Guerra entre Rusia y Ucrania: Los esfuerzos por la paz están alimentando un caos diplomático

Marco Carnelos, Middle East Eye, 1 diciembre de 2025

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Marco Carnelos es un exdiplomático italiano. Ha estado destinado en Somalia, Australia y las Naciones Unidas. Entre 1995 y 2011 formó parte del equipo de política exterior de tres primeros ministros italianos. Más recientemente, ha sido coordinador del proceso de paz en Oriente Medio y enviado especial para Siria del Gobierno italiano y, hasta noviembre de 2017, embajador de Italia en Iraq.

En las últimas semanas, en la política internacional viene desarrollándose un ballet diplomático surrealista, supuestamente con el objetivo de poner fin a la guerra en Ucrania.

Gira en torno a un plan de paz de 28 puntos filtrado, atribuido originalmente al presidente estadounidense Donald Trump, que probablemente fue redactado por alguien sin experiencia diplomática alguna. Posteriormente, el mismo plan fue adjudicado a Rusia, en un posible intento de sabotearlo.

No está claro quién filtró el plan, pero sin duda hay figuras en Washington que no quieren que la guerra termine de esa manera. El secretario de Estado Marco Rubio es uno de los principales neoconservadores de la administración Trump.

Mientras todo esto se desarrollaba, se filtró a Bloomberg una embarazosa conversación telefónica entre el enviado estadounidense Steve Witkoff y el asesor presidencial ruso Yuri Ushakov. Moscú especuló que el objetivo de la filtración, en la que Witkoff supuestamente aconsejaba a Ushakov sobre cómo presentar un plan de paz para Ucrania a Trump, era hacer descarrilar la propuesta de 28 puntos.

En el centro de uno de los (posiblemente varios) equipos de negociación del lado estadounidense se encuentra el secretario del Ejército, Daniel Driscoll, protegido del vicepresidente JD Vance, el principal representante de MAGA dentro de la administración Trump.

Los europeos, en estado de pánico total, han presentado su propio plan para poner fin a la guerra de Ucrania, en un intento de contener el daño a su propia reputación y a los ucranianos. Sin embargo, aunque está mejor redactado, es igualmente poco realista.

El experto en política de la UE Eldar Mamedov describió el plan europeo como un intento de «vaciar de contenido la propuesta estadounidense hasta que resulte inaceptable para Moscú», y señaló en una columna de Responsible Statecraft: «Los líderes europeos están apoyando públicamente los esfuerzos de Trump para poner fin a la guerra, a la vez que maniobran para sabotear cualquier iniciativa que se desvíe de sus objetivos maximalistas —e inalcanzables— de la capitulación total de Rusia en Ucrania».

Atmósfera surrealista

El contexto de esta supuesta iniciativa de paz es, sin duda, bastante confuso.

En esta atmósfera surrealista, Rusia busca forzar la capitulación de Ucrania; la UE intenta forzar la rendición total de Rusia, con la esperanza de impulsar un cambio de régimen en Moscú; y Estados Unidos espera que la UE ceda a las condiciones políticas y económicas dictadas por Washington y Moscú, con la esperanza de allanar el camino para que Trump obtenga el tan ansiado Premio Nobel de la Paz.

La situación parece insostenible. Ni siquiera está claro cuántos equipos de negociación ha involucrado Estados Unidos en este esfuerzo de paz, ni con quién negociar por parte de Rusia. Es evidente que existe una lucha de poder dentro de la administración estadounidense entre los MAGAs y los neoconservadores, los aliados de Vance frente a los de Rubio.

Pero mientras que las posiciones rusa y estadounidense reflejan —por muy desagradable que pueda parecer— un objetivo claro basado en la política de poder y los intereses comerciales, el plan europeo, como era de esperar, está alejado de la realidad. Los líderes europeos parecen incapaces de ofrecer una visión clara más allá del alto el fuego, sin ideas creíbles para una arquitectura de seguridad duradera en el continente.

Lo que las cancillerías europeas se esfuerzan por comprender, o se niegan a comprender, es que Rusia no está interesada en limitarse a congelar el conflicto. Moscú quiere resolverlo de forma permanente y no tiene ningún interés en repetir la experiencia de los Acuerdos de Minsk.

Durante la cumbre celebrada en Alaska el pasado mes de agosto, Trump se mostró dispuesto a comprender algunos de los argumentos del presidente ruso Vladimir Putin, probablemente por primera vez. Esto no lo convierte de forma automática en un activo ruso en la cima del poder estadounidense, pero esa empatía cognitiva es un requisito básico para cualquier negociación exitosa.

En cuanto a la práctica diplomática, el primer borrador de cualquier acuerdo de paz es sólo eso: estará sujeto a muchas enmiendas. Las propuestas suelen reflejar la realidad del campo de batalla y, en ese frente, los ucranianos parecen estar al borde del colapso.

Por hacer una analogía histórica, en la Conferencia de Yalta de 1945 hubo varios críticos de las importantes concesiones otorgadas a la Unión Soviética. No tuvieron en cuenta que el Ejército Rojo se encontraba entonces a menos de 100 kilómetros de Berlín, mientras que los ejércitos angloamericanos estaban atrapados en las Ardenas.

Witkoff tiene previsto visitar Moscú esta semana, pero no hay señales alentadoras por parte del Kremlin sobre la aceptación de una versión revisada del plan de 28 puntos de Trump.

El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, se enfrenta así a un terrible dilema: aceptar ahora un acuerdo muy malo o uno horrible dentro de unos meses.

Foto de portada: El enviado estadounidense Steve Witkoff y otros funcionarios de la administración Trump asisten a una reunión con el presidente de Ucrania en la Casa Blanca el 18 de agosto de 2025 (Anna Moneymaker/Getty Images/AFP).

Voces del Mundo

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