La política matrimonial en la Siria posterior a Asad: El papel emergente de la nueva primera dama

Danielle Demers, Al-Jumhuriya English,  24 octubre 2025

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Danielle Demers es investigadora y doctoranda en la Escuela Fletcher de Derecho y Diplomacia (Universidad de Tufts), donde se centra en cuestiones de género y gobernanza en Siria. Con más de una década de experiencia en la respuesta humanitaria en el país, sus escritos exploran las intersecciones entre el poder, la supervivencia y la resistencia en contextos autoritarios y afectados por conflictos.

Las redes sociales sirias se revolucionaron en junio cuando Ahmad al-Shara, presidente transitorio del país, presidió un evento con motivo del Aíd al-Adha para mujeres sirias destacadas. Sin embargo, lo que llamó la atención no fue la presencia de al-Shara, sino la de su acompañante: su esposa, Latifah al-Drubi. Esta era sólo su cuarta aparición pública desde que su marido, un yihadista convertido en político que en su día dirigió la filial siria de Al Qaida, se convirtió en presidente de Siria, tras liderar la vertiginosa campaña militar del pasado diciembre que derrocó el longevo régimen de Bashar al-Asad.

Durante el evento, al-Shara elogió a las mujeres sirias por sus sacrificios durante la guerra. Destacó especialmente a su esposa, contando que ella permaneció a su lado durante los 14 años de conflicto. Recordó cómo se mudaron casi 50 veces durante los años de lucha —aproximadamente una vez cada tres meses—, a veces refugiándose en cuevas y granjas avícolas. Describió su paciencia y su compromiso para afrontar las duras condiciones «con una sonrisa» como emblemáticos del papel más amplio que desempeñaron las mujeres sirias a lo largo de los largos años de revolución y guerra.

Latifah al-Drubi y Ahmad al-Shara en un evento del Aíd al-Adha para mujeres sirias destacadas, el pasado 8 de junio.

Este evento no fue un momento aislado de nostalgia. Más bien, el gobierno de transición de al-Shara, dominado por hombres de su antiguo grupo islamista de línea dura Hay’at Tahrir al-Sham (HTS), está destacando cada vez más a las mujeres y sus contribuciones revolucionarias en un esfuerzo por sofocar la desconfianza interna y atraer el apoyo internacional. Al-Drubi, que era desconocida hasta hace unos meses, se ha convertido rápidamente en un vehículo para enviar señales a ambos grupos.

La política conyugal en la escena internacional

El gobierno de transición de Siria tiene prioridades urgentes en materia de política exterior, entre ellas el levantamiento de las sanciones, la normalización del comercio, la atracción de inversiones y la disuasión de la intervención extranjera. Para al-Shara, demostrar el pragmatismo de su administración es fundamental, pero este proyecto se ha visto algo obstaculizado por el hecho de que HTS surgió como resultado de la fusión entre la filial de Al Qaida en Siria, Yabhat al-Nusra, y varios otros grupos islamistas que operan en Siria.

El escepticismo occidental no se hizo esperar. En sus primeras entrevistas internacionales, al-Shara fue interrogado sobre sus opiniones personales sobre los derechos de la mujer y la educación. Su gobierno de transición también ha sido objeto de un intenso escrutinio: la cúpula directiva está compuesta en su mayoría por antiguos responsables de HTS e incluye a una sola mujer: Hind Kabawat, ministra de Trabajo y Asuntos Sociales. Tanto al-Shara como su antiguo grupo combatiente, Yabhat al-Nusra, pueden remontar sus raíces militantes no solo a Al Qaida, sino también al Estado Islámico en Iraq. Figuras clave del Estado Islámico en Iraq pasaron a formar el ISIS, que sometió a millones de sirios a años de terror extremista tras apoderarse de un vasto territorio durante la guerra civil.

En respuesta a este escepticismo inicial, el Gobierno de transición creó una Oficina de Asuntos de la Mujer a los pocos días de llegar al poder. Sin embargo, su primera directora, Aisha al-Dibs, agravó las dudas al declarar que no «darían cabida a quienes difirieran ideológicamente de [ella]» y al subrayar que las mujeres son «las principales responsables de sus familias, maridos y prioridades». Las preocupaciones se multiplicaron cuando volvieron a surgir informaciones que vinculaban al nuevo ministro de Justicia, Shadi al-Waisi, con la ejecución de una mujer por adulterio en 2015, así como cuando un portavoz del HTS sugirió en una entrevista que no se permitiría a las mujeres ejercer en la judicatura.

En medio de esta controversia, la presencia de al-Drubi ha contribuido a suavizar la imagen de las autoridades. Esto tiene una importancia estratégica para el Gobierno de al-Shara, sobre todo teniendo en cuenta el historial de las potencias occidentales de derrocar gobiernos islamistas en nombre de la protección de los derechos de las mujeres. Su debut internacional se produjo en febrero con una visita de Estado a Arabia Saudí, seguida de otra a Turquía, donde posó para una foto de Instagram con la primera dama turca, Emine Erdoğan. En una visita posterior, la Sra. Erdoğan escribió en Instagram que ambas habían hablado de «proyectos conjuntos que podrían afectar a la vida de las mujeres y los niños en Siria». En septiembre, Al-Drubi hizo su aparición pública más destacada hasta la fecha, fotografiada junto a su marido con el almirante Brad Cooper, comandante adjunto del Mando Central de Estados Unidos, y su esposa durante su visita a Siria.

Al-Drubi posando para una foto de Instagram con la primera dama de Turquía, Emine Erdoğan, el pasado 11 de abril.

Al-Drubi es muy fotogénica, y su apariencia durante estas visitas, en las que viste con modestia pero con modernidad, complementa el cambio de imagen de su marido. El antiguo líder miliciano, que en su día lucía una larga barba y túnicas fluidas como otros líderes de Al Qaida, cambió sus túnicas por uniformes militares y una barba recortada como parte de su propio cambio de imagen política, pasando de yihadista a militante nacionalista. Al ascender a la presidencia, cambió los uniformes por trajes a medida, en un aparente esfuerzo por ser percibido como un jefe de Estado pragmático y favorable a Occidente.

Esta narrativa también parece promoverse en privado. En una reciente reunión a puerta cerrada entre el presidente y destacadas mujeres sirio-estadounidenses, al-Shara presentó a al-Drubi y destacó que era su «única esposa y que la quería mucho», distanciándose sutilmente de la poligamia practicada por algunos de sus antiguos asociados. Estas acciones indican a los miembros ricos y relativamente liberales de la diáspora siria que su dinero y su apoyo no pondrán en peligro los derechos de las mujeres en el país.

Los sirios ya han visto este guion antes. Asma al-Asad, la esposa británica de Bashar, fue promocionada en el extranjero como la cara glamurosa de una dictadura «modernizadora». Durante años, la imagen cosmopolita de Asma ayudó a atenuar las críticas hacia su marido, incluso mientras ella acumulaba una enorme riqueza e influencia dentro de Siria. Un antiguo asesor declaró que «ella era la embajadora [de Bashar al-Asad] en todos los países con los que él no podía relacionarse». A medida que aumentaba la presión contra el régimen durante las protestas de la Primavera Árabe de 2011, el régimen pagó supuestamente decenas de miles de dólares a una empresa de relaciones públicas con sede en Washington D. C. para generar una cobertura internacional positiva de Asma al-Asad. Estos esfuerzos dieron sus frutos, ya que Vogue la perfiló en 2011, llamándola «la rosa del desierto». El artículo, que Vogue posteriormente eliminó de su sitio web, elogiaba a al-Asad como «la dinámica primera dama de Siria», que tenía «la misión de crear un faro de cultura y secularismo en una región explosiva, y de dar una imagen moderna al régimen de su marido».

Un acto de equilibrio interno

Los retos internos son aún más espinosos que los externos. Siria sigue azotada por la pobreza, la inestabilidad y la desconfianza mutua. El nuevo Gobierno debe presentarse como una ruptura definitiva no sólo con los 60 años de régimen, sino también con la accidentada historia de HTS con respecto a las minorías políticas, étnicas y religiosas. Las masacres perpetradas por las fuerzas afiliadas al Gobierno en la región costera de Siria y en Suwayda desde la caída del régimen no han hecho más que amplificar la aprensión interna.

Las mujeres y los «asuntos de las mujeres» se han convertido en un campo de batalla en el desarrollo de esta dinámica. Por un lado, el Gobierno ha hecho gestos a su base conservadora colocando carteles sobre la vestimenta recatada e imponiendo restricciones a los trajes de baño femeninos; por otro, Al-Shara ha seguido insistiendo en que «el papel de las mujeres en la reconstrucción de la sociedad es fundamental y central», insinuando un «término medio» entre el conservadurismo rígido y el liberalismo secular.

La creciente notoriedad de Al-Drubi en el ámbito nacional alcanzó su punto álgido a principios de septiembre, cuando pronunció un discurso en la ceremonia de graduación de la Universidad de Idlib, en el norte de Siria. Al-Drubi, que recibía allí un título de máster, habló de su trayectoria académica personal y destacó la importancia de la educación de las mujeres. Su discurso, el primero que pronunciaba en público en calidad de primera dama, se hizo eco del monólogo de su marido con motivo del Aíd al-Adha. Elogió a sus «hermanas sirias» y afirmó que «su papel en la crianza y la educación, en la economía y los medios de comunicación, en la medicina y la ingeniería, es la base del renacimiento de la nación. Las mujeres sirias no son sólo una sombra en la sociedad, sino más bien un pilar y una luz dentro de ella». Al-Shara estuvo presente en la ceremonia de graduación y más tarde posó para las fotos con su esposa. En su discurso, al-Drubi agradeció explícitamente a su marido, citando su creencia en la importancia de la educación y su apoyo hacia ella «como mujer, esposa y estudiante del conocimiento».

Al-Drubi tras su discurso en una ceremonia de graduación en la Universidad de Idlib, el pasado 7 de septiembre.

La imagen de Al-Drubi complementa la autodefinición del Gobierno de transición como representante del pueblo sirio, en lugar de estar por encima de él. Tanto la masculinidad como la feminidad se han movilizado en favor de esta causa. La omnipresencia actual de militares enmascarados en las calles de las ciudades sirias representa una ruptura simbólica con la «masculinidad hipervisible y personalizada de la era Asad en aras a una masculinidad más difusa y centrada en las instituciones», mientras que la narrativa de Al-Drubi encarna a «las mujeres comunes y corrientes que los sirios ven todos los días en las calles, los mercados y el transporte público y que no ocupan posiciones de poder».

Al-Shara parece consciente del poder simbólico de su esposa, ya que destacó en su discurso del Aíd al-Adha que las acciones de al-Drubi ejemplificaban cómo «las mujeres fueron compañeras en todos los aspectos de la revolución y en todas las terribles condiciones que soportaron los sirios: fueron compañeras en todo. Y con eso me refiero al desplazamiento, a la desesperación, a compartir la pérdida y el dolor… Las mujeres, al igual que los hombres, incluso fueron sometidas a tortura… Todos los sirios comparten las mismas historias y las mismas lecciones». Según el activista Walid al-Nofal, su asistencia a la graduación de al-Drubi le brindó otra oportunidad para presentarse «como un estadista «civil», en lugar de únicamente como un líder político o militar».

Esta imagen contrasta fuertemente con la de su predecesora. Asma al-Asad era una mujer de la alta sociedad y una persona influyente que supervisaba una amplia red de organizaciones benéficas que, según se sabía, canalizaban fondos hacia el régimen de su marido. En 2020, el secretario de Estado de los Estados Unidos la calificó como «una de las especuladoras más notorias de la guerra». A medida que la guerra se prolongaba, intentó recalibrar su imagen nacional vistiendo ropa sencilla y presentándose como una madre, pero esos esfuerzos resultaron inútiles para millones de sirios.

Mirando hacia el futuro

Al-Shara gobernará durante al menos cuatro años, hasta que se celebren las elecciones previstas. Ya ha conseguido varios logros clave en política exterior: la flexibilización de las sanciones, la eliminación de las listas de terroristas de Estados Unidos y la normalización provisional con las potencias regionales. Pero dentro de Siria, la situación sigue siendo relativamente inestable: las masacres sectarias, la vigilancia, los atentados con bombas y los ataques israelíes ponen de relieve lo frágil que sigue siendo la transición.

En este entorno tan tenso, la política de género es más que simbólica. Es una herramienta para señalar el cambio, moldear las percepciones internacionales y unir una sociedad fracturada. El papel emergente de Latifah al-Drubi refleja un gobierno que intenta mantener el equilibrio entre su pasado islamista, su base conservadora y una comunidad internacional recelosa.

El éxito de este equilibrio dependerá menos de su vestuario o de su elección de palabras que de si los propios sirios ven reformas reales en su vida cotidiana. Aun así, a medida que la presencia de la nueva primera dama sigue tomando forma, su imagen puede resultar tan significativa a nivel político como cualquier otra política anunciada en Damasco.

Voces del Mundo

Deja un comentario