Jeffrey St. Clair, CounterPunch.org, 7 junio 2024
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Jeffrey St. Clair es editor de CounterPunch. Su libro más reciente es An Orgy of Thieves: Neoliberalism and Its Discontents (junto a Alexander Cockburn). Puede contactarse con él en: sitka@comcast.net o en Twitter @JeffreyStClair3.
Rasha Kareem no se escondía de la policía. No pensaba que hubiera hecho nada malo. Y no lo había hecho. No según cualquier estándar razonable.
Rasha simplemente seguía adelante con su día. Es propietaria de un salón de belleza en Majd Al-Krum, una ciudad de Galilea. Y hacía recados de rutina cuando la policía israelí la detuvo.
Rasha es una mujer alta y elegante. Tiene cara de modelo y cabello moreno largo y brillante. Viste un elegante atuendo negro e intenta mantener la compostura mientras la policía israelí la rodea. Hay una expresión de confusión y luego un destello de miedo en su rostro cuando le dicen que van a arrestarla.
Le esposan fuertemente las manos con bridas. Entonces Rasha comienza a llorar mientras la policía le tapa los ojos con una venda siniestra. Puedes ver temblar los largos dedos de sus manos atadas mientras intenta secarse las lágrimas de la cara. Imagínense lo que estaría pasando por su mente en ese momento. ¿Por qué la venda en los ojos? ¿Adónde me llevan? ¿Qué he hecho para merecer esto? Esta mujer decorosa y digna, que no había ofrecido la menor resistencia, estaba siendo tratada como una terrorista.
¿Qué había hecho Rasha? Poco. En realidad, nada. Es una mujer palestina que vive en Israel y había escrito comentarios propalestinos en las redes sociales en los que expresaba su tristeza y enojo por los crecientes asesinatos en Gaza. Como muchos, incluso un creciente número de judíos israelíes, escribió sobre sus esperanzas de que pronto cesaran las matanzas y terminara la guerra.
Pero esos sentimientos expresados abiertamente se consideran ahora un crimen en Israel y parece que alguien había delatado a Rasha Kareem ante las oficinas de Itamar Ben-Gvir, el fanático ministro de Seguridad del gobierno de Netanyahu.
«Se había recibido un informe con algunos de los escritos expuestos por la sospechosa contra los soldados y el gobierno de Israel que podrían alterar el orden público», declaraba la policía israelí en un comunicado.
Ben-Gvir y sus secuaces querían que Rasha fuera acusada de incitación al terrorismo. El histriónico ministro de Seguridad, que controla la policía de Israel, quería hacer de ella un ejemplo. ¿Pero un ejemplo de qué? Su capacidad para aplastar cualquier forma de disidencia, por inocua que sea, de cualquier sector inofensivo, incluso un salón de belleza.
Sin embargo, la policía israelí se encontró con un problema. Ben-Gvir no confiaba en que la fiscalía general del estado emitiera una orden contra Rasha Kareem. Los ataques del ministro de Seguridad al fiscal general, Galli Baharav-Miara, se han vuelto cada vez más grandilocuentes. Baharav-Miara, la primera mujer fiscal general de Israel, fue nombrada para su cargo por Naftali Bennett, durante su breve mandato como primer ministro, en 2022. No hay duda de que Baharav-Miara es de línea dura. Pero no lo suficientemente dura para Ben-Gvir, quien la acusó de liderar “la degradación moral y profesional” de la oficina del fiscal general y de “actuar de una manera sin precedentes contra el Estado”. Se supone que el Estado es el brutal ministerio de Ben-Gvir.
Entonces, en lugar de entregarle una orden judicial a Rasha Kareem, la policía de Ben-Gvir la atacó por su cuenta utilizando la novedosa teoría de que sus publicaciones en las redes sociales representaban una amenaza al orden público. Con este débil pretexto, Rasha fue detenida, esposada, con los ojos vendados y llevada a algún sitio negro israelí donde fue sometida a interrogatorio.
Pero pronto se filtró un vídeo sorprendente de su arresto. Al parecer, el vídeo fue filmado por uno de los policías israelíes involucrados en el arresto, por lo que no está fuera de lo razonable suponer que fue filtrado por los matones de Ben-Gvir con la intención de humillar a Rasha e intimidar a cualquier otra persona para que no exprese empatía alguna por los palestinos en Gaza.
Si es así, la intención maliciosa parece haber resultado contraproducente. El vídeo del arresto de Rasha provocó más simpatía e indignación que miedo o pánico. El abogado de Rasha protestó por su arresto y detención ante la oficina del fiscal del Estado, quien rápidamente descubrió que la policía de Ben-Gvir no había recibido el permiso necesario para investigarla y que «la decisión de la policía de esposar a la sospechosa con bridas y vendarle los ojos no está clara».
Kareem fue puesta en libertad y se le ordenó permanecer bajo arresto domiciliario durante cinco días. Ben-Gvir condenó su liberación y acusó a la fiscalía estatal de “apresurarse a intervenir en apoyo de la patrocinadora del terrorismo Rasha Kareem”.
El arresto, la detención y el interrogatorio arbitrarios de Rasha Kareem no son nada nuevo. Durante la Primera Intifada, más de 100.000 palestinos fueron arrestados, muchos de ellos sin orden judicial ni juicio, bajo una política de detención administrativa que era una reliquia de la ocupación británica de Palestina. Al menos 85.000 de esos detenidos fueron sometidos a tortuosos interrogatorios.
Ahora ese esquema opresivo se está recuperando. Desde octubre, Israel ha arrestado a más de 9.000 palestinos, entre ellos 300 mujeres y 635 menores, sólo en la ocupada Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental. No hay un recuento exacto del número de palestinos que Israel ha detenido en Gaza, pero ciertamente es superior a los 9.000 arrestados en Cisjordania.

Fotografía filtrada de detenidos palestinos en el centro de tortura israelí Sde Teiman en el desierto de Negev.
Muchos de los detenidos varones de Gaza, jóvenes y mayores, han sido internados en el campo de tortura militar de Sde Teiman, cerca de la ciudad de Be’er Al Sabe, donde los mantienen con los ojos vendados, despojados de la mayor parte de su ropa y encadenados durante períodos de varias semanas. La mayoría de las mujeres y niñas palestinas detenidas en Gaza han sido enviadas al campo de tortura militar de mujeres de Gaza, Anatot, en las afueras de Jerusalén.
A diferencia de Rasha Kareem, que fue secuestrada a la luz del día en la calle, la mayoría de los arrestos de palestinos se produjeron a altas horas de la noche, reventando puertas mientras los objetivos y sus familias dormían. Los soldados y la policía de seguridad israelíes a menudo irrumpen con perros de ataque, lanzan amenazas e insultos a los familiares, destrozan la propiedad dentro de la vivienda y humillan y abusan de los detenidos delante de sus familias.
Un caso típico es el de Bilal Dawood, que fue arrestado a última hora de la noche del 16 de octubre de 2023, menos de 10 días después de los ataques de Hamás. Las fuerzas de seguridad israelíes volaron la puerta de la casa de Dawood en el campo de refugiados de Dheisheh en Belén. La explosión destrozó las ventanas del edificio. Cuando las fuerzas israelíes entraron en la casa, inmediatamente comenzaron a arrasar el lugar, destrozando el televisor, los muebles, lámparas y platos. Mientras su madre miraba horrorizada, un soldado israelí golpeó a Bilal en la cara con la culata de su rifle de asalto. Mientras Bilal yacía en el suelo, lo patearon repetidamente y luego lo arrastraron por la habitación, dejando un rastro de sangre. Cuando su madre gritó para protestar, ella también recibió un golpe en la cara que le desprendió la dentadura postiza. Luego las fuerzas israelíes le cerraron la boca con cinta adhesiva.
Muchas veces estas redadas de medianoche se vuelven letales. En la noche del 5 de diciembre de 2023, la familia Mansara despertó a causa de los gritos en el exterior de su casa en el campo de refugiados de Qalandia, cerca de Jerusalén. El joven Mohammad Mansara se acercó a la puerta para ver a qué se debía el alboroto, sin saber que los sonidos provenían de las fuerzas israelíes que se preparaban para irrumpir en la casa para arrestar a su hermano Abdullah.
Cuando Mohammad se dispuso a abrir la puerta desde el interior, los israelíes detonaron una bomba en el exterior. La explosión mató al joven e hirió gravemente a su madre, que se encontraba cerca. Los israelíes pasaron por encima del cuerpo destripado de Mohammad, impidieron a los miembros de su familia ayudarlo a él o a su madre, agarraron a su hermano Abdullah y se lo llevaron a rastras en la noche. No llamaron a ninguna ambulancia para atender a los heridos.
Un par de días después de los ataques del 7 de octubre, las fuerzas israelíes irrumpieron en una casa ocupada por dos mujeres palestinas y una bebé de dos semanas. De nuevo, el allanamiento de morada se produjo a altas horas de la noche, cuando todos las ocupantes dormían. Derribaron la puerta de la casa y las fuerzas israelíes, todos ellos hombres, entraron a la casa y rodearon la cama de una mujer palestina llamada “HH” La mujer suplicó a los soldados que le permitieran cubrirse con un hiyab y una abaya. Se negaron. Luego, los soldados entraron en la habitación de la hija de H.H. y su hija de dos semanas. Alegando que buscaban un teléfono celular, ordenaron a la hija que se desnudara para realizarle una búsqueda de cavidades. Cuando ella se negó, la amenazaron con una pistola Taser. Cuando HH intentó intervenir, un soldado le escupió en la cara y cubrió sus gafas con una masa maloliente de saliva. Luego los soldados exigieron que la hija de HH desnudara a su bebé. Mientras tanto, los soldados hurgaron en la casa, arrancaron páginas del Corán de la familia y desfilaron con la ropa interior femenina, mientras HH y su hija se sentaban en el suelo con las manos y los pies atados. Más tarde fueron llevadas a un centro de interrogatorios, donde uno de los interrogadores le susurró al oído a HH su intención de violarla “por delante y por detrás”.
Los objetivos de estas redadas incluyen a estudiantes, profesores, ingenieros, abogados, médicos e incluso miembros palestinos del Consejo Legislativo Palestino, al menos 18 de los cuales han sido arrestados y detenidos sin orden judicial. A menudo las víctimas han hecho poco más que, como Rasha Kareem, publicar una publicación propalestina o contra la guerra en las redes sociales o tuitear un verso del Corán.
La mayoría de estos palestinos están detenidos bajo la oscura política de detención administrativa de Israel, que permite al Estado arrestar, detener y torturar a palestinos sin presentar cargos ni acusaciones. En cambio, a la seguridad del Estado israelí se le permite justificar el arresto citando los llamados “archivos secretos” que, al igual que el Josef K de Kafka, el acusado nunca puede ver ni rebatir.
Además de la detención administrativa, Israel también promulgó “medidas de emergencia” el 26 de octubre para hacer frente a los “combatientes ilegales” que dieron al ejército israelí la autoridad para arrestar a palestinos basándose en pruebas secretas y detenerlos sin cargos por hasta 75 días antes de que un juez pueda determinar si la detención fue legal. Las «medidas de emergencia» permiten a los israelíes impedir que los detenidos tengan acceso a un abogado durante un máximo de 210 días.
La mayoría de los “combatientes enemigos” están recluidos en el campamento militar Yemen, en condiciones de extrema severidad. Ninguno de los detenidos en el campo Yemen recibe visitas de la Cruz Roja Internacional ni de sus abogados. Por lo tanto, no sólo no hay forma de impugnar su arresto, sino que tampoco hay posibilidad de protestar por las condiciones abusivas o el trato tortuoso en las cárceles.
Las condiciones en el campo Yemen y los demás campos eran ya de por sí duras al principio, pero después del 7 de octubre se permitió a Bin-Gvir un margen de maniobra para hacerlas aún más severas. Las raciones de alimentos se redujeron de tres comidas al día a dos. Un desayuno típico consta de una taza pequeña de yogur, un trozo de pan y un tomate. La segunda comida consiste en una pequeña porción de arroz junto con una salchicha, a menudo poco cocida. Se rompieron ventanas para que los detenidos se congelaran en las celdas en los meses de invierno. Las mantas estaban raídas. A muchos prisioneros se les obligó a usar la misma ropa durante más de 50 días consecutivos. Las habitaciones eran registradas casi a diario, a menudo por guardias que empuñaban barras de metal y llevaban perros de ataque. Se quemaba basura de forma rutinaria dentro del recinto penitenciario, inundando las celdas de humo tóxico.
Docenas de palestinos, secuestrados por las fuerzas de seguridad israelíes, han muerto bajo custodia israelí desde el 7 de octubre. Y al menos dos fueron asesinados a golpes, al igual que Freddie Gray en Baltimore, por las fuerzas israelíes mientras eran transportados a uno de los campos de tortura.
Abed El Rahman Mar’i fue asesinado a golpes en la prisión de Megiddo el 13 de noviembre de 2023. El informe oficial de la autopsia mostró que “se veían hematomas en el lado izquierdo del pecho, con costillas rotas y el esternón hundido. También se observaron hematomas externos en la espalda, las nalgas, el brazo y el muslo izquierdos y el lado derecho de la cabeza y el cuello… Como no se encontraron signos de enfermedad de fondo, y basándose en su historial de persona joven y sana, se puede suponer que la violencia que sufrió, manifestada por múltiples contusiones y múltiples fracturas graves de costillas, fue lo que contribuyó a su muerte. Una arritmia cardíaca (pulso irregular) o incluso un infarto de miocardio reciente (un ataque cardíaco) puede ser la consecuencia de tales lesiones sin dejar ninguna evidencia física”.
Un informe filtrado de la UNRWA describe la muerte de un detenido después de que sus interrogadores le metieran una “palo eléctrico” en el ano. Ibrahim Shaheen, un camionero de 38 años, fue arrestado en diciembre y estuvo recluido durante casi tres meses. Fue interrogado repetidamente sobre la ubicación de los rehenes israelíes muertos. Shaheen dijo que lo ataron a una silla y le aplicaron descargas casi media docena de veces. Un detenido llamado al-Hamlawi describió cómo lo ataron a una silla conectada con electricidad y lo electrocutaron con tanta frecuencia que comenzó a orinar incontrolablemente. Otro detenido dijo de sus interrogadores: “Hicieron que me sentara sobre algo parecido a un palo de metal caliente que parecía fuego”.
Incluso los menores detenidos no son inmunes al abuso. Consideremos el caso de JK, un joven palestino de 18 años confinado en la prisión de Niqab, que recuerda haber sido detenido por guardias de prisión israelíes que empuñaban porras de metal y lo obligaron a desnudarse y luego comenzaron a tomarle fotografías. Cuando JK intentó protegerse los genitales, los guardias lo patearon repetidamente y lo golpearon con sus porras. Luego le abrieron las piernas a la fuerza para fotografiar sus genitales y su ano mientras se burlaban de él.
Pocos de estos casos de asesinato y abuso dentro de los campos de prisioneros israelíes se investigan alguna vez y, históricamente, 99 de cada 100 casos que se investigan se cierran sin que se presenten cargos.
Así pues, supongo que podemos decir que Rasha Kareem tuvo suerte. En cualquier caso, fue más afortunada que muchos palestinos. Algunos se adentran en la oscuridad de los gulags israelíes y nunca regresan. Y los que regresan ya no son los mismos.
(Para obtener más información sobre el tratamiento de los prisioneros palestinos en los campos de prisioneros israelíes, consulte Addameer: Prisoner Support and Human Rights Association.)
Imagen de portada del video del arresto de Rasha Kareem.