Ahmed Abu Artema, Middle East Eye, 24 diciembre
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Ahmed Abu Artema es un escritor y activista por la paz palestino. Es el fundador e iniciador de la Gran Marcha del Retorno en Gaza. Nacido en Rafah en 1984, Abu Artema es un refugiado de la aldea de Al Ramla. Es autor del libro «Organized Chaos».
Las tragedias humanas causadas por el genocidio que Israel está llevando a cabo en Gaza son innumerables.
Casi dos millones de palestinos viven sumidos en el dolor y el sufrimiento, y cada familia tiene su propia historia de devastación, en medio de horribles masacres y de la destrucción de sus hogares.
Para una madre, la muerte de un hijo es una pena que dura toda la vida. En Gaza, ha alcanzado una inimaginable magnitud sin precedentes. La muerte no ha llegado de uno en uno, sino en oleadas.
El 24 de mayo, la Dra. Alaa al-Nayar, pediatra, perdió a nueve de sus hijos en un único ataque aéreo israelí. Su casa fue bombardeada mientras ella estaba trabajando en el Hospital Naser de Jan Yunis, tratando de salvar a los heridos.
No hay palabras suficientes para describir lo que han soportado estas madres. Sin embargo, algunas, cuyos hijos fueron asesinados por Israel, han decidido compartir sus historias. He recopilado los relatos de cuatro madres, extraídos de conversaciones directas y de palabras que compartieron públicamente en Facebook.
Sus experiencias sólo ofrecen una pequeña muestra de la abrumadora catástrofe a la que se han enfrentado las familias de Gaza desde octubre de 2023.
Enterrados vivos
La poeta Alaa al-Qatrawi perdió a sus cuatro hijos de una sola vez, en circunstancias espantosas.
El 13 de diciembre de 2023, Alaa se encontraba en la casa de su familia, en el centro de Gaza, mientras sus hijos estaban con su padre en Jan Yunis. Cuando el ejército israelí invadió la ciudad y detuvo a su padre, los niños se quedaron atrapados con su abuela.
Una hija de Alaa, Orqida, logró llamar a su madre para pedirle ayuda. Le dijo que no podían salir de la casa porque había francotiradores israelíes rodeándola. Poco después, los soldados israelíes confiscaron los teléfonos móviles de la casa, cortando todo contacto entre Alaa y sus hijos durante cuatro meses.
Más tarde, llegó la noticia de que Israel había destruido la casa donde los niños estaban refugiados.
Alaa escribe, dirigiéndose a su hija Orqida: «No puedo imaginar que tu delicado cuerpo y tu hermoso cabello estén bajo los escombros de una casa de hormigón de tres pisos. No quiero imaginarlo. Pero aún recuerdo tu voz antes de que se cortara la conexión, diciéndome que esperarías a que yo te sacara de allí y que estabas cuidando de tu hermana pequeña, Carmel».
En abril de 2024, tras la retirada del ejército israelí de Jan Yunis, se confirmó la verdad. Los cuatro niños habían muerto: Yaman, de ocho años; los gemelos Qinan y Orqida, de seis; y Carmel, de tres. Sus cuerpos permanecieron bajo los escombros durante cuatro meses, sin que nadie pudiera rescatarlos.
Al reflexionar sobre el nacimiento de sus hijos, Alaa describe la fina sutura quirúrgica que le quedó tras las cesáreas. Durante años, dijo, apenas la notó. Pero después de perder a sus hijos, se convirtió en una constante fuente de dolor.

Alaa al-Qatrawi con su hija Orqida, que murió junto con sus hermanos en un ataque aéreo israelí contra su casa en Jan Yunis en diciembre de 2023 (Facebook).
Alaa escribe: «Me olvidaba a menudo de ello. Casi nunca me fijaba en ese fino hilo estético. Pero ahora lo siento y lo veo a menudo. Puedo mirarlo de verdad y ha empezado a afectarme. Me duele el corazón, el hígado, el alma, e incluso siento dolor cada vez que respiro, entre la inhalación y la exhalación. Nadie me dijo nunca que este fino hilo en mi cuerpo me recordaría cada minuto que di a luz a un niño, a una niña y a unos gemelos, hijos hermosos, y que luego me quedaría sola».
Alaa se dirige más tarde directamente a sus hijos:
Antes de que tuvierais cuadernos y mochilas escolares, un peinado especial y las colonias particulares que os encantaban, lápices de colores y borradores, un cuaderno para tomar notas y un diario secreto; antes de que tuvierais vuestros propios gustos en la comida, platos que os encantaban y que luego rechazabais, y platos que antes rechazabais y que luego os encantaban; certificados y fotografías para colgar en la pared, un rincón que preferíais y una taza especial para vuestra bebida favorita; novelas y libros de poesía y marcapáginas; gafas graduadas y gafas de sol; pensamientos privados e inclinaciones espirituales, experiencias de la conciencia y el inconsciente; cartas, seres queridos, amigos y música cuyas melodías conservabais cada vez que el corazón se os enternecía; y una sura del Corán con su propia resonancia especial en vuestros momentos de reflexión: Israel os quitó todo esto y os dio cuatro tumbas a cambio.
Tras el anuncio del alto el fuego en octubre de 2025, Alaa observa: «No puedo creer que la guerra haya terminado, pero puedo creer que la ocupación es un monstruo y que la humanidad es su presa favorita».
Bajo los escombros
El 15 de enero de 2024, Aya Shamma estaba en su casa con sus tres hijos: Yaman, de siete años; Naser, de cinco; y el bebé Rayan, de sólo 51 días. Un avión israelí bombardeó la casa mientras los niños dormían.
La casa se derrumbó sobre ellos. Yaman murió asfixiado bajo los escombros. El bebé Rayan salió lanzado desde el tercer piso y cayó en una casa vecina. Aya y su hijo Naser fueron rescatados de entre los escombros por los vecinos.
Aya no puede dejar de llorar por los dos hijos que perdió: «Si las lágrimas pudieran devolverme a mis seres queridos, mis lágrimas os habrían devuelto junto a mí», escribe.
Dirigiéndose a su hijo, Yaman, recuerda cómo salió de debajo de los escombros y sintió que su propio corazón seguía latiendo, convenciéndose a sí misma de que su hijo también debía estar vivo. Escribió: «¿Era yo tan ingenua como para olvidar que cada uno de nosotros tiene un corazón diferente?».

Yaman, en una foto compartida por su madre, Aya Shamma, fue uno de los dos niños que murieron en un ataque aéreo israelí contra su casa familiar en Gaza en enero de 2024 (Facebook).
Aya describe a Yaman como «el pequeño filósofo» que, a los cinco años, preguntó una vez por qué los animales se comían unos a otros y por qué no podían todos vivir en paz alimentándose de hierba. Ella intentó protegerlo de la crueldad del mundo, pero esa crueldad se reveló matándolo.
«No hice una despedida larga. La muerte estaba más cerca de él que mi abrazo», escribe antes de expresar sus deseos imposibles en otra elocuente publicación: «Ojalá los que van al cielo pudieran volver. Ojalá uno de ellos se asomara detrás de una nube o enviara un mensaje en forma de brisa para contarnos cómo se iluminó su rostro y cómo se siente esa paz, la que nunca va seguida del miedo… Ojalá volvieras, Yaman, aunque fuera por un momento, aunque fuera en un sueño, para sentarte en mi regazo como solías hacer, para preguntarme si te echaba de menos, y para que yo te respondiera con lágrimas, como he hecho desde que te fuiste».
Infancias robadas
Aya Hasuna es otra madre palestina cuyo corazón Israel destrozó al matar a sus dos hijos y a su marido.
El 9 de agosto de 2024, su marido, Abdullah, jugaba con sus hijos, Hamza, de cuatro años, y Raghd, de dos, delante de la tienda que habían montado en Jan Yunis tras ser desplazados por la fuerza de la ciudad de Gaza.
Un avión de combate israelí disparó un misil que impactó delante de la tienda, matando a los tres, junto con otras personas.
Como única superviviente, Aya afirma: «Una vez tuve una hermosa familia a la que quería mucho, y mi corazón sigue unido a ellos. Cada mañana, me despierto y miro por la ventana de nuestra tienda, la tienda que antes se llenaba con vuestras voces y risas, hacia el lugar donde os mataron».
Describe cómo Malik, el amigo íntimo de Hamza, con quien había estado jugando, sobrevivió sólo porque su madre lo había llamado para que entrara en casa momentos antes de que impactara el misil.
Malik viene ahora todos los días, mira la tienda desde lejos y luego se acerca brevemente y le pregunta a Aya: «¿Cuándo volverá Hamza?».
Ella intenta explicarle que Hamza se ha ido y no volverá. El niño no entiende lo que significa la separación. Responde: «¿Por qué? Dile que vuelva para que podamos jugar juntos». Pregunta por qué Hamza no puede llamarlos por videollamada o enviarles fotos.
Aya escribe: «Dios mío, esta guerra ha robado la infancia misma».
Continúa explicando por qué se niega a describir a sus hijos como muertos: «Estaban jugando y, de repente, desaparecieron. Mis hijos están vivos con su Señor, jugando en el Paraíso».
A solas con su dolor, Aya relata una noche de desplazamiento y soledad:
A altas horas de la noche, oigo el llanto de una niña pequeña en el campamento contiguo al nuestro. Su voz se parece a la de mi hija Raghd. Cada vez que llora, mi corazón y mis ojos lloran con ella. Recuerdo a Raghd llorando al comienzo de la guerra por el dolor de muelas. Solía quedarme despierta toda la noche para consolarla. Y ahora me quedo despierta toda la noche, añorándolos a todos. Y mi único recurso es la paciencia, aguantar con la esperanza de reunirme con ellos.
Una única tumba
Asma al-Mughari perdió a 23 miembros de su familia cuando aviones israelíes bombardearon su casa en el campo de refugiados de Bureij el 17 de octubre de 2023.
El ataque aéreo mató a sus dos hijos, Aya, de seis años, y Abdullah, de cinco, a quien ella llamaba cariñosamente Abud, junto con sus padres, hermanos, sobrinas y sobrinos.
Sus cuerpos permanecieron bajo los escombros durante 29 días antes de ser enterrados juntos en una única tumba.

Los hermanos Aya y Abdullah, que murieron cuando un ataque aéreo israelí alcanzó la casa de su familia en el campo de refugiados de Bureij en octubre de 2023, en una foto compartida por su madre, Asma al-Mughari (Facebook).
Asma relata: «Nunca olvidaré cuando alguien me dijo: ‘Hemos reunido los cuerpos de los ocho niños en una sola tumba’».
Se negó a ver los cuerpos de sus hijos, prefiriendo conservar la imagen que tenía de ellos en vida.
«Perdonadme… Si hubiera podido, os habría protegido y os habría mantenido en mis brazos», añade.
En otra publicación, Asma se dirige a sus hijos durante unas vacaciones: «No me desperté con vuestra emoción. No os vestí con vuestra ropa de Eid. No os di vuestro dinero de Eid. En el paraíso, mamá».
Comentando una fotografía de niños asesinados por Israel, Asma escribe:
En un universo paralelo, un niño se baña y se pone un pijama limpio. Come una cena saludable y su madre lo acuesta en una cama cálida en una habitación colorida llena de juguetes. Ella le lee un cuento sobre el amor y la paz, y él se duerme tranquilo. Pero en Gaza, no se puede contar ese cuento; sólo existe lo que se ve en esta imagen. O tal vez la otra posibilidad es que el niño ya no esté vivo.
Tras el discurso del presidente estadounidense Donald Trump en el Parlamento israelí, la Knesset, el 13 de octubre, Asma comenta:
La persona más importante del mundo hoy se pone de pie para honrar a un soldado que participó en el asesinato de mis hijos. Mientras tanto, ni siquiera reconoció a los 29.000 niños cuyas vidas fueron arrebatadas. No sabía nada de los ojos de Aya y Abud, extinguidos injustamente. Esta es la justicia de un mundo sin justicia, y hace que la madre de un niño asesinado mire todo lo que la rodea con repugnancia y decepción.
Tras el anuncio de lo que se supone que es un alto el fuego, el ritmo de las matanzas diarias en Gaza se ha ralentizado. Pero para los padres en duelo, las heridas son imposibles de curar.
La población de Gaza vive hoy una tragedia indescriptible, que parece no tener fin.
Viven sobre decenas de millones de toneladas de escombros después de que Israel destruyera sus hogares y ciudades. El dolor los acompañará durante el resto de sus vidas, mientras que el futuro sigue siendo incierto ante la ausencia de una voluntad internacional seria para reconstruir Gaza o hacer rendir cuentas por sus crímenes al régimen israelí que cometió todas estas atrocidades.
Hasta entonces, si es que llega ese día, queda el testimonio de estas madres, que se niegan a que sus hijos sean reducidos a meras cifras y expresan una pérdida incomprensible e insoportable que sigue definiendo el genocidio de Israel en Gaza.
Foto de portada: Una madre palestina sostiene contra su cuerpo el cuerpo de su hija Ibtisam Elyan, que murió asesinada cuando un ataque aéreo israelí alcanzó la casa familiar en Beit Lahia, en el norte de la Franja de Gaza, el 25 de marzo de 2025. (Bashar Taleb/AFP)