Anales del mundo secreto: De cómo el asesinato se convirtió en política en la CIA

Jeffrey St. Clair, CounterPunch.org, 26 noviembre 2025

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Jeffrey St. Clair es coeditor de CounterPunch. Su libro más reciente es An Orgy of Thieves: Neoliberalism and Its Discontents (junto a Alexander Cockburn). Se puede contactar con él en: sitka@comcast.net  o en X: @JeffreyStClair3

El papel de la CIA en los asesinatos es uno de esos temas que la prensa o el Congreso tratan con cautela de vez en cuando y luego dejan de lado apresuradamente, con la habitual afirmación de que la CIA puede haberlo soñado, pensado e incluso intentado, pero que nunca lo ha llevado a cabo con éxito. Sin embargo, lo cierto es que la Agencia lo ha hecho muchas veces.

No hay duda alguna de que la CIA ha utilizado el asesinato como arma en los niveles más bajos de la jerarquía política y social, como nadie sabía mejor que William Colby. Según sus propias declaraciones, él había supervisado el Programa Fénix y otras operaciones denominadas «antiterroristas» en Vietnam. Phoenix tenía como objetivo «neutralizar» a los líderes políticos y organizadores del FLN en las zonas rurales del sur de Vietnam. En su testimonio ante el Congreso, Colby se jactó de que sólo entre 1967 y 1971 habían sido asesinados 20.587 activistas del FLN.

Los survietnamitas publicaron una estimación mucho más alta, declarando que los activistas asesinados eran casi 41.000. Barton Osborn, oficial de inteligencia del Programa Fénix, describió en términos escalofriantes la actitud burocrática de muchos de los agentes hacia sus misiones asesinas. «Muy a menudo era una cuestión de conveniencia eliminar a una persona sobre el terreno en lugar de lidiar con el papeleo».

Quienes murieron directamente en las operaciones Phoenix pueden haber sido más afortunados que los 29.000 presuntos miembros del FLN arrestados e interrogados con técnicas que eran horribles incluso para los estándares de Pol Pot y Mobutu. En 1972, una serie de testigos comparecieron ante el Congreso para declarar sobre las técnicas utilizadas por los interrogadores de Phoenix: cómo interrogaban a los sospechosos y luego los empujaban desde aviones, cómo les cortaban dedos, orejas y testículos, cómo utilizaban descargas eléctricas, clavaban clavijas de madera en el cerebro de algunos prisioneros o introducían sondas eléctricas en el recto de otros.

Para muchas de las redadas de Phoenix, la agencia contrató los servicios de tribus de bandidos y grupos étnicos, como los jemeres rojos kampucheanos, el KKK. El KKK estaba compuesto por camboyanos anticomunistas y traficantes de drogas que, como dijo un veterano de Phoenix, «matarían a cualquiera con tal de sacar algo a cambio». El KKK incluso se ofreció a eliminar para los estadounidenses al príncipe Sihanouk y culpar al FLN del asesinato.

Estos escuadrones de la muerte estadounidenses eran los favoritos de Richard Nixon. Tras la masacre de My Lai, una operación con todas las características de exterminio al estilo Phoenix, se produjo un movimiento para reducir la financiación de estos programas de asesinato de civiles. Nixon, según un relato de Seymour Hersh, se opuso rotundamente. «No», exigió Nixon. «Tenemos que hacer más aún de esto. Asesinatos. Muertes». Los fondos se restablecieron rápidamente y el número de muertos aumentó.

Incluso en los altos niveles de la acción ejecutiva, Colby se mostraba tímido con respecto a las ambiciones y logros de la CIA. En 1955, la CIA estuvo a punto de asesinar al líder comunista chino Zhou En-lai. Se colocaron bombas a bordo del avión de Zhou cuando volaba de Hong Kong a Indonesia para asistir a la conferencia de Bandung. En el último momento, Zhou cambió de avión, evitando así un descenso terminal hacia el mar de China Meridional, ya que el avión explotó como estaba previsto. El papel de la CIA fue descrito posteriormente con detalle por un agente de inteligencia británico que desertó a la Unión Soviética, y las pruebas recuperadas por buzos de partes del avión, incluidos los mecanismos de temporización de dos bombas, confirmaron sus declaraciones. La policía de Hong Kong calificó el accidente como un caso de «asesinato en masa cuidadosamente planeado».

En 1960, Rafael Trujillo, presidente de la República Dominicana, se había convertido en una molestia para los responsables de la política exterior estadounidense. Su escandalosa corrupción parecía que podía provocar una revuelta similar al levantamiento que había llevado al poder a Fidel Castro. La mejor manera de evitar esta contingencia indeseable era garantizar que la carrera política de Trujillo terminara de inmediato, algo que ocurrió a principios de 1961. Trujillo fue asesinado a tiros en su coche, frente a su propia mansión en Ciudad Trujillo. Se supo que la CIA había proporcionado armas y entrenamiento a los asesinos, aunque la Agencia se cuidó de señalar que no estaba absolutamente segura al 100% de que se tratara de las mismas armas que finalmente derrocaron al tirano (que había sido instalado en el poder originalmente por la CIA).

Por esas mismas fechas, el director de la CIA, Allen Dulles, decidió que el líder del Congo, Patrice Lumumba, era una amenaza inaceptable para el mundo libre y que su eliminación era «un objetivo urgente y primordial». Para que le ayudara en la tarea de eliminar esta amenaza, la CIA recurrió a su propia División de Servicios Técnicos (TSD, por sus siglas en inglés), dirigida por ese hombre oscuro, Sidney Gottlieb. La división de Gottlieb albergaba una cámara de horrores de laboratorios cuyas investigaciones incluían el lavado de cerebro, la guerra química y biológica, el uso de drogas y electrochoques como métodos de interrogatorio, y el desarrollo de toxinas letales, junto con los medios más eficaces para aplicarlas a la víctima, como la famosa pistola de dardos envenenados que más tarde el senador Frank Church mostró ante las cámaras.

En el caso de Lumumba, Gottlieb desarrolló un veneno biológico que imitaba una enfermedad endémica del Congo. Él mismo entregó los gérmenes mortales, junto con una jeringa hipodérmica especial, mascarillas de gasa y guantes de goma, a Lawrence Devlin, jefe de la estación de la CIA en el Congo. Los instrumentos letales se introdujeron en el país en una valija diplomática. Gottlieb instruyó a Devlin y a sus agentes sobre cómo aplicar la toxina a la pasta de dientes y la comida de Lumumba. Sin embargo, los bioasesinos de la CIA no pudieron acercarse lo suficiente a Lumumba, por lo que la «acción ejecutiva» se llevó a cabo por una vía más tradicional. Lumumba fue capturado, torturado y asesinado por soldados del sustituto elegido por la CIA, Mobutu Sese Seko, y el cadáver de Lumumba acabó en el maletero del coche de un agente de la CIA que condujo por Lumumbashi tratando de decidir cómo deshacerse de él.

Foto de portada: Frank Church sostiene una pistola de dardos envenenados de la CIA en una audiencia del comité con el vicepresidente John Tower el 17 de septiembre de 1975. (Autor: Henry Griffin; fuente: Archivos del Capitolio de los Estados Unidos).

Voces del Mundo

Deja un comentario