Melvin Goodman, CounterPunch.com, 8 agosto 2025
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Melvin A. Goodman es investigador principal del Centro de Política Internacional y profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Johns Hopkins. Goodman, antiguo analista de la CIA, es autor de Failure of Intelligence: The Decline and Fall of the CIA (El fracaso de la inteligencia: el declive y caída de la CIA) y National Insecurity: The Cost of American Militarism (Inseguridad nacional: el coste del militarismo estadounidense) y A Whistleblower at the CIA (Un denunciante en la CIA). Sus libros más recientes son American Carnage: The Wars of Donald Trump (La carnicería estadounidense: las guerras de Donald Trump (Opus Publishing, 2019) y Containing the National Security State (Contener el Estado de seguridad nacional) (Opus Publishing, 2021). Goodman es columnista de seguridad nacional para counterpunch.org.
Tras siete meses de control de Donald Trump sobre la política de seguridad nacional de Estados Unidos, dos certezas se han hecho presentes. En primer lugar, no existe una política de seguridad nacional integral y no hay ningún candidato probable en la administración para formular y gestionar tal política integral. En segundo lugar, el mayor desafío en el ámbito de la seguridad nacional es China -la política bilateral más importante en todo el ámbito mundial- y la administración Trump está haciendo todo lo posible, bien sea de forma intencionada o no, para hacer grande a China y empeorar la posición de Estados Unidos frente a ella. El embrutecimiento de Estados Unidos continúa bajo Trump, mientras sigue fortaleciéndose la posición de China en la comunidad mundial.
En los últimos 75 años, China rara vez ha recurrido al uso de la fuerza militar: lo hizo en Corea, en la década de 1950, para detener el avance de las fuerzas estadounidenses, y en 1979 para «dar una lección a los vietnamitas», objetivo del que las fuerzas chinas no salieron muy bien paradas. Por el contrario, Estados Unidos ha recurrido al Pentágono y a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para librar guerras que no eran ganables ni asequibles (Vietnam, Afganistán e Iraq), y para utilizar acciones encubiertas sin éxito en el derrocamiento de gobiernos democráticos en Irán, Guatemala, el Congo y Chile.
Las intervenciones militares estadounidenses que estaban diseñadas para durar semanas y meses se convirtieron en décadas de presencia militar y ocupación. Casi todas las administraciones afirmaron que no participaban en la construcción de la nación, pero se desperdiciaron cientos de miles de millones de dólares precisamente en eso: la construcción de la nación. Y, por supuesto, el ridículo absurdo de la guerra de Iraq, que iba a introducir la democracia como modelo para todo el mundo árabe. Ninguna de estas intervenciones sirvió a ningún propósito estratégico. Y, al parecer, no se aprendió lección alguna.
Mientras tanto, China ha pasado de ser una de las naciones más pobres del mundo a la segunda economía más grande, con unas fuerzas armadas nucleares que crecen a un ritmo de récord. Durante los últimos 40 años, China ha tenido la economía de más rápido crecimiento del mundo, con tasas de crecimiento anual que a menudo superaban el 10%. La economía china creció más del 5% en la primera mitad de este año, mientras que la estadounidense lo hizo un 1 %. Mientras tanto, la política arancelaria de Estados Unidos está perdiendo amigos en todo el mundo.
La transformación de China requirió una serie de reformas en sus sistemas fiscal, financiero y de gobernanza, marcadas por altos niveles de industrialización y urbanización. El éxito económico de China ha dado lugar a fuertes inversiones en el Sur global, donde Estados Unidos está perdiendo influencia. Estados Unidos se ha basado en la proyección de su poderío militar, mientras que China no ha recurrido a la proyección de poder y, a diferencia de Estados Unidos, ha evitado involucrarse en la toma de decisiones y en la política interna de otras naciones.
En la nueva era del desarrollo tecnológico, China se encuentra en una posición especialmente fuerte debido a su control de los minerales críticos, en particular los que se necesitan en Occidente para los sistemas de defensa. Para llegar a esta etapa, China aprovechó al máximo el acceso a los mercados de materias primas y financieros de Estados Unidos y a los conocimientos de este país, según mi antiguo colega del National War College, Marvin Ott. Cientos de miles de estudiantes chinos han obtenido títulos avanzados en las instituciones más prestigiosas de Estados Unidos, incluidos los hijos de miembros del Politburó chino. Las políticas de Trump están debilitando las instituciones educativas y de investigación más importantes de Estados Unidos.
Estados Unidos no está haciendo nada para mejorar las relaciones con China, ya que Trump, el vicepresidente JD Vance y el subsecretario de Defensa para Política, Elbridge Colby, nieto del exdirector de la CIA William Colby, aplican políticas fuertemente antichinas. Durante el primer mandato de Trump, halcones chinos como Matt Pottinger y David Feith empeoraron las relaciones bilaterales con China. A medida que la administración Trump se retira de importantes instituciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud y la UNESCO, China aumenta su participación e influencia en estas organizaciones.
Hace cincuenta años, Estados Unidos aplicó una política estratégica que dividió a la Unión Soviética y China, y obligó tanto a Moscú como a Pekín a buscar mejores relaciones con Washington. Hoy en día, la administración Trump está aplicando políticas belicosas que están acercando a Rusia y China. El lenguaje amenazante de Donald Trump con respecto al movimiento de submarinos nucleares estratégicos conducirá sin duda a un diálogo estratégico más estrecho entre China y Rusia.
Hace veinte años, Estados Unidos lideraba a China en la mayoría de las tecnologías estratégicas globales. En la actualidad, la situación se ha invertido y China lidera la comunidad mundial en casi todas las tecnologías estratégicas. Este progreso ha permitido a China avanzar en su posición militar en todas las áreas, incluyendo tierra, mar, aire, espacio y ciberespacio. En tecnología de vanguardia, la investigación china es la más citada en la arena mundial, incluyendo imanes y superconductores avanzados, comunicación óptica avanzada, inteligencia artificial y baterías eléctricas. China es líder mundial en tecnologías medioambientales: vehículos eléctricos (EV), baterías para vehículos eléctricos y paneles solares. Pero el lema de Trump es «quema, baby, quema» en lo que respecta a los combustibles fósiles.
Trump exige aranceles en todas partes y para todo. En lugar de cooperar con nuestros aliados más cercanos en Europa, así como con Japón y Corea del Sur, ha amenazado con aranceles cada vez más altos, especialmente a nuestros buenos vecinos, Canadá y México. En lugar de persuadir a China para que construya fábricas de automóviles y baterías en Estados Unidos, estamos tomando medidas que encarecerán la producción en Estados Unidos. En lugar de restablecer el apoyo federal a la investigación científica y contratar a expertos extranjeros, estamos subvencionando sectores tradicionales como el carbón y el petróleo.
Los «halcones de China» de la Administración Trump están agravando y amenazando nuestras relaciones con China a cada paso, en lugar de buscar oportunidades para el diálogo y la diplomacia en áreas de interés común. Los halcones chinos de los principales medios de comunicación, encabezados por Bret Stephens en el New York Times y David Ignatius en el Washington Post, se hicieron eco de la línea de Trump, afirmando que las visitas de alto nivel de Estados Unidos a Taiwán deberían ser tan «habituales que Pekín se olvide de protestar». Al igual que el presidente chino Xi Jinping se opuso a las políticas arancelarias de Trump, Pekín desafiará los esfuerzos de Estados Unidos por reforzar Taiwán.
China se encuentra ahora en la posición internacional más fuerte que ha tenido desde el colapso de la dinastía Qing, la última de las dinastías imperiales de China, que abarcó los años de 1644 a 1911. Xi Jinping es el líder chino más fuerte desde Mao Zedong, fallecido en 1976. Las políticas aislacionistas y erráticas de Donald Trump garantizarán que China y Xi se fortalezcan en los próximos años.
Foto de portada: La pareja Trump con el presidente Xi ante la Ciudad Prohibida (dominio público).