable. Pero hubo cierta financiación de Estados Unidos.
Entre las cosas que hicieron estaban las actividades terroristas, no necesariamente asesinatos, aunque hubo un par de ellos, sino, por ejemplo, la destrucción de torres eléctricas en todo el país, el fomento de una huelga de camioneros para detener básicamente el transporte de alimentos y productos industriales entre las fábricas.
Chile es un país muy, muy largo. Tiene más de 3.200 kilómetros de longitud. Por lo tanto, el transporte por camión es realmente la única forma de transportar cosas por el país. Y a menudo tienen que recorrer largas distancias. Por ejemplo, se cortó el suministro de harina, que se importaba en gran medida de otros países, se cortó el suministro desde el puerto, por lo que no podía llegar a las fábricas que fabricaban productos alimenticios. Ese tipo de cosas eran muy importantes.
Y has mencionado el cobre. Estados Unidos, las minas de cobre, el cobre era el salario de Chile, como lo llamaba Allende. Representaba más del 50%, mucho más del 50% de los ingresos extranjeros de Chile. Y Chile expropió las minas de cobre estadounidenses con la promesa de una compensación. Pero lo interesante fue que, por primera vez, un gobierno expropió un activo extranjero y dijo: «Vamos a calcular cuáles fueron los beneficios excesivos de su gestión pasada de estos negocios, de estas minas».
Así que Allende calculó, sus economistas calcularon, cuánto beneficio excesivo había y lo dedujeron de la compensación que se le debía a Anaconda, que era el nombre de la empresa cuprífera.
Chris Hedges:
Bueno, seamos claros, los hermanos Dulles no estaban entonces alrededor, pero toda la creación y la utilización de la CIA se basó esencialmente en proteger a industrias extractivas como Anaconda. Así que hay una larga tradición de utilizar los recursos de inteligencia estadounidenses para proteger los intereses de corporaciones multinacionales como Anaconda. Esto tuvo una larga trayectoria en la política estadounidense que se remonta a los años 50 y tal vez incluso antes.
Hablemos un poco de Charles y Frank. Los conocías. Conocías a uno mejor que al otro. Y, en cierto modo, tu libro es una refutación de la película de 1982 «Missing» en lo que respecta al argumento. Es una gran película, pero hay un par de falacias enormes, como tú señalas. Una, por supuesto, gira en torno a sus ejecuciones, pero también porque los pintan como ingenuos e inocentes, cosa que no eran.
Ambos eran políticamente astutos y sofisticados y provenían de la izquierda. Pero hablemos de ellos.
John Dinges:
Bueno, Frank y Charlie eran producto de los años sesenta, «El Movimiento», como lo llamábamos entonces, el movimiento progresista, antibélico y proderechos civiles. Frank se inspiró en la teología de la liberación. Era más joven. Solo tenía 24 años cuando llegó a Chile y Charlie tenía 30.
Me propuse averiguar por qué los mataron, cuál fue el motivo y si Estados Unidos tuvo algo que ver con ello, porque la película da a entender claramente que Estados Unidos lo aprobó y, de hecho, los señaló, puede que los delató para que los chilenos los ejecutaran. Pensé que eso podría ser cierto. Quiero decir, Estados Unidos había hecho cosas bastante terribles y estaba profundamente involucrado en ese periodo.
Y, por supuesto, la película los retrata como una especie de inocentes en el extranjero. Tuve un momento importante en mi reportaje cuando hablé con uno de los amigos de Charlie, un cineasta llamado Richard Pierce. Y Richard, en mi entrevista, esto fue al principio del proceso, dijo: «Me molestó profundamente la representación que aparece de Charlie. ¿Por qué no tuvieron el valor de retratarlo tal y como era realmente?».
Y tal y como era en realidad, según su mejor amigo, era un joven profundamente político que estaba comprometido con la defensa del gobierno de Allende hasta tal punto que le había pedido dinero a Richard Pierce para comprar armas para la defensa del gobierno de Allende. Charlie estuvo en Nueva York en agosto. Este es el mes justo antes del golpe militar. Y Dick Piercey otras tres personas me dijeron que se les acercaron para pedirles dinero.
Y él dijo, Charlie dijo que era para comprar armas para la defensa del movimiento obrero en Chile. No para la lucha armada, sino para la defensa del gobierno, porque temían que se avecinara un golpe militar. Esos son actos políticos.
Chris Hedges:
Déjame interrumpirte, John, porque al final hablaremos de eso, estaba claro lo que se avecinaba, así que estaban armando milicias dentro de las fábricas para intentar defenderse del golpe militar.
John Dinges:
Exactamente. Y hubo un intento de golpe de Estado en junio de 1976…
Chris Hedges:
No en el 76.
John Dinges:
Lo siento, en 1973, y fue una especie de ensayo general por parte de elementos dentro del ejército. Se concretó quiénes eran los más pro-Allende entre los militares, y luego fueron aislados y eliminados por resistirse al golpe que finalmente se produjo.
Y es en ese período cuando Allende promete que se distribuirán armas. Yo estaba allí, iba a las fábricas llamadas «los cordones», el cinturón industrial que rodea Santiago. Había 500 fábricas que estaban bajo el control del Gobierno. La mitad de esas fábricas fueron tomadas en este período, después del primer golpe militar fallido por parte de los militares.
Así que el corazón de la revolución, donde se sentía su poder, estaba en esas fábricas. Y se les asignó la tarea, no muy apropiada, pero se les asignó la tarea en ese momento de ser la defensa. Eran el baluarte contra el golpe que todos pensaban que se avecinaba. Y la gente hablaba muy abiertamente de armarles.
En ese contexto, Charlie va a Nueva York e intenta recaudar dinero, lo cual consiguió. Según mis cálculos, recaudó más de mil dólares, que era mucho dinero en el mercado negro de Chile, y lo trajo de vuelta a Chile. Lo que hizo con él después de eso, no lo sé. Pero lo importante fue que hubo una conversación abierta sobre la necesidad de defendernos. Se habló mucho de armas, pero tengo que decir que lo que descubrimos fue lo más sorprendente.
A pesar de todo lo que se hablaba sobre defensa y armas, en realidad muy pocas armas llegaron a esas fábricas. Entrevisté a trabajadores sindicados de las fábricas, personas que estaban a cargo del movimiento sindical, y recuerden que estas fábricas estaban controladas por los sindicatos en ese momento, y me contaron que el día del golpe esperaban lo que les habían prometido: camiones que iban a llegar con armas, pero ninguna de las armas, ninguno de los camiones llegó jamás.
Había gente esperando allí, incluidas algunas personas que no eran trabajadores y que se habían unido a ellos para formar parte de la defensa. Las armas simplemente no llegaron. La resistencia que en ese momento pensábamos que se iba a materializar simplemente nunca se produjo. Y, de hecho, los trabajadores de las fábricas fueron blancos fáciles para los militares cuando, en los días posteriores al golpe, fueron por todas las fábricas y capturaron a todos los trabajadores que esperaban defender el proceso, y los llevaron al Estadio Nacional.
Más de 7.000 personas fueron arrestadas en esos primeros días y llevadas al Estadio Nacional. La mayoría de ellas eran trabajadores. Muchos de ellos eran, por supuesto, funcionarios de Allende, personas que trabajaban para el Gobierno, pero la gran mayoría eran personas que trabajaban en esas fábricas y que fueron detenidas y llevadas al estadio, donde se les recluyó en esa prisión improvisada.
Chris Hedges:
Recuerdo que, según el libro, fue porque Allende se acobardó. Al parecer, la embajada cubana tenía un arsenal de armas, pero fue Allende quien impidió su distribución. ¿Es eso cierto?
John Dinges:
Sí, yo no diría que fue por miedo. Diría que fue un ataque de sentido común. Si hubiera distribuido las armas, habría sido una masacre. Ahora sabemos que hay investigaciones muy buenas basadas en fuentes cubanas, por lo que podemos cuantificar cuántas armas había. Había muchas armas, pero ni de lejos las necesarias para resistir contra un ejército unido. El hecho de que el ejército estuviera unido… si el ejército se hubiera dividido, se habría producido una especie de guerra civil, pero el ejército no se dividió. Así que habrían sido los partidarios de Allende con las pocas armas que tenían. E incluso si se hubieran traído un par de miles de armas más, habría sido algo horrible. Y eso es lo que Allende decidió en esos últimos días. Y queda muy claro en los discursos que pronunció, habló cinco veces en la radio la mañana del golpe.
De hecho, grabé uno de los últimos, su despedida, y lo deja claro. Dice: «No se dejen humillar, pero no se sacrifiquen». No llamó a la resistencia. No llamó al pueblo a tomar las armas contra este intento de golpe de Estado porque sabía que no iba a ser posible y, al hacerlo así, evitó el baño de sangre.
Y no conozco los detalles, pero los cubanos dicen que Allende envió sin duda el mensaje de no distribuir las armas que había en la embajada cubana. Pero había otros alijos de armas del MIR [Movimiento de Izquierda Revolucionaria], el movimiento revolucionario de izquierda. He hablado con personas que estuvieron involucradas en eso.
Frank Teruggi, por ejemplo, vivía en una casa con un miembro del brazo militar del MIR llamado Fuerza Central y tenían un sistema de casas seguras que habían establecido precisamente para montar una defensa en caso de que hubiera un golpe militar. Y tenían algunas armas, me describieron el número de armas, pero serían unas pocas docenas de casas seguras con tal vez un centenar de armas más o menos.
Simplemente habría sido insuficiente. Las personas que me describieron lo que estaban haciendo se dieron cuenta muy rápidamente de que la resistencia, la resistencia armada en el momento del golpe, era inútil. Intentaron reagruparse para organizar un movimiento de resistencia clandestino, lo que hicieron durante los dos primeros años. Pero eso también fue reprimido por la policía secreta chilena de la forma más brutal.
Pinochet se convirtió en un símbolo de la policía secreta y de la represión efectiva, matando a más de 3.000 personas y haciendo desaparecer a la mitad de ellas mediante una técnica en la que no sólo se arresta a alguien, se le tortura y se le mata, sino que luego se ocultan sus cadáveres.
Te deshaces de sus cuerpos de tal manera que nadie los encuentre y luego niegas que estén bajo custodia para que las familias no tengan consuelo. A las familias se les dice que están lloriqueando y que sus seres queridos han abandonado el país, que los maridos han abandonado a sus esposas. Por eso no se les puede encontrar. Intentaron humillar a las personas que quedaron atrás afirmando que las personas a las que habían matado en realidad estaban vivas en otro lugar. Era una técnica perniciosa y cruel llamada «desapariciones».
Chris Hedges:
Hablemos del 11 de septiembre de 1973. Hablemos de ti, de Charles y Frank ese día. Qué pasó, cómo fue, y luego puedes contar lo que descubriste en tu libro sobre lo que les sucedió.
John Dinges:
En Santiago, en aquel momento, se decía que, si ocurría algo, si parecía que había un golpe de Estado, la gente debía acudir a sus lugares de trabajo o a las fábricas. Y allí es donde se organizaría la resistencia. Así que yo y mis amigos, las personas con las que vivía, lo hicimos como periodistas.
No digo que fuera allí a tomar las armas, pero quería ir donde estaba la noticia, así que fui a la avenida Vicuña Mackenna, hacia el cordón, hacia las zonas industriales, y caminé varios kilómetros para llegar a donde estaban esas fábricas y ver qué estaba pasando en ellas. Y muy pronto quedó claro que no se estaba organizando una resistencia.
Y los trabajadores me dijeron: «Da la vuelta, protégete, vuelve a casa». Mientras caminaba por esa avenida, pasaban camiones con soldados. Aún no habían atacado las fábricas, pero seguían llegando desde las bases al centro de Santiago. Esos son los soldados que vimos.
Frank Teruggi hizo lo mismo. Él y sus amigos salieron de su casa. Vivía no muy lejos de donde yo vivía, pero se dirigió a un cordón diferente. Se dirigió al cordón de Macul, que estaba cerca de la Universidad de Chile, uno de los campus de la Universidad de Chile, donde él había estado estudiando. Y con sus amigos, algunos brasileños, otros chilenos, se dirigieron a una fábrica en esa zona.
Y tuvieron la misma experiencia. De hecho, recogieron algunas armas. Algunos de los brasileños me dijeron que recogieron algunas armas por el camino y se dirigieron a una fábrica. Pero no sucedía nada. Dieron media vuelta. Frank volvió a casa. Los brasileños se unieron a un grupo de militantes de base. De hecho, tomaron una comisaría de policía en ese barrio cercano a la universidad y la mantuvieron durante cuatro horas.
Pero, según me contó, a medida que avanzaba la tarde, recibieron una llamada de alguien del liderazgo diciéndoles que salieran de allí, que los masacrarían si conseguían recuperar la comisaría. Así que abandonaron la comisaría que habían tomado y me describieron cómo recorrieron Santiago tratando de encontrar puntos de resistencia y determinando que había muy poca resistencia, y entonces tratando de encontrar puntos de resistencia pero constataron que había muy poca resistencia, por lo que se trataba de encontrar un lugar seguro donde esconderse y, por supuesto, se deshicieron de sus armas y simplemente pasaron a modo de supervivencia.
Por lo que yo sé, Frank no participó en ninguna de estas actividades de resistencia. Pero estaba relacionado con personas que estaban muy involucradas en las actividades de resistencia armada. Vuelve a casa y piensa que allí va a estar bien. Tiene una casa en la que viven unas ocho personas, todas ellas miembros del MIR, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
Él era miembro de la asociación de estudiantes organizada por el MIR, pero no era miembro del MIR, lo intentó, pero le rechazaron porque era extranjero. Así que piensa que, como tiene pasaporte estadounidense, se lo cuenta a sus amigos, muchos de ellos brasileños, una pareja uruguaya, y todos acuden a las embajadas al cabo de unos días para solicitar asilo.
Pero Frank y su amigo David Hathaway, con quien hablé, pensaban que estaban protegidos por sus pasaportes estadounidenses, que no les iba a pasar nada. Así que se quedaron en la casa. Y, por supuesto, se equivocaron. La casa fue objeto de un ataque debido a su pasada asociación y fue allanada aproximadamente una semana y media después del golpe, y Frank fue llevado primero a una comisaría y luego al Estadio Nacional.
Allí hay testigos que lo vieron en las cámaras de tortura, que lo vieorn en muy mal estado. Les pidió que, si salían, dijeran que no sólo había allí latinoamericanos y chilenos, sino que también había ciudadanos estadounidenses entre los prisioneros y que estaba seguro de que la embajada estadounidense acudiría en su ayuda.
Y, de hecho, documenté que ese mismo día, el 20 de septiembre, hubo conversaciones en Washington D. C. en las que el Departamento de Estado estuvo discutiendo si realmente tenían acceso al Estadio Nacional y que evitaron preguntarlo.
Chris Hedges:
Debemos dejar claro, John, que allí retuvieron a unas 3.000 personas y montaron una cámara de tortura y un lugar de ejecución en el estadio. Fue bastante notorio. ¿Había alrededor 3.000 personas en el estadio?
John Dinges:
Había 7.000 personas retenidas en el estadio a finales de septiembre. Es decir, tres semanas después del golpe. Esta cifra proviene de la Cruz Roja. Había un lugar llamado Caracol, que es una pista de ciclismo o de carreras de bicicletas, y los vestuarios de este pequeño estadio situado a un lado se utilizaban como centro de tortura.
Había militares brasileños, uruguayos y argentinos, perdón, bolivianos, que participaban en los interrogatorios porque muchos de los prisioneros eran de esos países. Y ahí es donde se llevaron a cabo las terribles torturas. Cuando los ejecutaban, los sacaban del estadio y los llevaban a las calles, donde abandonaban los cadáveres.
Hubo disparos. No está muy claro dónde mataron a estas personas, porque nunca se encontraron cadáveres dentro del estadio. A todas estas personas las sacaron del estadio para poder negar lo que realmente estaba sucediendo.
Chris Hedges:
Y el cuerpo de Frank se encuentró en la calle bastante rápido.
John Dinges:
Frank fue encontrado y Charlie también, según mi investigación, también estaba en el estadio, igualmente golpeado y su cuerpo también fue sacado a la calle. Ambos fueron llevados al depósito de cadáveres. Y la parte de la desaparición fue que se impidió que se identificara el cuerpo de Charlie. Al parecer, su cuerpo estuvo en el depósito de cadáveres todo el tiempo.
Sospecho que lo pusieron en algún lugar, en un lugar especial fuera de la vista. Había cadáveres por todos los pasillos de la morgue y, en algunos casos, se permitía a la gente entrar y mirar para ver si podían encontrar a las personas desaparecidas. Entraron personas de la embajada de Estados Unidos, personas de la Cruz Roja.
Se permitió a la gente buscar cadáveres allí y Frank estaba, pero nunca vieron a Charlie. Así que creo que fue secuestrado. Ahora bien, Frank estaba, quiero decir, son cosas terribles de las que hablar y a veces las cuento con demasiada frialdad. No tengo por qué ser frío al hablar de ellas, pero estos son los hechos. El cadáver de Frank estaba allí y fue identificado casi inmediatamente por las huellas dactilares.
Tengo los documentos que demuestran que sus huellas dactilares se compararon con su documento de identidad en menos de 48 horas. Y luego, un par de días más tarde, un amigo suyo, Steve Volk, fue al depósito de cadáveres y le mostraron el cuerpo que creían que podía ser el suyo y lo identificó positivamente. Así que no hubo ninguna duda en el caso de Frank.
Pero en el caso de Charlie, ese proceso de huellas dactilares, que era rutinario y también bastante eficiente, se subvirtió en el caso de Charlie. Y encontré pruebas de eso, pruebas que, en realidad, fueron recopiladas por un detective chileno que intentó averiguar qué había sucedido. Y él pudo demostrar que el proceso de identificación de Charlie fue desviado por alguien del Ministerio de Relaciones Exteriores que básicamente dijo: «No confirmen la identidad de esta persona. No muestren los documentos de huellas dactilares a nadie del consulado de Estados Unidos».
Así que pasó un mes antes de que se pudiera identificar el cuerpo de Charlie. Y cuando se identificó, no fue por parte de las autoridades estadounidenses, sino por dos soldados chilenos que habían sido asignados para ello. Y esta es una de las cosas que, uno de los misterios de lo que estaba sucediendo en ese momento, en realidad había personas en el ejército chileno que estaban haciendo lo que, en efecto, era lo correcto.
Intentaban averiguar qué le había pasado a este estadounidense y consiguieron sortear el ocultamiento del cadáver, lo encontraron, encontraron los documentos con las huellas dactilares y pudieron identificar dónde se encontraba el cadáver, y eso fue un mes después de… [inaudible].
Chris Hedges:
Y, por supuesto, en la película, su padre viene desde Nueva York, ese es todo el asunto, Jack Lemmon interpreta a ese personaje en la película. Hablemos de la embajada de Estados Unidos, porque creo que tu libro dice que sí, y mucha gente teorizó y era, como dijiste al principio, ciertamente posible que la embajada de Estados Unidos hubiera participado en dar luz verde a estas ejecuciones. Tú argumentaste que ese no es el caso.
Sin embargo, el Departamento de Estado de los Estados Unidos no sale muy bien parado en tu libro. En primer lugar, niegan el asilo a los ciudadanos estadounidenses. Todas las demás embajadas están repletas de personas que se refugian en ellas, entre las que se encuentran, por supuesto, chilenos, y a los que se les concede un salvoconducto para salir del país.
Estados Unidos se niega a conceder asilo y se cree la historia ficticia, durante muchos años, de que Charlie no fue asesinado por el ejército chileno, sino por izquierdistas disfrazados, lo cual es absurdo, izquierdistas con uniformes militares. Pero hablemos del papel del Estado, porque ellos amaban a Allende e inmediatamente sacrificaron a sus propios ciudadanos para apoyar la dictadura [de Pinochet].
John Dinges:
La dictadura de Pinochet. Uno de los documentos que encontré, y lo encontré en los archivos chilenos, no en los archivos estadounidenses, es un mensaje de la embajada de Estados Unidos al Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, creo que es del 28 de septiembre, que dice: «Nos complace informarle que la embajada de Estados Unidos no ha concedido asilo a ningún ciudadano estadounidense ni a ninguna otra persona».
Hablé con personas del Estado que estaban en la embajada en ese momento; había dos tipos de personas en la embajada. Había personas que eran buenas personas, que querían hacer lo correcto, que entendían que se estaban produciendo masacres y que debían informar de ello de manera objetiva a Washington. Y luego estaban las personas que seguían las directrices de Henry Kissinger de defender al gobierno. Y hay una directiva para no ejercer ninguna presión sobre el gobierno de Pinochet en materia de derechos humanos, que también era de Henry Kissinger.
Así que no sólo no protegieron a los ciudadanos estadounidenses, sino que Charlie tampoco solicitó protección, no es que lo rechazaran ni nada por el estilo, sino que la señal que envió la embajada al ejército, al ejército chileno, fue que ellos no tenían nada que ver con proteger a nadie, ni a sus ciudadanos ni a los ciudadanos de otros países.
Básicamente, fue una luz verde para hacer lo que consideraran necesario para llevar a cabo la represión. La embajada recibió al Sr. Horman, el padre de Charlie, un hombre de negocios que vive en el Upper East Side, concretamente en un ático, en la ciudad de Nueva York. No es una persona tremendamente rica, pero sí un caballero próspero que votaba a los republicanos.
Horman consiguió la ayuda de Jacob Javits, un republicano progresista, lo que solía ser un republicano liberal, para que le ayudara en la búsqueda de su hijo. Y va allí pensando que la embajada de Estados Unidos, por supuesto, no escatimará esfuerzos para encontrar a su hijo. Y descubre una cosa tras otra que demuestra que la investigación no tenía impulso alguno, que, de hecho, en muchos casos, le habían engañado. Y al saber que le habían engañado, es susceptible de desarrollar la teoría de que Estados Unidos debía saberlo, que los chilenos no habrían matado a un estadounidense sin informar a sus amigos de la embajada estadounidense.
Pero hay otro elemento importante, realmente importante, en esta teoría de que Estados Unidos estuvo involucrado en su asesinato. Se trata de un hombre llamado Rafael González, que era un agente de la inteligencia civil que trabajaba para la principal agencia de inteligencia del ejército chileno en aquella época.
Y Rafael González, por razones que explico en el libro, en 1976, se presenta y concede una entrevista a Joanne Omang y Frank Manitzas, amigos míos, periodistas en Chile. En esta entrevista, les cuenta que vio a Charlie Horman en la sede del jefe de inteligencia y que allí había un estadounidense que él supuso que era miembro de la CIA y que, junto con el jefe de inteligencia y este tipo de la CIA, decidieron que Charlie debía ser ejecutado porque sabía demasiado, presumiblemente sobre el papel de Estados Unidos en el golpe.
Chris Hedges:
Bueno, él había tenido contacto con el jefe del grupo de la fábrica cuando se produjo el golpe, y eso fue lo que hizo que esta teoría se extendiera como la pólvora.
John Dinges:
Sí, Charlie estaba en Valparaíso, en la ciudad portuaria, en el momento del golpe. Estuvo atrapado allí durante cinco días con una joven de Nueva York, que era amiga suya. Y para volver a Santiago, consigue que le lleve el jefe del grupo militar estadounidense, un hombre llamado capitán Ray Davis. Ese es el único contacto que tuvieron. Y él regresa.
Lo interesante es que Rafael González, al contar esta historia, menciona el contacto con el ejército estadounidense. Así que hablé con Rafael González, el hombre que inició este debate, quien lanzó la acusación inicial de que Estados Unidos estaba involucrado, de que la CIA había aprobado el asesinato de Charles Horman. Y le pregunté, en primer lugar, por qué se retractó tan rápidamente y de manera oficial ante el juez chileno en su testimonio de 2003.
Y hablé con él más tarde, cuando estaba haciendo mi investigación. Y le dije: «Bueno, ¿de dónde sacaste la información sobre Charles Horman? ¿Cómo sabías lo que pasó con él?». Y él dijo que procedía de un artículo que había escrito un periodista que quizá conozcas, William Shawcross, un periodista muy conocido, un periodista británico, que había escrito una historia sobre la desestabilización.
En ese artículo, cuenta la historia de Charlie Horman en Valparaíso y que un oficial militar estadounidense se lo lleva de vuelta a Santiago. Y esos detalles clave se convierten en los detalles que dan credibilidad a su relato de inventar la historia de que un agente de la CIA y el jefe de inteligencia militar decidieron ejecutarlo por lo que había averiguado en Valparaíso.
La retractación fue completa y él explica por qué lo hizo. Fue para salvarse a sí mismo y a su familia. Había tenido un desencuentro con los militares chilenos. Estaba asilado en la embajada italiana. Para ejercer presión y poder salir del país con su hijo de nueve años y su esposa, inventa esta historia y dice que pensó que tenía que hacerlo para salvar su propia vida. Y se da cuenta de que era una invención y que Ray Davis no tenía nada que ver con ello.
Es una de esas historias misteriosas, terribles y complicadas que ocurren en situaciones como esta, en las que, por supuesto, la verdad es la primera víctima de este tipo de enfrentamientos. Y la gente hace lo que sea necesario para salvarse.
En este caso, inventa una historia sobre este estadounidense asesinado para llamar la atención sobre sí mismo y poder salir finalmente de Chile. Se va a España y, finalmente, regresa a Chile, se retracta de la historia y dice: «Sí, inventé la historia, saqué los detalles de este artículo del London Times y esa es la verdad. Ahora estoy diciendo la verdad».
Entonces estaba mintiendo y, por supuesto, lamentablemente esta rectificación no se hace pública hasta 2001. Tanta gente se había creído la historia de que Charlie Horman fue asesinado por orden del Gobierno estadounidense que hubo mucha resistencia a decir que no había sido así.
Por eso, a diferencia de mis libros anteriores, este ha suscitado rechazo por parte de ciertas personas que no quieren abandonar la idea de que Estados Unidos estuvo involucrado en esos asesinatos. Y, por supuesto, mi investigación es condenatoria para lo que hizo Estados Unidos en ese periodo. Es mi trabajo y ha sido mi carrera: documento lo que sucedió, pero también documento lo que no sucedió.
Es importante saber lo que hizo Estados Unidos. También es importante saber lo que no hizo. Y para aclarar la historia, he exonerado a la embajada de Estados Unidos por el asesinato de dos ciudadanos estadounidenses.
Pero, al mismo tiempo, todo mi trabajo ha sido una de las documentaciones más completas de lo que Estados Unidos realmente hizo en su complicidad con las violaciones de los derechos humanos del gobierno de Pinochet.
Y, como mencionaste antes, animaron a los militares a dar un golpe de Estado y les aseguraron que Estados Unidos los apoyaría en todo lo que hicieran para derrocar al gobierno de Allende.
Chris Hedges:
Para terminar, John, ya que te quedaste después de que Pinochet tomara el poder en esa dictadura, hablemos de lo que viste, y quiero que establezcas paralelismos con lo que está sucediendo en Estados Unidos.
John Dinges:
Sí, aquellos de nosotros que hemos visto cómo se destruía una democracia, como me ocurrió a mí en Chile, vemos lo que está sucediendo en Estados Unidos desde una perspectiva muy diferente. Es aterrador porque vemos, en primer lugar, cómo se están destruyendo y tomando el control de las instituciones. Pero aún más problemático es que vemos que la gente no entiende lo que está pasando.
La gente nunca ha vivido esto en Estados Unidos. No tienen un contexto con el que entender cómo se está tomando el control sistemáticamente de nuestra democracia. No es algo que vaya a suceder en el futuro. Es algo que hemos visto esta semana. Washington D. C. es ahora una ciudad ocupada y seis estados controlados por los republicanos han enviado tropas, tropas de la Guardia Nacional, para reforzar la presencia militar en Washington D. C.
Hay conflictos entre la policía de D.C., que está tratando de resistir, pero en realidad la ley está de su lado, porque D.C. es un enclave federal, por así decirlo, no controlan, no pueden rechazar esta intervención, que está siendo totalmente abusiva. No hay ninguna emergencia en D.C. Este es sólo un ejemplo.
Cuando vemos lo que ocurrió en un lugar como Chile, donde todos sabemos que la dictadura fue total… Todos sabemos que la dictadura provocó la muerte de miles de personas. Y sabemos que decenas de miles de personas fueron torturadas. La libertad de prensa fue totalmente eliminada. Las universidades fueron tomadas bajo control. Lo hemos visto en nuestra experiencia personal.
Y es difícil explicar eso a los estadounidenses que están pasando por lo mismo que nosotros en este país sin parecer exagerado. Bueno, piensan que cosas así, por supuesto, no pueden suceder en Estados Unidos. Pero están sucediendo y la progresión es muy similar a lo que ocurrió en la dictadura que se instauró en Chile.
Y, por supuesto, no se han producido matanzas masivas. Esperemos que nunca se produzcan. Pero el hecho de que se estén construyendo centros de detención por todo el país, supuestamente para inmigrantes, inmigrantes ilegales, para alguien como yo, que ha visto esto, que lo ha vivido durante los seis años que viví en Chile, estos centros de detención son una infraestructura que se utilizará para todos los disidentes que el Gobierno quiera detener en el futuro.
Es una situación muy aterradora. Por supuesto, no quiero especular sobre lo que va a pasar en el futuro en Estados Unidos, sólo decir que los ecos de lo que está pasando con lo que ocurrió en Chile, Argentina y Brasil en la década de 1970 en América Latina son muy claros y que es importante supongo, compartir esa experiencia con la gente para que realmente se resistan a lo que está pasando antes de que sea demasiado tarde, porque aún no es demasiado tarde.
Todavía tenemos libertad de prensa. Todavía tenemos instituciones civiles. Todavía tenemos estados que son autónomos hasta cierto punto y que deberían ser capaces de resistir una toma de poder federal, una toma de poder por parte de las fuerzas MAGA. Espero que se produzca ese tipo de resistencia real y que ningún otro estado…, California ha permitido la entrada del ejército. Espero que ningún otro estado permita que eso suceda.
Chris Hedges:
La erosión es rápida. Estuve en una manifestación callejera en Santiago, una manifestación callejera contra el Gobierno. Sacaron los cañones de agua y rociaron a todo el mundo. Y luego la policía secreta se abalanzó sobre la multitud, con el rostro cubierto, y empujó a la gente, capturó a personas, las empujó, secuestró a personas y las metió en coches sin distintivos. Y parecía una redada del ICE [siglas en inglés del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas]. Cuando vi esas primeras imágenes del ICE, inmediatamente me transporté a ese momento en Santiago.
John Dinges:
A principios de 1975, iba en coche al trabajo desde mi casa en Santiago, hacia el centro de la ciudad, y vi que un coche había detenido a otro y que unos agentes enmascarados, aunque en realidad no llevaban máscaras, salieron del coche, sacaron a la gente del otro coche y los capturaron.
Recuerdo que había una mujer en un coche junto al mío. Yo también me detuve. Ella lloraba porque sabía lo que estaba pasando, que esas personas estaban siendo capturadas por la policía secreta. Y en 1975, la proporción de personas que no sobrevivían a esas detenciones era muy alta.
Quiero decir, la metodología de capturar a alguien, detener su coche, sacarlo del coche, con o sin máscara, es una metodología bastante estándar para la represión. Si realmente son ejecutados y torturados es el siguiente paso. En Chile, eso es lo que le pasó a la gente. En Estados Unidos, todavía estamos en una fase preliminar.
Chris Hedges:
Sí, aunque avanzamos rápidamente hacia eso. Gracias, John. Quiero dar las gracias a Diego [Ramos], Sofía [Menemenlis], Thomas [Hedges], Max [Jones] y Víctor [Padilla], que han producido el programa. Pueden encontrarnos en ChrisHedges.Substack.com.
(Transcripción de la entrevista al inglés de Diego Ramos).