Ataque en Bondi Beach: Los aliados occidentales facilitan la lógica grotesca de Netanyahu

Jonathan Cook, Middle East Eye, 16 diciembre 2025

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Jonathan Cook es autor de tres libros sobre el conflicto palestino-israelí. Ha ganado el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Vivió en Nazaret durante veinte años, de donde regresó en 2021 al Reino Unido. Sitio web y blog: www.jonathan-cook.net

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, extrajo, como podía preverse, una conclusión errada del atentado terrorista del domingo en Bondi Beach, y los líderes y medios occidentales volvieron a creer en esa lógica distorsionada.

Como cabía esperar, Netanyahu pretendió explotar el atentado —en el que dos hombres armados mataron a más de una docena de personas durante una celebración de Janucá en Sídney— para justificar implícitamente la masacre y mutilación de decenas de miles de niños en Gaza por parte de Israel en los últimos dos años.

Netanyahu afirmó haber escrito al primer ministro australiano, Anthony Albanese, unos meses antes para culparlo no sólo por no haber abordado, supuestamente, el antisemitismo en su país, sino también por alimentarlo al reconocer el Estado palestino.

En la carta afirmaba: “Su llamamiento a favor de un Estado palestino echa leña al fuego antisemita. Recompensa a los terroristas de Hamás. Envalentona a quienes amenazan a los judíos australianos y fomenta el odio hacia los judíos que ahora les acecha en sus calles”.

En otras palabras, Netanyahu responsabiliza a cualquier líder que haga una concesión, por retórica que sea, al pueblo palestino por la violencia dirigida contra los judíos. Y lo hace incluso si la concesión se ajusta al derecho internacional y a un reciente fallo de la Corte Internacional de Justicia que le exige a Israel el fin inmediato de su ocupación ilegal de los territorios palestinos, incluida Gaza.

Esto pone a muchos otros líderes mundiales en la mira de Netanyahu, incluyendo al británico Keir Starmer, al francés Emmanuel Macron y al canadiense Mark Carney, junto con los líderes de Irlanda, España, Portugal, Bélgica y Noruega. Todos ellos han reconocido recientemente la condición de Estado palestino.

Cabría imaginar que podrían estar dispuestos a rebatir la sugerencia de Netanyahu de un vínculo entre los asesinatos en Australia y el reconocimiento de los derechos palestinos. Después de todo, afirma de forma implícita que el más mínimo esfuerzo por aliviar el sufrimiento palestino conduce inexorablemente a ataques contra los judíos. Puede presumirse, así pues, que Occidente debería dejar que los palestinos sufran eternamente.

Como si fueran prisioneros del síndrome de Estocolmo, los líderes occidentales parecen más que dispuestos a ceder ante el retorcido razonamiento de Netanyahu. Incluso Albanese, directamente culpada por Netanyahu de los asesinatos, rechazó débilmente la acusación, afirmando únicamente que “de forma abrumadora, la mayor parte del mundo reconoce que la solución de dos Estados es el camino a seguir en Oriente Medio”.

Presunto criminal de guerra

Lo primero que cabe destacar es el hecho extraordinario de que los argumentos de Netanyahu sobre los asesinatos de Bondi Beach estén recibiendo una difusión tan comprensiva por parte de los medios occidentales. Recordemos que él no es parte desinteresada, aunque, por la cobertura que se le ha dado, no lo diría nadie.

Inmediatamente después del ataque, dos importantes publicaciones estadounidenses, el New York Times y The Atlantic, se apresuraron a publicar artículos que se hacían eco de las ideas de Netanyahu, sugiriendo un vínculo entre la causa de la justicia palestina y el terrorismo antijudío.

La BBC, The Guardian y otros han estado apoyando a grupos de presión proisraelíes que también buscan vincular las protestas contra el genocidio de los últimos dos años con el ataque de Sídney.

Grupos internacionales de derechos humanos, expertos legales de la ONU y estudiosos del genocidio coinciden en que Netanyahu ha impulsado un genocidio desde hace dos años en Gaza. Él mismo está buscado por crímenes de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional, en parte por utilizar la hambruna como arma de guerra contra la población del enclave.

Pero este presunto criminal de guerra, un fugitivo de la justicia, está recibiendo una plataforma en todos los medios occidentales para distorsionar la realidad y culpar a otros de una supuesta “crisis de antisemitismo” que él está siendo el principal responsable de atizar.

Al criminal no sólo se le permite salirse con la suya. Ahora se le permite también que nos diga quién debe ser juzgado.

Observen también la respuesta de los líderes occidentales. Observen la rapidez con la que condenan un ataque terrorista antisemita y la vehemencia con la que lo hacen, en comparación con la reticencia que han mostrado durante dos años a admitir siquiera que la masacre de decenas de miles de palestinos y la hambruna de dos millones más esté teniendo lugar.

Esto parece, una vez más, en vez de un problema de antisemitismo en Occidente, como afirma Netanyahu, un racismo occidental profundamente arraigado hacia palestinos, árabes y musulmanes.

En modo alguno justifica el ataque de Bondi Beach que no podamos negarnos a aceptar la lógica viciosa de Netanyahu ni a buscar las verdaderas causas de dicha violencia.

Diagnosticar erróneamente dichas causas, como prefiere Netanyahu, significa que las heridas que llevaron a la violencia seguirán supurando. Como veremos, hay motivos de sobra para creer que esto es exactamente lo que desea el primer ministro israelí.

Lógica retorcida

La lógica absurda de Netanyahu —que acatar el derecho internacional en lo que respecta a Palestina conduce a la violencia contra los judíos— sólo tiene sentido porque, durante años, los líderes occidentales han conspirado en una narrativa que confunde abiertamente las críticas a Israel con el odio a los judíos.

El rabino jefe de Gran Bretaña, Ephraim Mirvis, se hizo eco rápidamente de este tema. Declaró a la BBC que el ataque de Bondi Beach era consecuencia de la “demonización” de Israel. Y pidió una mayor represión legal y policial sobre las protestas contra Israel.

Se trata del mismo rabino jefe que, a principios de 2024, cuando el número de palestinos asesinados por Israel en Gaza ya ascendía a 23.000, concluía: “Lo que Israel está haciendo es lo más extraordinario que un país decente y responsable puede hacer por sus ciudadanos”.

Elogió a las tropas israelíes en Gaza como “nuestros heroicos soldados”, al parecer olvidando que él es el rabino jefe de Gran Bretaña, no de Israel. De este modo, confundió al pueblo judío con Israel, algo que sería denunciado como antisemita si a alguien crítico con Israel se le ocurriera hacerlo.

En realidad, el objetivo de Israel siempre ha sido comparecer como representante de los intereses de los judíos de todo el mundo, incluidos los ciudadanos de otros Estados, e incluso del considerable número de personas que se niegan a reconocer la legitimidad de la agenda supremacista étnica de Israel.

Los líderes israelíes finalmente se salieron con la suya en los últimos años con la adopción generalizada de una nueva definición de antisemitismo formulada por un grupo proisraelí llamado Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés).

La muy criticada definición de la IHRA ofrece 11 ejemplos de “antisemitismo”, siete de los cuales no se refieren al odio a los judíos, sino a las críticas a Israel.

Redefinición de antisemitismo

Esta reinterpretación radical del antisemitismo abrió las puertas, tal como Netanyahu y otros esperaban, a la afirmación de que el antisemitismo era un problema creciente en las sociedades occidentales y requería medidas enérgicas para abordarlo.

Esto significa que cuanto más cruelmente Netanyahu e Israel traten a los palestinos, incluyendo el genocidio en Gaza, más grupos de presión proisraelíes pueden difundir encuestas que muestren un pronunciado aumento del “antisemitismo”.

Por supuesto que ese “antisemitismo” no tenía necesariamente su origen en prejuicios hacia los judíos. Era más bien una expresión de ira hacia un Estado violento, altamente militarizado, fuera de control y totalmente irresponsable, que oprime y asesina a palestinos en nombre de los judíos en todo el mundo.

Por ejemplo, en 2024, en pleno genocidio israelí en Gaza, la Liga Antidifamación, un destacado grupo de presión proisraelí, realizó una encuesta que identificó 9.354 incidentes “antisemitas” en Estados Unidos, la cifra más alta desde que comenzó a registrarlos en 1979.

El punto clave estaba oculto en la letra pequeña. Por primera vez, una clara mayoría de esos incidentes “contenían elementos relacionados con Israel o el sionismo”, la ideología de supremacía étnica judía que se utiliza para justificar la prolongada opresión israelí hacia el pueblo palestino.

En otras palabras, la mayoría de esos incidentes “antisemitas” probablemente no se habrían considerado antisemitas antes de la adopción de la definición de la IHRA.

De igual manera, la BBC informaba esta semana de que el Community Security Trust del Reino Unido, otro grupo proisraelí, ha detectado niveles récord de delitos de odio antijudíos según la definición de la IHRA, señalando que estos “comenzaron a aumentar inmediatamente después del ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023”.

De hecho, el Trust señalaba en 2024 que el 52% de los 3.528 “incidentes antisemitas” registrados eran una “retórica” ​​que «se refería directamente o estaba vinculada a Israel, Gaza, el ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre de 2023 o la posterior guerra en Oriente Medio». Señala que esos 1.844 arrebatos retóricos se comparan con sólo 246 en 2022.

Con el sentimiento antiisraelí formulado como “antisemitismo”, era inevitable que el “antisemitismo” aumentara durante el genocidio israelí. Las personas morales se oponen al genocidio. De hecho, habría sido profundamente impactante que el “antisemitismo”, así definido, no hubiera aumentado.

La devaluación del significado de antisemitismo ha demostrado su eficacia en los últimos dos años. Al confundir las críticas a Israel con el antisemitismo, Israel, sus grupos de presión, los gobiernos occidentales y los medios de comunicación pueden ahora, en paralelo, confundir las protestas, totalmente justificadas, contra los crímenes de Israel con el terrorismo, totalmente injustificado, contra los judíos.

Prohibido protestar

Netanyahu se ha empeñado en culpar a las redes sociales del auge de este nuevo tipo de “antisemitismo”, ya que, por primera vez, han permitido a los palestinos y a sus aliados transmitir en directo el racismo y la violencia de Israel.

Como era de esperar, la mayor exposición de la criminalidad israelí ha alimentado un mayor sentimiento antiisraelí, especialmente entre la juventud occidental. También ha alimentado una mayor sensación de urgencia para presionar a los gobiernos occidentales a que pongan fin a su colusión activa en el genocidio. Este impulso sano, ético y democrático se denuncia entonces como una “crisis de antisemitismo” que requiere medidas urgentes.

Mirvis ha liderado los esfuerzos para instrumentalizar el ataque de Bondi Beach esta semana, pidiendo que se aplastaran las protestas contra el genocidio, o lo que él denominó “globalizar la intifada”. Declaró en la BBC: “¿Qué significa ‘globalizar la intifada’? Se lo diré… es lo que ocurrió ayer en Bondi Beach”.

En realidad, “intifada” es la palabra que los palestinos han usado durante décadas para describir su lucha por liberarse de lo que el tribunal más importante del mundo dictaminó el año pasado como ocupación ilegal, opresión violenta y apartheid israelí.

Los palestinos quieren “globalizar” su lucha replicando el tipo de solidaridad internacional que derrocó el apartheid sudafricano. Pero los esfuerzos en Occidente para promover un movimiento de boicot y sanciones contra Israel, similar al que se realizó contra la Sudáfrica del apartheid, también han sido vilipendiados como odio al judío.

De hecho, los líderes occidentales han tratado toda forma de protesta, por muy pacífica que fuera, contra Israel y su genocidio como ilegítima y como la fuente de un nuevo “antisemitismo”. El movimiento de solidaridad con Palestina ha sido tildado de racista y violento, haga lo que haga.

Rabia silenciada

No hace falta ser un genio para suponer que reprimir la protesta no violenta corre el riesgo de provocar violencia. Podríamos llamar a esto el dilema palestino: durante décadas, Israel ha aplastado luchas mayoritariamente no violentas, como la Primera Intifada en la década de 1980 y la Gran Marcha del Retorno de 2018, fomentando así el giro hacia la violencia del 7 de octubre de 2023.

Una vez más, explicar la violencia no la justifica. Pero las explicaciones son necesarias. Son el primer y más importante paso para encontrar maneras de mitigar las mismas circunstancias que la alimentan.

Esto significa que todos tenemos el deber de intentar identificar las verdaderas causas de la violencia, y no simplemente cerrarnos a la realidad escuchando a quienes, como Netanyahu, buscan justificaciones miserables diseñadas para excusar su propia criminalidad.

Cuando se comprendan las verdaderas causas de la violencia, se podrá entablar un debate adecuado. Se podrán realizar esfuerzos para abordar esas causas, precisamente el curso de acción que Netanyahu y los líderes occidentales desean evitar a toda costa en lo que respecta a Palestina. ¿Por qué? Porque la búsqueda de las raíces de esa violencia recae firmemente sobre ellos.

Millones de personas se sienten absolutamente impotentes ante el genocidio más documentado de todos los tiempos. Millones ven a sus gobiernos ayudando activamente a Israel mientras bombardea civiles, realiza limpieza étnica en comunidades enteras y mata de hambre a los niños.

Los líderes y medios occidentales no quieren que Vds. se enfaden por nada de esto. Quieren que expresen su ira exclusivamente por las víctimas de los pistoleros de Sídney, mientras silencian su rabia por el asesinato de decenas de miles de inocentes en Gaza a manos de Israel y sus socios occidentales.

Pero no es preciso elegir. Pueden enfadarse por ambas cosas.

Foto de portada: Homenaje a las víctimas del atentado de Bondi Beach, en Sídney, el 15 de diciembre de 2025. (Said Khan/AFP)

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