Khaled Hroub, Middle East Eye, 9 diciembre 2025
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Khaled Hroub es profesor de Estudios sobre Oriente Medio en la Universidad Northwestern de Catar y autor de dos libros sobre Hamás.
En un momento de profunda angustia para los palestinos, las sucesivas victorias de la selección nacional de fútbol en la Copa Árabe, que se celebra actualmente en Catar, han despertado un raro y precioso sentimiento de unidad.
Esta alegría comienza en las tiendas de campaña empapadas por la lluvia de las familias desplazadas en Gaza, se extiende a los campos de refugiados del Líbano, Jordania y Siria, y se propaga por las comunidades palestinas de todo el mundo.
De Rafah llega Ihab Abu Yazar, el entrenador del equipo, cuya casa familiar fue destruida y cuya madre fue trasladada a una tienda de campaña en la zona de Mawasi. De repente, se convierte en un faro de esperanza.
Por un instante, su equipo logra la victoria en el campo de juego, clasificándose para la siguiente ronda y dedicándola primero a Gaza y luego a todos los palestinos.
Detrás del Fida’i, el apodo del equipo que significa «luchador», surge un espíritu colectivo. Trasciende el deporte y refleja un profundo anhelo entre los palestinos de recuperar una identidad no fragmentada, libre del yugo asfixiante de la división política y la desesperación.
Las imágenes captadas por las cámaras y amplificadas por las redes sociales cuentan la historia: aficionados de todas las edades, mujeres, amas de casa y ancianos, animando con pasión desenfrenada en estadios, cafeterías y salones de todo el mundo.
El fútbol puede ser una obsesión mundial, pero para los palestinos de hoy en día tiene un peso que va mucho más allá de lo habitual.
Las victorias de este equipo se perciben como un desafío, un levantamiento simbólico contra la guerra genocida en Gaza. Cada gol proclama: seguimos aquí, como el fénix que renace de sus cenizas, como suelen decir muchos palestinos.
El intento de Israel de borrar Palestina del mapa encuentra su respuesta en los rápidos pies de estos jugadores, una bofetada a quienes afirman que los palestinos no existen.
El simbolismo es profundo. Por una vez, Palestina aparece pura, con su nombre y su bandera enarbolados sin colores partidistas ni cargas políticas.
En este breve interludio, los palestinos se toman un respiro del dolor implacable, el asedio y las luchas internas, un momento para lavar los pecados de la división.
Solidaridad árabe
El equipo encarna la unidad: desde la resistencia de Gaza hasta Cisjordania, desde los palestinos dentro de las fronteras de 1948 hasta los dispersos por la diáspora, desde Egipto hasta América Latina.
Y luego viene el abrazo árabe. Los aficionados y los jugadores de toda la región se unen detrás de Fida’i, expresando una solidaridad largamente reprimida en los ámbitos políticos y ahora liberada a través del deporte.
Esto marca el resurgimiento de un arabismo suave que conecta a los árabes más allá de las fronteras políticas, como hemos visto durante la reciente Copa del Mundo en Catar.
Un jugador tunecino, tras marcar un gol contra Palestina, corre a abrazar al entrenador palestino como si se disculpara. Las multitudes árabes ondean banderas palestinas junto a las suyas.
Un jugador palestino da vueltas al campo con las banderas siria y palestina entrelazadas. La kufiya une la escena de principio a fin.
Para muchos, los estadios se convierten en el único espacio para expresar lo que las autoridades de algunos países árabes han prohibido, con banderas y cánticos de Palestina fluyendo libremente.
En este raro espacio de aire fresco, el equipo palestino ofrece un fútbol de notable calidad a pesar de las adversidades a las que se enfrenta. Reunir a la plantilla fue todo un reto; las oportunidades de entrenamiento eran escasas y los recursos casi inexistentes.
La liga nacional lleva años suspendida y los bombardeos israelíes han destruido estadios e instalaciones deportivas.
Estas realidades hacen que el rendimiento del equipo sea aún más extraordinario. Da la sensación de que la fuerza de voluntad, la determinación y el espíritu compensan todas las carencias técnicas.
Memoria colectiva
Este sentimiento de orgullo se nutre de algo más profundo, una memoria colectiva forjada por más de un siglo de lucha contra el colonialismo y la ocupación, en la que la voluntad y la determinación superan el desequilibrio de poder.
Este equipo vibrante y decidido recuerda a los palestinos su esencia, forjada a lo largo de décadas de resistencia.
Evoca la imagen de «un caballo criado para las laderas de las montañas», como lo describió el renombrado poeta Mahmoud Darwish, señalando que más allá del accidentado camino se encuentran los verdes valles del hogar.
¿Cómo, tras dos años de una brutal guerra genocida librada por potencias fascistas globales cómplices en un intento de aniquilar a dos millones de palestinos, este equipo se reagrupa y ofrece una actuación que parece el resultado de años de preparación?
Esa pregunta por sí sola lo dice todo.
El sociólogo palestino Yamil Hilal lleva mucho tiempo escribiendo sobre el papel fundamental de la cultura en la preservación de una identidad palestina unificada, una identidad que trasciende la política, los partidos y las facciones, especialmente ahora que el ámbito político se fractura dolorosamente.
La literatura, la poesía, el arte, la música, la danza, las canciones populares, la gastronomía, el bordado, los símbolos y el patrimonio, tanto tradicionales como modernos, forman una capa fundamental de la conciencia colectiva.
Esta base cultural debe permanecer intacta, protegida de las divisiones ideológicas. Las disputas deben flotar por encima de esta capa, sin penetrarla nunca, para que no se fracture. Proteger esta esfera cultural es la póliza de seguro palestina para el futuro.
Un nuevo pilar
Y debido a su importancia vital, Israel la ataca sin descanso, al igual que ataca la tierra palestina mediante el robo y los asentamientos.
Conocemos los intentos de apropiarse de la cultura palestina, sus símbolos, sus bordados, incluso su kanafe y su falafel. Cuando el núcleo cultural de un pueblo se desintegra, este se ve arrastrado por los vientos, poniendo en peligro su identidad nacional y su cohesión.
Hoy en día, podemos añadir una nueva dimensión a este ámbito cultural: el ámbito deportivo nacional como pilar de la conciencia y la identidad colectivas. Ofrece una brújula que apunta a una patria, donde todos se reúnen, despojándose de sus uniformes políticos.
Algunos pueden considerar esto una exageración, pero la dura realidad que envuelve la política palestina exige reforzar estos pilares de apoyo para evitar el colapso total o una serie de crisis en cadena.
En los partidos jugados por el equipo palestino, millones de palestinos en todas partes no sólo veían a los jugadores. Veían a fedayines, a combatientes. Veían guerreros, portadores de la historia, que llevaban consigo mucho más que el deseo de ganar un partido.
Foto de portada: Los aficionados al fútbol palestinos se reúnen en una cafetería de Ramala, en la Cisjordania ocupada por Israel, el 7 de diciembre de 2025 para ver a su selección nacional jugar contra Siria en la Copa Árabe en Catar (Zain Jaafar/AFP).