Chris Hedges, The Chris Hedges Report, 27 diciembre 2025
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Chris Hedges es un escritor y periodista que ganó el Premio Pulitzer en 2002. Fue corresponsal en el extranjero durante quince años para The New York Times.
A principios del siglo XX, el Imperio británico se encontraba, al igual que el nuestro, en un declive terminal. El 60% de los ingleses no reunían las condiciones físicas necesarias para el servicio militar, al igual que ahora el 77% de los jóvenes estadounidenses. El Partido Liberal, al igual que el Partido Demócrata, aunque reconocía la necesidad de llevar a cabo una reforma, hizo poco por abordar las desigualdades económicas y sociales que condenaban a la clase trabajadora a vivir en viviendas precarias, respirar aire contaminado, carecer de servicios básicos de saneamiento y atención sanitaria y verse obligada a realizar trabajos agotadores y mal remunerados.
El gobierno conservador, en respuesta, formó un Comité Interdepartamental sobre Deterioro Físico para examinar el «deterioro de ciertas clases de la población», es decir, por supuesto, los pobres urbanos. Fue conocido como el informe sobre «la degeneración de nuestra raza». Rápidamente se establecieron analogías, con mucha precisión, con la decadencia y degeneración del Imperio romano tardío.
Rudyard Kipling, quien idealizó y mitificó al Imperio británico y su ejército, advirtió a los británicos en su poema de 1902 «The Islanders» (Los isleños) que se habían vuelto complacientes y débiles debido a la arrogancia, la indolencia y los privilegios. No estaban preparados para mantener el Imperio. Se desesperaba por la pérdida del espíritu marcial de los «hijos de la ciudad protegida: deshechos, sin experiencia, inadecuados», y pedía el servicio militar obligatorio. Criticó duramente al ejército británico por su creciente dependencia de mercenarios y tropas coloniales, «los hombres que sabían disparar y montar a caballo», al igual que mercenarios y milicias inflan cada vez más las fuerzas estadounidenses en el extranjero.
Kipling condenó al público británico por su preocupación por las «baratijas» y los deportes para espectadores, incluidos «los tontos de franela del críquet o los patanes embarrados de las porterías», atletas que, en su opinión, deberían haber estado luchando en la guerra de Sudáfrica. Se anticipó a la sucesión de desastres militares británicos durante las guerras de los bóers en Sudáfrica, que habían terminado recientemente, la inminente pérdida del dominio global británico, al igual que las dos décadas de fiascos militares en Oriente Medio han erosionado la hegemonía estadounidense.
La preocupación por el declive físico, interpretado también como declive moral, es lo que llevó al secretario de Guerra Pete Hegseth a condenar a los «generales gordos» y a ordenar a las mujeres del ejército que cumplieran con los «más altos estándares masculinos» de aptitud física. Es lo que hay detrás de su «Warrior Ethos Tasking» (Tareas del espíritu del guerrero), planes para mejorar la aptitud física, los estándares de aseo personal y la preparación militar.

El secretario de Guerra de los Estados Unidos, Pete Hegseth, se dirige a altos mandos militares el 30 de septiembre de 2025 en Quantico, Virginia. Casi 800 generales, almirantes y sus altos mandos se reunieron en un solo lugar procedentes de todo el mundo. (Foto de Andrew Harnik/Getty Images)
Vivimos un momento histórico inquietantemente similar. Gran Bretaña, en los doce años posteriores al lamento de Kipling, se sumió en el suicidio colectivo de la Primera Guerra Mundial, un conflicto que se cobró la vida de más de un millón de soldados británicos y de la Commonwealth y condenó al Imperio británico.
H. G. Wells, que anticipó la guerra de trincheras, los tanques y las ametralladoras, fue uno de los pocos que vio hacia dónde se dirigía Gran Bretaña. En 1908, escribió «The War in the Air» (La guerra en el aire). Advirtió que las guerras futuras no se limitarían a Estados-nación antagónicos, sino que se convertirían en globales. Estas guerras, como ocurrió en la invasión italiana de Etiopía en 1935, la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, llevarían a cabo bombardeos aéreos indiscriminados contra la población civil. También previó en «The Worl Set Free» (El mundo liberado) el lanzamiento de bombas atómicas.
Casi un tercio de la población de la Inglaterra eduardiana vivía en la pobreza extrema. La causa, como señaló Seebohm Rowntree en su estudio sobre los barrios marginales, no era, como afirmaban los conservadores, el alcoholismo, la pereza, la falta de iniciativa o de responsabilidad de los pobres, sino que «los salarios que se pagan por el trabajo no cualificado en York son insuficientes para proporcionar alimentos, vivienda y ropa adecuados para mantener a una familia de tamaño moderado en un estado de mera eficiencia física».
Estados Unidos tiene una de las tasas de pobreza más altas entre las naciones industrializadas occidentales, estimada por muchos economistas muy por encima de la cifra oficial del 10,6%. En términos reales, alrededor del 41% de los estadounidenses son pobres o tienen bajos ingresos, y el 67% vive al día.
Los eugenistas británicos del Laboratorio Galton para la Eugenesia Nacional —financiado por Sir Francis Galton, quien acuñó el término «eugenesia»— defendían la «eugenesia positiva», la «mejora» de la raza mediante el fomento de que aquellos considerados superiores —siempre miembros blancos de las clases media y alta— tuvieran familias numerosas. Se defendía la «eugenesia negativa» para limitar el número de hijos de aquellos considerados «no aptos». Esto se lograría mediante la esterilización y la separación de los géneros.
Winston Churchill, que fuera ministro del Interior en el gobierno liberal de H. H. Asquith en 1910-11, respaldó la esterilización forzosa de los «débiles mentales», a los que calificó de «peligro nacional y racial» y «fuente de la que se alimenta la corriente de la locura».
La Casa Blanca de Trump, liderada por Stephen Miller, tiene la intención de llevar a cabo una selección similar en la sociedad estadounidense. Aquellos dotados de rasgos hereditarios «negativos» —basados generalmente en la raza— son condenados como contaminantes humanos que un ejército de agentes enmascarados del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas aterroriza, encarcela y purga de la sociedad.
Miller, en correos electrónicos filtrados en 2019, elogia la novela de 1973 «The Camps of the Saints» (El campamento de los santos), escrita por Jean Raspail. En ella se narra la historia de una flotilla de personas del sur de Asia que invaden Francia y destruyen la civilización occidental. Los inmigrantes, a los que ahora persigue la administración Trump, son descritos como «fantasmas de pelo rizado y piel morena muy despreciados» y «hormigas que pululan trabajando para la comodidad del hombre blanco». Las turbas del sur de Asia son «pequeños mendigos grotescos en las calles de Calcuta», liderados por un «gigantesco hindú» comedor de heces conocido como «el comedor de mierda».
Esta es, en su forma más difamatoria, la tesis de la teoría del «gran reemplazo», la creencia de que las razas blancas de Europa y América del Norte están siendo «reemplazadas» por «razas inferiores de la tierra».
Donald Trump se jacta de que será el «presidente de la fertilización». Las parejas estadounidenses —es decir, las parejas blancas— recibirán incentivos de su administración para tener más hijos y contrarrestar la disminución de la tasa de natalidad. En la jerga de la derecha, quienes promueven esta versión actualizada de la «eugenesia positiva» se conocen como «pronatalistas». La administración Trump también reducirá el número de refugiados admitidos en Estados Unidos el próximo año a la cifra simbólica de 7.500, y la mayoría de estas plazas serán ocupadas por sudafricanos blancos.
Los aliados de Trump en las grandes tecnológicas están ocupados creando la infraestructura de fertilidad necesaria para concebir hijos con rasgos hereditarios «positivos». Sam Altman, que ha obtenido un contrato militar de un año por valor de 200 millones de dólares de la administración Trump, ha invertido en una tecnología que permite a los padres editar genéticamente a sus hijos antes de la concepción para producir «bebés de diseño».
Peter Thiel, cofundador de Palantir, que está facilitando los esfuerzos de deportación masiva de la administración Trump, ha respaldado una empresa de selección de embriones llamada Orchid Health. Orchid promete ayudar a los padres a diseñar hijos «sanos» mediante pruebas de embriones y tecnología de selección. Elon Musk, ferviente pronatalista y creyente en la teoría del gran reemplazo, es, según se informa, cliente de esta empresa emergente. El objetivo es capacitar a los padres para que seleccionen embriones en función de su coeficiente intelectual y elijan «la inteligencia de sus hijos antes de nacer», como señala el Wall Street Journal.
Estamos cometiendo los mismos errores contraproducentes que cometió la clase política británica que supervisó el declive del Imperio británico y orquestó la locura suicida de la Primera Guerra Mundial. Se culpa a los pobres de su propio empobrecimiento. Creemos en la superioridad de la raza blanca sobre otras razas, aplastando la plétora de voces, culturas y experiencias que crean una sociedad dinámica. Buscamos contrarrestar las injusticias, junto con la desigualdad económica y social, con hipermasculinidad, militarismo y fuerza, lo que acelera la decadencia interna y nos impulsa hacia una desastrosa guerra mundial, quizás, en nuestro caso, con China.
Wells se burlaba de la idiotez de una clase dominante privilegiada que era incapaz de analizar o abordar los problemas sociales que había creado. Criticaba duramente a la élite política británica por su ignorancia e ineptitud. Habían vulgarizado la democracia, escribió, con su racismo, hipernacionalismo y discurso público simplista y lleno de clichés, avivado por una prensa sensacionalista.
Cuando llegue una crisis, advertía Wells, estos mandarines, al igual que los nuestros, se encargarán de encender la pira funeraria del imperio.
Ilustración de portada: Agotado (por Mr. Fish).