La guerra de Israel contra Gaza ha trastornado la región. ¿Qué vendrá a continuación?

Debate en Middle East Eye, 2 febrero 2024

Traducido del inglés por Sinfo Fernández


Desde que Israel lanzó su guerra contra Gaza el pasado octubre, han muerto al menos 27.000 palestinos y decenas de miles más han resultado heridos.

En medio de los incesantes bombardeos israelíes, cientos de miles de viviendas han quedado dañadas o destruidas, y la mayoría de los 2,3 millones de habitantes de Gaza se han visto forzados a desplazarse.

Israel prevé que el conflicto se prolongue durante meses, por lo que la crisis no hará sino agravarse, con consecuencias regionales potencialmente catastróficas.

A continuación, seis académicos e investigadores dan su opinión sobre el conflicto en curso y qué podemos esperar:

Lecciones de los 100 primeros días | Mouin Rabbani

Mouin Rabbani es coeditor de Jadaliyya y miembro no residente del Centro de Estudios Humanitarios y sobre Conflictos, con sede en Qatar.

Los cien primeros días de la guerra de Gaza han cambiado la faz de Oriente Próximo. El 7 de octubre, las pretensiones de omnipotencia, omnisciencia, invencibilidad e invulnerabilidad de Israel se hicieron añicos irrevocablemente.

Por primera vez en 75 años, el ejército israelí se vio obligado a librar una guerra dentro de sus propias fronteras. Lanzó la campaña de bombardeos más intensa de su historia, arrasando gran parte de la minúscula Franja de Gaza y matando a no combatientes palestinos a una escala y velocidad que, en tres meses, lo han llevado ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) acusado de genocidio. Desde su creación, Israel ha estado asociado al genocidio en el imaginario público occidental. Hasta ahora como víctima, pero, para el resto de sus días, como criminal.

La interrupción por parte de Israel del suministro de alimentos, agua, medicamentos y combustible a los territorios ocupados constituye sólo uno de los elementos de un pliego de cargos sudafricano muy detallado.

Esta emergencia humanitaria provocada, y la hambruna en particular, se intensificarán ahora que los patrocinadores occidentales de Israel han suspendido la financiación a la UNRWA en venganza por la sentencia de la CIJ que considera plausible la acusación de genocidio contra Israel.

El pretexto oficial es que Israel ha denunciado, sin que todavía se haya investigado debidamente ni se haya demostrado formalmente, que 12 de los 13.000 empleados de la agencia de la ONU en Gaza estaban, sin saberlo, involucrados con el ala militar de Hamás.

La guerra de Israel contra Gaza es ya la más larga desde 1948. Pero hasta ahora no ha logrado ningún objetivo militar significativo, que podría resultar inalcanzable.

La doctrina militar israelí de que las guerras deben ser cortas, decisivas y libradas en territorio enemigo se ha derrumbado, al igual que el ejército israelí y su poder de disuasión el 7 de octubre, como un castillo de naipes.

Ha quedado al descubierto su total dependencia de Estados Unidos en cuanto a apoyo militar, político y diplomático, mientras que esta guerra también ha hecho añicos la imagen de poderoso bastión de los intereses y la influencia occidentales en Oriente Próximo. Aunque Hamás apenas es una fuerza militar significativa, los dirigentes israelíes se han referido repetidamente a este conflicto como uno que determinará si Israel sigue existiendo o no.

No obstante, Israel sigue siendo una potencia nuclear, armada hasta los dientes con el armamento estadounidense más avanzado y capaz de sembrar la muerte y la destrucción con una intensidad que puede observarse incluso desde el espacio exterior. La Franja de Gaza tal y como la conocíamos ha dejado de existir.

En sus esfuerzos por aislar a Israel de la oposición regional a que arrase la Franja de Gaza, Washington prácticamente se ha asegurado una guerra regional cuyas consecuencias bien podrían superar las de su nefasta invasión y ocupación de Iraq. De paso, ha garantizado, junto con la Unión Europea, la desintegración del orden internacional basado en normas, algo que han ido pergeñando durante décadas para garantizar la responsabilidad de los adversarios y la impunidad de los aliados.

A estas alturas es imposible predecir cuándo, cómo o incluso si las armas van a callar. Hasta que lo hagan, las renovadas conversaciones en las capitales occidentales sobre un acuerdo de dos Estados seguirán siendo una farsa de distracción, que se perseguirá, en el mejor de los casos con tan poca seriedad de propósito como en décadas pasadas.

Para despejar cualquier duda sobre su doble juego, Washington votó en diciembre en contra de una resolución de la Asamblea General de la ONU que reafirmaba el derecho inalienable del pueblo palestino a la autodeterminación.

No cabe duda de que el fin de la ocupación y la creación de un Estado palestino soberano y genuinamente independiente siguen siendo factibles. Lo que fue posible en Argelia, Irlanda y Timor Oriental también lo es en Palestina.

La cuestión, más bien, es si la paz y la coexistencia pacífica pueden lograrse en Oriente Medio en presencia de un Estado genocida e irracional que busca sistemáticamente resolver unilateralmente los desafíos políticos con demostraciones de fuerza abrumadora, y responde al fracaso con una fuerza aún mayor.

El silencio es traición | Ghassan Elkahlout

Ghassan Elkahlout es director del Centro de Conflictos y Estudios Humanitarios y profesor asociado del Instituto de Estudios de Posgrado de Doha.

La persistente crisis humanitaria de la Franja de Gaza está dejando una huella indeleble en la región, lo que suscita preocupación por el escaso apoyo prestado a los palestinos por los Estados árabes. A pesar de la afirmada historia de unidad y valores compartidos del mundo árabe, hay una flagrante ausencia de apoyo tangible a la asediada población de Gaza.

La postura oficial árabe, aunque tristemente poco sorprendente, ha dado un giro alarmante. Los precedentes históricos de apoyo inadecuado a la causa palestina se han trasladado ahora a un rechazo a la ruptura de lazos con el Estado ocupante. Algunos informes han apuntado incluso a un corredor comercial proporcionado por los Estados árabes a Israel mientras lucha contra el bloqueo naval impuesto por los hutíes del Yemen.

Ha habido una cínica permisividad con las protestas controladas, que sirven más como herramienta para contener la ira pública que para desafiar realmente el bloqueo de Gaza.

A menudo surge una fatiga en el apoyo a medida que se prolonga un conflicto. Mientras la atención mundial y regional se desplaza hacia otros lugares, la inmensidad del sufrimiento humano en Gaza continúa. Las terribles condiciones humanitarias y la erosión de la dignidad de cientos de miles de palestinos -a menudo desplazados en múltiples ocasiones- han llevado a algunos habitantes de Gaza a rezar por una muerte rápida, en lugar de seguir viviendo el infierno del castigo colectivo genocida.

Esta situación empeorará sin duda con la miope suspensión de la financiación occidental a UNRWA, una organización que sin duda presta servicios cruciales al pueblo palestino en Gaza y en otros lugares.

Pero a medida que la guerra contra Gaza se acerca al inicio de su quinto mes, es urgente que la presión pública continúe sin inmutarse. Mientras los regímenes árabes intentan «capear el temporal» sin ninguna acción impactante que alivie realmente el sufrimiento de la población de Gaza, la calle árabe no debe desviar su atención de Palestina, ni permitir que Gaza se desvanezca en el olvido. Los torneos de fútbol africanos y asiáticos deberían ser espacios de solidaridad y concienciación palestinas.

A pesar del espacio más bien limitado para la movilización popular en los Estados árabes, la gente debe hacer lo que pueda para aliviar el sufrimiento de sus hermanos y hermanas de Gaza. Las instituciones y organizaciones árabes sanitarias, educativas y de la sociedad civil pueden desempeñar un papel fundamental en el apoyo al pueblo palestino.

En el sector médico, donde la resistencia de Gaza ha resistido durante casi cuatro meses en medio de la destrucción casi total de las instalaciones, los médicos árabes pueden hacer su parte. Deben trabajar para concienciar y presionar a los gobiernos para que envíen hospitales de campaña, suministros médicos y profesionales experimentados a Gaza, y para poner de relieve la actual crisis sanitaria en la escena mundial.

Niños palestinos desplazados asisten a una clase de Corán en la escuela Bear al-Saba en Rafah, Gaza, el 24 de enero de 2024 (AFP)

El sector educativo de Gaza, que ha sido sádicamente reducido a escombros con la televisión en directo, ha sido olvidado en gran medida por las instituciones educativas árabes. El asesinato de numerosos profesionales académicos y estudiantes exige un compromiso proactivo con las instituciones educativas de Gaza para garantizar que los estudiantes palestinos no sufran un retroceso de años debido a la implacable guerra genocida de la ocupación.

Deben realizarse esfuerzos urgentes para acoger a los estudiantes que se gradúan en especialidades críticas en los países árabes vecinos, proporcionándoles soluciones innovadoras que les ayuden a seguir adelante con sus estudios.

Las organizaciones de la sociedad civil árabe, y los sindicatos y gremios profesionales, deberían buscar vías para presionar a sus respectivos gobiernos para que adopten posturas más firmes respecto a la guerra contra Gaza. También podrían tratar de proporcionar apoyo especializado a sus organizaciones homólogas en la Franja. Esta solidaridad es la esencia de la resistencia palestina.

Gaza no debe caer en el olvido y, mientras sigue enfrentándose a los incesantes bombardeos, el aislamiento, el miedo, el abandono, la hambruna y la enfermedad, es imperativo que el apoyo popular árabe sea cada vez más fuerte y ruidoso. La unidad y la solidaridad árabes son más que un lema o una historia nostálgica; forman parte del tejido de la identidad árabe. Debemos hacer más. Nuestro silencio es una traición, y ha llegado el momento de hacernos oír más fuerte.

El fracaso del sistema internacional | Tamer Qarmout

Tamer Qarmout es profesor adjunto de Políticas Públicas en el Instituto de Estudios de Posgrado de Doha.

La tragedia actual en la Franja de Gaza es más que un conflicto regional. Es una lección flagrante sobre los fallos del sistema internacional, de la que deben hacerse eco las generaciones venideras.

A pesar de la brutal realidad a la que se enfrentan los palestinos de Gaza, una situación que muchos califican de genocidio, la comunidad internacional sigue observando, y su inacción equivale a complicidad.

El derecho internacional, faro de esperanza para la justicia y la equidad, se ha visto desgraciadamente atrapado en el punto de mira de la política mundial. Esta politización ha socavado su eficacia, dejando sin recursos a quienes necesitan desesperadamente de su protección.

En los últimos tiempos hemos observado un ligero pero notable cambio en la postura de los gobiernos occidentales. Han surgido llamamientos a una pausa, una tregua o un alto el fuego, pero suenan vacíos mientras el apoyo y las armas sigan fluyendo hacia Israel. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿estos cambios de postura están relacionados con una preocupación genuina por la difícil situación de los palestinos o son meras maniobras políticas?

El cambio de opinión mundial, cada vez más favorable a Palestina, ha influido sin duda en estas posturas occidentales. Pero este cambio no nace necesariamente de la empatía por los palestinos o por la humanidad en general. Por el contrario, es principalmente una respuesta a las crecientes presiones internas. A pesar de ello, la urgencia necesaria para poner fin al conflicto de forma inmediata sigue estando ausente en los pasillos del poder occidentales.

A medida que se acercan las elecciones de 2024, incluso el tono algo más suave del presidente estadounidense Joe Biden sobre el conflicto parece más un movimiento estratégico para controlar los posibles daños electorales que un auténtico cambio de política. Esto subraya el papel de la política interior en la configuración de la política exterior, a menudo a expensas de consideraciones humanitarias.

A la luz de esta dinámica internacional, es imperativo considerar otros actores que podrían influir positivamente en la situación. Turquía destaca como un actor importante tanto para los palestinos como para los israelíes.

Como miembro de la OTAN con fuertes lazos con Palestina, Turquía podría enviar observadores o fuerzas de paz en un escenario post-conflicto, además de su potencial para conectar Gaza con el mundo a través de la reconstrucción. Egipto también podría desempeñar un papel crucial, dada su proximidad geográfica y política al conflicto, sobre todo en lo que respecta a la mediación de una paz duradera y el inicio de los esfuerzos de reconstrucción junto a Turquía.

Los países del Consejo de Cooperación del Golfo también podrían utilizar sus relaciones estratégicas y su influencia política y financiera para hacer realidad los objetivos de la cumbre de la Liga Árabe de 2002 y financiar proyectos de reconstrucción y construcción del Estado para una futura nación palestina independiente.

Por último, pero no por ello menos importante, los donantes internacionales, y especialmente los Estados musulmanes y árabes, podrían utilizar su influencia para garantizar que la futura ayuda a Palestina esté vinculada a dividendos de paz tangibles y a una solución política sostenible y duradera del conflicto entre Israel y Palestina.

Pero es crucial entender que cualquier debate y decisión sobre la realidad del gobierno del «día después» en Gaza debe ser asumido exclusivamente por los palestinos, independientemente del tipo de gobierno que esto produzca. Ya es hora de darse cuenta de los errores de los Acuerdos de Oslo y de garantizar que no se repitan.

Esto debe hacerse reformando la Organización para la Liberación de Palestina como único representante legítimo del pueblo palestino de forma que englobe a todos los partidos, incluidos Hamás y la Yihad Islámica. Cualquier intento de forzar un mandato para la extremadamente impopular Autoridad Palestina (AP), especialmente uno dirigido por Mahmud Abbas, no proporcionará una solución duradera a la cuestión de la gobernanza en Gaza.

Para ello, deben celebrarse elecciones libres y justas en las que participen todos los elementos de la esfera política palestina, elecciones en las que incluso los líderes encarcelados, como Marwan Barghouti, puedan participar.

A medida que flaquean instituciones internacionales como las Naciones Unidas y el Tribunal Penal Internacional, la responsabilidad recae cada vez más y de forma desproporcionada en el propio pueblo. Recopilando pruebas y emprendiendo acciones legales, las personas pueden contribuir a que los responsables de las atrocidades perpetradas en Gaza rindan cuentas.

El camino hacia la paz y la justicia puede estar plagado de obstáculos, pero la voluntad colectiva de la población, unida a la implicación estratégica de los principales actores regionales e internacionales, podría allanar el camino hacia una resolución verdadera.

Crisis en la Cisjordania ocupada | Amena ElAshkar

Amena ElAshkar es asistente de investigación en el Centro de Estudios Humanitarios y de Conflictos.

Aunque en los últimos meses la atención del gobierno israelí se ha centrado principalmente en la Franja de Gaza, la Cisjordania ocupada se enfrenta a una situación igualmente crítica. En medio de la grave crisis humanitaria que se desarrolla en Gaza, Cisjordania ha sido testigo de sus propios acontecimientos convulsos, aunque pasados por alto en gran medida.

La agencia de seguridad israelí Shabak ha informado de un aumento de los principales atentados en Cisjordania, sobre todo en la región septentrional, caracterizados principalmente por tiroteos y ataques con arma blanca.

Al mismo tiempo, el ejército israelí ha participado en enfrentamientos no sólo con organizaciones establecidas, como Hamás y la Yihad Islámica, sino también con grupos armados locales de reciente creación.

El periodo transcurrido desde el 7 de octubre se ha caracterizado por una alarmante escalada de la violencia en Cisjordania ocupada, que ha provocado un aumento significativo del número de palestinos muertos y heridos. Han muerto más de 300 palestinos, entre ellos más de 60 niños, y miles más han resultado heridos.

A lo largo de 2023, las fuerzas israelíes mataron al menos a 480 palestinos e hirieron al menos a 12.000 en toda Cisjordania ocupada, lo que supone el año más mortífero para los palestinos en el territorio desde que las Naciones Unidas empezaron a registrar estos datos en 2005.

Un anciano camina sobre los escombros de una casa demolida por las fuerzas israelíes durante una redada en Hebrón, en la Cisjordania ocupada, el 21 de enero de 2024 (Mosab Shawer/AFP).

En la actualidad, la aparente calma que reina en la Cisjordania ocupada se debe en gran medida a las acciones preventivas de las fuerzas israelíes en puntos conflictivos conocidos, en campos de refugiados y ciudades como Yenín, Nablús y Tulkarem. Sin embargo, esta fachada de tranquilidad oculta un profundo cambio en los sentimientos palestinos, como se refleja en una encuesta reciente que refleja el creciente apoyo a Hamás (proscrito como grupo terrorista en el Reino Unido y otros países) y a la lucha armada como medio para acabar con la ocupación israelí, un sentimiento especialmente pronunciado en Cisjordania.

Este cambio sugiere que está gestándose una corriente subterránea de descontento, alimentada por un sentimiento unificador a medida que Hamás intenta consolidar su influencia en la Palestina histórica.

Mientras tanto, la situación económica en la Cisjordania ocupada se ha deteriorado considerablemente debido a la guerra en Gaza. La decisión de Israel de prohibir a unos 100.000 trabajadores palestinos la entrada a Israel para trabajar, por razones de «seguridad», ha tenido un impacto significativo, perturbando los ingresos y perjudicando la salud financiera general de la región. Además, las disputas por los ingresos fiscales entre Israel y la AP han afectado a la capacidad de esta última para pagar a sus empleados, tensando aún más la economía.

Las empresas de ciudades como Ramala se enfrentan a una recesión, y muchos de sus habitantes tienen que vender sus bienes personales para poder cubrir sus necesidades básicas. A finales del año pasado, la Organización Internacional del Trabajo informó de un aumento estimado del 24% del desempleo en la Cisjordania ocupada, lo que equivale a unos 208.000 puestos de trabajo.

Estos problemas económicos, unidos al conflicto, han creado una crisis multifacética en Cisjordania. Ante las noticias de que Israel pretende sustituir a los trabajadores palestinos por mano de obra extranjera, el país se enfrentará a una nueva realidad cuando amaine la violencia. ¿Estará preparado para el probable estallido de violencia a medida que la vida en Cisjordania ocupada siga deteriorándose?

Gaza en las calles jordanas | Mohammad Alhamawi

Mohammad Alhamawi es asistente de investigación en el Centro de Estudios sobre Conflictos y Asuntos Humanitarios.

La guerra contra Gaza ha reverberado por toda la región, encendiendo una rabia que muchos podrían haber creído domada en los últimos años. Quizás en ningún lugar sea esto tan evidente como en Jordania.

Las calles de Ammán y otras ciudades del país han captado los sentimientos populares. Esta guerra genocida es un recordatorio de que los destinos de los pueblos de Jordania y Palestina son inseparables. No se trata de un pueblo solidario con la causa de otro, sino de un pueblo con una lucha común.

Esto se plasma en las palabras y acciones de la gente en las calles. Durante meses han estallado protestas en las calles de Ammán con regularidad. Un cántico popular ha pedido la apertura de un «frente jordano», algo improbable por el momento, pero no tan descabellado dada la creciente hostilidad de Israel hacia Jordania.

Los manifestantes han intentado en repetidas ocasiones marchar hacia la frontera, lo que muchos consideran un acto natural, un impulso que afirma que la conexión del pueblo con su tierra nunca se cortará.

También se han producido otros cambios sociales importantes, con la suspensión de celebraciones y festividades por el luto de la gente por sus parientes al oeste del río Jordán. Los actos navideños se cancelaron mientras un velo de dolor ensombrecía el país. Muchos en las calles sienten que la vida no puede seguir con normalidad mientras sus familiares sufren. Esto subraya el adagio popular árabe de que nuestras aflicciones y tragedias son una sola.

Este sentimiento ha impulsado el estricto, y a veces agresivo, compromiso de la población de boicotear a ciertas empresas consideradas partidarias del Estado ocupante, mientras que los establecimientos locales han experimentado un repunte en su apoyo. Esto se basa en la idea de que frecuentar cualquier empresa que apoye a Israel equivale a ser cómplice del genocidio en Palestina. Aunque las autoridades advierten de las consecuencias negativas del movimiento de boicot para la economía jordana, la población se mantiene firme.

Muchos jordanos llevan mucho tiempo comprometidos con la causa palestina. Existe un rechazo popular a cualquier trato con Israel, a pesar de los continuos compromisos del gobierno con Tel Aviv a lo largo de los años. En medio de la presión pública, Jordania canceló recientemente un posible acuerdo de energía por agua con Israel, lo que pone de relieve el papel desempeñado por la calle jordana.

Sin embargo, en los últimos meses, la opinión pública se ha vuelto más firme en su rechazo a cualquier compromiso con la ocupación y más comprometida con la causa palestina.

Está claro que la guerra de la ocupación israelí contra Gaza ha hecho retroceder décadas sus aspiraciones para la región. La guerra ha garantizado que los sentimientos populares en Jordania nunca se vuelvan contra Palestina, al menos durante varias generaciones. La esperanza y la convicción entre los ciudadanos de que Palestina será liberada durante su vida será mucho mayor cuando termine la guerra que antes.

Para muchos jordanos, el río Jordán no es una frontera entre el este y el oeste, y la gente en las calles sigue coreando «un pueblo, no dos».

¿Hacia dónde vamos? | Sansom Milton

Sansom Milton es investigador principal del Centro de Estudios sobre Conflictos y Asuntos Humanitarios y profesor adjunto del Instituto de Estudios de Posgrado de Doha.

Después de casi cuatro meses, la guerra en Gaza suscita una pregunta acuciante: ¿y ahora qué? Aunque el futuro sigue siendo incierto, una cosa está clara: la guerra ha alterado profundamente la dinámica política y de conflicto de la región, una consecuencia importante en sí misma.

A escala mundial, es poco probable que se resuelva la situación en Gaza. La semana pasada, la CIJ dictaminó que existen motivos «plausibles» para considerar que las acciones de Israel en la Franja de Gaza constituyen un caso de genocidio, pero no llegó a pedir un alto el fuego inmediato.

Mientras que Indonesia y Eslovenia emprenderán ahora nuevas acciones contra Israel a través del derecho internacional, la población asediada de Gaza tendrá pocas esperanzas de obtener reparación legal para poner fin a la guerra y levantar el asedio al enfrentarse a un agresor que ha violado sistemáticamente el derecho internacional durante décadas sin apenas consecuencias.

Además, la reciente decisión de varios Estados, encabezados por Estados Unidos, de suspender la financiación a la UNRWA en medio de la peor crisis humanitaria del mundo subraya el hecho de que, aunque los aliados de Israel son pocos, pueden desmantelar eficazmente el instrumento internacional más eficaz para apoyar a los palestinos en los momentos de mayor necesidad.

A escala mundial, las repercusiones de la guerra en el mar Rojo y el golfo de Adén apuntan a un alto riesgo de conflicto más amplio. Una escalada podría implicar a Hizbolá, a facciones iraquíes y a Cisjordania, poniendo a prueba al ejército israelí y planteando amenazas sin precedentes.

La implicación directa de actores regionales e internacionales, como Irán o una fuerza de defensa naval europea, podría transformar el conflicto en una guerra regional más amplia. Esto podría tener consecuencias catastróficas para la población civil y la estabilidad regional.

Fuerzas hutíes montan guardia durante una manifestación contra Israel y Estados Unidos en la capital yemení, Saná, el 19 de enero de 2024 (Mohammed Huwais/AFP)

Por ejemplo, los ataques de los hutíes que restringen el comercio en el Mar Rojo y los ineficaces ataques aéreos de Estados Unidos y Reino Unido en Yemen ilustran la creciente huella regional del conflicto. La guerra de Israel contra Gaza también ha encendido un frente antes inexistente con Iraq, donde varias facciones han lanzado desde entonces ataques con drones y misiles contra los Altos del Golán ocupados y las bases estadounidenses en todo Iraq y Siria.

Esto también ha empeorado las relaciones entre el gobierno iraquí y las fuerzas de la coalición liderada por Estados Unidos tras los ataques aéreos de este último en suelo iraquí. El gobierno de Iraq solicitó recientemente la retirada de Estados Unidos de su país y presentó una queja ante el Consejo de Seguridad de la ONU.

El antiguo temor israelí a un campo de batalla unificado que abarque Cisjordania y Gaza ocupadas se ha agravado, ya que este campo de batalla se extiende ahora a Iraq, Líbano, Siria y Yemen.

Y la amenaza inminente de escalada no se limita a un frente israelí. La breve disputa entre Irán y Pakistán, los ataques aéreos iraníes en Erbil y la amenaza de ataques de represalia de los hutíes contra las fuerzas estadounidenses en Yibuti y el Mar Rojo ponen de relieve que la guerra de Israel contra Gaza no se limita ciertamente a 365 kilómetros cuadrados.

Aunque la posibilidad de que una acción mundial coordinada o una escalada regional transformen la dinámica del conflicto sigue siendo una incógnita, la vía más probable para poner fin a la tragedia y el sufrimiento diarios se encuentra en el ámbito nacional.

Mientras las autoridades israelíes tratan de obtener el consentimiento para continuar su guerra contra Gaza durante varios meses más, no hay muchas certezas sobre el camino que tomará la región. Lo que es seguro, sin embargo, es que no se volverá al statu quo anterior al 7 de octubre.

Los analistas suelen destacar las divisiones internas palestinas como obstáculos en el conflicto israelo-palestino, pero es el cisma cada vez más profundo dentro de la política y la sociedad israelíes lo que podría influir profundamente en el curso de la guerra contra Gaza.

El futuro del primer ministro en funciones, que se aferra al cargo mediante una guerra arbitraria, la humillante disipación de la supremacía militar percibida por Israel y la ruptura entre su política electoral tradicional y los partidos políticos sionistas religiosos anuncian colectivamente un panorama interno problemático.

Con un aumento de los trastornos psicológicos y los suicidios, la opinión pública israelí está profundamente polarizada y desconfía de cualquier sensación ilusoria de seguridad.

Aunque la guerra terminara hoy, no se sabe si Israel implosionaría mañana.

Foto de portada: Columnas de humo sobre Gaza durante un bombardeo israelí el 18 de enero de 2024 (Jack Guez/AFP).

Voces del Mundo

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